A propósito de la tragedia del submarino

En una columna de Antonio Battro, consultor de CRITERIO, publicada en La Nación, explicaba que las ciencias biológicas y las humanas coinciden en afirmar que la guerra nace en nuestras mentes, es una construcción social más que un imperativo natural, un comportamiento adquirido, nunca un instinto. Por ello consideraba necesario preparar a las nuevas generaciones para la paz y la no violencia, desde la escuela; es decir, educar a los jóvenes para la paz. Y se preguntaba qué puede hacer un educador en tal sentido.
Ante todo, decía, debe explicar que el ser humano no tiene instintos guerreros, no hay nada biológico que lo impulse a destruir al enemigo; su cerebro no contiene sustancias agresivas que condicionen su comportamiento; por el contrario, el comportamiento más universal de la especie humana es cuidar al semejante; de no ser así habríamos desaparecido como especie biológica. Las conductas solidarias son más frecuentes que las egoístas; es en el plano ideológico y no en el biológico o sociológico donde se incuban odios y guerras; no son el fruto de una herencia inexorable; son invenciones culturales, productos históricos que se pueden modificar con la educación.
En este punto Battro recordaba a Juan Bautista Alberdi que, en su libro El crimen de la guerra (1868), decía: “Formad al hombre de paz, si queréis ver reinar la paz entre los hombres”, expresión que se contrapone al consejo repetido por siglos: “Si quiere la paz, prepárate para la guerra”.
Sin embargo, está tan arraigada la idea de que la paz sólo se logra a través de la defensa militar, que sería necesario extender dicha educación a todos los ámbitos, no sólo al escolar. A ello nos referimos en nuestro último artículo (CRITERIO N° 2442), cuando manifestábamos la necesidad de educar a los que mandan y aspirar a que quien se postula a conducir una nación, tenga una cierta formación en lo atinente a la paz.
El año último la Argentina vivió una dramática experiencia con un submarino, que costó la vida de sus 44 tripulantes. Fue una gran tragedia derivada de un medio de combate. De inmediato surgieron conclusiones, coincidentes en incrementar el gasto militar ante la situación vivida.
Los submarinos vigilan nuestros mares. El ARA San Juan se indica que es un “submarino de ataque”, pues está diseñado para destruir otros submarinos o buques de superficie. Seguramente, a raíz de lo ocurrido, se destinarán más recursos para estas naves y para las Fuerzas Armadas.
¿No hay otra forma de resolver los conflictos? ¿Hay algo más contrario a un diálogo de paz que sumergirse en el agua para no ser visto, esquivando el encuentro con el otro para matarlo si fuera necesario? ¿No puede la capacidad diplomática, el Ministerio de Relaciones Exteriores y no el de Defensa, tratar con el país de donde proviene el conflicto y resolverlo de otro modo? Son muchos siglos de enfrentar las diferencias con armas, con inteligencia militar.
Se habla del legítimo derecho a la defensa. Alberdi destacaba que el derecho de defensa es muy legítimo “pero tiene el inconveniente de confundirse con el derecho de ofensa, siendo imposible que el interés propio no crea de buena fe que se defiende, cuando en realidad ofende; sólo el neutral –concluye Alberdi– puede ser juez capaz de discernir sin cegarse, quién es el ofensor y quién el defensor”.
Más aún, suele ser común considerar un héroe a quien vence por las armas, matando seres humanos. Alberdi lo decía con claridad: “Es el más condecorado, el que ha quitado más vidas en la tierra”.

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?