El escritor argentino Ricardo Piglia (1941), autor de la notable novela Respiración artificial (1980), recibirá en septiembre el prestigioso Premio Formentor por “una obra narrativa que se desenvuelve armónicamente entre la originalidad y la cultura popular y la tradición más exigente”.

Con el Premio Formentor, Ricardo Piglia se suma a la lista de Samuel Beckett, Jorge Semprún, Witold Gombrowicz, Carlos Fuentes y Jorge Luis Borges.
Estudió Historia en la Universidad de La Plata y estuvo vinculado con la revista El escarabajo de oro, que dirigía Abelardo Castillo. Fue docente en las universidades de Buenos Aires y Princeton. “Para mí se trata de enseñar un modo de leer”, dijo en noviembre de 1999 a esta revista, en una larga entrevista cuando ya era un narrador consagrado. Como ensayista se ocupó de Arlt, Faulkner, Cortázar, Macedonio Fernández y en especial de Borges.
A la pregunta de por qué se había dedicado a la distancia entre Roberto Arlt y Jorge Luis Borges, un excluido y un consagrado, Piglia respondía que “la oposición la encontré hecha y condensaba una serie de debates, algunos en la línea del excluido y el consagrado, el de izquierda y el conservador, el que escribía mal y el que escribía bien, el que era argentino y el que era cosmopolita extranjerizante… eran como banderas de la literatura argentina”. A propósito de Manuel Puig y Juan José Saer, decía: “Puig intenta una relación entre la alta cultura y la cultura de masas, una mediación con variedad de géneros, mientras que Saer es la ruptura tajante”. Más adelante, a propósito de su tarea, explicaba: “Yo diferencio la lectura de un escritor de la del crítico; me interesan autores como Ítalo Calvino o John Berger, que están en una zona nueva”.
A la pregunta de cómo llegó a la literatura, refirió: “Hay como una especie de mito de origen, una imagen que se da en el momento en el que cambia la relación con el lenguaje, cuando uno advierte que el lenguaje se puede buscar de otro modo. En mi caso tiene que ver con mi familia: me crié en Adrogué, mi padre, que era peronista, decidió trasladar la familia a Mar del Plata en 1957, cuando yo tenía 16 años. Viví eso como un exilio y empecé a escribir un diario como modo de fijar, de retener, aquello que se estaba perdiendo. Ahí creo que fue el punto de partida”.
En lo político se definió como un hombre de izquierda, de fluida relación con el pensamiento marxista y con esa manera de entender el proceso cultural. “Provengo de una familia católica y me formé en un colegio religioso. Viví una etapa de alejamiento de la fe cristiana luego de haber sido, hasta bien entrada mi adolescencia, un católico practicante. Después la religión ha sido un punto de referencia y también una crítica al capitalismo, a la idea de que se ha secularizado todo y de que el dinero es el árbitro de los valores”.
Confesó su interés por Alberto Laiseca, Vlady Kociancich y Pablo de Santis. Además, su admiración por Antonio Di Benedetto, Abelardo Castillo y Hebe Uhart. Comentó estar releyendo el Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal y los cuentos de Ezequiel Martínez Estrada. Poetas como Vallejo, Cernuda, Salinas, Guillén y Juan L. Ortiz son compañeros persistentes. Entre los más jóvenes, Arturo Carrera.
Cuando le observamos que, a nuestro juicio, Respiración Artificial había sido su mejor momento literario, Piglia agregó: “A veces también yo lo pienso”. Para él, “la literatura no es solamente un conjunto de usos de lenguaje con ciertos elementos específicos, también ha sido siempre un lugar donde la sociedad ha discutido otras cosas, con un criterio distinto de la discusión cotidiana”.

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