LA CUBA QUE RECIBIRÁ AL PAPA

A fines de septiembre, Francisco visitará en un mismo viaje Cuba y los Estados Unidos, en un nuevo capítulo de su diplomacia por la paz y el entendimiento entre las naciones.

Es muy significativo que la anunciada visita del papa Francisco a Cuba haya sido añadida como la primera etapa de un viaje a los Estados Unidos programado desde hacía ya algún tiempo. La reciente decisión de unir ambas visitas se articula perfectamente en la dinámica de los viajes pastorales que el Santo Padre ha realizado hasta ahora, y que lo han llevado a países y regiones donde quiere fortalecer o reanimar procesos hacia el establecimiento de acuerdos de paz, como Tierra Santa, o apoyar a aquellos que ya han logrado tales acuerdos, como Albania, Sri Lanka y Filipinas.
Geográficamente vecinos, pero situados en las antípodas ideológicas y envueltos en una enconada confrontación de más de cinco décadas, que en su peor momento puso al mundo al borde de la hecatombe nuclear y califica hoy como la última reliquia de la guerra fría, Cuba y los Estados Unidos anunciaron el pasado 17 de diciembre el inicio de un proceso de normalización de relaciones. Este fue promovido por el propio papa Francisco y gestado mediante pacientes negociaciones con el acompañamiento diplomático de la Santa Sede y Canadá y la colaboración de la Iglesia cubana en la persona del arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega.
El anuncio, hecho sorpresiva y simultáneamente por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, y que estuvo acompañado de liberaciones de presos de ambos países, fue recibido con alegría y esperanza por el pueblo cubano. La población, cansada de tantos años de beligerancia, añora una situación de paz, especialmente con los Estados Unidos. En Cuba se da la paradoja de que el Gobierno más vehementemente antiyanqui de toda su historia, es el que más ha contribuido a vincular el destino de la isla con el de su vecino del norte. La recia pugna ideológica que planteó desde su inicio, por una parte, no dejó a muchos otro camino que el exilio y, por otra, facilitó a los Estados Unidos abrir los brazos a los emigrados cubanos. Hoy, casi uno de cada seis cubanos vive fuera de Cuba, la gran mayoría de ellos en los Estados Unidos.

Una visita exitosa
La reportada cordialidad del encuentro entre Raúl Castro y el papa Francisco, que superó incluso las expectativas más optimistas, parecería anunciar un seguro éxito para la visita, con un balance cuando menos tan positivo como el que arrojaron las de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Entre otros logros, como resultado de la primera, se declaró feriado el día de Navidad en la isla y, como resultado de la segunda, el Viernes Santo. En época relativamente reciente se ha logrado un muy limitado pero regular acceso a los medios, con alocuciones radiales de los obispos vinculadas a celebraciones religiosas importantes, y ocasionales transmisiones por la televisión nacional de misas, predicaciones y conciertos sacros.
La personalidad del Papa, su talante cordial, su defensa incesante de los pobres y los desvalidos y su denuncia del afán de poner al dinero en lugar de la persona humana como centro de la sociedad, ampliamente publicitadas en Cuba, han ido creando un ambiente favorable y grandes expectativas sobre su visita.
Un factor a considerar es que el Gobierno (en Cuba, partido, Estado y gobierno son, a todos los efectos prácticos, una misma cosa) se ha esforzado históricamente por preservar las relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Así, acaban de celebrarse en el país, con gran realce noticioso, los 80 años de relaciones diplomáticas ininterrumpidas entre ambos Estados. Durante las anteriores visitas papales, el Gobierno siempre colaboró activamente a su exitoso desenvolvimiento.

Situación compleja
No ha manifestado el Gobierno, sin embargo, igual disposición en la relación con la Iglesia local, a la que ha interpretado siempre en clave política como sospechosa de buscar poder e influencia con los que oponérsele, en lugar de esperadas muestras de adhesión. Es significativo que en Cuba las relaciones del Gobierno tanto con la Iglesia católica local como con las demás instituciones religiosas cubanas no estén a cargo de una institución estatal, sino de una oficina del Departamento Ideológico del Partido Comunista, signo de que lo religioso se considera indefectiblemente desde una perspectiva ideológica.
En este sentido, es importante tener también en cuenta que el país se encuentra inmerso en un lento pero continuado proceso de reordenamiento socio-económico, con el surgimiento de un incipiente sector privado que en algunas áreas muestra considerable pujanza, y que ha hecho temer a algunos por la conservación de los ideales de la revolución socialista.
A los ojos de algunos, el propio proceso de normalización de relaciones con los Estados Unidos le resta radicalidad al enfrentamiento histórico sostenido por Cuba con “el imperialismo”. Para contrarrestar esto se ha lanzado una intensa campaña de reideologización, con profusión de consignas, movilizaciones y conmemoraciones de hechos históricos que incide fuertemente en cuáles acontecimientos se presentan en los medios y en qué forma se hace. Por ejemplo, la frase de Raúl Castro que ganó titulares en todo el mundo –“Si el Papa sigue hablando así, regreso a la Iglesia” – para los medios cubanos, nunca se pronunció. Cuando hace pocos días François Hollande, el primer Presidente francés que visita a Cuba, impuso personalmente en La Habana las insignias de Comandante de la Legión de Honor, la más alta condecoración de la República Francesa, al cardenal Ortega, el acontecimiento mereció apenas cincuenta palabras dentro de un largo reportaje sobre la visita al que el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista, dedicó seis de sus ocho páginas.
En este complejo contexto, la Iglesia en Cuba, siempre dispuestaal diálogo, se prepara para recibir al sucesor de Pedro, que viene a confirmar a sus hermanos en la fe y a traer a todos un mensaje de paz. Será la tercera visita al continente del primer Papa latinoamericano, conectando en su recorrido a dos países enemistados en lo ideológico y lo político por un diferendo histórico, pero inseparables en los afectos familiares. Los católicos cubanos queremos colaborar con el Papa borrando tensiones y animosidades, con la mirada puesta en la paz, la justicia y la reconciliación que añoramos los seres humanos, porque para ello fuimos creados.

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