“No se trata de hablar tanto de ideas, sino sobre todo de las motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo. Porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos anime”, afirmó el Papa Francisco en el párrafo 216 de Alabado seas, la Encíclica de 192 páginas dada a conocer a mediados de junio de 2015.

Las líneas que siguen plantean una reflexión en el plano de las ideas, aún a riesgo de ser acusado de malinterpretar el escrito del Sumo Pontífice. No sólo eso, también me voy a permitir una interpretación muy personal de la Encíclica, seguramente complementaria de las restantes, según la cual en Alabado seas la cuestión ecológica ocupa cierto espacio, pero el núcleo del documento radica en la cosmovisión que tiene el Papa Francisco, del ser humano y de las instituciones políticas y económicas que nos rigen.

Entiéndaseme bien. No estoy diciendo que la cuestión ambiental no sea importante dentro de las preocupaciones papales, ni que carezca de importancia en el mundo actual. Lo que estoy diciendo es que gran parte del texto de Alabado seas podría reproducirse sin modificar, en una Encíclica que se hubiera ocupado de la indigencia o la discriminación.

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A continuación reproduzco algunas afirmaciones extraídas de la Encíclica, representativas del mensaje general del pensamiento papal (el número que aparece entre paréntesis corresponde al párrafo, en el texto original).

Apelación a cada persona. “Jesús vivía en armonía plena con la creación. No era un asceta separado del mundo o enemigo de las cosas agradables de la vida” (98). “Hay un modo de entender la vida y la acción humana que se ha desviado y que contradice la realidad hasta dañarla” (101). “El hombre y la mujer del mundo posmoderno corren el riesgo permanente de volverse profundamente individualistas” (162). “Internet genera un nuevo tipo de emociones artificiales, que tienen que ver más con dispositivos y pantallas que con las personas y la naturaleza” (47).

“Dado que el mercado tiende a crear un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos, las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma tecnoeconómico… Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan una supuesta libertad para consumir, cuando quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero” (203).

Sistema político. “El siglo XXI, mientras mantiene un sistema de gobernanza propio de épocas pasadas, es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En este contexto se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas” (175).

“Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales… La alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no forme parte de sus intereses inmediatos” (54). “Las negociaciones internacionales no pueden avanzar significativamente por las posiciones de los países que privilegian sus intereses nacionales sobre el bien común global” (169). “Urgen acuerdos internacionales que se cumplan, dada la fragilidad de las instancias locales para intervenir de modo eficaz” (173).

Sistema económico. “Los recursos de la tierra están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva” (32). “Los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera, que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente. Así se manifiesta que la degradación ambiental y la degradación humana y ética estén íntimamente unidas” (56).

“Conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven sólo con el crecimiento de los beneficios de las empresas y los individuos” (190). “El principio de la maximización de la ganancia, que tiende a aislarse de toda otra consideración, es una distorsión conceptual de la economía” (195). “La estrategia de compraventa de bonos de carbono puede dar lugar a una nueva forma de especulación, y no servir para reducir la emisión global de gases contaminantes. Este sistema de ninguna manera implica un cambio radical a la altura de las circunstancias” (171).

“Desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de progreso y desarrollo” (191). “Ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo, aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes” (193). “Es urgente avanzar en una valiente revolución cultural. Nadie pretende volver a la época de las cavernas, pero sí es indispensable aminorar la marcha, para mirar la realidad de otra manera” (114). “Los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso” (194).

Afirmaciones empíricas, cuanto menos discutibles. “El crecimiento de los últimos 2 siglos no ha significado en todos sus aspectos un verdadero progreso integral y una mejora de la calidad de vida” (46). “Se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen” (50).

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¿Qué “dice” el Papa Francisco, en Alabado seas? Deliberadamente clasifiqué las afirmaciones que acabo de reproducir, entre aquellas referidas a cada una de las personas en particular, por un lado, y las que tienen que ver con el actual sistema político y económico por el otro. Vamos por partes.

En el plano personal, nos invita a reflexionar sobre la manera en la cual estamos encarando nuestras vidas, por ejemplo, si estamos equilibrando el esfuerzo para conseguir bienes, con el tiempo dedicado a los afectos, a apreciar la belleza de un cielo estrellado o la sonrisa de un niño. Reflexión apropiada, porque así como para los economistas los gustos o las preferencias de las personas son un dato, le cabe a un líder religioso invitar a cuestionar las conductas observadas.

Pero, siempre en el plano personal, el Papa Francisco no se detiene allí. Explica, vía conspiraciones, que lo que nos impide elegir correctamente cómo asignar nuestras energías, es el “lavado de cerebro” que realizan los productores, para colocar sus productos. El ideal de vida no es el de Mahatma Gandhi, pero la desesperación por vivir “pegado” al teléfono celular no surge de la naturaleza humana o una necesidad genuina, sino de las distintas formas de propaganda.

Exactamente lo mismo ocurre con los sistemas político y económico. El daño que personas y empresas ocasionan al medio ambiente constituye lo que los economistas denominamos deseconomías externas, situaciones en las cuales “el mercado falla”, porque en ausencia de regulaciones a ninguna persona le conviene caminar hasta el tacho de residuos para tirar la botella vacía, o a ninguna empresa eliminar el mal olor o los ruidos que ocasiona.

El ámbito municipal alcanza para corregir algunas fallas (ejemplo: la que ocasionan los ruidos molestos), otras requieren una coordinación mundial (ejemplo: el deterioro de la capa de ozono). Las dificultades en lograr acuerdos entre Estados derivan del hecho de que a cada uno de los agentes económicos que deteriora el medio ambiente, le conviene que los demás lo cuiden y él (o ella) no, de la misma manera que a cada uno de nosotros nos conviene que el resto de los autos circule por el carril derecho y nos deje libre el izquierdo.

Pero como en el caso de la apelación a la persona, también cuando se refiere al sistema político y económico el Papa Francisco plantea una visión conspirativa. Según la cual, tanto la política como la economía ha sido cooptadas por malvados, que sólo piensan en sí mismos y disfrazan sus móviles glorificando la economía de mercado, las privatizaciones, etc. En particular, las instituciones financieras.

Es importante diferenciar entre conspiraciones y explicaciones conspirativas. Si alguien me dice que, producto de un atentado, dentro de 5 minutos la Casa Rosada volará por los aires, le pregunto ¿cómo lo sabe? y me muestra la bomba que piensa colocar de inmediato, estoy delante de una conspiración, es decir, un hecho, y ante los hechos lo único que cabe es rendirse. Pero si alguien me dice que las Torres Gemelas fueron destruidas por la CIA, para hacernos creer que fue Bin Laden, estoy delante de una explicación conspirativa.

Los argentinos en general, y los porteños en particular, amamos las teorías conspirativas porque nos aguantamos cualquier cosa menos pasar por ingenuos. Pero no “compro” ninguna explicación conspirativa, porque alienta la pereza intelectual. Quien se acostumbra a explicar la realidad en el plano conspirativo, deja de buscar las causas específicas de los problemas, si las cuales es muy difícil mejorar la realidad.

Aún si la realidad resultara de múltiples conspiraciones, se plantea la siguiente cuestión: ¿quién me cuida de los cuidadores? Específicamente, ¿es un gobierno nacional, o mundial, la forma práctica de eliminar el accionar conspirativo generado por la tecnoeconomía? En base a la experiencia argentina contesto rotundamente que de ninguna manera.

3 Readers Commented

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  1. LUCAS VARELA on 6 agosto, 2015

    Loable esfuerzo analítico, irrelevante, e inútil.
    Es muy simple, el papa advierte pobreza y exclusión. Le pide a personas como Usted, señor DePablo, que aplique sus conocimientos de economía a la búsqueda de soluciones al problema existente.
    Claro, Usted tiene todo el derecho a no hacerlo y correr el riesgo de malinterpretar al papa Francisco. De estos riesgos Usted sabe. Como que se a ganado la vida profetizando mal el futuro y criticando bien el presente. Y viceversa.
    Aunque, hay otros, tan «economistas» como Usted, nada profetas y más estudiosos del pasado (que condena). Éstos, los estudiosos del pasado, observan un consistente aumento de las diferencias; y sugieren implementar medidas correctivas.
    No deseo herir su sensibilidad profesional sugiriendo autores y lecturas. Aunque los hay, y muy reconocidos en su profesión. Hay un francés, que últimamente se ha ganado fama de comunista, seguramente como resultado de alguna conspiración.

  2. Juan Carlos Lafosse on 6 agosto, 2015

    El Sr. De Pablo, publica ¿en la sección “Fe” de Criterio? un texto donde pretende que nuestro Papa Francisco tiene una visión “conspirativa” del mundo. En realidad, su artículo expresa esa “confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante” tan propia de los escribas del poder real. Aunque “jamás ha sido confirmada por los hechos”, su ideología no necesita hechos!

    Lo que les molesta profundamente es que el Papa dice con claridad que el Estado es el responsable del bien común, seres humanos y planeta incluidos. Pero De Pablo cree “rotundamente” que ningún gobierno es la solución a la pobreza y la exclusión. Un pensamiento profundamente antidemocrático, con la soberbia propia de estos “tecnoeconomistas” que nunca han sufrido en carne propia la miseria y en realidad no les importa nada.

    Que Criterio adopte esta línea de defensa del libre mercado no llama la atención, pero que lo haga en forma tan pedestre es lamentable.

  3. Guillermo Del Bosco on 22 agosto, 2015

    Comparto lo expresado por de Pablo sobre la teoría de la conspiración según Francisco. Veremos que dice en su próxima visita a Cuba ¿ Así cómo condenó justamente el consumismo hará lo mismo con la libreta de racionamiento o acusará a terceros de haberla impuesto o dirá que es el ideal a alcanzar ?

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