¿Manifestaciones o piquetes? Las cosas por su nombre

Tanto para la ética como para el derecho somos responsables ante todo por las acciones que elegimos llevar a cabo, y no por nuestras intenciones o motivaciones. Si yo infiero deliberadamente un daño físico a un rival para ganar la competencia, nadie discutirá que dicha acción se llama “lesionar” y no “competir”. Si yo le quito dinero a mi vecino con el fin de comprarme entradas para un recital, dicha acción se llama “robar” y no “conseguir entradas”. Porque en tales casos “lesionar” o “robar” es exactamente lo que elijo hacer, más allá de que mis propósitos últimos puedan agravar o atenuar mi responsabilidad. Si cada uno pudiera describir sus propias acciones en términos de sus motivaciones subjetivas y no de lo que libremente elige y en concreto hace, sencillamente desaparecerían tanto la ética como el derecho.
De la misma manera, cuando un grupo de personas se congrega en el espacio público para dar a conocer públicamente sus quejas y reclamos, su acción puede denominarse “manifestar”, aunque sus desplazamientos puedan provocar problemas de tránsito. Pero cuando un grupo de personas se reúne para cortar una calle o una autopista, esa acción ya no se puede llamar “manifestar”, porque lo que eligen hacer en modo directo es privar a los demás de su legítimo derecho de circular libremente. Es cierto, su motivación es dar a conocer su reclamo, pero la acción que realizan es el bloqueo de la vía pública con el fin de causar trastornos a los demás ciudadanos y por ese medio llamar la atención de las autoridades o presionarlas. En una palabra, quienes practican cortes perpetran una maniobra extorsiva tomando al resto de la ciudadanía como rehén. Está fuera de lugar el intento de justificar su conducta aduciendo que son las víctimas de una sociedad injusta y desigual. Precisamente, prohibir o sancionar estas conductas significa respetar a sus agentes como ciudadanos responsables, mientras que por el contrario, la condescendencia ante estos ilícitos es tratar a los (no siempre) pobres no como personas sino como vacas sagradas, “intocables” no por respeto a su dignidad, sino como objetos de un tabú alimentado por la mistificación de unos y el sentimiento de culpabilidad de otros.
Los piquetes fueron primero reacciones espontáneas de pequeños grupos de desesperados en zonas sumergidas del Norte argentino. De ahí pasó a ser rápidamente algo muy distinto: un instrumento de acción política, de pobres y no pobres por igual, sin que nadie se atreviera a alzar la voz para advertir sobre la diferencia con el fenómeno original. Finalmente se convirtió en una actitud cultural firmemente instalada en todas las clases sociales, un signo claro no sólo del poco respeto que nos queda por la ley, sino del poco respeto que tenemos los unos por los otros. Y hoy, por supuesto, organizado en escala, puede convertirse en una invalorable herramienta de desestabilización institucional.
Cuando el lenguaje jurídico o ético se desentiende de la realidad de las cosas, y sobre todo de realidad de las acciones humanas, los problemas no tardan en multiplicarse. Manifestar y cortar una calle son dos acciones realmente distintas, y el derecho a lo primero de ninguna manera incluye o implica el derecho a lo último. Mientras no se llamen las cosas por su nombre, será imposible encontrar una solución compatible con el imperio de la ley y aceptable para todos.

4 Readers Commented

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  1. lucas varela on 23 marzo, 2017

    Amigo Irrazábal,
    El filósofo Walter Benjamin puede ser de referencia útil para entender y enfrentar el problema que le ocupa: los piquetes. Se le atribuye al distinguido filósofo el siguiente pensamiento:
    “el hombre no se comunica con la palabra, sino en la palabra”
    Un simple cambio de preposición sirve para entender, y quizás tolerar ciertas manifestaciones molestas (nunca trágicas). Cuando las palabras se agotan o se niegan para comunicar deberes y derechos, surgen otros medios “de excepción” para luchar por lo que se cree justo. La discusión se transforma en contienda.
    No imagino ningún medio de excepción que no conlleve algún nivel de violencia. El primer nivel de violencia es la frustración de no comunicarse en las palabras. Y desde allí, la escala de violencia crece hasta niveles acordes con la contienda. Ya sabemos que las manifestaciones se hacen en la vereda, en las calles, en las plazas, con su nivel de violencia. Ésta película de aventuras, se repiten sin fin en Argentina. Y las tragedias se repiten como tragedias.
    Amigo Irrazábal, su planteo semántico sirve, solamente, para justificar un nivel de violencia reservado a una de las partes: quien tiene el palo. Aunque, tener el palo no significa tener razón. Usted sabe que la vida es lucha, y usar el palo sin tener razón deriva, inevitablemente, en violencia trágica. Yo sugeriría intentar, siempre, todos los medios para retornar a la palabra. Es difícil pero no imposible.
    Es responsabilidad del gobierno reducir los niveles de violencia. Aunque, a veces ha sido el propio gobierno quien recurre a la violencia para lograr ciertos objetivos, sin tener la razón.

  2. Francisco Martin on 23 marzo, 2017

    Los piquetes adquirieron relevancia en Cutral Co, ambiente petrolero, no necesariamente pobre. Adquirieron «legitimación periodística» y recibieron homenaje en la «carpa blanca», con presencia de diligencia politica, incluso radical; recuerdo a Storani. Cuando la llamada docencia, rindió homenaje, con apoyo mediático y político, a un hecho que la ley califica como delito, se cruzó una frontera ética, de la cual no se ha vuelto.

  3. lucas varela on 27 marzo, 2017

    Estimado señor Francisco Martín,
    Es muy correcta su referencia. En Cutralcó se produjo un “piquete”, no siendo pobre su población. La gran mayoría eran empleados petroleros, pero, el gravísimo problema que estaban padeciendo era: “no hay trabajo, habiendo habido”.
    La escalada de violencia derivó en la intervención de la gendarmería, con la increíble muerte de un balazo de la señora Teresa Rodríguez, maestra y madre de dos hijos. La incomprensión, la intolerancia, la intransigencia, y la incomunicación, fueron los ingredientes de la violencia.
    Siempre, y con cualquier gobierno, los gobernantes son los responsables de disminuir los niveles de violencia. No hacerlo, es trágico.

  4. horacio bottino on 29 marzo, 2017

    coimear pasar un semaforo en rojo tener acomodo en el trabajo despreciar a los pobres llamar negros es racismo las cosas por su nombre

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