Ha sido la primera vez que un Papa, y también que un argentino, es invitado a hablar ante una sesión conjunta de ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos. Sin comparación con precedentes quedará como referente en la historia. Francisco convirtió la ocasión en muy proficua. Su exposición merece destacarse entre sus discursos y homilías del viaje.
El Papa expuso temas centrales tanto de la iglesia católica estadounidense como de esa gran potencia en el mundo. Las figuras, metáforas, identificaciones y parangones que empleó en su discurso fueron notables. Comenzó por usar una expresión carísima al alma estadounidense: “La tierra de los libres y la patria de los valientes”. Pocos juicios acerca de la propia identidad son tan queridos por los americanos. A ello siguió una loa a la responsabilidad individual y colectiva. Deja la impresión que Bergoglio recuerda muy bien a Alexis de Tocqueville, un francés que explicó a los Estados Unidos mejor que nadie.
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Luego Francisco logró trascender tan feliz inicio. Su propia identificación –“Yo también soy hijo de este gran continente”– ingresó en un terreno más estadounidense que europeo o latinoamericano: La identidad y referencia bíblica con Moisés: “Patriarca y Legislador”. Tal nota es muy americana, bien entendida por todos ellos, esencial para su alma, fundacional, tanto en la llegada al continente, a inicios del siglo XVII, como en la doctrina constitucional.
A ello siguió otra de las identidades americanas, la de los valores traídos por los inmigrantes y llevados a la práctica en la nueva tierra. Francisco se extendió sobre ello y recogió merecidos aplausos. Aunque lo hayamos oído repetir nosotros hace ya algún tiempo, últimamente no parece ser la ideología predominante, tanto en Latinoamérica como en Europa. Es otro desafío porque ese discurso podría aplicarse también a quienes hoy lo ignoran.
El Papa eligió con gran tino los cuatro ejemplos emblemáticos de Estados Unidos: Abraham Lincoln, Martin Luther King, Dorothy Day y Tomas Merton. Uno de los momentos centrales del discurso: La descripción de los peligros actuales que se viven en el mundo y de los valores y actitudes que hay que preservar, las tentaciones que hay que resistir y el reconocimiento del talante esencial para afrontar esos peligros: El coraje. Pocos valores tienen tanta fuerza en el alma americana como el coraje. Es anterior a la inteligencia, a la esperanza, a la recuperación. Es lo que preservó a los peregrinos de perecer en aquel mítico primer invierno, el que se conmemora en el día de Acción de Gracias.
El Papa apela a la historia política de los Estados Unidos, recordando las ideas de la Declaración de Independencia, de los principios constitucionales y de las luchas políticas durante más de 240 años de historia. Recupera una idea casi perdida: El haber sido, durante 200 años la tierra de esperanza, la meta de vida para decenas de millones de inmigrantes. En este caso es más relevante su propia identificación como “hijo de inmigrante”. Así relacionó aquel pasado con las urgencias del presente. La conocida –aunque no tan seguida– “regla de oro” quedó impresa: “Tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados”.
Hubo referencias al drama de la pobreza y la exclusión, al igual que al cuidado del medio ambiente, tema espinoso en Estados Unidos. Fue valiente haberlo expresado con tino y prudencia, sin ambages. No menos la referencia a la guerra y el armamentismo. Decirlo ante el congreso de la mayor potencia militar de la historia, cuyo presupuesto militar equipara al de todas las demás potencias sumadas, no es poco coraje.
Un aspecto no trivial: Francisco pronunció su discurso en inglés, leyéndolo cuidadosamente con una pronunciación no siempre perfecta. En esa lectura, tal como fue hecha, hubo otro mensaje a quienes lo escuchaban. Creo que fue “el inglés, la lengua de ustedes, es hoy la más extendida, una lingua franca; pero no es la única. Quienes tenemos otra, como el español, también aspiramos a trascender con nuestra cultura y nuestra lenguaje”.
Francisco recibió más de 25 interrupciones de aplausos, más de la mitad de ellos, de pié. Nadie recibió tanto calor de una asamblea legislativa que suele ser severa. Una “conquista”.

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  1. LUCAS VARELA on 7 octubre, 2015

    No, no señor Mendiola. No es apropiada la calificación del evento como una conquista.
    La visita del papa Francisco a Cuba primero, y a Estados Unidos después, es sólo una misión. Misión evangelizadora, en que el papa “primerea” con profunda fe y convicción, como ejemplo para que lo imiten los fieles creyentes.
    La conquista es el objetivo del Papa, ciertamente. Aunque, ya no será obra de él, sino que es obra propia, personal, íntima, para vivir la alegría de la comunión, para saber valorar al pobre, para entusiasmarse en hacer el bien.
    Es muy interesante y ameno, conocer el pensamiento del papa Francisco, expresado en su exhortación a los fieles cristianos en general, “La alegría del evangelio” o Evangelii Gaudium.

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