En enero 2020 se realizó en Suiza el Foro Económico Mundial de Davos. El 53% de casi 1600 ejecutivos consultados, entendió que la economía anual crecería muy lentamente. En 2019, esa respuesta pesimista fue del 29%, y en 2018, del 5%. También en 2018, el 95% de ejecutivos argentinos confiaba en que les iba a ir bien; en 2019 confiaba el 50% y a comienzos de 2020, el 38%. En los registros latinoamericanos, la Argentina mostraba una de las perspectivas más sombrías de la región. Estas encuestas fueron realizadas antes de la pandemia.
Al asumir el nuevo Gobierno nacional, entre sus primeras medidas suspendió la ley de economía del conocimiento que debía entrar en vigencia en enero de 2020. En los meses posteriores, con la pandemia que generaba los peores indicadores económicos, no se anunciaron medidas o un programa innovador que alentara el crecimiento. La ley de economía del conocimiento precisamente tenía ese objetivo. Los países desarrollados, en cambio, promovían al sector del conocimiento con incentivos. Francia decidió impulsar a empresas tecnológicas, con 1200 millones de euros. Las principales del mundo, en los nueve primeros meses de 2020, incrementaron sus ingresos respecto de igual período de 2019: Apple (+4%), Alphabet Google (+9%), Microsoft (+13%), Facebook (+16%) y Amazon (+35%). Los ingresos de Zoom crecieron un 80%.
La Argentina, sin imaginación, optó por enfrentar la pandemia y su antigua recesión económica con emisión monetaria, pues la ley del conocimiento recién entró en vigencia en octubre 2020. Argencon, que nuclea a importantes empresas innovadoras, manifestó su desencanto con las modificaciones a la mencionada ley. Indicó que no mejorará la competitividad en el mercado global, pues se disminuyeron los incentivos a las compañías con gran potencial exportador. A mayor exportación, menor estímulo: la relación de los estímulos entre las pymes que venden a un mercado local y las grandes empresas que exportan internacionalmente, llega a ser de hasta 3 a 1. El descuento en el impuesto a las ganancias, que era del 60% para todas las empresas innovadoras, ahora será sólo para las pequeñas, reduciéndose a 40% para las medianas y a 20% para las grandes. Así, las mayores exportadoras con capacidad de generar empleo y divisas ven que los cambios introducidos en la ley las desfavorecen. Mercado Libre, la más grande empresa argentina, cuya cotización en el mercado de valores de Nueva York es comparable a la de las más innovadoras del mundo, sufrió además asedios sindicales, decidiendo su creador Marcos Galperin emigrar al Uruguay. Las exportaciones argentinas de servicios basados en el conocimiento, que crecieron de US$ 2900 millones (2006) a casi US$ 7000 millones (2018), ocupan el tercer lugar en el ranking exportador. Estas empresas emplean a 862.400 argentinos y proyectaron crear 144.000 nuevos puestos de trabajo en los próximos años.
Es frecuente escuchar que el problema de la economía argentina radica en el gasto público. Poco se habla del insuficiente ingreso, del bajo crecimiento. Dejando de lado el insólito incremento del empleo público improductivo, que debe reducirse drásticamente, el gasto público debe aumentar, con mayores ingresos obviamente –objetivo de la ley del conocimiento– pues los salarios (docentes, científicos, fuerzas de seguridad y otros) son bajos; muchas escuelas y hospitales públicos carecen de infraestructura adecuada; las cárceles son inhabitables; etc. Este gasto público, comparado con el de los países más avanzados, es muy limitado.

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