Iván Petrella: “En la discusión política hay palabras que hoy no podemos usar”

“Una de las tareas de la filosofía es que el autoengaño sea algo más difícil, porque si intentamos ver la realidad correctamente, el paso siguiente es querer cambiarla. Y en ese sentido, el camino de la filosofía a la política es muy corto, porque desde la filosofía se entiende; desde la política se puede cambiar la realidad”, explica Iván Petrella, licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad de Georgetown, con una maestría en Teología en Harvard y una tesis sobre Teología de la liberación. El ex legislador porteño del PRO y director académico de la Fundación Pensar (un think tank que elabora estrategias electorales y políticas públicas), con la llegada de Cambiemos al Gobierno nacional se convirtió en Secretario de Integración Federal y Cooperación Internacional del Ministerio de Cultura. Nos atiende puntual y desacartonado, mientras algunos colaboradores trabajan en la misma oficina.
¿Cómo analiza el discurso de la Iglesia argentina respecto de la pobreza?
La tarea profética de la Iglesia tiene mucho de anuncio pero también de denuncia, y me parece muy importante que cumpla ese rol. En el Gobierno estamos de acuerdo con el diagnóstico de la inmensa pobreza estructural que tiene la Argentina, que en los últimos 40 años pasó del 6 al 30% de la población. La pobreza es el fracaso más grande de la democracia argentina. Lo que puedo decir al respecto es que la gran obsesión del Gobierno es bajar ese índice vergonzoso. Creo que se está haciendo mucho, por ejemplo, la ampliación de las asignaciones, los certificados de domicilio en los asentamientos, que van a facilitar mucho la formalización y la integración en la sociedad de oportunidades, la ley de pymes, la ley de emergencia social y muchas otras medidas. Pero por supuesto que queda mucho por hacer.

Como estudioso de la Teología de la liberación, ¿qué interés puede tener hoy en la sociedad en que vivimos?
La Teología de la liberación, tal como se observa luego del documento de la II Conferencia general del episcopado latinoamericano celebrada en 1968, se da en dos vertientes: la del análisis marxista, que es la que trascendió en todo el mundo; y la argentina, con la Teología del pueblo. El papa Francisco, en mi opinión, se encaminó tras esta última vertiente, que por otra parte es la más afín a la Iglesia. Lo más interesante que está pasando hoy tiene que ver con algunos ideales de la Teología de la liberación como la opción preferencial por los pobres o el reino de Dios entendido como algo que se plasma en sociedad, que empezaron a ser aplicados en otras disciplinas que, en definitiva, tienen mucho más impacto en cómo vivimos nuestras vidas. En un artículo que publiqué recientemente recurrí al concepto de “teólogo encubierto”; un ejemplo aunque más explícito es el médico y antropólogo Paul Farmer, profesor en Harvard, quien en su libro Patologías del poder toma ideas de los teólogos de la liberación y las aplica a la ética en la medicina. Él señala que el programa de estudios de Ética, en la carrera de Medicina, se enfoca en qué información el médico debe dar a su paciente en temas de eutanasia, aborto, etcétera, temáticas relacionadas con personas que tienen acceso a la medicina de vanguardia; y propone cambiar el enfoque: ¿por qué no tratamos como un tema de ética de la medicina el hecho de que millones de personas en el mundo aún no tienen acceso a agua potable? De esta manera Farmer considera que partiendo de la Teología de la liberación cambian las preguntas porque se modifica el eje desde el que se piensa.

En un artículo firmado en La Nación hizo referencia a las dificultades de superar el tema de la grieta entre los argentinos…
Lo primero que hay que entender es que la discusión en torno a los Derechos Humanos es enormemente sensible y no deberían ser tratados en debates televisivos como un espectáculo; eso es un problema y hasta casi un insulto. En ese artículo planteé tres ejes: el de empatía, es decir, ponerse en el lugar del otro, del que sufre, venga del lugar que sea, porque siempre debemos respetar el sufrimiento; un segundo eje es la democracia y tiene que ver con cómo se discuten estas temáticas ya que los ’70 fueron años de desprecio total por los procesos democráticos; y por último, el eje del futuro, que es tratar de ver cómo planteamos las preguntas hacia adelante, teniendo en cuenta que hoy la cuestión de Derechos Humanos abarca también otras temáticas y deberíamos participar de esas discusiones: cambio climático, nuevas tecnologías de ADN, migraciones… Otro aspecto muy interesante es lo simbólico.

¿En qué sentido?
En Alemania, en la recorrida por un campo de concentración, el visitante no recibe informaciones duras o estadísticas sino la referencia a una persona particular, con nombre y apellido, una historia familiar y una foto, y lo que se busca es que imagine lo que esa persona vivió, las esperanzas y los desencantos, para que se identifique con su sufrimiento. Eso es empatía. Otro ejemplo muy interesante es el Museo del Apartheid en Sudáfrica, que tiene dos entradas: una para blancos y otra para negros, y cada grupo sigue una historia hasta que en un determinado momento se juntan, de manera que lo arquitectónico ayuda a unir las historias y la salida es común y distinta al lugar de ingreso. En la Argentina, con las nuevas generaciones, debemos empezar a analizar los ’70 desde nuevos ángulos. Una de las tareas es profundizar la idea de que la democracia no es sólo una serie de instituciones sino una cultura sobre la cual se construyen y se consolidan esas instituciones.

¿Cuál es, en este contexto, su visión del rol de la gestión en cultura?
El Ministerio de Cultura trabaja casi todos los ámbitos, son como capas geológicas: preservación del patrimonio con los museos; promoción de la cultura argentina en el exterior, con artistas plásticos, músicos y demás; la cultura como herramienta de inclusión social y de crecimiento económico con las industrias creativas; y un aspecto que me interesa en particular impulsar, que es la cultura en el sentido más amplio: ¿cuáles son los valores, las conductas y las costumbres que hacen a una sociedad abierta, pluralista y vibrante? ¿Qué discusiones difíciles tenemos que dar para crecer democráticamente? En la discusión política hay palabras que hoy no podemos usar, por ejemplo, “reconciliación”. En este sentido, como política pública, el año pasado comenzamos con los Diálogos Globales, e invitamos a diez líderes en procesos de reconciliación social, como Joshua Mitrotti, director de la agencia de reintegración de los desmovilizados de las FARC en Colombia, y Charles Villavicencio, el principal investigador de la comisión de verdad y reconciliación de Sudáfrica, para que ellos emplearan esas palabras y para que en reuniones con formadores de opinión argentinos pudieran transmitirles su experiencia. La clave es entender que la construcción del futuro depende de cada uno, y esto no tiene que ver con perdonar. Los días 3 y 4 julio, en el Museo de la Casa Rosada, llevaremos adelante una nueva edición de Diálogos Globales, esta vez sobre el tema de Migrantes y Refugiados, con una pregunta de fondo: ¿qué quiere decir para una sociedad recibir personas que son distintas a uno? ¿Qué significa para la Argentina?

¿Cuáles son las tareas propias de la Secretaría de Integración Federal y Cooperación Internacional?
Nos corresponde la relación política con los secretarios de Cultura de las provincias y con los coordinadores de Cultura de los municipios, y también la relación con los países y los organismos multilaterales, como CELAC, Mercosur, etc. Una de las metas de esta gestión en Cultura es que viajen más los artistas y menos los burócratas; nosotros heredamos convenios de intercambio de artistas con Quebec, Colombia y México, pero desde 2012 nadie viajó y nadie llegó. Y en nuestros primeros meses de gestión, además de reactivar esos convenios firmamos otros con Italia, Francia, Paraguay, Chile, Uruguay, Corea del Sur y quizás también lleguemos este año a firmar con Rusia. Hay una frase de Borges que me gusta citar: “Lo argentino no consiste en limitarse a lo supuestamente propio sino en abrazar como propio todo lo que el mundo puede dar». A nivel federal, organizamos algo que puede parecer una obviedad pero no existía: reuniones con el responsable de la Secretaría de Cultura de cada provincia y los coordinadores del área en los municipios. Allí les contamos todos los proyectos, concursos y convocatorias que tiene el Ministerio, los escuchamos y trabajamos en conjunto. Llegamos a la conclusión de que el Ministerio de Cultura de la Nación nunca fue concebido como un Ministerio a nivel nacional, y queremos modificar esa situación.

¿En qué otros proyectos a nivel nacional está trabajando?
Aún no tiene un nombre formal, pero en septiembre realizaremos una cumbre de ideas para incorporar temáticas nuevas a la discusión pública y a las que ya tenemos, para poder abarcarlas desde otro lugar. Queremos que participen jóvenes, artistas, intelectuales y otros referentes de todo el país. Por otro lado, queremos superar la deficiente conectividad, articulación y cooperación de las provincias y los municipios. Con el Consejo Federal de la Cultura, desde el año pasado fomentamos proyectos para que las provincias trabajen en conjunto, compartiendo recursos, y este año estamos lanzando una nueva convocatoria para replicarlo a nivel de municipios.

¿Cómo analiza el hecho de que, en líneas generales, la intelectualidad se manifieste contraria al Gobierno de Cambiemos? ¿A su juicio es un malentendido?
Obviamente hay algunos intelectuales que están en contra del Gobierno, como en toda sociedad abierta y democrática, pero no hablaría de la comunidad intelectual en su conjunto porque tenemos mucho diálogo con ellos. Hay una minoría asociada al Gobierno anterior que es algo más vociferante. Lo que sí es cierto es que no tenemos ni buscamos intelectuales pagos afines; quizás esa sea la gran diferencia. En una sociedad normal el Estado no paga a intelectuales para que estén con el Gobierno; eso es autoritario, fascista.

Desde los medios y desde algunos sectores de la oposición se insiste en que al Gobierno le conviene sostener la grieta, al menos hasta las elecciones de octubre. 

La gestión de un país como la Argentina, especialmente con la situación en la que lo recibimos, es tan complicada que si uno quisiera apostar a la grieta, sería imposible. A nivel político, la sociedad argentina ve un modelo, que fue el anterior, y otro que está gobernado ahora. Creemos que lo que estará en juego en las elecciones de medio término es una vuelta al pasado o una apuesta a lo que proponemos como visión de futuro. Los partidos políticos no tienen la capacidad de movilizar a su antojo a la ciudadanía, la gente no es manipulable.

6 Readers Commented

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  1. lucas varela on 3 julio, 2017

    Filosofía y política.
    Filosofar, es poner a las cosas y a uno mismo desnudos, lo que puramente somos, nada más. Por eso, si Iván Petrella y nosotros pudiéramos filosofar, estaríamos a las puertas del auténtico y mutuo conocimiento. Estrictamente, estaríamos de frente a la verdad, que a veces es terrible, adversa, desoladora.
    La política es otra cosa: es cumplir con la gente, es asumir la responsabilidad de implementar soluciones a los problemas de la gente.
    ¿Querrá mostrar la verdad desnuda Iván Petrella, responsable de estrategias electorales del actual gobierno? No
    La pobreza no es culpa de la democracia Argentina, sino del gobierno de turno. Las promesas de campaña no han sido horadas.
    Decir: “Pobreza cero” de verdad, no es un decir cualquiera, sino que es un decir solemne y grave, un decir religioso en que ponemos a Dios como testigo; en suma, un juramento. Y en este juramento: “Pobreza cero”, está el gobierno comprometido con el pueblo, y Dios que brilla por su ausencia
    De tal modo que entre el gobierno y el pueblo no hay nada ni nadie que cubra, finja ni oculte la realidad, esa es la verdad.

  2. lucas varela on 11 julio, 2017

    ¡Pobreza cero¡ Vamos, es que hay que ser idealista.
    Nadie está más lejos de la realidad, que un idealista. Pero, con ideales se caza al elector, se le adula, se le soborna.
    La libertad implica conciencia, pero es mejor hacer ficción. Hay que cuidarse mucho de hacer conciencia pública, porque eso sería perder elecciones. Nadie más lejos de la realidad, la verdadera realidad, que el idealista.
    Ivan Petrella es ahora un “profesional de la política”, se gana la vida elaborando estrategias electorales, es un electorero. No hay filosofía que valga y todo vale, para ganar o acrecentar votos. Las ideas que expresa Iván Petrella son a préstamo gratuito, y son herramientas electorales.
    Lo propio de un electorero es ser cínico, e hipócrita a la vez; el que gana es el más “vivo”. No le preocupa el buen nombre, y mucho menos la conciencia.
    Lo primero es ser sincero, pero…hay que hacer elecciones. Iván Pertrella, profesional de la política, hace ficción.

  3. Francisco M. Goyogana on 12 julio, 2017

    En el plano filosófico, Platón llamaba «thereutes» al filósofo, por la razón de esa mente alerta que todo meditador debe mostrar, a la manera del cazador que en el fuera absoluto de su espacio, en tanto el filósofo es el hombre alerta campo afuera, absoluto, dentro de las ideas, que también son una selva indómita. Proceso de búsqueda y aprehensión inmerso en el profundo tema del conocimiento. Esa cacería es similar al arte de ver las ideas, que no es otra cosa que el método filosófico. Debe aceptar que los valores aplicados por el hombre responden a dos niveles distintos: las ideas que se proponen y discuten, se defienden o se cambian, y los valores profundos de las creencias, que no son discutibles, pues simplemente se tienen. Algunos han considerado que también debe incluirse la teología en ese juego al borde el misterio y rodeado por el misterio.
    A la teología, como rama de la filosofía, se la ha llamado también «filosofía primera» o ciencia de los primeros principios, más tarde denominada «metafísica» por sus seguidores. A la «metafísica» se le puede cuestionar su carácter científico, porque por definición responde a un ente metafísico aceptado por la fe vivencial o espiritual, esto es, que no ha probado su existencia real.
    Si todo esto se combina con la política, que no es otra cosa que la lucha por y la administración del poder, puede resultar algo así como quedarse con el «sentido común», al que Karl Popper atribuye la capacidad de elegir libremente entre varios caminos distintos de acción, previa renuncia al sueño de la posesión de la verdad, pero no al ideal de su búsqueda. Porque la gente no es manipulable y cada meditador tiene la posibilidad existencial de aproximarse a la luz.
    «Cambiemos» tiene la gran oportunidad cultural de cerrar la «grieta» con el sentido común de cada ciudadano, solamente prisionero de su propia libertad, en una sociedad abierta, liberal, democrática, laica, republicana y progresista.
    La Nación espera en el siglo XXI la aparición de una juventud actual con la proyección de aquella Generación de 1837.

  4. HOLGER on 13 julio, 2017

    En la cumbre de ideas previstas para setiembre/17 no puede faltar la temática creativa sobre el
    rol de los mandos medios organizacionales y de los delegados sindicales en la contrucción de
    una MESA DEL BIEN COMUN superadora de la clasica antinomia CAPITAL/TRABAJO que tiene
    totalmente bloqueado al país en su DESARROLLO ARMONICO E INTEGRAL…
    Ni populismo ni neoliberalismo… hacia una ECONOMIA HUMANA buscando el aporte del humanismo para lograr la excelencia laboral y la productividad en todo lo que hagamos al servicio del mundo…

  5. Federici on 16 julio, 2017

    Muy buena la entrevista. Concuerdo con la necesidad de rescatar los valores profundos de la cultura democrática para garantizar el funcionamiento adecuado de las instituciones sobre las que se sostiene el sistema democrático.
    No puede haber democracia en una sociedad fracturada por la supremacía del odio sobre la reconciliación y la confianza entre los distintos grupos que la constituyen. La cultura de la concordia y la confianza es la condición esencial de la democracia para que sus instituciones recuperen el sentido moral de la política y no el de mera estrategia de poder y dominación.

  6. horacio bottino on 18 julio, 2017

    ¿Tonto?.A este gobierno no le interesa la pobreza,le importa robar más para los empresarios reprimir con violencia,son los corruptos que viven del Estdo desde el Rodrigazo m de hoz rodrigo cavallo

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