Reseña del libro Hombres buenos de Arturo Pérez-Reverte. Alfaguara, Buenos Aires, 2015

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Ya lejos de las aventuras del capitán Alastriste, Pérez-Reverte, este barojiano del siglo XXI, ha urdido una novela de intriga académica, plena de gracia y donaire.
No es la primera vez que un novelista se ocupa del mundo académico. Durante el tercer viaje imaginario del capitán Gulliver, Swift cubre a la gran Academia de Lagado de ácidos sarcasmos, siendo el verdadero destinatario nada menos que la Royal Society británica, objeto permanente del desprecio del deán.
La historia que relata Pérez-Reverte es, en cambio, amable y empática. Dos académicos de la Real Academia española, dos hombres buenos, son comisionados por sus pares para que adquieran en París la primera edición de la Encyclopédie. La atmósfera intelectual del siglo XVIII es tratada con notable precisión y discreción. El autor ha leído a Blom y quizás a Foucault. El libro evoca a aquella encendida “polémica de la ciencia española” que culminaría con el reclamo de Ramón y Cajal para “japonizar a España”, nacida del contacto del sabio, en Alemania, con los becarios orientales de la Renovación Meiji.
Así es que don Hermógenes Molina y el brigadier retirado de la Real Armada, don Pedro Zárate, emprenden su azaroso viaje a París, jaqueados por el reaccionarismo de algunos académicos, quienes no vacilan en diseñar las peores atrocidades. Pero la pareja –que sugiere la cervantina– alcanza a la postre su misión, entre la pereza diplomática y el riesgo de un duelo notablemente relatado, que haría las delicias de nuestra Sandra Gayol, diestra historiadora de lances de honor y autora de un libro insuficientemente estimado, Honor y duelo en la Argentina moderna.
D’Alembert, Diderot, Condorcet y hasta el mismísimo Franklin se cruzan en la aventura académica, a la luz de vivos diálogos con los dos españoles. Pero el libro tiene otro encanto. El autor, con el apasionante trasfondo de aquel París prerevolucionario, da un giro hamletiano a la novela y muestra el interior de su andamiaje literario, con los reales académicos del siglo XXI, sus deseos y sus disputas.
Dejo bien claro que ésta no es una obra para académicos, que sin embargo la disfrutarán a destajo, sino la gesta de dos “hombres buenos” de la época de Carlos III, vocados a una misión iniciática donde no faltan ávidos truhanes, seductoras prostitutas y amores románticos.
En nuestra época, donde las sombras de Grey hipnotizan a cierto público ocioso y se discuten las virtudes literarias de la pornografía, por más soft que sea, Pérez-Reverte nos otorga una impar lección de recreación histórica y de talento evocativo, escrita en un idioma joyante. Vale la pena participar de la aventura.

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