Reseña del libro La evolución de la vida en la Tierra. (Ciencia, filosofía y religión), de Miguel de Asúa. Pilar- Rosario, Universidad Austral-Ediciones Logos 2015.

Science! true daughter of Old Time thou art!

Who alterest all things with thy peering eyes.
Edgar Allan Poe
Sonnet-to Science

En la vieja Roma, un miembro ilustrado del colegio de los Arúspices, debe haber acuñado la frase tradicional: Habent su fata libelli, los libros tienen su destino.
¿Cuál será la suerte de éste, fruto del ingenio de Miguel de Asúa, en medio del auge de las pseudociencias y el olvido de las cuestiones que, alguna vez, fueron esenciales y que hoy se ahogan en el marasmo de la modernidad líquida?
Nos encontramos frente a una obra de riquísima complejidad que vertebra una exposición triple: una sólida explicación científica sobre los fundamentos de la evolución, una pormenorizada descripción de las disputas filosóficas que plantea el fenómeno evolutivo, y en lo que consideramos el espacio intelectual más apasionante del libro, el análisis de las relaciones entre la ciencia biológica y la religión.
El libro, que el autor plantea como una obra de alta divulgación, excede esa categoría. Nada escapa al criterio analítico del texto, desde la doctrina de las “razones seminales” de San Agustín hasta la sociobiología de Wilson, pasando por Santo Tomás y el polémico Teilhard de Chardin.
Es difícil encontrar en nuestro idioma una obra que contenga tanta información crítica y calidad expositiva. El lector interesado descubrirá la riqueza de una teología de la evolución expresada también en los documentos eclesiales, tanto como en las opiniones certeras sobre la debilidad del recurso al “diseño inteligente”.
El autor culmina su discurso con una pertinente alusión fílmica, aquella película que dirigió Stanley Kramer sobre el “Juicio del mono” celebrado en Dayton, Tennessee, en 1925 y que se recuerda, sobre todo, por la espléndida actuación de Spencer Tracy. La metáfora de los dos libros, la Biblia y el Origen de las especies reunidos por el actor, sintetiza la profunda intuición acerca de la falsedad de las opciones radicales entre la ciencia y la religión, más allá de cualquier estratagema concordista.
El libro es un desafío que un lector inteligente apreciará de seguro. En una cultura globalizada que tritura los infinitos matices de la realidad, la obra alcanza con creces su objetivo central, el de plantear una de las preguntas más decisivas de la especie humana.
Allá por los años setenta del siglo pasado un historiador un poco más joven que ahora a la búsqueda de las raíces biologistas de la idea del progreso en la Argentina, leía a Rahner, Overhage y a Haas, y los comentaba en esta revista. Permita el lector este recuerdo personal, que es también un homenaje a esta obra impar.

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