Foster en Parque Patricios

Hay, en nuestro lenguaje actual, algunas rémoras de épocas pasadas y algunos aportes de tiempos más recientes. De esto hablaba, en un encuentro casual en la calle, con José María Poirier y su esposa.

Porque hace años que me parece anacrónica la designación de ideas políticas con el rótulo de “izquierdas” y “derechas”. Como me parece lamentable que los jóvenes se autobauticen como “militantes”, cuando el verbo militar y ese título de “militantes” es el menos adecuado para las mentes juveniles, más proclives a adherir o activar, sin renunciar a la sana rebeldía de la juventud.

Este circunloquio tiene su origen en un pedido que me formuló Poirier en ese encuentro fortuito: escribir un artículo a propósito de Norman Foster, el arquitecto inglés que trazó el proyecto de la nueva sede del Gobierno de la Ciudad, y se vincula con un argumento que esgrimí en esa charla callejera. Porque –decía yo– ningún alcalde “de izquierdas” se hubiera atrevido a esto.

Cuando digo “esto” me refiero a desplazar la sede del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a un barrio del sud de la trama urbana, frente a un parque de gran tradición porteña, e implicando en ese movimiento a más de un millar de empleados y funcionarios habituados a lo largo de muchas décadas al marco de la Plaza de Mayo, la Diagonal Norte y las avenidas de Mayo y 9 de Julio.

Mucho coraje hizo falta para pensar en esa localización para la sede central del Banco Ciudad, pero una vez frustrada la idea de implantar un Centro Cívico en Barracas (después de un concurso de proyectos, en el que me tocó ser jurado, y donde se premiaron buenas ideas) por los incidentes ocurridos en la zona del Borda y su entorno, fue pertinente pensar en usar el edificio para su función actual.

Sobre el arquitecto
En el certamen que se organizó para elegir el proyecto para la sede central del Banco Ciudad, el primer premio fue otorgado al trabajo presentado por el estudio inglés Foster & Partners, piloteado por el arquitecto Norman Foster, profesional de una muy exitosa trayectoria que lleva más de cinco décadas de intensa labor (él cumplirá 80 años el 1 de junio).

Para entender su forma de pensar, me parece útil consignar que al comienzo de su carrera trabajó con Richard Buckminster Fuller, un insigne inventor de formas y estructuras de quien recuerdo una frase en la que afirmaba que «somos todos tripulantes de la Nave Espacial Tierra». Acaba de fallecer, pero esta sentencia la pronunció hace más de 30 años, y por lo que uno advierte, debe resonar aún en la mente de Lord Norman.

La primera obra de Foster que conocí en 1996, fue el Metro de Bilbao, un genuino aporte a la ciudad vasca que se anticipó al impacto del Guggenheim, ya que el Metro terminó su primera etapa en 1995 y el museo se abrió en 1997.

Grossman.Foster

La lista de grandes realizaciones es muy larga, pero debo retractarme de una crítica que, con mi firma, publicó La Nación a propósito de la torre de oficinas en Londres, el así llamado «Pepino» (Gherkin en inglés). En efecto, sentado durante horas frente a ese edificio pulcro y armonioso, tuve que admitir que era una obra muy lograda, incluso puesta en contexto (muy cercana a la catedral de Saint Paul) del viejo London City, el antiguo distrito de la capital británica.

Pese a que en los inicios se lo calificó como «High-Tech», en el grupo de aquellos que dominaban los recursos de la tecnología de punta y los hacían protagonistas de sus diseños, con los años refinó a tal punto su lenguaje, que le hizo ganar los premios más importantes de la disciplina a nivel mundial.

Algunos, entre los que me cuento, no entienden su tropiezo con el Millenium Bridge, un puente peatonal que cruza el Támesis frente a Saint Paul, que se abrió en junio del 2000 y tuvo que cerrarse de inmediato porque la gente que lo cruzó ese día empezó a tambalearse, tropezar y caer. Clausurado de inmediato, volvió a abrir 2 años más tarde con los refuerzos que absorbían los esfuerzos laterales. Desde luego, cambió su imagen y tuvo un costo muy superior.

A mi modo de ver, Norman Foster, junto con el italiano Renzo Piano, el suizo Peter Zumthor, el argentino César Pelli y unos pocos más, integra el grupo de los arquitectos más importantes del mundo. Por eso no sorprende que el edificio que acaba de ser inaugurado se encuentre ya entre los más bellos de la Ciudad.

La nueva Casa de Gobierno
Por diversas razones tuve ocasión de conocer el proyecto que obtuvo el segundo premio en el Concurso internacional convocado para el Banco Ciudad, sus autores son Machado y Silvetti, argentinos radicados en Harvard. Es una muy buena respuesta y un hermoso proyecto, pero es preciso reconocer que la propuesta de Foster fue invencible.

Grossman. Foster. Edificio gobierno.Quizas podes cortar los autos.

 

Uno de sus rasgos revela la tan difícil amalgama de monumentalidad en escala barrial, sin pompa ni ostentación, que es amigable y transparente. Para ingresar no hay que subir escalinatas, y el espacio interior provoca eso que se puede llamar «emoción arquitectónica». Algo que se percibe en una catedral o, en nuestro tiempo, en el Banco de Londres de Testa y Sepra. Hay mucha sabiduría y mucha destreza en este proyecto, y lo atesora Buenos Aires.

Durante meses acudíamos a ver la obra con mi colega y amigo Ricardo Gersbach para seguir el desarrollo de la construcción. Un momento memorable fue cuando se retiraron los encofrados de la losa ondulada que caracteriza al edificio. Fue la consagración de un espacio inédito de Buenos Aires. Hay que subrayar que toda la estructura, de refinadas proporciones y tersas superficies, es de hormigón a la vista y no tiene revestimiento alguno.

Absoluta austeridad.
Si a eso se le añade la búsqueda de sustentabilidad a través de muchos recursos de diseño y tecnologías, la accesibilidad y las vistas a un entorno con las copas de los árboles que parecen ingresar en el recinto; que se ilumina con la luz del día y brilla en la noche del Parque Patricios, me pregunto, volviendo al diálogo con Poirier en la calle, si es ésta la sede de un gobierno de izquierda o de derecha.

Por encima de esta ironía, la sede del Gobierno diseñada por el arquitecto Norman Foster es, a partir de ahora, un ejemplo del nuevo lenguaje de los espacios áulicos, y con el suave ondulado de la cubierta (espejo de la curvatura del follaje del Parque), serán en el futuro próximo un nuevo ícono de esta nuestra Reina del Plata.

El autor es arquitecto y autor de varios libros, entre ellos, Argentinos arquitectos en el mundo y Peralta Ramos en la arquitectura.

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