#SeamosUno: unir dos Argentinas

En los inicios de esta cuarentena surgió el proyecto #SeamosUno: reunir un millón de cajas con alimentos no perecederos y elementos de higiene para quienes más lo necesitaban. Y lo lograron. En el 56º Coloquio de IDEA de octubre pasado, #SeamosUno fue uno de los ejes del primer panel en el que intervinieron sus hacedores: Rodrigo Zarazaga y Gastón Remy. Liderazgo empresarial y sensibilidad social pueden constituir un feliz y fructífero matrimonio.

Rodrigo Zarazaga es sacerdote jesuita, politólogo y director del Centro de Investigación y Acción Social (CIAS). Gastón Remy es abogado y empresario. Ambos se sintieron interpelados por la complejidad de la coyuntura socio-económica precuarentena: “Dentro de una pobreza estructural, la cuarentena iba a pegar de una manera particularmente trágica al 35% de pobres detectado a finales del 2019, que complementaban la ayuda que reciben del Estado con una changa, cartoneando, con un ingreso que se les iba a caer. También los trabajadores independientes, vendedores ambulantes, peluqueras, que se iban a encontrar de golpe, en pocos días, sin ingresos. Pensar que esas familias iban a ver a sus hijos con hambre nos asustaba mucho. Hablé con Gastón y siento que recogieron el guante. Todo el staff de IDEA se subió a #SeamosUno. Este proyecto surgió del concepto ‘no puede haber más niños y niñas con hambre en nuestro país’”, dice Zarazaga.
La cuestión era el hambre
“Nosotros, como IDEA, ya habíamos planteado antes de la cuarentena ponernos a disposición para el tsunami que se venía en el lado sanitario. En ese momento explotaban España, Italia, Estados Unidos.. Pero vino Rodrigo y dijo: ‘Tenemos que hacer morfi’. Hubo una construcción de gran confianza tanto entre nosotros a nivel institucional como de tanta gente que se fue sumando. Y en pocos días arrancó una idea que logró unir dos mundos. Rodrigo jugó el rol de hombre-puente. Tenemos Argentinas que no se hablan, que no se tocan, que no se miran, una por arriba de la otra. #SeamosUno rompió con ese paradigma para ir al encuentro, dejando de lado diferencias para abocarnos a un proyecto común. #SeamosUno es un nombre muy fuerte y nos pusimos un objetivo: llegar a la entrega de 1.000.000 de cajas”, explica Remy.

Acomodando egos
Era inevitable que al confluir muchos actores, incluso con un objetivo altruista, aparecieran los individualismos. Sin embargo, como equipo tuvieron claro que “no importaba tanto el qué sino el para quiénes estábamos haciendo esto”, recalca el empresario. Suma el jesuita: “Eso acomodaba los egos: evangélicos, católicos, el mundo privado, el mundo público, decíamos juntos: esto se hace para que no pasen hambre niños y niñas en nuestro país”.
Se trató de un proyecto con escala; con procesos, tecnología y eficiencia; con transparencia; con trabajo en red, colaboración y pluralidad muy amplia; con empatía social y presencia territorial. “Al principio surgió el tema de las auditorías y la transparencia, que después fueron muy importantes para lograr confianza en las donaciones. La gente donaba porque creía en lo que estábamos haciendo”.
Sumando mundos e historias
¿Qué mundos? El del empresariado, el de la eficiencia. Y el de los barrios, con sus mujeres y hombres valientes que fundan comedores comunitarios y se cuidan en vecindad.
Las cajas llegaban en camiones. Los voluntarios de Cáritas ayudaban en la estiba. “En algunos barrios, a la vera del río Reconquista, la gente cruzaba al basurero a recoger comida vencida para vender en la feria. En otros, parados los ‘soldaditos’ de los narcos, los voluntarios tenían que pasar entre ellos para llegar con las cajas hasta las familias” –detalla el sacerdote–. “En el barrio Santa Brígida, en San Miguel, conocimos a Isabel de 80 años que también descargaba cajas. Se contagió COVID y sobrevivió. El padre Bachi, de Villa Palito, en La Matanza, tuvo que internarse por COVID el día que llevábamos las cajas, y no sobrevivió. Gente en lugares extremos poniendo literalmente la vida en juego para que le llegaran los alimentos a los demás. Muchos nos decían al recibir la caja: ‘Gracias, no nos dejaron solos’”.
Remy repite también esta frase en varios tramos de su intervención: “Cómo nos cambió la mirada”. Y abre el juego: “Al comienzo éramos muy eficientistas. #SeamosUno se mira desde abajo. Hubo multiplicación de esfuerzos en estos dos mundos que estamos describiendo”.
“Este es un proyecto exponencial: pasamos de 0 a 60 millones de raciones. La tecnología fue una plataforma muy importante. Teníamos un panel de control (dashboard) donde día a día sabíamos cuántas donaciones se habían comprometido, cuántas habían ingresado a la cuenta, cuánta mercadería había entrado por los dos centros de logística, cuántas cajas se habían producido, cuántas se habían entregado y cuántas quedaban en stock. Además teníamos que controlar las cajas, no podían estar dando vueltas. Y también podíamos saber qué pasaba desde que ingresaba el dinero hasta que la caja, que figuraba en un padrón, ya había sido entregada. Y contamos con control satelital de los camiones”, agrega.
Una anécdota: “No conseguíamos latas de duraznos: eran caras. Y pensamos en reemplazarlas. Pero en una casilla de uno de los barrios, un chico agarra una lata de duraznos y dice: ‘Hace tanto que no comía duraznos…’. Gastón salió de ahí y dijo: ‘Los duraznos no se tocan’. Experimentar el mundo de otro nos transforma”, recuerda Zarazaga.
¿Qué país queremos ser?
Zarazaga le habló al empresariado: “Un país con un liderazgo empresarial que no se vaya de país, que no nos dejen, que se queden a hacer lo que saben hacer: invertir, producir riqueza, hacerlo con eficiencia. Un país en el que ese liderazgo cuando tiene que responder ‘qué país queremos ser’ debe comenzar por ponerse en el lugar del otro”.
“La agenda tiene que pasar por las cosas que realmente importan. #SeamosUno muestra que necesitamos una Argentina más justa. Reponiendo en forma permanente el círculo virtuoso de eficiencia-trabajo-sensibilidad, con menos ideología y más valores”, enfatizó Remy.
El 30 de septiembre se cumplió el objetivo, entregando la caja Nº 1.000.000. #SeamosUno es un caso de promesa cumplida, y eso es mucho en nuestra maltratada Argentina.

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