Putman: sentido del Límite

La visión de un filósofo que considera que la religión aporta el sentido del límite al pensamiento y la conducta humanas.

Hylary Putnam es un filósofo americano que da qué pensar, para usar una expresión cara a Paul Ricoeur. Con fortalezas y debilidades, es un testimonio vivo de que la filosofía es ejercicio del pensamiento en dirección directa a estimular la praxis.
Hilary Putnam nació en Chicago en 1926. Debe su formación intelectual a la escuela analítica de origen neopositivista. Estudió Filosofía en la Universidad de Pensilvania y se doctoró en Los Ángeles en 1951. Se dedicó a la docencia universitaria en Princeton, luego en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y desde 1965 es profesor de Filosofía en Harvard.
Confiesa haber leído a Kierkegaard con devoción, pero también a Marx y a Freud. Hacia los cuarenta años, Putnam logró romper el cerco estrecho de la filosofía analítica, hija del positivismo lógico vienés. Durante los años sesenta, el filósofo se comprometió políticamente. Eran los años de la guerra de Vietnam. Optó por el marxismo y el maoísmo. Mucho más tarde dirá: “Hoy ya no soy maoísta ni marxista, pero una cosa me queda de ese período: la idea de que la filosofía no es simplemente una disciplina académica”.
Después de leer atentamente a Jürgen Habermas y a Karl Otto Apel, Putnam abandona la filosofía analítica y se sitúa en el grupo de los filósofos pragmatistas clásicos americanos.

La cuestión religiosa: sentido del límite

Propio de un hombre que cree a medias, el filósofo alimenta la idea de que el sentido de lo sagrado, aunque respetable en sí mismo, no sea necesariamente bueno. Incluso porque desde lo sagrado se han justificado no pocas violencias. “Por esta razón en el siglo XIX se comenzó a decir: es necesario dejar de creer en lo sagrado. Y no alcanzaron a correr cien años para que hubiera dos dictadores terribles, ambos ateos: Stalin y Hitler”. Claro, habría que decir con la fuerza de la lógica que la historia no ganó en paz precisamente con el ateísmo sistemático.
Giovanna Borradori le preguntó en torno a su judaísmo. Y le dijo: “Mi adhesión a la tradición hebrea representa un sentido del límite. Es casi un cliché citar el Talmud, pero a mí me gusta hacerlo todavía. Dice más o menos: no depende de nosotros acabar la tarea, pero tampoco somos libres de no llevar la carga. Para mí la religión significa, justamente, reflexionar sobre el sentido del límite humano”.
Aquí llegamos al núcleo del tema en lo religioso de Putnam: la reflexión filosófica está en función del sentido del límite que la religión despierta. Y en este sentido se puede interpretar que él desea que los hombres desarrollen o conserven un sentido religioso, pues es dador de límites conductuales. De no ser así, Stalin y Hitler no hubiesen cometido tantos abusos. La conclusión está dotada de lógica.
Nuestro autor profundiza más aún: “El problema del humanismo, como se ha desarrollado de Feuberbach en adelante, ha significado la deificación del hombre. No veo nada en este siglo que me haga desear la deificación del hombre. Como Ben Schwartz, pienso que el hombre es el peor dios que hay”.
Obviamente nuestro autor da con lo cierto: el humanismo encorsetado en sí mismo termina asfixiando casi la condición humana, precisamente por falta de aire sobrehumano.
Una consecuencia del reconoci¬miento de que “vivía en el lado religioso del mundo”, como él mismo afirma, fue su des¬cubrimiento de Kierkegaard y Wittgenstein.
¿Cuáles son los filósofos que a Putnam no le agradan? Dirige sus críticas más acerbas contra los filósofos que alientan el relativismo. Para Putnam, el relativismo es simple-mente “inconsistente e irresponsable”, es una “alternativa falsa”. Veamos que aunque en línea de pensamiento distante, es coincidente en esto con Agnes Heller, para quien el relativismo es falso porque “no apuesta” ni se compromete con ninguna verdad.
Benedicto XVI, en su libro Luz del Mundo, advierte: “Gran parte de la filosofía actual consiste realmente en decir que el hombre no es capaz de la verdad. Pero, visto de ese modo, tampoco sería capaz de ética. No tendría parámetro alguno… y el único criterio que contaría sería, en todo caso, la opinión de la mayoría”.

Reflexiones finales

A Putnam le asiste la razón en su descrédito del relativismo y el escepticismo a ultranza. Acaba con la posibilidad de que lo que pensamos y percibimos del mundo externo pueden ser meras opiniones o ilusiones.
En cuanto a lo religioso, nos parece muy oportuno que todo filósofo no se niegue a considerar la dimensión teológica de la persona y de la sociedad. Y Putnam no es ciego. Su apuesta por lo religioso como sentido del límite es muy buena, y sirve para pensar en lo imprescindible que es ello para toda persona. La compleja dimensión de lo sagrado presente en lo humano puede traducirse en una válida herramienta de paz y cultura del encuentro.

El autor es vicerrector de la Universidad Católica de Cuyo. Doctor en Teología, Filosofía e Historia.

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