Periferias

En estos días de tantas palabras, profundas algunas, superficiales otras, resulta importante ocuparse de las cosas que se dicen en las primeras, no para repetir lo ya dicho sino para “pensar más” a partir de ellas. Se trata en esta ocasión de palabras dichas por el papa Francisco que, analizadas en profundidad, dan lugar a consideraciones que trascienden, engloban y determinan radicalmente todos los ámbitos de la presencia humana en el mundo. Francisco ha pedido a los creyentes salir hacia las “periferias existenciales”, expresión que exige ser explicitada. Hablar de periferia supone que existe un ámbito circunscripto y, en torno a él, una periferia, un “afuera”. Se trata entonces, en principio, de salir de tal ámbito que, para el caso, sería la Iglesia toda en su actual configuración, autocomprensión y acción. Pero se trata de periferias existenciales, entendida la existencia como la vida humana misma, en todos los niveles de su configuración.
El Papa agrega otras palabras; pide a los cristianos –en especial a los pastores– que tengan “olor a oveja” y que la Iglesia sea “pobre para los pobres”, actuando como un “hospital de campaña”. Todo esto sugiere que la orientación de la “salida” es preferentemente hacia los marginados, en primer lugar los que carecen de lo necesario para subsistir, los que han sido “descartados” por la organización de la actual economía global. Ahora bien, es evidente que la simple subsistencia es lo primero; y que hoy es enorme el número de los así descartados. Pero también se puede estar herido en varios de los otros niveles de la existencia, niveles que se pueden englobar en conceptos como educación, o cultura –la cual no tiene por qué ser elitista. Y hablar de educación y cultura significa, en profundidad, hablar de existir según un sentido final, una orientación, un horizonte que precisamente va dando sentido a la propia vida. Educación y cultura significan un despertar a lo más propio de sí mismo, y por cierto en su vivir con los otros en la “casa común” –para citar de nuevo al Papa–, que es la naturaleza amiga en la que nos movemos. Entonces, si se explicitan en profundidad el sentido de las palabras de Francisco, no se puede eludir el “salir de la sacristía” para “hacer lío” en esos ámbitos señalados, que son lo constitutivamente humano, luego de asegurada la subsistencia.
Pero no puede ignorarse que eso profundamente humano se halla ya pensado y obrado fuera de lo que podría llamarse la cultura cristiana de la Iglesia. Entonces, es a ese mundo “exterior” al que el Papa estaría también pidiendo que se salga. Pero ese mundo exterior no es desdeñable; en él hay grandes y profundas verdades y buenas obras –es cierto, junto con horrores. Y esas verdades y obras tampoco son necesariamente ajenas sin más a lo cristiano. Sobre todo luego de la caída de los absolutismos de los grandes relatos científicos y filosóficos, puede afirmarse que hoy hay en el ámbito de la cultura al menos disposición para reconocer el valor de otras “razones”, de otros discursos, como son las palabras de las tradiciones religiosas. Así, en principio, en este nivel, el “salir a la periferia” no es salir “de campaña” hacia un mundo simplemente herido. Se trata ahora de salir a encontrarse en un diálogo con todo lo bueno que se halla en todos los saberes y todas las tradiciones religiosas, en su decir y obrar.
Pero se hace necesario también, para la Iglesia, un salir de otro ámbito circunscripto hacia otra periferia, que es un pequeño pero decisivo ámbito en el seno de la misma Iglesia que pide salir hacia el mundo. Hay en la Iglesia, al menos con este Papa, un ansia no proselitista del “aire de afuera”, de la misma manera en que los “aires de afuera” advierten complacidos el sentir de Francisco. Sin embargo, conviene anotar que, en general, en la actual constitución y en ciertos pensamientos dentro de la Iglesia, se halla abroquelado un “dentro”, una circunscripción que no advierte que debe orientarse hacia otra periferia que, precisamente, haría posible la salida de la que hablamos. ¿Cuál es ese ámbito, ese “núcleo duro”, y cuál es la otra periferia hacia la que se debería salir? El ámbito es el de los discursos doctrinales dogmáticos y morales que se tienen a sí mismos por definitivos, absolutos y que, desde cierta época, se han nutrido del pensamiento y lenguaje propios de una filosofía estática, de afirmaciones sobre absolutos a-históricos. No obstante, se ha de reconocer también que en todo tiempo la libertad de los santos ha dejado, en medio de tal “fortaleza”, que la Vida viva y hable de otra manera.
En primer lugar, la Iglesia debería salir, desde el ámbito circunscripto recién señalado, a otra periferia, que la precede y la precederá siempre. Esa otra periferia es el lugar donde sopla el viento del Espíritu que “no se sabe de dónde viene ni hacia dónde va” y que sugiere permanentemente otras palabras; el Espíritu que fue capaz de decirnos las primeras palabras humanas, poéticas del Evangelio, palabras que vienen desde ese dónde desconocido y que pasando por las Escrituras, van más lejos, en camino a un hacia dónde también desconocido, para engendrar siempre nuevas palabras y acciones. Se trata de la tradición de la Iglesia, movida por el Espíritu, que es quien “hace lío”. Recién desde la no resistencia al don de tal libertad de pensamiento y lenguaje –y aun sin desdeñar cierta conceptualidad teológica– podrá la Iglesia enriquecer y enriquecerse en diálogo con el mundo contemporáneo “de afuera”, hasta llegar a las hoy necesarias buenas acciones más concretas, para todos los niveles de la existencia. Sólo así, como afirmara Francisco luego de su elección, la Iglesia se diferenciará de una ONG.

El autor es doctor en Filosofía.

1 Readers Commented

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  1. lucas varela on 14 marzo, 2017

    Estimado Néstor Corona,
    Creo entender de su artículo que la “periferia” es para Usted algo compuesto de lo bueno y de lo malo, de lo que está bien y lo que está mal. Y con ésa visión, debemos encontrarnos en un “diálogo” con todo lo bueno. Si ese es su entender, está en su derecho. Quizás, hasta podría estar de acuerdo.
    Pero, ciertamente, el papa Francisco es tan directo, simple, y concreto en sus expresiones, que no es posible dobles interpretaciones. A saber:
    El papa Francisco está advirtiendo a la humanidad que es “el sistema” el que descarta. Es el sistema político y sociológico, que nos desliza a un reduccionismo antropológico que descarta a los niños, a los ancianos, y a las jóvenes generaciones.
    El papa Francisco advierte que con el actual sistema de vida podemos perder la misma esencia de hombre, y ser un mero instrumento; un instrumento del sistema que le quitó su humanidad. Un instrumento “descartable”.
    El papa Francisco dice que“hacer lío” es bregar por un sistema más orientado al bien común, por una economía más inclusiva.

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