Sociedades protocolizadas, monitoreadas, controladas

Pertinencia de algunos conceptos en los pensamientos de Norbert Elias y Michel Foucault en el contexto de las sociedades digitales actuales.

En estos tiempos de pandemia y controles de los Estados sobre sus ciudadanos cobran vigencia los postulados de dos pensadores ya clásicos como Norbert Elias y Michel Foucault, cada uno por cuestiones diferentes pero entrelazadas. Por un lado, la cuestión de las “sensibilidades” hilvanada por Elias en su observación de las costumbres europeas, desde fines de la Edad Media hasta la Modernidad, resuena en momentos en que el encierro doméstico ha elevado la minucia cotidiana a niveles inéditos de realidad aumentada. Por el otro, Foucault y su visión del panóptico benthamiano como paradigma de dispositivo de control social, aparece como signo premonitorio de la vigilancia permanente a la que está sujeto hoy el ciudadano digital global. Una de las incógnitas actuales pasa por qué sucederá una vez levantadas las restricciones físicas que pesan hoy sobre las personas: ¿Se retrotraerán también los sistemas de monitoreo impuestos durante la pandemia? Según Ghosh, Abecassis y Loveridge (2020), “pocos ciudadanos de las democracias temen que las libertades de movimiento y reunión permanezcan restringidas una vez superada la pandemia de coronavirus. Pero no existe el mismo nivel de certeza con respecto a los derechos digitales, en donde las cuestiones son mucho más turbias y surge el temor de que la aceptación de medidas de emergencia provisorias desemboquen en la vigilancia masiva como nuevo estándar” (traducción de la autora de este texto).
En su libro Vigilar y castigar (1976) Michel Foucault reflexiona sobre el funcionamiento del poder a partir del análisis de la prisión moderna, a la que contrasta con el sistema antiguo de punición (anterior al siglo XIX). Lo hace con ciertas reservas acerca del sistema carcelario moderno y de las instituciones en general: ¿la cárcel corrige, la escuela enseña, el hospital cura? Para Foucault son parte de un sistema de dispositivos que conforman la “sociedad del control”. Los mecanismos de control social de los Estados modernos serían para él artefactos disciplinarios que producen ciudadanos con conductas estandarizadas.
En su análisis, Foucault observa la transformación del sistema de punición que se produjo entre los siglos XVIII y XIX en Europa, sobre todo en Francia. En primer lugar resalta la desaparición de la punición como espectáculo: los tormentos públicos, ejemplificadores para la plebe que los presenciaba, perdieron legitimidad como forma de impartir justicia. Ya no habría “árbol de la justicia” ni cadalso en la plaza pública. Las ejecuciones, ahora reducidas en número, quedarían ocultas tras los muros de la prisión. Esta invisibilización del sistema de castigo era patente incluso en el cambio que experimentó el modo de traslado de los convictos en Francia: ocultos dentro de sobrios y opacos carromatos negros, ya no caminarían en público arrastrando sus cadenas. La función política implícita en la exhibición de castigos y castigados, esto es, la afirmación de la soberanía del monarca, carecía de sentido ya en un nuevo sistema político en el que dicha soberanía se había desplazado hacia la ciudadanía.
El gentle punishment (castigo gentil de los reformadores) era un proyecto que sintonizaba con las sensibilidades de los pensadores de la Ilustración y respondía al surgimiento de una sociedad civil que imponía límites al poder monárquico. El sistema punitivo tendría ahora la humanitaria función de reformar y reencauzar a los reos, logrando así que se ajusten a una norma establecida. Pero desde el principio de la reforma se alzaron voces críticas señalando que en lugar de mejorar un sistema barbárico y cruel, sólo se lograba perpetuarlo de manera invisible: “La crítica de la prisión y sus métodos aparece muy pronto, en esos mismos años 1820-1845”, señala Foucault, quien refiere además que “… la prisión ha sido denunciada, en su realidad y en sus efectos visibles, como el gran fracaso de la justicia penal”.
Como corolario del gentle punishment, ganó consenso en el siglo XIX el modelo de prisión-panóptico, versión arquitectónica de la idea de la sociedad del control (diseñado por el filósofo utilitarista inglés Jeremy Bentham a fines del siglo XVIII). El panóptico representa un poder invisible que vigila a los individuos, los que a su vez no pueden verlo ni saber cuándo están siendo observados por él. Lo que sucede dentro del panóptico es además invisible al mundo exterior. Foucault sostiene que cuando la persona reformada se encuentra sujeta a una vigilancia permanente, real o potencial, desarrolla su capacidad de auto-control.
Foucault señala que con la reforma del régimen de punición no sólo el castigo pasó a formar parte de un mundo que debía ser vedado a los ojos de la multitud, sino que además cambió la naturaleza de ese castigo. La violenta labor del verdugo devino casi tan execrable como el crimen del reo a castigar. Se buscaría anular el dolor físico y los castigos corporales. La evitación del dolor se extendía incluso a las ejecuciones, que comenzaron a ser precedidas por medidas tendientes a anestesiar los sentidos o quitar la conciencia al condenado. De esta manera “las prácticas penales se habían vuelto púdicas” y “el castigo ha pasado de ser un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos”.
La humanización del sistema punitivo de los reformistas que observara Foucault remite a los conceptos aportados por Norbert Elias en su El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Elias escribió dicha obra varias décadas antes de que Foucault publicara la suya y visita algunos de los temas que interesarían a Foucault más adelante: la creciente intolerancia de la sociedad hacia la violencia (sobre todo la violencia explícita y sus marcas visibles en los cuerpos), la sujeción de las pulsiones tanáticas, la represión y ocultamiento pudoroso de los desvíos de la norma, así como la creación y estipulación de códigos de conducta. Para Elias se trata de un proceso “civilizatorio” que comienza en la Edad Media, en la corte francesa de la Provençe. El amor cortés, altamente codificado y normalizado, fue el principio de una nueva sensibilidad que se extendió hacia otras áreas de la sociabilidad (desde torneos y duelos entre caballeros hasta las relaciones contractuales entre comerciantes de diferentes países). Se trató de un proceso desparejo de muy largo plazo que a grandes rasgos se tradujo en el desarrollo de nuevos modos de relaciones sociales que implicaban la consecución de objetivos mediante el consenso y no la coerción.
El campo de la investigación de Elias estuvo circunscrito a Francia, Inglaterra y Alemania. Con respecto a esta última y el camino de violencia que desembocó en las atrocidades del Holocausto, Elias lo explicó por medio del concepto de “de-civilización”: retrocesos en el camino civilizatorio que resultan en una “de-sensibilización” y reaceptación de la violencia.
Las ideas eliasianas sobre el desarrollo de la “sensibilidad” podrían aplicarse también al ciberespacio, lugar de sociabilidad en el que propalamos cada minucia de nuestras vidas para los ojos de un prójimo “sensible” (que idealmente reaccionará empáticamente). De la misma manera, la existencia de “ojos algorítmicos” que registran dichas actividades da nueva fuerza a la teoría foucaultiana acerca de la presencia de un poder invisible capaz de moldear conductas. Pues las “sensibilidades” así expuestas dan lugar a un uso de las mismas en el que son escrutadas por ejércitos automatizados que patrullan el ciberespacio según los fines políticos y/o económicos de quien pueda reclutarlos. Asimismo, el temor al repudio (inscripto en la hoy denominada “cultura de la cancelación”) genera autocensura y contribuye a favorecer las posibilidades de control social por parte de quienes operan los hilos de Internet.
Elias y Foucault abordaron los mismos cambios para explicarlos desde sus respectivos enfoques: para el primero la agencia de dichas transformaciones obedece a una serie de fenómenos observables. Para el segundo, en cambio, responden a proyectos de grupos de poder que se proponen ejercer control social. Ambas concepciones permiten pensar las posibilidades de los centros de poder para intervenir subrepticiamente en una sociedad mecida en un oleaje de “sensibilidades” que se transforman en bytes que circulan en el ciberespacio. Éstos, sumados a los datos filiatorios de todos los individuos (también asequibles), pueden ser accionados tanto a nivel económico como político. Tal vez resulte atinado prestar atención entonces a los especialistas como Ghosh, Abecassis y Loveridge (2020) cuando expresan que “los líderes políticos deben atender a un problema estructural: los viejos textos, normas e instituciones que garantizan la democracia funcionan torpemente en el mundo digital”.
Virginia Miles es Profesora de Semiótica e Historia en la Universidad de San Isidro

Referencias bibliográficas:
Elias, Norbert (1987): El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, Madrid, FCE.
Foucault, Michel (1976): Vigilar y castigar, Buenos Aires, Ed. Siglo XXI.
Ghosh, Dipayan; Abecassis, Adrien; Loveridge, Jack (2020): “Privacy and the Pandemic: Time for a Digital Bill of Rights”, en Foreign Policy, April 20 issue. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2020/04/20/coronavirus-pandemic-privacy-digital-rights-democracy/ (acceso: 28/jul/2020).
Salvatore, Ricardo (2015): “Siguiendo los pasos de Norbert Elias: el proceso civilizatorio en la historia de América Latina”. En Palma, D. (Ed.) Delincuentes, Policías y justicias, siglos XIX-XX, Santiago de Chile, Ed. Universidad Alberto Hurtado, pp. 357-388.

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