Carta del director: Persistir en la búsqueda

Con este número comenzamos a transitar el año 90 de CRITERIO. En efecto, la revista apareció en marzo de 1928, bajo la dirección de Atilio Dell’Oro Maini. Y las publicaciones, a diferencia de las personas, ya tienen un año cuando nacen y fechan su primer número como “Año I, número 1”. Una década más tarde, y bajo la dirección de Gustavo Franceschi, se señalaba que diez años eran un “plazo por cierto insignificante dentro de la historia humana, largo en cambio si se tiene en cuenta la existencia efímera que suelen tener entre nosotros las revistas”. ¿Qué decir ahora, cuando han pasado noventa y CRITERIO se convirtió en la decana de las revistas argentinas, de publicación ininterrumpida? El comentario de Franceschi observaba la tendencia a dar ya entonces mayor importancia a las noticias que a la interpretación de los hechos, motivo por el cual “la revista que aspira a marcar rumbos para la inteligencia, la que se eleva por encima del pequeño y ruidoso acontecimiento para mantenerse en el orden de las ideas, lucha casi siempre con una indiferencia dolorosa”. Y proseguía: “Ello ocurre tanto para los periódicos de izquierda cuanto para los de derecha, de modo que, opuestos en nuestros programas, nos hermanamos en idénticas dificultades”.
En ese mismo número (10 de marzo de 1938) firmaban Enrique Osés, Octavio Derisi, Jaime Potenze, Juan Carlos Moreno y Julio Menvielle, entre otros. Y Juana de Ibarbourou daba a imprenta un breve y deslumbrante poema, “El juicio”. Vale la pena transcribirlo como homenaje a la gran poeta uruguaya: “Ángeles enfilados / para no sé qué sueño alucinante. / Impenetrable muro de túnicas. / Centellador silencio de espadas. / El juicio. En esa mano / enorme y diáfana, sobre mí cernida, / la que sopesará toda mi carga / de blancura y tiniebla. / Sobre mí va cayendo lentamente. / Y clamo, a grito herido, por la vida”.

Han pasado entonces nueve décadas. En las últimas cinco se han sucedido como directores Jorge Mejía, Rafael Braun, Carlos Floria y Osvaldo Santagada, imprimiendo cada uno su visión y su estilo. Además de ellos han colaborado en muchos editoriales Basilio Uribe, Jaime Potenze, Juan Julio Costa, Natalio Botana, Marcelo Montserrat, Elena Kiyamu, Pablo Capanna, Antonio Battro, Juan J. Llach, Fermín Fevre, Norberto Padilla, Carlos Galli, María Elena de las Carreras, Mercedes Casanegra, Alberto Espezel, Jorge Eduardo Fernández, Laura Moreno y también otros de los actuales miembros del Consejo de redacción, que prosiguen la comprometida tarea que implica aunar consensos y dejarse corregir a veces sin clemencia.

Escribieron en sus miles de páginas, en distintas secciones, artículos o entrevistas, desde Jorge Luis Borges hasta Emilio Pettoruti, pasando por Francisco Luis Bernárdez, Baldomero Fernández Moreno, Eduardo Mallea, José Luis Romero, Ignacio Anzoátegui, Ricardo Molinari, Rafael Jijena Sánchez, César Pico, Manuel Gálvez, Julio Irazusta, Enrique Banchs, Vicente Fatone, Antonio Cunill Cabanellas, María Teresa León, Delfina Bunge de Gálvez, Leonardo Castellani, Arturo Paoli, León Klenicki, Daniel Larriqueta, Ana Gándara, Eugenio Guasta, Vicente Zazpe, Tulio Halperin Donghi, Beatriz Sarlo, Luis Alberto Romero, Félix Luna, Juan José Iriarte, Federico Pagura, Carmen Balzer, María Sáenz Quesada, Jorge Casaretto, Rafael Squirru, Héctor Mandrioni, Ricardo Piglia, Víctor Manuel Fernández, Santiago Kovadloff, José Nun, Guillermo Jaim Etcheverry, Carlos Altamirano, Graciela Fernández Meijide, José Octavio Bordón, Julio Bárbaro, Iván Petrella, Ariel Álvarez Valdés… Y, desde el exterior, Gerardo Diego, G.K. Chesterton, Jacques Maritain, Jean Guitton, Julián Marías, Gabriela Mistral, Jacques Leclerecq, Eduardo Frei, Giovanni Papini, Jean-Yves Calvez, Carlo M. Martini, Mary Ann Glendon, Walter Kasper, Giovanni Sartori, Roger Etchegaray, Bruno Forte, Félix Duque, Maria Clara Bingemer, Vincenzo Vitiello, Olegario G. de Cardedal, Hélène Carrère D’Encause, Stefano Zamagni, Pierre de Charentenay, Austen Ivereigh…

Fueron muchos los hitos a lo largo de su historia. Bajo la dirección de Mejía, en los años del Concilio Vaticano II, el aporte de CRITERIO fue muy importante para toda América latina. Los grandes cambios en la Iglesia, el pensamiento de Pablo VI, las nuevas corrientes teológicas y sociológicas, los estudios sobre la hermenéutica bíblica, el ecumenismo y el diálogo con el judaísmo encontraron en la revista un espacio privilegiado. No faltaron, por ejemplo, los nombres del reformado suizo Lukas Vischer, el cardenal canadiense Paul-Emile Léger, el italiano Giacomo Lercaro, el belga Leo J. Suenens, el escritor y crítico literario Charles Moeller, el sociólogo francés Joseph Folliet, el chileno Raúl Silva Henríquez, los argentinos Ángel Centeno, Carlos Floria, Carmelo Giaquinta, Alberto Devoto, los jesuitas Agustín Bea, Pedro Arrupe, Federico Storni y Enrique Fabbri, entre muchos otros.

Hay que decir también que en 1930 la revista, como casi todo el país, vio con buenos ojos el golpe militar de José Félix Uriburu. Fue famosa la polémica entre Gustavo Franceschi y Lisandro de la Torre. Décadas después, en su editorial del mes de noviembre de 1975, la revista denunciaba “una anarquía política, económica y social” en el país, cuestionaba la actuación de la presidente María Estela Martínez de Perón, como ya había hecho del ministro José López Rega y la triple A, y afirmaba: “El país marcha a la deriva”. Sin embargo, nunca consideró como solución un quiebre institucional sino que en ese mismo texto dedicaba duras palabras a aquellos dirigentes que querían el golpe sin ser golpistas; y señalaba entre ellos a los integrantes del gobierno que recibirían “con alivio” el golpe para descomprimir la situación y salvar su propia posición. CRITERIO rechazaba la metodología violenta de la guerrilla y el pensamiento socialista o marxista, pero en su primer editorial de enero de 1976 hablaba del “respeto a la vida” y afirmaba que el “rechazo unánime a la tortura es característico de la conciencia cristiana contemporánea, al menos en sus mejores exponentes”. En el editorial escrito el 7 de marzo de ese año se señalaba que el “previsible golpe militar” era “indeseable”. Aunque, como se había dejado asentado antes: “muchos piensen que esto no da para más”: un círculo vicioso. En ese artículo CRITERIO se preguntaba: “Se trata más bien de saber si no había que salvar al régimen democrático a pesar del peronismo”, porque “la solución militar” está “cargada de peligros”. Se advertía que una “mentalidad reaccionaria” afectaría “mucho más a los sectores más débiles de la sociedad”. En recuerdo de esa larga historia, a lo largo de este año tan especial presentaremos artículos de especialistas referidos a estos temas.
Algunos intelectuales argentinos sostuvieron que en los ’70 la revista dejó de interesar porque los principios republicanos, la mesura y la no violencia ya no eran los ejes de la discusión política: las enfrentadas ideologías parecían importar más que la convivencia democrática. Nuestro país pagó caros esos errores. Además, para algunos la posición de CRITERIO frente a la Iglesia era demasiado ortodoxa, mientras que otros se sorprendían de que nos permitiéramos un pensamiento crítico y diéramos espacio a firmas no católicas; como si la cultura no necesitara siempre de diálogo y confrontación.

Sin embargo, y habida cuenta de lo que le debemos al pasado, los desafíos de CRITERIO están en el presente y en el futuro. Las preguntas que nos exigen pensar y abrirnos a nuevos planteos son, por ejemplo, la sensibilidad y los intereses de las generaciones más jóvenes, el enfoque religioso actual, los problemas reales que afrontan las personas. Y cuáles son las tendencias del mundo intelectual vigente. Aún más allá: ¿tiene sentido una publicación que persista en la búsqueda de relaciones entre fe y cultura, ciencia y política, espiritualidad y arte?

Cuando CRITERIO cumplió 80 años, en una misa celebrada en la iglesia de Santa Catalina, el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio sugirió que nuestra revista estuviera siempre en las fronteras culturales, como puente entre el pensamiento cristiano y los demás. Recientemente, en ocasión de un aniversario de la antigua revista jesuita La Civiltà Cattolica, el Papa les pidió a los redactores que “tuvieran siempre un pensamiento abierto”. La influyente publicación romana, que expresa muchas de las ideas y las posturas de la Santa Sede, en repetidas oportunidades nos autorizó a publicar artículos aparecidos previamente en sus páginas. Francisco empleó en la ocasión (el pasado mes de febrero) tres palabras clave para llevar a cabo la misión comunicativa: inquietud, incompletitud e imaginación. Propuso que ellos debían “proseguir con coraje su navegación a mar abierto”. Insistió en “no buscar puertos seguros sino ir en misión y adentrarse en el mar, sin custodiar certezas”. Dijo avalar su “apertura al mundo” cuando parece triunfar la “cultura del naufragio”.

La inquietud, según el Papa, debe servir para “tomar conciencia de las heridas de este mundo” y para encontrar “terapias” oportunas. Un pensamiento abierto permite comprender “las crisis más complejas y urgentes, la geopolítica, los desafíos de la economía y la grave crisis humanitaria relacionada con el drama de las migraciones”. Para explicar lo de la imaginación, recurrió a la poesía: “Comprender las metáforas ayuda a hacer ágil el pensamiento, intuitivo, flexible, agudo”, porque quien tiene imaginación “no se vuelve rígido, tiene sentido del humor, goza la dulzura de la misericordia y de la libertad interior”.

Todo un programa que podemos considerar como válida propuesta también para nuestra tarea periodística y de reflexión.

1 Readers Commented

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  1. lucas varela on 22 marzo, 2017

    Estimado José María Poirier,
    Persistir en la búsqueda, sí.
    ¿Pero de qué? Yo desearía: de la verdad. Esa verdad esquiva, que se oculta entre la incomprensión y el interés.

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