No una, sino tres películas quieren contar este año la vida de Jorge Mario Bergoglio, o alguna parte de ella, con mayor o menor licencia artística e histórica. Y ya surgieron varios documentales. Uno de ellos, Francis: The Pope From the New Word, que critica la difamación intentada por ciertos sectores kirchneristas apenas trascendió la noticia del Cónclave. Francis pertenece a Knights of Columbus, Caballeros de Colón, histórica organización católica norteamericana que en cierta época llegó a ser perseguida por el Ku Klux Klan. En cambio, hay un documental argentino muy interesante, Francisco de Buenos Aires, de Miguel Rodríguez Arias, un hombre hasta ahora ajeno a la religión.

14267652240

Tampoco todos los responsables de los otros proyectos son practicantes. Valga, por ejemplo, la siguiente explicación de Daniele Luchetti, director de Chiamatemi Francesco: «Mi hijo me preguntó ‘¿vas a hacer un film religioso?’ No, le dije, voy a hacer un film sobre un hombre religioso que cree en la existencia de Dios y del Diablo, y les habla a quienes no creen en Dios. Esta persona me llegó a emocionar, a mi, que soy laico (no digo ateo)».

Hablemos primero de Francisco de Buenos Aires. Tiene abundante información, aunque también algunos huecos, una mirada equilibradamente laica, en partes ecuménica, y buena cantidad de testimonios, empezando por un cura franciscano explicando lo que representa el Santo de Asís para los católicos.

También aparecen su hermana María Elena, sus amigas Clelia Luro y Alicia Oliveira, jueza agnóstica y madre soltera cuyo hijo es ahijado del Papa, Yago de la Cierva, Bruno Ballardini, el cardenal Jorge Mejía y el cura villero Guillermo Torre, el muslim Omar Abboub y los rabinos Daniel Goldman y Abraham Skorka, los periodistas Sergio Rubin (“Le recriminan que está desacralizando el Papado. ¡Gracias a Dios que está desacralizando el Papado!”), Elisabetta Piqué y Nello Scavo, el de La lista de Bergoglio, sus amigos de la secundaria, y varios otros que lo conocen de cerca.

Apreciamos así, a través de testigos, investigadores y buen material de archivo, la práctica del compromiso social de Bergoglio como arzobispo porteño (creación de los curas villeros, lucha contra rufianes y talleres clandestinos, etc.), el crecimiento internacional de su buena fama, lo que decidió a los cardenales a resolver el Cónclave a su favor, los riesgos tomados bajo el gobierno militar para salvar personas que en muchos casos ni siquiera eran creyentes, algo de su juventud y su sentido del humor, sus propuestas de cambio dentro de la Iglesia, y algunos gestos iniciales como la visita a los inmigrantes en Lampedusa, o la extensa charla “sin red” con los periodistas durante el regreso de Rio de Janeiro, cuando dijo aquel famoso “¿quién soy yo para juzgarlo?”.

No falta, por supuesto, la nota de color sobre San Lorenzo de Almagro, sobre lo que cabe una pequeña observación: la foto del seminarista atajando la pelota, que ahí vemos, fue tomada por Ramón Masats en el Seminario Conciliar de Madrid, 1959, no tiene nada que ver pero igual es linda.

Faltaría, eso sí, un buen desarrollo de sus aportes a la calma durante la crisis del 2001. No se recuerda su aparición en el Once a las pocas horas de Cromagnon, acompañando a los sufrientes (ninguna otra autoridad estuvo allí ni ese día ni los posteriores), ni se menciona enfrentamiento alguno con las autoridades políticas. Rodríguez Arias no busca la confrontación, sino la comprensión de ese Pontífice argentino tan inmediatamente amado por los fieles y simpatizantes de todas partes. Por eso selecciona, entre otras, esta hermosa definición de monseñor Darío Viganó, presidente del Centro Televisivo Vaticano: “La gente venía a Roma a ver al Papa Juan Pablo II, venía a Roma para escuchar al Papa Benedicto, y ahora viene a Roma para abrazar al Papa Francisco”.

Ahora vendrán las ficciones. Francisco, el padre Jorge (título no definitivo), de Beda Docampo Feijóo, con Darío Grandinetti, basado en el libro de Elisabetta Piqué, Chiamatemi Francesco; de Daniele Luchetti, con Rodrigo de la Serna como Bergoglio joven y el chileno Sergio Hernández para los años recientes, y La lista di Bergoglio, de Liliana Cavani, sobre el libro de Nello Scavo, recién en preproducción. Dato interesante, el productor de Chiamatemi Francesco es Pietro Valsecchi, que hace diez años produjo dos películas sobre Juan Pablo II: Karol, un uomo diventato Papa, y Karol, un Papa rimasto uomo (un hombre convertido en Papa y un Papa que se mantiene hombre). Valsecchi hace policiales, dramas, comedias, pero también, especialmente, films sobre personas de coraje que realmente existieron: la educadora María Montessori, el presidente Aldo Moro, los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, el doctor Giorgio Ambrosoli, que investigó los vínculos de la banca con la maffia.
Postdata: otros buenos documentales de mirada laica sobre altos prelados argentinos son Jaime de Nevares, último viaje, de Marcelo Céspedes y Carmen Guarini (hermosa, la escena donde un mapuche grandote con pinta de policía se quiebra en llanto al despedirlo), Angelelli, la palabra viva, de Fernando Spiner, y Ponce, el buen pastor, de Alejandro Areal Vélez, sobre monseñor Ponce de León, muerto en “accidente de tránsito” durante el gobierno militar, igual que Angelelli.

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?