Dos valiosos testimonios del Festival de Cine de Mar del Plata

Diálogos con el cineasta y activista chino Ai Weiwei (presentó su película Marea humana) y con Claude Lelouch, uno de los esperados invitados para las Charlas con Maestros del Festival.

Son dos voces de jerarquía en el panorama mundial y sus presencias han tenido infinitas resonancias en la Argentina en las últimas semanas. Del cineasta y activista chino Ai Weiwei puede verse en PROA una interesante y nutrida exposición, y en los cines argentinos, Marea humana, la película con la cual denuncia el circuito del flujo migratorio global cada vez más preso de tragedias colectivas. El otro es uno de los directores más afamados de la historia del cine francés, con dos películas de alto impacto –también en la Argentina– como Un hombre y una mujer, y Los unos y los otros. Claude Lelouch visitó la última edición del Festival de Cine de Mar del Plata. Junto a la tragedia retratada por Weiwei se suceden imágenes de gran esplendor visual, pero Marea humana no busca conmover sino reflexionar sobre algunas constantes de nuestro tiempo: “El año pasado la mayoría de mis exhibiciones tuvieron que ver con el tema de los refugiados. Y en el futuro habrá más, porque mis trabajos se vinculan con la condición humana y la libertad de expresión”, dice al recordársele Law of the Journey, una patera de 70 metros y 258 figuras inflables exhibida este año en el Veletržní palác de Praga. Algo sorprende en el film de Weiwei y es su mirada directa que roza la tragedia, pero nunca se convierte en melodrama y evita con sutileza los golpes bajos. Los ojos rasgados no ocultan su mirada profunda al momento de responder, de manera pausada y reflexiva. No importa que a pocos metros una decena de periodistas brasileños de los medios más importantes lo estén esperando. Weiwei maneja el tiempo de las respuestas y crea un halo privado que no permite interrupciones. “Cuando empiezo a trabajar no sé cuándo voy a parar y hasta dónde voy a llegar. Siempre tengo un equipo para documentarlo todo porque a veces necesitamos pruebas, por ejemplo, contra la policía, en una oportunidad en que vinieron a golpearme. Hay fotos y filmaciones de lo sucedido. También hacemos muchas entrevistas porque soy como un periodista; he hecho cientos y cientos de reportajes, los subí a internet y han generado amplias discusiones”.

Previo a su Masterclass en la ciudad donde 52 años atrás recibió su primer premio internacional como Mejor Director por Una chica y los fusiles, dialogamos con Claude Lelouch, quien reconoce un mapa de las artes distinto al del realizador chino: “La lista es impresionante e infinita porque cada vez que veía una película me enamoraba más del cine. Mi primer deslumbramiento fue Chaplin, luego los westerns y las comedias musicales norteamericanas. Después Cassavetes y Woody Allen, y todo el cine francés, que amo profundamente, y considero hoy en día el mejor cine del mundo. Es una lista que no puedo definir porque cada vez que veo una buena película influye mi manera de filmar”.

Consultado sobre si su vínculo con Mikhail Kalatózov, el director de Pasaron las grullas, fue importante en su formación, afirmó: “Él me dejó hacer un making-of de esa jornada de rodaje. Observando trabajar a Kalatozov decidí ser director de cine; hasta ese momento sólo pensaba en ser cameraman de actualidad. Ese día me pregunté: ‘¿Quién es el actor principal? ¿La cámara o el protagonista?’, y decidí que fuera la cámara. Entendí que había una relación secreta e importante entre el actor y la cámara, y en ese vínculo iba a trabajar el resto de mi vida. Gracias a esa película, en plena guerra de Argelia ingresé al famoso departamento de cine del Ejército; esa fue mi escuela y donde aprendí el oficio”.

Pero usted dijo también que cualquier persona puede ser director por el sólo hecho de mirar…

El cine es un arte natural: nuestros ojos son las mejores cámaras del mundo, nuestras orejas son los mejores micrófonos y la memoria la mejor montajista. Todos filman en todo momento, la cuestión es encontrar quién filma mejor que otro. La pantalla grande está reservada a quien filma mejor, pero hoy en día con el móvil todo ha cambiado; mi próxima película la filmaré con el celular. Es magnífico lo que pasa hoy, es un gran momento para el cine. El problema del cine es como el de un restaurant: no está mal pero no es excelente, porque la exigencia hoy es mucho más alta.

En el ’68, cuando se dio el conflicto de la Cinemateca Francesa por la remoción de Henri Langlois, usted tuvo un rol decisivo junto a ciertos referentes de la Nouvelle Vague y Cahiers du Cinéma.

Quería y admiraba a Langlois, y lo defendí, pero no a la Nouvelle Vague. Yo era muy amigo de Truffaut y Godard, pero el éxito de Un hombre y una mujer los irritó. La Palma de Oro, el Oscar, el Golden Globe fue demasiado para ellos. Soy un hombre positivo y la crítica es negativa por naturaleza. Los críticos quieren a los hombres que pretenden cambiar el mundo; mis personajes quieren disfrutar del mundo y de la vida, aman el presente y son personajes simples. Los críticos aman a personajes que no quieren a la vida. Prefiero al público por sobre los críticos. Con buenas críticas no hubiera hecho 47 películas; con el público sí pude.

El amor y la mujer están muy presentes en su cine. ¿Por qué es tan importante el rol femenino en la construcción de sus historias?

El amor es lo que da sentido a la existencia, es el único momento en el cual los hombres son sinceros y generosos. Todo el resto es demagogia, sólo el amor y la amistad valen. El tópico más importante de la humanidad es el amor y merece que consagre mi trabajo a ese tema. El problema del amor es que es efímero. Pero el único momento en el que la gente es feliz es cuando están enamorados. Al principio el amor y el sexo se llevan bien y todo es formidable, pero rápidamente el sexo se vuelve celoso del amor porque éste puede hacer abstracción del sexo. Y ahí se hace interesante el tema, porque todo lo que hacemos es para que nos quieran.

Otro elemento es la representación, el cine dentro del cine, el music-hall, el cabaret. ¿Por qué está todo el espectáculo representado en su cine?

Me interesa todo. Intento comunicar que amo la vida y quiero que la gente también la ame porque es extraordinaria. Los intelectuales nos tratan de hacer creer que la vida es triste y no es cierto. Tengo 80 años y no me aburrí nunca. Obvio que hay problemas, pero vivimos en un mundo maravilloso. Nos hacen creer lo contrario: no estoy de acuerdo con la mayoría de las teorías que circulan actualmente, y espero tener fuerzas para hacer tres o cuatro películas más en este sentido.

A partir de su nombre es inevitable recordar las melodías de sus películas…

La música es muy importante, quizás aún más que el cine, porque es el idioma de Dios y se comunica con nuestra parte irracional, mientras el libro le habla a nuestra inteligencia. Cada uno de nosotros tiene una pelea entre su parte racional y la irracional; la primera nos dice que somos mortales y la segunda, que estaremos acá para siempre. Todas las escuelas del mundo están acá para desarrollar la parte racional y no hay una sola que desarrolle la parte irracional, que para mí es la más importante.

Usted escribió los guiones de casi todas sus películas pero hizo una única adaptación: Los miserables de Víctor Hugo. ¿Por qué?

Es el libro más importante de mi vida y tuve la audacia de adaptarlo porque Víctor Hugo ya no estaba y me tomé todas las libertades. Quería contar la historia en el contexto de la Segunda Guerra Mundial porque pienso que esa época fue aún más miserable que la de la novela. Los miserables son inmortales, siempre están ahí. Por otro lado, tener un actor que hace dos personajes implica tomar distancia del libro y respetar la obra de Víctor Hugo. Mi interés fue intentar dar a conocer su obra entre quienes nunca la leyeron; ese es el verdadero tópico de la película. Y es más interesante aún bajo la ocupación, cuando yo conocí a los miserables con mi madre.

¿Cómo sucedió?

Éramos buscados por la Gestapo alemana. Una noche, en un tren en Dijon, hubo un control de policía y obviamente los papeles de mi madre eran falsos. Cuando el inspector los vio nos detuvo y cuando estábamos a punto de bajar del tren, mi madre se sacó el reloj y se lo dio; entonces él nos dejó sentarnos otra vez. Esa noche, en el tren –yo era pequeño y no sabía leer ni escribir–, mi madre me contó Los miserables.

¿Que recuerda sobre su gran clásico Los unos y los otros?

Fue un éxito mundial. Es un film sobre mi memoria, sobre la guerra, la música, la generosidad, el amor; es una película que no teme a los sentimientos porque con esos sentimientos fuertes se construyó el mundo. Explica a los unos y los otros la importancia de la generosidad y la honestidad. En un mundo de horrores siempre hay perlas para salvar.

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?