Una mujer en el Sínodo

Entre las más frecuentes reivindicaciones de las mujeres en la Iglesia católica está el hecho de que no ocupan lugares de decisión. También su ausencia en las reuniones más importantes de la institución a la cual pertenecen por creencia y compromiso. Y, cuando están presentes, son meras observadoras y no tienen derecho a voto. Así sucedió en el Concilio Vaticano II, donde había 23 mujeres, pero ninguna con derecho a voto. Hoy, 56 años después, no se recuerda ni siquiera sus nombres. Pese a que seguramente trabajaron mucho y tuvieron cierta influencia en los padres conciliares, no serán llamadas ni jamás consideradas “madres conciliares”.
Desde que fue elegido Papa en 2013, Francisco ha dado señales de su deseo de incluir más a las mujeres, pese a que ha sido muy criticado por las feministas católicas, a quienes les parecen insuficientes sus afirmaciones de que “es tiempo de hacer una teología de la mujer”. Ellas argumentan que tal teología existe desde hace muchas décadas. Pero lo cierto es que el tema de la mujer estuvo siempre presente en palabras y actitudes de Francisco y nombró a varias en cargos importantes en el Vaticano, incluso en la dirección de La Stampa, y designó en puestos de responsabilidad en muchas instancias administrativas a mujeres, laicas o religiosas.
Ahora, sin embargo, el Papa dio un paso más audaz. Nombró a una mujer en la subsecretaría del próximo Sínodo, cuyo tema es precisamente la sinodalidad: la hermana Nathalie Becquart, religiosa francesa de 52 años, miembro de la congregación de las Xavieras. Su elección ha sido celebrada por mujeres y hombres en el mundo entero, especialmente por las otras tres consultoras del Sínodo de Obispos que con ella habían sido designadas en mayo de 2019.
No es solamente por el hecho de ser mujer que Nathalie Becquart ha atraído la mirada de Francisco y merecido este nombramiento. Su currículo es verdaderamente impresionante. La hermana Nathalie se graduó de la Escuela de Estudios Superiores de Comercio (HEC) de París en 1992, con especialización en emprendimiento. Fue voluntaria por un año al Líbano y luego trabajó durante dos años como consultora en marketing y comunicación. Estudió filosofía y teología en el Centre Sèvres de los jesuitas en París, una de las mejores escuelas de Francia en esta especialidad. Y además se graduó en sociología en la Escuela de Altos Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESCS). Tiene un posgrado en teología del Boston College, en los Estados Unidos, especializándose entonces en eclesiología con énfasis en el tema de la sinodalidad.
Pastoralmente su recorrido no es menos interesante. Además de las ciencias sociales y la teología, le encanta practicar vela. Ha organizado retiros espirituales para la juventud en veleros, además de animar retiros de cruceros como guías espirituales. Su buena relación con los jóvenes y su pasión por llevarles la buena noticia del Evangelio influyó en la decisión de la Conferencia Episcopal francesa al nombrarla coordinadora general del pre-sinodo de jóvenes en marzo de 2018.
Evidentemente no podría haber un nombramiento más adecuado y por ser el primero de tal alcance, provocó tanta sorpresa. La propia hermana Nathalie ha interpretado su nombramiento como expresión de la voluntad del Papa de contar con una sinodalidad real y concreta en todos los niveles de la vida de la Iglesia, lo cual no puede excluir a las mujeres. Su deseo y su esperanza es que un día una mujer dirija el retiro de la Curia romana. A su entender, sería un gesto simbólico de gran alcance.
En este momento Nathalie representa a las mujeres, que son mayoría en la Iglesia, que dan la vida por la comunidad eclesial a la que aman y que desean que refleje el sueño de Jesús. Su nombramiento demuestra que hay esperanza de que las mujeres puedan acceder a puestos de confianza e importancia no por el hecho de serlo sino por su competencia, así como por su estilo propio de creer, pensar y actuar.

Maria Clara Lucchetti Bingemer es teóloga y escritora brasileña, profesora en la Universidad Católica de Río de Janeiro

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  1. Me alegra el reconocimiento al testimonio y la formación de las mujeres cristianas. Y me entristece que se las ignore y hasta se las persiga por ser fieles y destacarse.

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