Ordenar a las mujeres católicas como diáconos

Escrito por una de las máximas autoridades en la materia de mujeres diáconos en la Iglesia católica, el artículo fue originalmente publicado en Harvard Divinity Bulletin, Vol. 43, Nos. 3 and 4 (Summer/Autumn 2015) (1).

El mundo parece estar encantado con el papa Francisco, pero ¿qué ha hecho para que las mujeres tengan voto en las decisiones de la Iglesia católica? Y de manera más específica, ¿qué puede hacer?
Francisco, desde luego, ha estado ocupado con otros asuntos. El jesuita de 80 años se encuentra en el quinto de su papado y parece estar comprometido con la reforma de la Curia Romana que, a todas luces, es una burocracia inflada resistente al cambio. Los primeros movimientos del Papa hacia la transparencia de los asuntos financieros del Vaticano le han generado enemistades dentro del sistema y, al mismo tiempo, sus esfuerzos continuos por destapar irregularidades fiscales en la Iglesia le han complicado el camino hacia la reforma de la Curia. Los esfuerzos paralelos de Francisco –la reforma curial y financiera– respaldan sus motivaciones y objetivos preponderantes: predicar el Evangelio y vivir su mensaje.
Pero, ¿qué pasa con las mujeres? En entrevistas y escritos retoma con frecuencia el tema del papel de las mujeres en la Iglesia. A los pocos meses de su elección, durante una entrevista con Antonio Spadaro, editor jesuita de La Civiltà Cattolica, una de las revistas más antiguas de Italia y la única aprobada por la Secretaría de Estado de la Santa Sede,(2) Francisco requirió ampliar “una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”. La entrevista, traducida a varios idiomas y publicada en dieciséis revistas jesuitas, llamó la atención del periódico español El País (3), que sugirió que Francisco estaría considerando la posibilidad de nombrar cardenal a una mujer. La nota provocó la siguiente respuesta del Papa: “¡No sé de dónde salió ese comentario!”.
No obstante, algunos meses después, durante su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio), Francisco repitió el mismo requerimiento: “Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”(4). Y lo repitió una vez más en febrero de 2015, durante un discurso ante la asamblea plenaria del Consejo Pontificio de la Cultura sobre las mujeres en la Iglesia (5). Este evento ocurrió quizás en respuesta a otra sugerencia –el desarrollo de “una teología de la mujer en la Iglesia” –que hizo Francisco en el avión papal mientras volaba de regreso a Roma tras haber asistido a la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil.
A pesar del interés papal –durante ese vuelo Francisco pareció quejarse del papel limitado de las mujeres(6)– la ordenación sigue siendo un punto de desacuerdo. La Iglesia católica enseña que no se puede revertir la decisión de Jesús de elegir apóstoles masculinos, antecesores de los sacerdotes y obispos. El poder sacramental y la autoridad jurídica se reciben junto a la ordenación sacerdotal y a la consagración episcopal. Excluidas de estas dos, las mujeres pueden cooperar con la autoridad, pero no la pueden compartir.
Éste no es necesariamente el caso. Para desempeñar ciertos oficios en la Iglesia (en términos canónicos se dice que los oficios se obtienen) un individuo debe ser un clérigo, no un laico o no ordenado. Pero obispo y sacerdote no son los únicos rangos clericales de la Iglesia. Los diáconos también son clérigos ordenados y la historia documenta mujeres ordenadas al diaconado desde los primeros siglos del cristianismo hasta la Edad Media, cuando el diaconado derivó en un orden separado. Al absorber los sacerdotes las tareas de los diáconos, la ordenación diaconal se convirtió simplemente en un paso en el cursus honorum del camino al sacerdocio. En occidente, cada vez menos mujeres –en su mayoría abadesas monásticas– fueron ordenadas como diáconos, básicamente para servir dentro de sus propios conventos.
Sin embargo, siguiendo al Concilio Vaticano II, la Iglesia católica restableció al diaconado como grado permanente. Algunos obispos incluso trajeron al debate conciliar el hecho histórico de las mujeres diáconos (7), pero los documentos promulgados establecieron específicamente que sólo los hombres serían llamados al orden diaconal. Cuando el papa Pablo VI restauró el diaconado como orden permanente para toda la Iglesia (nunca desapareció por completo de las Iglesias católicas orientales), consultó acerca de las mujeres diáconos posiblemente a la Comisión Teológica Internacional, o al menos a uno de sus miembros más prominentes, Cipriano Vagaggini. En 1974, una revista del Pontificio Instituto Oriental en Roma publicó el minucioso trabajo histórico y teológico de Vagaggini en italiano: sí, las mujeres alguna vez fueron ordenadas como diáconos y podrían ser ordenadas otra vez (8).
Al mismo tiempo, crecía el interés en la ordenación de las mujeres católicas como sacerdotes, como respuesta, en parte, ante las once mujeres episcopalianas que recibieron el orden sacerdotal en Philadelphia, Estados Unidos, en 1974. En 1976, la Congregación para la Doctrina de la Fe, la oficina curial responsable en materia de fe y moral, publicó su postura en el documento Inter Insigniores: las mujeres no pueden ser ordenadas como sacerdotes. La cuestión de las mujeres diáconos fue específicamente omitida. Esto desencadenó dos debates separados, uno sobre las mujeres diáconos, otro sobre las mujeres sacerdotes; algunas veces se argumentó que la historia de las mujeres ordenadas como diáconos establecía un precedente para ambas posibilidades.
Entonces, en 1994, el papa Juan Pablo II emitió una carta apostólica de cuatro párrafos, Ordinatio Sacerdotalis, donde afirmaba que la prohibición de las mujeres sacerdotes “atañe a la misma constitución divina de la Iglesia”, y que este dictamen –que la Iglesia no tiene la facultad para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres– “debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia” (9). La declaración generó preocupaciones en distintas áreas, y no fue la menor el duelo de opiniones sobre su “infalibilidad”. Es de notar que el documento no mencionó a las mujeres diáconos.
Un argumento interesante sobre las mujeres sacerdotes que aparece en el primer documento (Inter Insigniores) no está en el segundo: el llamado argumento icónico, que afirma que una persona debe ser hombre para representar a Cristo. Si uno sostiene que todas las personas fueron creadas a imagen y semejanza de Dios, y que Cristo es la segunda persona de la Trinidad y por lo tanto es Dios, no tiene sentido decir que una mujer no puede ser la imagen de Cristo. En cualquier caso, tendría sentido decir, sin peso teológico para esta perspectiva, que las mujeres no pueden ser la imagen de Jesús. La distinción es fundamental porque la persona ordenada representa al Señor Resucitado y no al restringido ser humano y hombre Jesús.
Reconocer que todas las personas, incluidas las mujeres, fueron creadas a imagen y semejanza de Dios –principio básico de la enseñanza católica– no concede a las mujeres acceso automático al sacerdocio. Aun si se da por abandonado el argumento icónico (algunos todavía dicen que está “implícito” en el documento de 1994), queda la cuestión de la autoridad, que se apoya en la ley divina, para excluir a las mujeres del orden sacerdotal. Por lo tanto, el fantasma de las mujeres sacerdotes no debe ser planteado con la ordenación de mujeres diáconos.
Además, si bien la prohibición de las mujeres sacerdotes es permanente y coercitiva, la restauración del diaconado ordenado de las mujeres no sería tan complicada, específicamente porque la costumbre actual de no ordenar mujeres diáconos responde “a una mera ley eclesiástica”, una regulación pero no una doctrina. La aseveración de la ordenación sacerdotal como ley divina se refiere a la supuesta intención de Jesús con los apóstoles. Pero la inicial selección de servidores –diáconos– por parte de los apóstoles, se hizo de entre aquellos propuestos por la comunidad después de la muerte y resurrección de Jesús (Hechos 6, 1-6). Aunque no es mencionada en el libro de los Hechos, dado que Febe es la única persona nombrada en las escrituras como diácono (Romanos 16, 1) y dadas las abundantes pruebas de la existencia de mujeres diáconos a lo largo la historia, la restauración de las mujeres al diaconado parece ser algo que Francisco podría hacer fácilmente.
Aquí es donde se enciende el debate. En 2002, la Comisión Teológica Internacional, organismo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó un estudio muy esperado sobre el diaconado (10). Al parecer, un subcomité de la sesión de 1992-97 de la Comisión Teológica Internacional completó un documento positivo sobre las mujeres diáconos de unas 18 páginas que, su entonces presidente, el cardenal Joseph Ratzinger, se negó a firmar. Por fin, en 2002, la sesión subsecuente de la Comisión Teológica Internacional aprobó un documento mucho más largo y relativamente poco concluyente, donde se afirmaba que en la Iglesia temprana los hombres y mujeres diáconos habían ejercido roles diferentes, que el sacerdocio y el diaconado eran ministerios separados y distintos, y que la cuestión sobre la admisión de las mujeres al diaconado era una decisión que correspondía al “ministerio de discernimiento” de la Iglesia.
El subcomité reconfigurado, dirigido por Henrique Noronha de Galvão, ex-alumno del cardenal Ratzinger en Regensburg, elaboró un segundo estudio que, de manera extraña y a pesar de sus 30 mil palabras de extensión, omitió gran parte de la historia sobre las mujeres diáconos. Además, el estudio da a entender que la persona ordenada como diácono debe ser imagen de Cristo, y lo hace especialmente en una serie de pasajes no citados y en paráfrasis de un libro escrito anteriormente por Gerhard L. Müller, miembro del subcomité, nombrado obispo de Regensburg días después de la publicación del documento (11). Müller, designado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe siete meses antes de la renuncia de Benedicto XVI y ratificado por Francisco, también es el editor de la Opera Omnia, colección de escritos de Joseph Ratzinger.
Los estudios que promueven la idea de las mujeres diáconos, como el largo artículo de Vagaggini y su intervención un tanto más breve ante el Sínodo de los Obispos en 1987, son conocidos entre los investigadores del tema a los que se une el gran cuerpo de investigación de Roger Gryson, Corrado Marucci, Pietro Sorci y Phillipe Delhaye, entre otros, quienes fueron ignorados o descartados por los escritores del documento de 2002 (12).
Mientras que Francisco puede estar interesado en situar mejor a las mujeres en el gobierno y el ministerio de la Iglesia, y aunque hay suficientes pruebas teológicas para readmitir a las mujeres al orden diaconal, los obstáculos curiales significativos le impiden moverse en la dirección obvia. Las mujeres diáconos podrían ocupar puestos significativos en el Vaticano y en todo el mundo. Incluso podrían convertirse en cardenales. Pero en 2008, la Congregación para la Doctrina de la Fe decretó que la ordenación de las mujeres es un delito merecedor de excomunión automática (13).
Francisco calificó la conexión del sacerdocio con el poder y la autoridad como problemática, y escribió: “Aquí hay un gran desafío… con respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia” (14). Pero si el sacerdocio es el problema que impide “una presencia femenina más incisiva en la Iglesia”, entonces el diaconado es la solución.

 

El autor es Senior research associate-in-residence en Hofstra University.

Traducción: Santiago Rostom Maderna
Copyright 2015 The President and Fellows of Harvard College. Reimpreso bajo autorización.

NOTAS

[1]. (Nota del traductor) Este artículo fue publicado previamente en 2015. En mayo de 2016, el papa Francisco se reunió con 900 miembros de la Unión Internacional de Superiores Generales, la organización de las líderes de los institutos y órdenes religiosas femeninas de todo el mundo. Respondió seis preguntas presentadas de antemano. Una de ellas solicitaba la creación de una comisión de estudio sobre la cuestión de las mujeres diáconos. El Papa estuvo de acuerdo, y a principios de agosto de ese año nombró a doce eruditos –seis hombres y seis mujeres– para esa tarea. Una de ellas es la Dra. Phyllis Zagano. Dirigida por el Arzobispo Luis Ladaria, S.J., Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, la comisión se ha reunido dos veces –la primera en noviembre de 2016 y luego en marzo de 2017– y se reunirá nuevamente dentro de unos meses. Lo que –o si– el Papa decidirá sobre las mujeres diáconos sigue por verse.

 

[1] En el número del 30 de septiembre de 2013 de la revista América se publicó una traducción al inglés editada de esta entrevista de Spadaro bajo el nombre «A Big Heart Open to God», pero omitía estas palabras que luego fueron cambiadas para la publicación en línea, americamagazine.org/pope-interview. La versión oficial se puede leer en Antonio Spadaro, s.j., “Entrevista al Papa Francisco, 19 de agosto de 2013”, w2.vatican.va.

[2] Juan Arias, «¿Una mujer cardenal?» El País Internacional, 22 de septiembre, 2013.

[3] Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, 24 de noviembre de 2013, 103.

[4]“Es de desear una presencia femenina más amplia e influyente en las comunidades”, discurso del santo padre Francisco a los participantes en la plenaria del Consejo Pontificio para la Cultura, 7 de febrero de 2015, w2.vatican.va.

[5] La traducción oficial es la siguiente: “Creo que nosotros no hemos hecho todavía una teología profunda de la mujer en la Iglesia. Solamente puede hacer esto, puede hacer aquello, ahora hace de monaguilla, ahora lee la lectura, es la presidenta de Cáritas… Pero, hay algo más. Es necesario hacer una profunda teología de la mujer. Esto es lo que yo pienso”. Ver: Viaje apostólico a Río de Janeiro con ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud: Conferencia de prensa del santo padre Francisco durante el vuelo de regreso a Roma, domingo 28 de julio de 2013, w2.vatican.va.

[6] Acta et documenta Concilio ecumenico Vaticano II apparando, series prima (anteprapparatoria) (Typis Polyglottis Vaticanis, 1960–1961), II/II, 121, citado en: Gary Macy, William T. Ditewig, and Phyllis Zagano, Women Deacons: Past, Present, Future (Paulist Press, 2011).

[7] Cipriano Vagaggini, «L’ordinazione delle diaconesse nella tradizione greca e bizantina», Orientalia Christiana Periodica 40 (1974): 146–189. La creación y supresión de este documento fue registrado en Peter Hebblethwaite, Paul VI: The First Modern Pope (Paulist Press, 1993), 640.

[8] «Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis del papa Juan Pablo II sobre la ordenación sacerdotal reservada sólo a los hombres,» 22 de mayo, 1994, w2.vatican.va.

[9] Comisión Teológica Internacional, El diaconado: evolución y perspectivas, 2002. Escrito y publicado originalmente en francés, luego en italiano e inglés, el documento ahora está disponible en línea en nueve idiomas en www.vatican.va.

[10] Compare, por ejemplo, en las versiones inglesas de ambas obras: From the Diakonia of Christ 3 y Priesthood and Diaconate 183, 185-186; From the Diakonia of Christ 4 y Priesthood and Diaconate 186, 184, 186, 187; From the Diakonia of Christ 5 y Priesthood and Diaconate 190–191; From the Diakonia of Christ 6 y Priesthood and Diaconate 187; From the Diakonia of Christ 19 y Priesthood and Diaconate 216; From the Diakonia of Christ 20 y Priesthood and Diaconate 216, 217, 204; From the Diakonia of Christ 22 y Priesthood and Diaconate 218; y From the Diakonia of Christ 23 y Priesthood and Diaconate 217. Algunas citas y notas al pie de página son idénticas. Ver International Theological Commission, From the Diakonia of Christ to the Diakonia of the Apostles, trans. The Catholic Truth Society (Liturgy Training Publications, 2004); Gerhard L. Müller, Priesthood and Diaconate: The Recipient of the Sacrament of Holy Orders from the Perspective of Creation Theology and Christology, trans. Michael J. Miller (Ignatius, 2002). Documento original en alemán,Priestertumund Diakonat: Der Empfänger des Weihesakramentes in schöpfungs theologischerund christologischer Perspective (Johannes Verlag, 2000).

[11] Ordination of Women to the Diaconate in the Eastern Churches: Essays by Cipriano Vagaggini, ed. Phyllis Zagano (Liturgical Press, 2013). Un libro con traducciones que incluye estos ensayos y otros será publicado por Liturgical Press.

[12] Congregación para la Doctrina de la Fe, “Decreto general relativo al delito de atentada ordenación sagrada de una mujer.” www.vatican.va.

[13] Evangelii Gaudium, 104.

3 Readers Commented

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  1. Santiago D on 14 julio, 2017

    Hay tanto para revisar en la Iglesia, se debería ya crear un grupo dentro del Vaticano, de varones y mujeres, que vayan a fondo con este tema del ordenamiento sacerdotal, analizado desde lo temporal, histórico, real y verdadero.
    Decir no a la ordenación sacerdotal de las mujeres, es como decir que Dios no es un Dios padre-madre, femenino-masculino.
    Seguir diciendo no a la ordenación sacerdotal femenina, me parece que es recortar la inmensa posibilidad de ser que se nos ha sido dada en la creación.
    Ya es hora, sólo hay que animarse a caminar en la verdad, tal como Jesús se animó y lo hizo.

  2. Graciela Moranchel on 8 agosto, 2017

    Hace unos días he escrito un comentario a esta publicación pero hasta ahora no ha salido publicado. Sólo quiero volver a expresar que me parece inadmisible que a esta altura de la evolución humana, pleno siglo XXI, la institución católica siga discriminando y considerando a las mujeres como entes «subordinados» a los varones, ya que no tenemos voz ni voto para expresarnos ni en el gobierno de las comunidades, ni en la presidencia de la liturgia, ni como maestras de doctrina, tal como indica el Código de Derecho Canónico vigente. Siempre dependemos de las decisiones de los varones y no existen posibilidades de participación importantes para nosotras. Las mujeres se aceptan siempre que desempeñen un rol obediente y pasivo con respecto al mandato del clero masculino.
    Tristísima realidad que hace que la mayoría de nosotras abandone para siempre una institución que no nos ofrece espacios de inclusión y participación plena.
    ¿El Papa Francisco traerá alguna novedad…? ¿Hay motivos para abrigar la esperanza de que las cosas pueden cambiar para las mujeres…? Sinceramente no lo creo. Hasta el momento, en su discurso, el Papa ha hecho gala de buenas intenciones pero en los hechos concretos la situación de las mujeres en las comunidades católicas es exactamente la misma: No se cuenta con nosotros para ninguna decisión importante.
    Queremos ser consideradas iguales. Eso es todo. Recién luego, y entre todos, varones y mujeres, podremos sentarnos a una mesa de diálogo para pensar cómo deberían transformarse los ministerios a fin de ser más fieles al Evangelio de Jesús. Nunca antes.
    Saludos cordiales,
    Graciela Moranchel

  3. marvela bell on 27 octubre, 2018

    Y si escuchamos por donde sopla el Espíritu hoy?? En vez de pensar q lo q se nos presenta si no va con nuestra manera de ver( miedo ,prejuicio, ideología) no es del Espíritu!! O somos nosotros el metro patrón de lo q el Espíritu Santo puede o no inspirar

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