Tomáš Halík: “Es necesario compartir experiencias y carismas sin proselitismo”

Uno de los más importantes teólogos actuales opina sobre los desafíos de los tiempos que vivimos: redes sociales, secularización, ecumenismo, choque de culturas.

En su libro La Noche del Confesor, usted percibe, a través de las almas que se acercan al sacerdote en busca de consejo y compasión, los signos de los tiempos que vivimos. ¿Cuáles son hoy en día las tendencias culturales y los cambios que percibe desde su punto de observación en Europa Central?

No solamente en Europa Central sino en buena parte del mundo está ocurriendo un cambio en el paradigma de la civilización, que toma la forma de una fragmentación social. Creo que la modernidad culminó junto con la revolución cultural de 1968: los movimientos estudiantiles de izquierda fueron suprimidos políticamente, pero el “Segundo Iluminismo”, con su resistencia a la autoridad, cambió para siempre la mentalidad cultural y reforzó la secularización en muchos países. El racionalismo moderno también dio a luz dos fenómenos: los avances tecnológicos y la economía capitalista, que ponen en movimiento el proceso social y cultural más significativo de nuestro tiempo: la globalización. Ha comenzado a surgir una civilización postmoderna (o más bien súper moderna). Las interrelaciones entre diferentes partes del mundo ampliaron enormemente el margen para el desarrollo, pero también trajeron consigo nuevas dificultades y amenazas. A mi juicio, la caída del comunismo y muchos regímenes autoritarios fueron el efecto secundario de la globalización. Regímenes con economías de planificación centralizada y censura de ideas no podían mantenerse en pie en un mercado libre de bienes y de ideas. Parecía que la democracia liberal sería la forma política de la sociedad globalizada del futuro. Sin embargo, durante las últimas décadas emergió otro aspecto de la globalización, dando lugar a diversas formas de resistencia a Occidente, desde donde provenía el proceso de globalización, y en oposición a la democracia liberal y sus instituciones políticas y élites. Crecieron el miedo y la resistencia a la “occidentalización”, particularmente en el mundo árabe y África. Sin embargo, aun en Occidente, la globalización, paradojalmente, ha sembrado división, no sólo entre diferentes sociedades sino en su mismo seno: división entre quienes se beneficiaron con la globalización y se volvieron más ricos y los que se empobrecieron. Esta división de la sociedad ha debilitado las clases medias, que eran tradicionalmente los portaestandartes de la democracia liberal. Las nuevas formas de comunicación de masas tienen un papel clave, la gente queda encerrada en “burbujas” de redes sociales y solamente aceptan informaciones que refuerzan sus prejuicios personales y sociales. Las redes sociales ayudan a diseminar la “rabia líquida” de la gente que se siente frustrada y ha perdido la confianza en los sistemas políticos existentes y sus representantes y empiezan a dar su apoyo a populistas con tendencias dictatoriales. La sociedad que creó la globalización se encuentra en crisis. El mundo se está fragmentando una vez más y este proceso es acompañado por el nacionalismo, el fundamentalismo religioso y el extremismo político. Mucha gente joven y cristianos con quienes me encuentro son conscientes de estos peligros pero no les encuentran solución.

Cada cultura y cada época desafían a la religión de una manera particular. ¿Cómo describiría los diferentes retos a los que hoy debe hacer frente la religión en Europa Oriental, Central y Occidental?

En gran parte de Europa el proceso de secularización continúa, en el sentido de que la confianza de la gente en las instituciones religiosas tradicionales va decreciendo y está cada vez menos inclinada a dejarse gobernar y controlar su vida privada, o a participar en la vida de esas instituciones (como la asistencia regular a la iglesia). Sin embargo, mientras se redujo el número de quienes se identifican plenamente con la práctica y las enseñanzas de las iglesias, no ha crecido el número de los ateos convencidos. La mayoría de los europeos puede ser dividida entre los buscadores espirituales y los indiferentes para con la religión (apatheists: no existe la palabra en español. Se refiere a los indiferentes respecto de la cuestión religiosa, distintos de los ateos militantes).
En muchos países el número de los “ex católicos” o “malos católicos” (quienes no se han separado del cristianismo pero son muy críticos del estado actual de la Iglesia) excede en mucho al número de los “católicos practicantes (que participan de la vida parroquial). El futuro de la Iglesia, el futuro del cristianismo y en cierta medida, el futuro de la civilización occidental, dependen del grado en que la Iglesia sea capaz de dirigirse a los “buscadores”. No sería realista suponer que algún tipo de misión tradicional sea capaz de conquistar a la mayoría de esa clase de personas, en el sentido de encajarlos dentro de las actuales estructuras institucionales e intelectuales de la Iglesia. Es necesario abrir y trascender esas fronteras. Muy probablemente será necesario que las Iglesias desarrollen un tercer tipo de servicios, junto al cuidado convencional de los creyentes en las parroquias y las misiones convencionales, a saber “creyentes acompañadores” en un espíritu de diálogo, mutuo respeto y mutuo enriquecimiento. Es necesario emprender el camino de compartir experiencias y carismas sin proselitismo. Esto requiere coraje, pero incluso Abraham, el “Padre en la fe”, comenzó su viaje sin saber hacia dónde lo llevaría.

¿Qué pasa con los indiferentes?
Tampoco pueden ser dejados de lado. Ellos también tienen algo “sagrado” en sus vidas. Debemos comportarnos como Jesús lo hizo en el camino a Emaús: en primer lugar, escuchar silenciosamente por un buen rato, poniendo atención en las preguntas y preocupaciones de la gente, antes de compartir e interpretar las historias que nos han sido confiadas.

¿Cómo caracterizaría la presencia y la vida del Islam, en el mundo y en Europa en particular?

Como he dicho antes, en el mundo árabe y en África han ido creciendo los temores de que con la globalización llegara la occidentalización y la pérdida de la propia identidad cultural. Los esfuerzos de dictadores como el Sha de Persia, Saddam Hussein o Qaddafi por secularizar la sociedad, con el apoyo de Occidente y el Este comunista, dieron lugar a la resistencia y llevaron a su caída, empezando con la revolución de Khomeini en Irán. Para algunas corrientes políticas radicales, el Islam se transformó en una ideología política defensora de la identidad étnica, y los esfuerzos se transformaron en una guerra abierta contra Occidente bajo la forma de ataques terroristas.
La ideología radical del jihadismo encontró terreno fértil inclusive en la segunda y tercera generación de inmigrantes en los países occidentales y entre sectores de la frustrada juventud occidental, cuyas familias no pudieron ayudarlos a crear su propia identidad personal, y que buscan una “identidad colectiva” en grupos extremistas. Es absolutamente necesario distinguir entre Islam y jihadismo. Mientras haya quienes en Occidente (empujados en particular por políticos populistas) continúen oponiéndose no al jihadismo sino al Islam como tal, no harán otra cosa que alentar la propaganda de los jihadistas, cuyo objetivo es convencer a todo el mundo musulmán de que Occidente es enemigo no sólo de los jhadistas sino del Islam como tal y de todos los musulmanes, y que por tanto debe ser destruido. En el diálogo entre el Islam y el mundo occidental liberal –un diálogo que es vital para que la sobrevivencia del mundo–, la Iglesia tiene un papel crucial que jugar y una gran oportunidad para ello, porque comparte muchos valores con ambos mundos, que por otra parte son incapaces de comprenderse entre sí. En este sentido, valoro mucho la postura adoptada por el papa Francisco y sus esfuerzos en este ámbito.

¿Podría compartir sus puntos de vista sobre las principales cuestiones a las que el movimiento ecuménico debe hacer frente en nuestros días?
Espero que el aniversario de la Reforma ayude a profundizar la conciencia de que el cristianismo existe en tres formas que lo enriquecen y que son mutuamente compatibles, mutuamente complementarias y mutuamente enriquecedoras: la tradición latina de Roma, la tradición del cristianismo oriental y la tradición de la Reforma. La “catolicidad” es un objetivo escatológico al que las tres corrientes deben caminar, apoyándose unos con otros fraternalmente. Creo que un modelo en que podemos inspirarnos es el de la coexistencia de varias comunidades monásticas con diferentes acentos en términos de espiritualidad, teología y práctica. ¿Qué figura ofrecería la Iglesia católica si los jesuitas dijeran que los franciscanos ya no tiene un lugar en la Iglesia, o si los franciscanos dijeran lo mismo sobre los jesuitas? En la personalidad del papa Francisco podemos encontrar que es posible una fructífera síntesis entre ambas tradiciones ¡aun en una misma persona! Muchos de mis amigos protestantes me dicen que ya no son más “protestantes”, porque ya no necesitan protestar contra un Papa como Francisco. El papa Francisco se ha convertido en una autoridad moral y espiritual inspiradora, que trasciende no sólo las fronteras de las iglesias cristianas, sino también las fronteras del cristianismo. Él representa una esperanza y una inspiración para “las personas de buena voluntad”, cualesquiera que sean sus raíces culturales.

¿Qué signos provenientes de la tradición husita están vigentes en la República Checa?

En la República Checa una minoría de la población declara abiertamente su adhesión a las iglesias cristianas, pero un 90% de esa minoría se manifiesta como miembro de la Iglesia católica. Las iglesias protestantes y la pequeña y envejecida Iglesia Hussita Checoslovaca, que emergió desde el modernismo católico después de la primera guerra mundial, representan una pequeña minoría. Sin embargo, Jan Huss y el hussitismo se encuentran entre los símbolos tradicionales de la Nación. No obstante, es preciso distinguir entre Huss como una persona moral (respetada por muchos católicos) y la teología hussita (que es poco conocida hoy en día) por una parte, y Huss como símbolo. A lo largo de la historia, sobre aquel símbolo fueron proyectadas distintas ideas. En el siglo XIX lo convirtieron en un nacionalista, mientras que los comunistas hicieron de él un revolucionario social. El abuso de Huss y del hussitismo por parte de la ideología comunista hizo mucho daño a la conciencia de las jóvenes generaciones de checos. De interés, desde un punto de vista puramente teológico, es la corriente moderada del hussitismo tardío, conocida como utraquismo, que sobrevivió por varios siglos en una pacífica tolerancia y simbiosis. En muchos aspectos (como la liturgia y su comprensión de la dignidad del laicado) representó un anticipo de las reformas que eventualmente serían aceptadas por la Iglesia católica en el Concilio Ecuménico Vaticano II. El período de tolerancia fue interrumpido durante la Guerra de los Treinta Años, que comenzó en Bohemia en 1618 y que devastó y dividió a Europa.

¿Cómo describiría las principales características de la Iglesia católica contemporánea? ¿Cuáles han sido los cambios principales que pueden percibirse en la manera en que la Iglesia es dirigida por un Papa que viene “desde el fin del mundo”?

Aunque la Argentina, Brasil y el conjunto de América latina están lejos de Europa, no los percibimos como “el fin del mundo”. Es obvio para nosotros que el corazón del mundo católico ahora está localizado allí. Quedé encantado con la elección de un latinoamericano y jesuita (e inmediatamente lo comenté en la televisión checa) y cada vez que observo las iniciativas reformistas, ecuménicas e interreligiosas de este Papa crecen mi entusiasmo y cálido afecto. Francisco ya ha superado a sus dos grandes y honorables predecesores en lo relativo a su significado para la Iglesia y el mundo de hoy. Mi único temor es que la respuesta a las palabras y acciones de Francisco puedan quedar como la idolatría superficial de un “pontífice sonriente, progresista y sin pretensiones”. Así como las reformas del Concilio Vaticano II “no cayeron del cielo”, sino que fueron el fruto del trabajo de enteras generaciones de teólogos sobresalientes, también los esfuerzos reformadores del Papa necesitan un intenso y profundo soporte intelectual y espiritual. Personalmente no sólo rezo constantemente por él (como constantemente nos pide y como él mismo me lo pidió durante nuestro breve encuentro con ocasión de la audiencia general en la plaza de San Pedro, a la que fui invitado después de recibir el premio Templeton). Siento que es mi deber acercar teólogos, filósofos y sociólogos de diferentes países para reflexionar ulteriormente sobre los impulsos reformistas de Francisco; he conversado al respecto con muchos teólogos, científicos sociales y obispos no sólo de Europa, sino también de los Estados Unidos, Australia, Asia y África. Con el apoyo de la Fundación Templeton, he logrado formar un equipo internacional que trabaja en un proyecto de investigación sobre “El futuro de la religión en Europa Central y Oriental” y, habiendo sido elegido como vicepresidente del Consejo para el Estudio de Valores y Filosofía en Washington, he propuesto expandir este proyecto de investigación en los próximos años en cooperación con la citada institución internacional. El Papa no sólo espera el apoyo de la oración sino también necesita del trabajo intelectual sistemático de especialistas de varias áreas, de manera que su impulso reciba más reflexión y desarrollo para ser puesto en práctica. Para desarrollar los impulsos y las ideas de reforma del papa Francisco debe crearse un movimiento espiritual e intelectual que contribuya a la reforma y vitalidad del cristianismo y su misión en el mundo de hoy, algo análogo a lo que se logró con los seguidores de San Francisco y de San Ignacio.

¿Qué otros cambios serían necesarios?

Juan Pablo II y Benedicto XVI pusieron fin a un digno capítulo en la historia del cristianismo. Con Francisco comienza una nueva etapa, o para decirlo con más prudencia, podría comenzar dadas ciertas circunstancias. La cuestión central en la época precedente era el reconocimiento de la modernidad: se trataba de no aceptarla en forma acrítica, de no ser absorbidos por ella, pero por otra parte, se procuraba no ser determinados negativamente por la modernidad y no crear una “contra cultura”. La Iglesia con frecuencia se encerró en el extremo opuesto. Por ejemplo, el énfasis exagerado en la moral de la sexualidad, que fue una reacción instintiva a la revolución sexual de los años ‘60. Es comprensible que haya generado la reacción, ¡pero habría que haber mirado con más atención la propia casa! Luego siguió el destape de los escándalos sexuales. La Iglesia, que había convertido el sexto mandamiento en el primero, fue tachada de ser una institución sexualmente pervertida. Ahora el enfrentamiento con la modernidad ya ha terminado y dejó de ser una cuestión vigente. Lo más importante, en cambio, son los problemas vinculados al proceso de globalización y las reacciones que suscita. El papa Francisco ha puesto un nuevo énfasis en la caridad, la solidaridad, la responsabilidad por la creación, el cultivo de la conciencia y el coraje de ser creativos, que habían quedado bajo un cono de sombra. Si redescubrimos las raíces profundas del cristianismo podemos sentirnos libres respecto del mundo moderno y posmoderno, no necesitamos siquiera crear una “contra cultura” o aceptar acríticamente la cultura ambiente. Podemos enriquecer al mundo redescubriendo el poder del Evangelio. En el mundo de hoy, los “instalados” van desapareciendo rápidamente, mientras crece el número de los “buscadores”. Repito: el futuro de la Iglesia depende del grado en que sea capaz de atraer a los buscadores. La Iglesia (todavía) sigue dedicándose casi enteramente en los instalados (actividad pastoral tradicional) y en algunos casos trata de convertir a los buscadores en instalados lo más rápidamente posible. Pero junto a esas dos formas de servicio, será necesario desarrollar una tercera: “acompañando a los buscadores”, en diálogo y con respeto, a fin de que puedan descubrir que vivir con fe es un camino, que nosotros también seguimos siendo “buscadores”; que la Iglesia es una communio viatorum, una comunidad de peregrinos. El cristianismo, entendido como un “legado de los padres” trasmitido mecánicamente perdió su biosfera social y cultural y ya no tiene raíces y vitalidad. Para ser cristiano hoy en día y pasar el examen como cristianos en el mundo de hoy se requieren tres cosas: primero, ”navegar mar adentro”, desarrollando el arte de una vida espiritual, una búsqueda contemplativa de la presencia de Dios en la propia vida (“encontrando a Dios en todas las cosas”); segundo, educarse a sí mismos en la fe, repensando la fe para hacerla compatible con la propia educación y visión del mundo, encontrando un lenguaje adecuado con el que poder testimoniar de una manera comprensible a quienes lo rodean a uno; y tercero, dando testimonio de la propia fe a través de una conducta moral en la sociedad, incorporando creativamente el Evangelio en las opciones cívicas. Las instituciones cristianas, parroquias, comunidades monásticas, movimientos, etc. deberían tomar como ejemplo el ideal de la universidad medieval, que era una comunidad de vida, aprendizaje y oración, donde la gente buscaba la verdad a través de la discusión y tenía presente el principio contemplata aliis tradere, ofreciendo a otros el fruto de su contemplación. Cuando vemos reducirse el número de sacerdotes y la alarmante situación en muchos países donde para muchos creyentes la celebración de la Eucaristía no es fácilmente accesible, parecería que es preciso adoptar medidas drásticas, como incrementar el número de sacerdotes mediante viri probati, hombres con matrimonios consolidados y abriendo el servicio diaconal a mujeres aprovechando sus carismas. Lo importante es que estas ideas no son un tabú para el papa Francisco.

¿Qué valores presentes en la Carta 77 han sido alcanzados y cuales todavía están en falta?

El movimiento de disidentes que proclamó el manifiesto Carta 77 contra el régimen comunista agrupó varias corrientes de la oposición: los que proponían la democracia liberal, los cristianos y los intelectuales de izquierda que habían roto con el Partido Comunista. El movimiento me hizo recordar la posición de los primeros cristianos con relación a la esclavitud. Los cristianos no organizaban levantamientos violentos como la rebelión de Espartaco, pero alteraron el clima de las relaciones interpersonales de tal manera que la esclavitud ya no sería posible a largo plazo; el esclavo era un hermano. Recordemos la carta de San Pablo a Filemón. Carta 77 no invitaba a la revolución sino a que los ciudadanos comenzaran a actuar como personas libres en un ambiente sin libertad. Abogó ante el régimen a fin de que tomara en serio las leyes que se había comprometido a respetar en el marco de convenciones internacionales. Las principales figuras de Carta 77 –en particular Vaclav Havel, con quien fuimos amigos durante cuarenta años– con el tiempo se convirtieron en los emblemas de la victoria sobre el comunismo y la restauración de la democracia en los años ‘90. Desgraciadamente, dos de los sucesores de Havel en la presidencia, Václav Klaus y Miloš Zeman, encarnan una filosofía política diametralmente opuesta y ahora forman parte de la ola populista que invade la Europa post comunista y se suma a los políticos problemáticos como Orbán en Hungía y Kaczyński en Polonia. Sin embargo, para la juventud y los intelectuales de orientación democrática pro occidentales y pro europeos, Havel y los ideales de Carta 77 siguen siendo una fuente de inspiración, aunque vivamos en tiempos diferentes.

¿Qué enseñanzas de la “Academia Cristiana” podrían ser fuente de inspiración para otros medios culturales?

A la República Checa se la considera como uno de los países más secularizados del mundo. Estoy muy satisfecho de que Dios me haya colocado en una situación donde la fe es algo que no se da por supuesto. Hemos puesto mucho énfasis en que la gente crea en Dios y hemos dejado de lado una cuestión mucho más importante: ¿en qué Dios creen ellos? Muchos de los que se consideran a sí mismos como ateos, en realidad lo que rechazan es una caricatura patológica de Dios, y yo estoy completamente de acuerdo con ellos. Soy el responsable de dos instituciones en la República Checa: la Academia Cristiana y la Parroquia Académica en Praga. En ellas intentamos vivir el modelo de iglesia al que me refería: buscando juntos por medio de la libre discusión. Tratamos de ser creativos, particularmente vinculando la cultura y el arte contemporáneos. El arte contemporáneo es para nosotros un medio que articula preguntas para las que buscamos respuestas. Durante los 27 años transcurridos desde la caída del comunismo, existen vivaces centros de la Academia Cristiana Checa en todas las grandes ciudades del país. En la Parroquia Académica en Praga, alrededor de 1500 adultos –gente con educación superior– se han incorporado a la Iglesia y bautizado después de dos años de preparación catequética. Crece año tras año el número de los que quieren bautizarse y asisten a misa. Una parte esencial de nuestra actividad pastoral consiste en los ejercicios espirituales y la introducción al arte de la contemplación y una actitud contemplativa ante la vida. Esto es posible aun en el medio de un país donde muchas iglesias están vacías y donde sólo un pequeño porcentaje de la población declara su pertenencia a la iglesia. Es necesario preguntarles a creyentes y no creyentes en qué Dios creen y en qué Dios no creen. Y mostrarles que el Dios del que habla la Biblia conduce al camino de la liberación. En mi trabajo teológico me he propuesto crear una nueva disciplina socioteológica: la Kairología contemplativa, que hace una “lectura de los signos de los tiempos”, una hermenéutica teológica de la cultura y la sociedad contemporáneas. Dios nos habla no solamente a través de las Escrituras y la tradición, sino también por medio de los acontecimientos del mundo de hoy. Debemos escuchar atentamente lo que Él nos está diciendo e interpretarlo responsablemente.

 

Tomáš Halík nació en Praga en 1948 y fue ordenado sacerdote en Alemania en 1978, en plena Guerra Fría. Actualmente es el párroco de la Iglesia de San Salvador en Praga, al tiempo que responsable de la Academia Cristiana que allí tiene su sede. En un contexto social donde muy pocas personas se manifiestan creyentes, es notable la labor pastoral de Halik, especialmente entre los jóvenes. Es licenciado en Teología por la Universidad de Letrán en Roma y doctorado en Sociología por la Universidad de Carlos en Praga. Ha recibido distinciones en las Universidades de Oxford y Harvard y recibió los premios Guardini (2010) y Templeton (2014) y semanas atrás, el “Per artem ad Deum”, otorgado por el Pontificio Consejo para la Cultura por su apoyo al diálogo intercultural. Entre sus obras se destacan Paciencia con Dios (editada en español por Herder) y La Noche del Confesor, ambos reseñados oportunamente en Criterio.

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