La inagotable magia de Jiří Brdečka

A comienzos de julio se desarrolló en República Checa la 52 edición del Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary. El encuentro –señero de aquellos desarrollados detrás de la entonces “cortina de hierro”– convoca a lo más granado del cine internacional, con varias figuras de Hollywood (Uma Thurman, Casey Affleck, Jeremy Renner y el compositor James Newton Howard), una programación propia de calidad y del circuito de festivales con nombres como François Ozon, Fatih Akin, Claire Denis, Sofia Coppola, Jonas Carpignano, Michael Haneke, Hong Sang-soo, Sergio Castellitto, John Cameron Mitchell, Amir Naderi, Amat Escalante, Aki Kaurismäki, Stéphane Brizé, Sergei Loznista y Trudie Tyler.
En el territorio de los rescates de nombres un tanto olvidados, Karlovy Vary reserva espacio para la presentación de calificadas retrospectivas. Este año uno de esos espacios se reservó para el director de los ‘60 Jiří Brdečka –su guión para Limonade Joe de Oldřich Lipský, rebautizado en la Argentina como Joe, cola loca, fue furor en virtud de su desopilante y ocurrente narrativa–, uno de los pilares del siempre renombrado cine de animación checo. Su muerte en 1982 a los 65 años y los vaivenes políticos de su país en tiempos del comunismo contribuyeron a su olvido. Este festival, junto al Narodni Filmov Archiv, rescató gran parte de su producción.
La relación del cine de Brdečka con la Argentina se remonta a tiempos del Festival de Cine de Mar del Plata de los ‘60, donde de manera consecutiva sus cortos Pozor! y Rozum a cit obtuvieron el premio al mejor cortometraje en 1962 y 1963. Pero si algo distinguió al animador fue su prolífica labor en ese pequeño formato: 35 películas de animación (ninguna de ellas superior a los 20 minutos de duración), realizadas desde 1948 de manera individual.
Su vida resume los vaivenes del siglo: nacido en 1917, salvó su vida de milagro mientras sonaban los cañones de la Primera Guerra Mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis fundaron en la Chequia anexada los estudios de animación que luego de la guerra y con el comunismo en el poder fueron nacionalizados, convirtiéndose en usina de una impresionante producción. Las influencias de Brdečka incluían al satírico pintor británico Aubrey Beardsley pero también al escritor romántico Gerard De Nerval. Seguramente el influjo de su padre (el escritor Otakar Brdečka) haya contribuido a su primera etapa como periodista y a su mirada humanista, que plasmó en ocurrentes e irónicas apreciaciones sobre el mundo. Su inmenso talento creativo también contribuyó en films de Karel Zeman, como en Una invención diabólica, basada en Julio Verne, o la ocurrente versión checa de las aventuras del Baron de Munchausen. Animador de fuste e impar guionista, en el año de su centenario, el cine de Jiří Brdečka reluce como aquellas gemas que perduran a través de los tiempos.

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