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Si hay algo que comparten todos los movimientos sociales (MMSS) es su falta de visibilidad de origen. Precisamente es ella la que los lleva a utilizar recursos que los hacen aparecer enfrentados a parte de “la sociedad”. Sobre todo aquella que goza de las ventajas de tener cubiertas sus necesidades y en particular disponen de coberturas sociales apropiadas. Llamados excluidos, por oposición a los integrados, los MMSS han sido reconocidos como “hermanos que han quedado fuera del circuito laboral”.
Para que sus problemas sean visibilizados los MMSS muchas veces recurren a métodos que, en el mejor de los casos cuando no son violentos son al menos molestos; perturban, causan inconvenientes y precisamente por ello logran hacerse notar. Que es lo que pretenden: ser escuchados. De modo que su presencia como miembros de la “sociedad organizada” se constituye por diferenciación y por perturbación. Pertenecen a la periferia. Y desde allí se hacen un lugar; se manifiestan.
Es obvio que las cuestiones que los impulsan existen más allá de que trasciendan o no. Pero si lo hacen, su entidad toma otra relevancia, dejan de ser invisibles para buena parte de la sociedad. Ya no son sólo el problema en sí -más allá de su gravedad e incidencia- sino una cuestión a la que es menester prestarle la debida atención. En los últimos tiempos la Iglesia ha jugado un papel importante en ello, en especial desde la designación de Francisco.
De esto se dio buena cuenta en la reciente Jornada de reflexión por las tres T (Tierra, techo y trabajo) de los Movimientos Populares del 24 de septiembre pasado, a la que concurrieron numerosísimos representantes de diversas organizaciones, con mucha representación femenina. Fue en el auditorio principal de la CGT, en la calle Azopardo y hubo presencia de obispos que participaron en cada una de las tres mesas específicas. Una convocatoria ciertamente diversa, donde hubo espacio para mujeres pescadoras (canoeras) hasta horticultoras y costureras, incluyendo también a las empresas recuperadas y a sectores de la auto construcción, además de la participación de distintos líderes campesinos y referentes de comunidades mapuches, kollas y guaraníes –quienes se dieron el gusto de iniciar o concluir sus ponencias en idioma-. Una oportunidad de expresar inquietudes y de compartir problemas comunes; también de respuestas originales, dignas de ser emuladas. Un espacio de diálogo en el que notablemente no hubo, salvo un par de excepciones, imputaciones ni asignación negativa de responsabilidades al actual gobierno.
Entre las diversas dimensiones en que se puede mirar el fenómeno de los MMSS, desde la política se advierte la existencia de un caudal electoral importante; supone un botín codiciable, tanto en ámbitos estrictamente gremiales como para las agrupaciones políticas. No resulta extraño que a pocos días de la reunificación de la CGT, uno de sus triunviros reconoció que “nos asumimos como representantes de los sectores informales y asumimos su agenda como propia, con objetivos comunes para llevar adelante”.
Desde lo social, además de ser contención y generación de espacios cooperativos para acompañar y también de capacitación, no se puede dejar de lado de que se trata de un paso muy grande en la sustitución de subsidios por una ampliación efectiva de derechos (salud, jubilación, etc.). Muy grande y de una alta incidencia en el gasto social, aunque con una mayor primacía de la justicia por sobre la solidaridad.
Es sabido que en cada una de estas dimensiones operan distintos intereses según quiénes los manejan; se trate de gobiernos, sindicatos, partidos políticos y hasta de la misma Iglesia. Solo espacios de diálogo franco y honesto pueden contribuir a desbrozar el terreno y a facilitar acuerdos y estrategias que pueden ser compartidas.
A excepción de la denuncia que se hizo casi “online” de un nuevo atentado por la ocupación de la tierra en Bajo Hondo, Santiago del Estero producido en las últimas 24 horas y para el que no hubo respuesta inmediata y efectiva de los poderes públicos provinciales, nada de lo que allí se dijo resulta novedoso ni acaba de ocurrir.Por el contrario, quienes están cercanos a estas cuestiones (sea porque las padecen o porque acompañan) pueden dar fe de su existencia previa que en algunos casos se remonta a muchos años y de su consuetudinaria repetición.
Para quienes están alejados, el hecho de que ello se diga y de que sean muchos quienes lo certifican, debería ser un motivo que llevara a reflexionar. A reflexionar y a creer. ¿En qué? En que esto está sucediendo hoy día y en que sólo el reconocimiento social le podrá dar el empuje necesario para un análisis de un problema de múltiples aristas que debe ser resuelto más en un marco de diálogo que de confrontación. La presencia de la Iglesia como garantía de diálogo sincero y profundo es, en éste sentido, clave.

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  1. Juan Carlos Lafosse on 29 septiembre, 2016

    Me alegra ver que la Jornada de reflexión por las tres T (Tierra, techo y trabajo) de los Movimientos Populares haya encontrado un espacio en Criterio.

    Voy a tomar dos frases, que aparecen en la página de la CEA, para mostrar un eje importante de estas jornadas en línea con la propuesta de nuestro Papa Francisco para cambiar nuestra sociedad.

    «El padre Carlos Acaputto, responsable de la Pastoral Social de la Arquidiócesis de Buenos Aires se refirió a los dos discursos de Francisco en relación con los movimientos populares en Bolivia y en Roma. ‘Los pobres ya no esperan, quieren ser protagonistas (…) la solidaridad en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia’ ‘La tierra, el techo y el trabajo son derechos sagrados’. Para finalizar, ‘les propongo tres grandes tareas: poner la economía al servicio de los pueblos, unir a nuestros pueblos en el camino de la paz y la justicia, defender la madre Tierra’.»

    «La conclusión estuvo a cargo de Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo citando al Papa Francisco a partir del texto del Martín Fierro: ‘Los hermanos sean unidos, porque si no se los comen desde afuera, este es el momento de unirse’. Luego se refirió a la labor de la unión de los trabajadores populares: ‘Ustedes tienen que ser más conscientes de la importancia mundial de lo que están haciendo (…) esta unión que están pidiendo es fundamental para la Argentina y el mundo (…) ustedes, los trabajadores, son los que tienen que gobernar el mundo para salvar el mundo’.»

    La solidaridad está en la raíz de los Movimientos Populares, que luchan por justicia, no por reducir el «gasto social». Aunque no me parece que deba atribuirse al mezquino interés de capturar un caudal electoral, es valioso que el movimiento sindical les abra su espacio, lo que debería facilitar la «sustitución de subsidios por una ampliación efectiva de derechos (salud, jubilación, etc.)». Empezando por el derecho a un trabajo digno.

    En relación a este tema, es muy interesante leer la Meditación de nuestro Papa Francisco en Santa Marta el 19 de mayo pasado, titulada «Las sanguijuelas de hoy». Fue oportuna además en el contexto de nuestro país, ya que estaban todos los sindicalistas reunidos con la Iglesia en la Semana Social en Mar del Plata.

    «La meditación sobre la relación apropiada que debe tener el cristiano con el dinero y la riqueza, llevó a Francisco a denunciar la «esclavitud de hoy en día» que, aprovechando la falta generalizada de trabajo, «explota a la gente» y la obliga a aceptar contratos injustos, en negro. Traficantes que «engordan en la riqueza» y «viven como verdaderas sanguijuelas de la sangre de las personas. Y esto es un pecado mortal «, comentó con palabras duras.

    A este respecto, el Pontífice recordó la experiencia de una niña a quién le ofrecieron once horas de trabajo por día con salario en negro y 650 euros mensuales. Frente a sus protestas, le dijeron: «Mire, detrás de usted está la cola. Si le gusta lo toma, si no salga. Hay otras personas que están esperando». Estos ricos, dijo Francisco, «engordan en las riquezas» y son los mismos de quién el mismo apóstol escribe: «Han engordado con un día de masacre» Y refiriéndose a ellas, idealmente, el Papa añadió: «La sangre que chuparon de todas estas personas» es «un grito al Señor, es un grito por la justicia.
    …»
    (Tomado de: L’Osservatore Romano, ed. diaria, Año CLVI, 114, 20/05/2016, http://w2.vatican.va/content/francesco/it/cotidie/2016/documents/papa-francesco-cotidie_20160519_sanguisughe-di-oggi.html)

  2. horacio bottino on 7 noviembre, 2016

    Se los discrimina porque son pobres morochos,por los tontos de la clase media racista y que desprecia al pobre

  3. horacio bottino on 7 noviembre, 2016

    Disputados y discriminados por los idólatras del dinero el poder y la guerra.El Papa Francisco ES MUY CLARO ¿Tienen oídos y no escuchan?¿Tienen ojos y no ven?

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