Reseña de Vivir una espiritualidad de Comunión, de Thomas Norris. (Editorial Ciudad Nueva, 2014)

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“Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo.” Así se expresa Juan Pablo II en la Carta Apostólica Novo MilennioIneunte (43) y marca el rumbo para este pequeño pero intenso libro del sacerdote irlandés, miembro de la Comisión Teológica Internacional, Thomas Norris.

El autor pretende en estas páginas trazar los lineamientos fundamentales de una espiritualidad de comunión sin la cual el deseo del Papa sería una quimera.
Convencido de que esta visión parte del impulso del Concilio Vaticano II que define a la Iglesia como “un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (LG, 4), revisita la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación del Vaticano II (Dei Verbum) para ver que las categorías del Concilio no son sólo de sustancia y naturaleza, sino también de relación, participación y comunión.

La comprensión de la Trinidad, afirma Norris, no puede dejar de tener sustanciales repercusiones en todos los aspectos de la comprensión de la fe, de las relaciones entre las personas y, esencialmente, del actuar cotidiano. Por eso dedica un capítulo a estudiar el mandamiento que Jesús llama ‘suyo y ‘nuevo’ y lo centra en la novedad de la reciprocidad que presenta (ámense unos a otros). Es la vida de este mandamiento lo que trae la vida de la Trinidad a la tierra porque es el modo en que las personas viven por y en cada una en el seno del Padre.

Pero ¿cuál es la medida de este amor? “Como yo los amé”. Norris dedica un capítulo a ahondar en la donación de Jesús crucificado y abandonado como medida y método de la reciprocidad.

Siguiendo esta línea discursiva, es lógico que este modo de relacionarse, tenga impacto social. Al respecto Norris describe la experiencia de “Economía de comunión” que involucra a unas ochocientas empresas en todo el mundo que intentan llevar a la práctica en su accionar económico y empresarial esta socialidad evangélica.
Por último, el autor propone una ontología trinitaria, en la que la relación esté en el centro. Afirma Norris que asoman nuevas y apasionantes categorías como la relacionaildad, reciprocidad, mutua inhabitación, vaciamiento de sí y unidad como puntos sustanciales para construir una ontología trinaría.

 

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