El Gaucho Martín Fierro (1873) de José Hernández busca reflejar la mentalidad y las condiciones de vida de habitantes rurales del siglo XIX. Para nosotros es una obra clásica que describe vivencias y experiencias que son comunes a los argentinos y a las sociedades de todos los tiempos. Aquí quisiéramos destacar uno sus contenidos, la denuncia de la corrupción, entendida como el manejo que hacían ciertos funcionarios públicos en pos de su beneficio privado. Hernández se enfocó en la cuestión tal como era percibida por el gaucho bonaerense en su vida cotidiana y por ende no consideró pertinente señalar los grandes negociados de los gobiernos nacionales o provinciales en las compras estatales o en la contratación de obra pública. Se concentró más bien en los manejos de las autoridades políticas locales y de los jefes de las unidades militares en la frontera. Ambos ámbitos afectaban significativamente la vida de los habitantes de la campaña, ejemplificada a través de la figura y desventuras del gaucho Fierro. El cuadro que presenta parece ser razonablemente fidedigno, según puede inferirse de la interesante compilación de documentos de la época presentada por el historiador Eduardo Míguez (El Mundo de Martin Fierro, 2005).

El primer destinatario de las críticas de Hernández es el conjunto de los jueces de paz, autoridades locales con funciones policiales y judiciales, designados por los gobiernos provinciales. Claramente muchos de estos funcionarios se aprovechaban del poder que detentaban para obtener beneficios y hacer exacciones a costa de la población. Para mantener sus puestos necesitaban, en primer lugar, garantizar que sus partidos fueran los ganadores en las elecciones. Para lograr este objetivo presionaban o forzaban a los paisanos bajo su jurisdicción a elegir a sus propios candidatos. Los jueces de paz perseguían a los pobladores que no asistían a los comicios o a aquellos que aparecían portando boletas de otros partidos, y se las arrebataban. Por todo ello, según el poema, resultaban elegidos los peores candidatos:

Ricuerdo que esa ocasión
daban listas diversas;
las opiniones dispersas
no se podían arreglar:
Decían que el Juez por triunfar
hacía cosas muy perversas.

Cuando se riunió la gente
vino a ploclamarla el ñato;
diciendo con aparato
«que todo andaría muy mal;
si pretendía cada cual
votar por un candilato.»

El anhelo de Fierro era el derecho a votar libremente. Así declama: “Mande el que mande, yo he de votar a quien quiera”. Claro que cuando un individuo ejercía este derecho corría el riesgo de ser castigado y enviado a la frontera. Entre los hechos delictivos vinculados a los funcionarios estaba el de asociarse con criminales para despojar a los lugareños. Así lo marca el texto:

Decían que por un delito
mucho tiempo andubo mal;
un amigo servicial
lo compuso con el Juez,
y poco tiempo después
lo pusieron de Oficial.

En recorrer el partido
continuamente se empleaba.
Ningún malevo agarraba
pero traía en un carguero,
gallinas, pavos, corderos
que por ay recoletaba.

Otra práctica de los jueces de paz o sus asociados era la de aprovecharse de la custodia de los bienes de huérfanos mediante la designación de administradores expoliadores. Asimismo, tenían la facultad de elegir a aquellos pobladores destinados a la frontera. En lugar de hacerlo aleatoriamente, escogían a quienes no consideraban de su confianza, a los que no votaban a su partido o a los que no aceptaban sus arbitrariedades.

La segunda instancia de corrupción se daba en los fortines. A los gauchos se los obligaba a enrolarse en la milicia, debiendo servir en unidades de la frontera durante un largo e impreciso periodo. Muchos no cobraban el sueldo estipulado, y se puede deducir que sus remuneraciones “se perdían” por alguna parte. En el caso de Martín Fierro, no le abonaron su salario durante dos años. Por otra parte, la corrupción existente en los fortines afectaba la alimentación de los soldados. Aunque se adquirían alimentos para el rancho, los jefes hacían facturar a los proveedores por una cifra mayor a las vituallas recibidas, quedándose con la diferencia:

Decían que estaban de acuerdo
la Bruja y el provedor,
y que recebía lo pior…Puede ser, pues no era lerdo.
que a más en la cantidá
pegaba otro dentellón,
y que por cada ración
le entregaban la mitá.
Y que esto, lo hacía del modo
como lo hace un hombre vivo:
firmando luego el recibo,
ya se sabe, por el todo.

Dentro del cuartel, los oficiales y suboficiales iban sustrayendo parte de los alimentos adquiridos para los soldados hasta que a los reclutas sólo les llegaban migajas. Con humor, dice Martín Fierro, que cada nivel militar repetía un viejo dicho popular al sustraer la comida para los milicianos:
“-Araña, ¿quién te arañó? -Otra araña como yo”.
Por otra parte, las autoridades militares hacían trabajar a los soldados en sus propias estancias y chacras, sembrando, haciendo corrales y construyendo con adobe. Las municiones que se adquirían para los soldados nunca terminaban siendo utilizadas para los enfrentamientos con los indígenas. Eran vendidas privadamente por los comandantes a los cazadores de la zona. A los soldados se les daban lanzas y no las armas de fuego que debían ser provistas. El comandante incluso se apropió del caballo de Fierro, un animal envidiable que se destacaba por su velocidad en las carreras. Así se resumía la corrupción en los fortines:

Yo he visto en esa milonga
muchos Gefes con estancia,
y piones en abundancia,
y majadas y rodeos;
he visto negocios feos
a pesar de mi inorancia.

Hernández termina solicitando que el servicio de milicia se haga con soldados contratados, debiéndose dejar de imponer a la población ese trabajo forzado: “Si el Gobierno quiere gente, que la pague y se acabó”.

En toda la obra domina un tono pesimista en cuanto a esta situación general. La corrupción va afectando la ética de los individuos: en el caso del Martín Fierro lo lleva a convertirse en criminal y posiblemente asociado a los indígenas en los malones. Poca reforma podía esperarse de la iniciativa de los gobernantes, quienes en la terminología actual eran incansables buscadores de rentas, como dice el Moreno en la payada final:

los que la gobiernan ven
a dónde han de dar el tajo.
le cai al que se halla abajo
y corta sin ver a quién.


mas yo soy un negro rudo
y, aunque de esto poco entiendo,
estoy diariamente viendo
que aplican la del embudo.

La ley del embudo hace referencia a que quien tenía poder se quedaba con todo y el que no lo tenía, con nada. El tono fatalista del poema, creemos, tiene su lado positivo: describe una situación nefasta que debía reformarse. Su permanente lectura tiene por ello una gran utilidad dada la continuidad histórica de los saqueos a los bienes públicos en nuestro país. Nos marca que debe existir un cambio no sólo legal o de administración de la justicia, sino también cultural. Para lograrlo nada mejor que releer y releer nuestro gran texto nacional.

El autor es Profesor del Instituto Universitario ESEADE

1 Readers Commented

Join discussion
  1. Deabi on 1 julio, 2021

    Me fue muy útil la info. Me cuesta leer el Martín fierro por sus expresiones pero esto que et escrito en esta página me ayudó bastante a entender !!! Que buen análisis!

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?