Editorial: Un nuevo paradigma de la comunicación

El flujo libre de información se encarama como una columna vertebral de cualquier sociedad abierta y democrática que privilegia la libertad y la autonomía de la persona. Los sistemas totalitarios, por el contrario, hacen de su manejo un elemento central de control político. 1984, la excelente novela de George Orwell, en donde el protagonista es un oscuro empleado de un gigantesco ministerio cuyo encargo es el de reescribir los titulares de los periódicos del pasado, lo ejemplifica muy bien.
Un muy veloz repaso de la historia permite observar los inventos que revolucionaron las distintas épocas en la materia. Gutenberg y su imprenta, por ejemplo, fue lo que permitió que la producción de libros se multiplicara de manera exponencial entre los siglos XV y XVIII. Los siglos XIX y XX fueron testigos de ideas verdaderamente revolucionarias que continuaron expandiendo las fronteras de la interacción informativa. Los periódicos comenzaron a tener enorme influencia desde que se transformaron en un elemento esencial del mundo moderno. Ya a finales del siglo XVIII, los Estados Unidos le otorgan una protección constitucional al derecho a informar, algo que hoy se encuentra en casi todas las constituciones democráticas. La fotografía, el teléfono, el telégrafo, el cine y la radio se tornaron protagonistas de los comienzos del siglo XX, para luego compartir el cetro con la televisión y ahora con Internet.
Los políticos que captaron la evolución comunicacional estuvieron a la vanguardia en el debate público. Roosevelt, con sus Charlas junto a la chimenea, explicaba de manera directa a los ciudadanos sus acciones de gobierno. John F. Kennedy entendió el significado de la televisión cuando, maquillado y con buen color, debatió por primera vez contra un desalineado y pálido Richard Nixon frente a las cámaras.
La Argentina no fue ajena a estas circunstancias, aunque con cierto atraso tecnológico (recordemos que la televisión en colores llegó a estos lares en 1978, cuando en Europa, los Estados Unidos y Japón se introdujo desde los años ’50, aunque se popularizó después). Con el tiempo se desarrolló una enorme oferta comunicacional de calidad, con una industria gráfica potente, así como producciones de cine y televisión. Los diarios tuvieron un enorme crecimiento, siendo su auge las décadas del ‘60 y ’70, pese a la situación política, atravesada por censura, prohibiciones e inestabilidad.
La irrupción de Internet en 1995, y luego de las redes sociales, modificaron de manera copernicana el paradigma comunicacional. En general, la ciudadanía se informaba de manera pasiva, mediante la lectura de los distintos periódicos, o por medio de la radio y la televisión. La telefonía, conjuntamente con el desarrollo de Internet, comenzaba a alumbrar la idea de un aparato por persona, por oposición a una línea telefónica en cada hogar.
Los teléfonos celulares, de manera consistente, fueron desbancando al equipo fijo tradicional y las comunicaciones se multiplicaron: hoy hablar por teléfono se está transformando casi en una excepción, frente a la regla general del mensaje de texto, el whatsapp o el telegram, para los más valientes.
La combinación de telefonía inteligente con acceso a Internet, sumado a la gigantesca proliferación de redes sociales de alcance mundial, en donde compañías como Facebook compiten –en tamaño y facturación– con industrias como la automotriz, la petrolera u otras, son la muestra más acabada de que el paradigma del siglo XX va dejando lugar a una nueva forma de comunicar, en donde aquello que resultaba estructural en el pasado, hoy queda obsoleto.
Un ejemplo concreto es el volumen de circulación de diarios en la Argentina versus el crecimiento de la conexión a Internet. Según las estadísticas que figuran en el Sistema de Información Cultural de nuestro país (www.sinca.gob.ar), en 1958 la circulación neta de diarios llegaba a 1.440.000 ejemplares por día, alcanzando su pico en 1970, con alrededor de 2.300.000 periódicos diarios. A partir de allí, el número desciende invariablemente, para ubicarse, en 2014, en unos 880.000 ejemplares. No obstante, como sabemos, la población argentina en 1958 era de 20 millones, y la de 2014 la duplica con creces.
La conexión a Internet, en tanto, evolucionó –lógicamente– de manera inversa: en 2001 los accesos residenciales ascendían a un millón y medio, para transformarse en 2014 en más de 13 millones. Esto, sin contar el efecto multiplicador de los teléfonos inteligentes.
Internet y las redes sociales han producido otro cambio, quizá más relevante, en la manera de comunicar: todos nos hemos transformado en productores de contenidos. A través de comentarios en los portales de noticias, el reenvío o retweet de información que nos importa, al compartir fotos o mensajes en las redes sociales más usuales como Facebook, interactuamos de manera horizontal con los demás. Quienes están acostumbrados a leer un diario en formato papel, saben de qué manera está organizado y en qué lugar encontrarán las noticias internacionales, los artículos de opinión, la información nacional y la local. Habrá una sección deportiva, otra de variedades y finalmente el humor. Las noticias por Internet llegan con un orden distinto. Aquel usuario de Twitter que siga al diario La Nación (por tomar un ejemplo) recibirá información permanente; serán los titulares –en general breves– los que despertarán (o no) su interés como para ingresar a leer la noticia.
En este contexto, la sociedad argentina también ha mutado en su manera de acceder a la información. Algunos estudios indican que alrededor de 10 millones de personas cuentan con teléfonos inteligentes con acceso a Internet, número que se incrementaría a 18 millones hacia 2018. Pareciera entonces que aquellos que se informan por los diarios o acceden a los programas de televisión van quedando invariablemente en minoría frente a los que reciben y producen información a través de Internet y las redes sociales.
Esto genera dos estratos de acceso a la información muy diferentes, y también, quizá, una percepción distinta de la realidad. La gran mayoría de los ciudadanos argentinos se mueve hacia la generación y emisión de información mediante Internet, en tanto que los modos tradicionales quedan circunscriptos a determinadas generaciones, o a miembros del “círculo rojo” (parafraseando al Presidente). Pero aquellos hiperinformados del siglo XXI no necesariamente expresarán o interpretarán lo que discurre en todos los ámbitos de comunicación.
Este cambio paradigmático presenta cuestiones muy relevantes, por ejemplo, la pérdida de profundidad y análisis frente a la reacción y la inmediatez. No hay más que observar los comentarios a las noticias en los portales para confirmarlo. Pareciera que se construye una paradoja en la que, por un lado, el mundo se complejiza con el avance tecnológico, los problemas ambientales, las migraciones y las tensiones, pero el modo actual de comunicar tiende a simplificar los problemas, a potenciar los extremos y a ocultar la gimnasia del debate de ideas y la construcción de consensos. En esta coyuntura, quien entienda y se anticipe al cambio, al igual que Roosevelt y Kennedy en los ejemplos mencionados, estará en ventaja frente a los demás a la hora de comunicar.
Este nuevo paradigma ha llegado para quedarse y todo parece indicar que inexorablemente desplazará de su trono a los viejos reyes del siglo XX o cuanto menos, provocará su transformación profunda. Los efectos son de difícil predicción, y tampoco pretendemos opinar sobre ello. No obstante, resulta relevante reflexionar sobre la necesidad de preservar el sano ejercicio del debate informado, el intercambio de ideas, la profundización de los distintos temas. En definitiva, no renunciar a pensar.

1 Readers Commented

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  1. Rosendo A. Yunes on 6 marzo, 2017

    El no analizar los problemas concretosde la comunicación en la Argentina es una forma de «manipular» las opiniones. Esta claro que en este momento el grupo Clarin es practicamente un oligopolio que con 300 medios, de comunicación entre diarios, Tv, radios etc. domina y manipula con placer la comunicación en el país. Acaso Criterio noi apoyo abiertamente al gobierno que por decreto anulo una ley de regulación de medios audiovisuales que fue prestigiada por las Naciones Unidas. No existe libertad de expresión REAL en la Argentina ni en casi ningun pais del mundo, todo esta habilemnte manipulado por intereses economicos, geopolitiocos etc. y los «tibios» de Criterio que nos quieren inducior a creer? No haran nunca un mea culpa ?

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