libro botanaRepúblicas y monarquías. La encrucijada de la Independencia.
de Natalio Botana
Buenos Aires, Edhasa, 2016

Fue una sorpresa. En lugar de leer una historia de interés sólo estrictamente histórico –qué pasó; quién hizo qué y cuándo; que consecuencias hubo– encontramos esa historia fundamentada, explicada, elaborada en la reflexión politológica, embebida en la teoría política. Todo el libro es así, lo cual lo torna más substancial, porque supera el carácter apenas anecdótico, común en estos tiempos. La cuestión –o las cuestiones: son varias– así tratada, no ha sido objeto de demasiados ejemplos en nuestra historiografía reciente, lo que hace del trabajo de Botana un libro más que bienvenido. Además, es un signo de alta madurez historiográfica, con precedentes en los trabajos del autor (eso no fue una sorpresa), y siempre necesarios para nuestra realidad política actual, para la academia y para el ciudadano interesado en nuestra historia política.
Su lectura no nos deja entretenernos con las aventuras diplomáticas que llevaron a varios de nuestros hombres a buscar en Europa candidatos para ocupar un eventual trono, una monarquía –aunque fuere constitucional, no absolutista– en nuestras tierras. O a la no menos nombrada y excepcional idea de un monarca proponiendo un candidato tomado de entre los que hoy llamamos “pueblo originario”. Más bien, Botana se adentra en una necesaria y menos transitada disquisición sobre el significado de los profundos cambios ocurridos en esa época –fines del siglo XVIII e inicios del XIX– en el sentido del concepto de legitimidad, luego de las trascendentales revoluciones, la americana y la francesa, y la inmensa convulsión de las guerras napoleónicas, concluidas apenas un año antes de nuestra declaración de independencia, en junio de 1815, en la que fue una de las batallas más decisivas de la historia: Waterloo. Entre 1796, año de la primera incursión de Bonaparte en Italia y 1815 se sucedieron siete coaliciones contra Francia. Fue casi una anticipada guerra mundial que duró 20 años, aunque en ella no participaran países fuera del teatro europeo.
Nuestros hombres, que se habían lanzado a una épica aventura política, institucional, militar desde 1806, con la llegada providencial de los ingleses a nuestras costas, tuvieron la osadía de pretender hallar alguna clave que justificara y sostuviera la creación de un nuevo gobierno, una legitimidad propia, sustituta de la caída del antiguo régimen. Pero tuvieron que hacerlo en un momento –a partir de la independencia, en 1816– en el que parecía que aquel antiguo régimen regresaría, luego de batir al “ogro” –calificación que propinaban al gran corso– reinstalándose con rencor y espíritu de revancha.
Estábamos lejos en la geografía –a meses de viaje entre Europa a nuestras costas– pero el peligro se mantuvo latente. Esos primeros años del siglo XIX vieron a Buenos Aires y al Río de la Plata (también a Montevideo) convertirse en un álgido lugar. La llegada inglesa de 1807, luego de la batalla por Montevideo, en la Banda Oriental, fue un ejercicio militar para nada menor. Antes que el incompetente Whitelocke había sido considerado para su liderazgo Arthur Wellesley, más tarde duque de Wellington. Pero luego el alto mando británico –el político, no el militar–terminó destinándolo como líder militar en la llamada guerra “peninsular”, desde 1808 hasta 1814, años terribles reflejados portentosamente por Goya.
El libro de Botana abarca el proceso constituyente posterior a la declaración y alcanza hasta 1819, año del fracaso del primer ensayo constitucional. Esa segunda parte es sustancial y sería muy útil que fuera estudiada con un detenimiento mayor de lo que suele hacerse.
Otra lección para aprender de este meduloso trabajo es la madurez intelectual de una clase dirigente que, aún acosada por urgencias extremas, que comprenden el peligro de vida, siguió intentando hallar esa clave huidiza, que tardó decenios en encontrar y que costó mucha sangre y atraso. El reflejo de ella está en esa joya de nuestra poesía que es el “Poema Conjetural” de Borges.
Ojalá que ese entramado de pensamiento y acción; de aventura y reflexión; de entrega y pasión de aquellos hombres que leemos en el libro de Natalio Botana encuentre, alguna vez, un correlato en los hombres públicos de nuestro presente. La lectura de esta clase de ensayos históricos puede ayudar en ello.

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