La economía argentina en la coyuntura de una pandemia

Es innegable que la economía mundial está sufriendo fuertes conmociones a raíz del triste fenómeno del coronavirus. Nuestro país no escapa a esas repercusiones, aunque, como siempre, con características especiales que escapan a la comprensión de analistas dominados por preconceptos ideológicos.
Un ejemplo es el mensaje del ex presidente Mauricio Macri, que saluda con optimismo la interconexión creciente entre los pueblos, sin análisis de inventario. Por supuesto que el crecimiento de las relaciones comerciales, la difusión del conocimiento y la protección de los derechos humanos son elementos positivos y que han contribuido al crecimiento del bienestar. Pero la política económica de su Gobierno falló por aplicar, sin mayor examen y análisis a la realidad nacional, los mecanismos automáticos de la intercomunidad financiera.
Si queremos encontrar las herramientas para manejar la crisis en que vivimos en forma crónica, amplificada ahora por los efectos de la pandemia, tenemos que abrir nuestras mentes a razonamientos y estudios de campo, dejado lado la aplicación indiscriminada de fórmulas pre-elaboradas. Aun las sociedades más abiertas y liberales se ajustaron a los términos de la economía de guerra cuando la necesidad los obligó.
Permítasenos presentar algunos aspectos salientes de la situación actual: la presión del problema de la deuda externa, la paralización de vastas ramas de la producción, la situación social de marginales y desposeídos, el mantenimiento del empleo, el déficit fiscal, el abastecimiento de artículos de primera necesidad, la protección de la salud, etc.
La deuda externa no puede condicionar el precario funcionamiento de nuestra economía. El clima internacional es favorable para hallar comprensión entre los acreedores y los poderes que influyen en ellos, y se irán generando antecedentes mundiales que pueden permitirnos cierto respiro, no por las teorías del actual y casi flamante Gobierno, que aspiraba a tener libertad para gastar en lo que le convenía, sino para mantener más o menos intacto nuestro tejido social.
El FMI ha dado un espaldarazo a nuestros negociadores al reconocer la inviabilidad de un tratamiento ortodoxo de nuestra deuda. Los fondos buitres deben mirar con cuidado una afirmación que, presentada en los tribunales del exterior, cancelan el concepto de haber comprado “de buena fe” bonos sin destino.
Es obvio que el Gobierno nacional no dejará de emitir lo necesario para mantener en lo posible activos los estímulos a la producción y a contener el descontento social aún latente. La baja de la recaudación y la extensión de moratorias y exenciones son ineludibles. No hay fórmula que pueda superar esta situación: las consecuencias inflacionarias serán en parte absorbidas por la capacidad ociosa existente; se trata de un precio inexorable que debemos asumir, pues otro remedio sería peor que la enfermedad. No habría que descartar que las provincias deficitarias vuelvan al recurso de la emisión de cuasi monedas.
El empleo sufrirá una caída importante, que no debería ser obstaculizada por duplicaciones de las indemnizaciones por despido, pues al quebrado poco se le puede exigir. Hay que hacer un sacrificio fiscal adicional para liberar a las empresas de costos que impiden ya no invertir, si no mantener sus planes productivos. Tengamos en cuenta que por el momento sólo el 20% de la población ocupada es pasible de adaptarse a las técnicas del home office. De una vez por todas, hay que eliminar el IVA a los productos de primera necesidad y los alquileres. También el abastecimiento imprescindible y las tarifas públicas accesibles deben sostenerse con medidas sutiles pero efectivas. Hay mucha hipocresías y desvíos en la aplicación de los subsidios a los más necesitados.
Hemos comprendido que debemos dedicar más recursos a cuidar la salud de los ciudadanos, y eso implica la necesidad de reencauzar ciertos presupuestos. La mejor señal sería la baja inmediata del costo de la política, en todos sus estamentos.
La coyuntura exige el dialogo entre los líderes, pero no fotos sino realidades concretas. La Mesa de Enlace Agropecuaria debe resignar justas aspiraciones y volver a la mesa de negociaciones, y el Gobierno nacional debe contener a su sector interno de exaltados ideológicos y aceptar las limitaciones de lo que se puede exigir sin desalentar.
Este diálogo podría fortificarse si realmente se puede constituir un Consejo Económico Social serio, no discursivo, presidido por un primus inter pares por conocimientos y experiencia. Deberíamos supeditar al análisis –no el veto– sobre las decisiones del BCRA, cuya independencia pueda fortalecer, con el tiempo, nuestra moneda, así como el proyecto de presupuesto nacional anual, y otras grandes medidas de política económica, entre ellas, el crecimiento del comercio internacional.
Quizás esta vez podremos extraer enseñanzas de la realidad implacable que nos circunda y echar las bases para un país equilibrado, próspero, en paz y democracia.

Jorge Lorenzut es Analista de Historia Económica

1 Readers Commented

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  1. RUBEN PERETTI on 27 mayo, 2020

    Deciá el Gral. Perón que si no se saca todo el pus de la herida y se llega al hueso, la herida no se cura, en la Economía de un país, pasa lo mismo.

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