Con motivo de la celebración el 25 de noviembre del Día de la Libertad Religiosa, es oportuno reafirmar que se trata de un valor positivo que refleja el más profundo respeto por cada prójimo.

En nuestro país, la Constitución Nacional, en su artículo 14, reconoce el derecho de profesar libremente el culto, garantizando las libertades de pensamiento, de conciencia y de religión. Nuestra legislación condena, asimismo, todas las formas de discriminación, incluyendo la religiosa.
Si bien la convivencia interreligiosa en nuestra tierra hoy es fuerte y fecunda, debemos reconocer que no fue alcanzada a lo largo de nuestra historia de una manera fácil.
Las leyes no siempre han sido respetuosas de la libertad religiosa, más bien fueron los ciudadanos los que, superando a las leyes, las han respetado naturalmente.
No sin dolores y en un proceso lento y difícil, la sociedad ha comprendido la importancia de un cambio y entre las distintas iglesias, confesiones y organizaciones religiosas se logró pasar de la tolerancia recíproca al diálogo fecundo. En esa construcción, debemos enseñar que la libertad religiosa es el basamento de las exigencias más profundas, más interiores y más auténticas del espíritu humano. La fe y la libertad religiosa deben ser mostradas como un valor positivo que no puede ni debe ser manipulado.
Debido a que el sentimiento religioso siempre está basado en principios de libertad, el rechazo a la libertad religiosa es comprensible únicamente en personas encerradas en un espíritu despótico, autoritario y sectario, que no aceptan el diálogo, el confrontar sus ideas ni el libre examen. En este sentido, la efectividad de la libertad religiosa en la vida individual, del Estado y de las instituciones es un factor de progreso, y el respeto por el sentimiento religioso personal es lo que indica en una sociedad si existe o no un elevado concepto de consideración al prójimo.
Si bien los derechos fundamentales del hombre son patrimonio de la humanidad e iguales en todas las latitudes, el derecho a la libertad religiosa ocupa un lugar de privilegio entre ellos, ya que concierne a la relación del hombre con Dios.
Contribuyendo desde la valoración positiva del hecho religioso al ejercicio de las responsabilidades sociales y al respeto de la persona sin discriminaciones de ningún tipo, estaremos educando para la convivencia y la paz.
La celebración del Día de la Libertad Religiosa recuerda el 25 de noviembre de 1981, cuando se produjo la proclamación por parte de la Asamblea de las Naciones Unidas de la “Declaración sobre la Eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación fundadas en la religión o las convicciones”. Se trata del instrumento internacional que más específicamente ha proclamado el derecho fundamental a la libertad religiosa, explicitando los distintos derechos que tanto para los individuos, como para las comunidades religiosas, derivan del mismo. Prestemos entonces una especial atención a la importancia que tiene este derecho fundamental inherente a la persona humana en el marco de una sociedad democrática.

El autor es Dirigente bautista y Presidente de CALIR (Consejo Argentino para la Libertad Religiosa)

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