Francesco Rossi, el valor del compromiso con la verdad

Francesco Rossi falleció el 10 de enero de este año en Roma. Había nacido en Nápoles el 15 de noviembre de 1922. Se inició en el cine en 1946 y durante los últimos años estuvo dedicado al teatro. En 2012 le fue concedido en el Festival de Venecia el León de Oro a la trayectoria. Me interesa rescatar su filmografía por su sostenido compromiso con la verdad, que adquiere un particular valor en los tiempos que corren, tanto en Italia como en nuestro país.
Como director fue un caso de supervivencia de las mejores tradiciones del neorrealismo italiano. Ideológicamente identificado con el marxismo, utilizó en casi todos sus filmes el método del “realismo crítico” aprendido de Luchino Visconti, de quien fue asistente de dirección en aquel polémico y ascético fresco siciliano titulado La terra trema. Pero con el paso de los años, Rossi se alejó tanto del naturalismo lírico de los neorrealistas, como del estilo suntuosamente crítico del Visconti posterior a La terra trema, para emprender una tarea de observador crítico de los problemas sociales contemporáneos, vertidos con una llamativa seguridad de narrador preocupado por sus herramientas éticas y estéticas.
Por sus características temáticas y su ubicación cronológica en el tiempo, el cine de Rossi se inserta en el vasto movimiento conocido como la “tercera generación” del cine italiano, junto a nombres tan representativos como Pier Paolo Pasolini, Ermmano Olmi, Elio Petri, Florestano Vancini, Damiano Damiani, Gillo Pontecorvo, Giuliano Montaldo, Lina Wertmüller y los hermanos Paolo y Vittorio Taviani.

Los primeros años
El primer filme propio de Rossi fue El desafío (La sfida, 1957), relato de corte policial ambientado en Nápoles, que mereció el León de Oro en el Festival de Venecia. En el segundo, Los maleantes (I magliari, 1959), muestra con crueldad las andanzas de dos pícaros emigrantes italianos dedicados al contrabando durante la década de 1950 en la ciudad de Hamburgo.
Con un rigor casi documental emprendió luego la realización de Salvatore Giuliano (1961), sobre los intereses políticos y económicos jugados por la mafia siciliana y sus vinculaciones con el crimen organizado y la policía, a propósito de aquel legendario bandolero que pereció en un enfrentamiento con los carabineros el 5 de julio de 1950, en el sudeste de Marsala, Sicilia.
En 1963 retorna a Nápoles para recrear los ásperos y politizados debates municipales destinados a deslindar responsabilidades en torno al derrumbe, con víctimas, de un edificio horizontal, ocurrido en un barrio de aquella ciudad. El filme, que según el director contrapone la civilización del lucro con la del bien común, se tituló Saqueo a la ciudad (Le mani sulla citta).
Tras dos concesiones al espectáculo: Y vivieron felices (C’era una volta, 1967) y El momento de la verdad (Il momento della verità, 1964), en este caso sobre la trayectoria de un torero español que muere en su ley, Rossi retoma su rigor crítico en El asalto final (Uomini contro, 1971), alegato antibélico y antimilitarista al estilo de La patrulla infernal (Paths of glory, 1957), de Stanley Kubrick, basada en la novela autobiográfica del ex combatiente de la Primera Guerra Mundial, Emilio Lussu.

Cine de denuncias
Con El caso Mattei (1971) y Lucky Luciano (1973), Rossi perfecciona su estilo periodístico testimonial, para descubrir los motivos ocultos y las posibles explicaciones de episodios poco conocidos. En el primero, expone el interés de las multinacionales en suprimir la actividad nacionalista de Enrico Mattei, el hombre que enriqueció a Italia al frente del Ente Nazionales Idrocarburi, creado por él, que se definió a sí mismo como “un corsario al servicio de mi país”, y murió en un misterioso accidente aéreo ocurrido el 27 de octubre de 1962 cerca de Pavia, en el norte de Italia.
En el segundo filme, estrenado en nuestro país con el título de Luciano, rey de los padrinos, describe la trayectoria de Salvatore Lucania, más conocido como Lucky Luciano, desde la feroz matanza ejecutada de 1931, con que se lanzó como el hombre más importante de la mafia ítalo norteamericana, hasta su destierro a Italia, su responsabilidad en la creación de un gigantesco tráfico de drogas, y su muerte.

La literatura en el cine
Con posterioridad Rossi realizó Cristo se detuvo en Eboli (Cristo si e fermato a Eboli, 1978), que relata el exilio obligado de Carlo Levi (1902-1975), médico, escritor, pintor y senador por el Partido Socialista, confinado por orden de Mussolini en un pueblo de Lucania, una geografía misérrima, apenas alcanzada por la civilización, como lo sugiere el título; Tres hermanos (Tre fratelli, 1981), sobre la soledad, la muerte, el paso del tiempo, la memoria, el desempleo y el terrorismo en la Italia de la década de 1970; Carmen (1984), excepcional expresión de cine-ópera basada en la obra de Bizet, que contó con el talento coreográfico de Antonio Gades; y Crónica de una muerte anunciada (1986), sobre la novela de Gabriel García Márquez. Este filme describe el arribo a un pueblo colombiano de un enigmático extranjero, que se enamora de una joven, se casa con ella y en la noche de bodas la devuelve a su familia al descubrir que no era virgen. Para lavar el honor mancillado, los hermanos de la novia buscan al culpable, anuncian al vecindario su intención de matarlo y al día siguiente ejecutan la venganza. En la novela, era el mismo García Márquez quien volvía al pueblo, veintisiete años después de la tragedia, de la que fue testigo, para “reunir las astillas dispersas del espejo roto de la memoria”. En la película es un amigo de la víctima el que regresa para reconstruir los hechos.

La mafia y el crimen
Rossi dedicó otras dos producciones al tema de la mafia y el crimen organizado: Cadáveres excelentes (Cadaveri eccelenti, 1975), y Dimenticare Palermo (1990). El primero es un filme testimonial inspirado en una novela de Leonardo Sciascia, que expone la historia de la Cosa Nostra y lo hace con el aporte de dos testigos: el escritor estadounidense Alexander Stille, especializado en temas relacionados con el crimen organizado, y la veterana fotógrafa siciliana Leticia Battaglia, que durante veinte años registró los crímenes mafiosos.
Dimenticare Palermo trata sobre un ítalo-americano que se postula para la alcaldía de Nueva York, promete legalizar las drogas y gana las elecciones. Pero cuando llega a Sicilia en viaje de luna de miel, descubre que hay personas dispuestas a emplear todos los medios a su alcance para impedir la legalización de las drogas.

Sus últimas obras
El último trabajo de Rossi para el cine fue La tregua (1996). A partir de un libro de Primo Levi, la película describe la surrealista travesía del escritor y un grupo de sobrevivientes del campo de concentración de Auschwitz, durante casi nueve meses, a través de Rusia, Polonia, Ucrania, Rumania, Hungría, Austria y Alemania, hasta regresar a su Turín natal. Según el colega español Esteve Riambau, la tregua a la que alude el título no es el final de una guerra, sino “el espacio indefinido que existe entre la vida y la muerte, la desesperación y la esperanza, la conciencia interior y la percepción exterior. Porque son las fronteras individuales y no las políticas las que delimitan la naturaleza humana”.
A Francesco Rossi se le reconoce una especial sensibilidad para transmitir a la imagen la poesía de la realidad. En esta tarea contó con dos únicos y destacados iluminadores: Gianni di Venanzo hasta su quinto filme, y Pasqualino de Santis desde 1967 y hasta 1996. Es sin duda un modelo de integración creativa, como lo fue la de Ingmar Bergman y Sven Nykvist, para trabajar con seriedad la elaboración de la imagen cinematográfica.
“Mi voluntad de cineasta –expresó Rossi– es provocar la curiosidad del espectador, a fin de llevarlo a plantearse preguntas e impulsarlo a asumir un juicio personal a partir de deducciones propias”. Una actitud de sinceridad profesional, más allá de ideas y propósitos políticos implícitos en sus filmes, que el espectador inteligente debe descubrir.
En 2012 su discípulo Giuseppe Tornatore grabó doscientas horas de conversaciones con su admirado maestro, que derivó en el libro Io lo chiamo cinematógrafo (Yo lo llamo el cine), que rescata anécdotas, episodios y recuerdos de Rossi y el cine italiano de su tiempo.

El autor es profesor en Letras y critico cinematográfico.

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