¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen almas racionales? ¿No están obligados a amarlos como a Ustedes mismos? ¿Esto no lo entienden? ¿Esto no lo sienten? ¿Cómo están dormidos en un sueño tan profundo?

Las palabras de fray Antón de Montesinos (1) resuenan entre nosotros en este tiempo de utilitarismo y soledad, particularmente respecto de la comprensión personal, familiar, eclesial y todavía social, de las personas que sienten habitualmente atracción hacia otra persona del mismo sexo.

El contexto cultural
Las palabras de la comunidad dominica que leyó Montesinos, fueron dichas en América a los albores de la Modernidad, al decir de Mario Vargas Llosa, “de la alta y revolucionaria cultura clásica y renacentista que, no lo olvidemos, la Iglesia preservó y difundió a través de sus conventos, bibliotecas y seminarios, aquella cultura que impregnó al mundo entero con ideas, formas y costumbres que acabaron con la esclavitud y, tomando distancia con Roma, hicieron posibles las nociones de igualdad, solidaridad, derechos humanos, libertad, democracia, e impulsaron decisivamente el desarrollo del pensamiento, del arte, de las letras, y contribuyeron a acabar con la barbarie e impulsar la civilización” (2).
Sin embargo, ese maravilloso movimiento también fue humano y como todos nosotros estaba preñado de la precariedad, la imperfección y la caducidad de todo lo humano. La admiración por el conocimiento más detallado de la naturaleza devino en la idolatría de la Ciencia, la exaltación de la dignidad humana devino en la idolatría de la Libertad, y lamentablemente lo valioso del movimiento terminó embarrado en el puritanismo victoriano y en la construcción del monstruoso Estado nacional totalitario de la primera mitad del siglo XX (3).
La Modernidad comenzó a caer en el momento que testimonia Marx (1848), Nietzche (1883), y Freud (1888), finalizando la transición a una nueva era histórica (con la imprecisión que los cambios de época tienen) luego de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra de Vietnam y la caída del muro de Berlín.
Se inicia entonces un tiempo histórico renovado, donde todo es puesto nuevamente en duda: La Actualidad (4). Un tiempo nuevo, con sus valores (5) y sus idolatrías, la idolatría de la Ciencia se ha transformado en la idolatría de la Tecnología y la idolatría de la libertad se ha transformado en la idolatría del Dinero, siendo el consumo el acto religioso de Justificación.
Dice Amartya Sen, economista indio, premio Nobel de Economía en 1998, que lo que nos ocurre en nuestra sociedad es que hemos cambiado. En una sociedad secularizada, como la nuestra, ya nadie piensa que la salvación está en la otra vida, sino que la salvación tiene que estar en esta vida. No hay nada más; todo se acaba aquí y hay que salvarse ahora, porque si no nos salvamos ahora después no hay nada. Pero ¿en qué consiste la salvación? Salvación quiere decir “éxito”. Y ¿en qué se muestra el éxito? En mostrar bienes de consumo costosos. Cuando uno llega a acceder a los bienes de consumo costosos, está demostrando que ha tenido éxito. Para las personas que creen que la vida termina aquí y que luego no hay nada más, es evidente que la salvación hay que buscarla aquí. Y salvarse aquí quiere decir tener éxito; y tener éxito llevar y tener todas estas cosas. ¡Qué maravilla!: “Yo salí del pueblo. Era el hijo de fulana y nadie me apreciaba. Ahora vuelvo con un cochazo y todo el mundo dice: ¡Qué éxito ha tenido fulano!” (6)

El texto interior
En este final de la Modernidad y comienzo de la Actualidad, se desarrolla un ambiente sin contemplación, sin escucha y sin diálogo. Nuestra civilización euroamericana (todavía en expansión) se ha convertido en una torre donde las personas sienten que no hay lugar para ellas en el mundo. Como bien lo refleja la película «Babel» (7) , donde un hilo une los Estados Unidos, México, Marruecos y Japón, se trata de una crisis de relación, de afectividad y de ternura en proporciones desmedidas.
La búsqueda del otro, su encuentro y su amor arraigan en las inclinaciones espontáneas de la persona humana (8). Esas inclinaciones conectan con una matriz biológica que se repite en el origen de todos los seres humanos y va siendo moldeada por un sin número de factores ambientales, incluidos en ellos, desde la química modificada por las emociones humanas durante la gestación, el entorno de los primeros años de vida, las alternativas de la adolescencia, hasta las opciones asumidas de jóvenes y adultos, que van desarrollando habitualidades, contando con las presiones del medio social en un sentido o en el otro, en una enumeración abierta.
Todos los seres humanos somos naturaleza humana y cultura (histórica y geográficamente situada), de modo que ese estado interior de identidad individual esta permeado por los arquetipos culturales, como fue el machismo, hoy en disolución sólo en el contexto cultural poscristiano (9), y como lo es el feminismo que algunos pretenden cancelar. Los arquetipos sociales interactúan por imitación o diferenciación con lo observado en el contexto familiar de pertenencia durante toda la vida del ser humano.
La adolescencia es una construcción propia de nuestra época, a la cual se la identifica como el momento del desarrollo de la identidad sexual. Sin embargo, la plasticidad de todo lo humano permite identificaciones anteriores e incluso opciones de identificación muy posteriores. Eso sin dejar de ser adecuada la referencia central a la adolescencia por cuanto, en esa etapa, identificar el sexo, asumirlo o rechazarlo coincide con que se completa el desarrollo cerebral, y la base biológica se configura, por los factores como las experiencias, la educación, la cultura y finalmente la propia decisión.
El ser humano es un ser plástico y de esta plasticidad también participa el impulso sexual. Éste no está ligado en forma rígida y necesaria a una determinada modalidad de satisfacción y puede ser orientado en su desarrollo, siendo todas sus manifestaciones verdaderamente humanas, porque no hay nada en el hombre (varón o mujer) que pueda escapar a la definición de lo humano.
Lo que un hombre (mujer o varón) elige nos gustará más o menos, estaremos de acuerdo o en desacuerdo, le hará mejor o peor, pero como describe Víctor Frankl en situaciones extremas: todo lo que hace el hombre es humano. La precisión del objeto del deseo de un individuo de la misma especie, se desarrolla en un proceso cultural interno al habitar humano que identificamos como familia.
El impulso sexual originariamente muy plástico, se va haciendo en el tiempo cada vez más específico, más delimitado, hasta llegar a identificar como objeto de deseo no simplemente a un individuo de la especie humana, sino a determinado varón o mujer en concreto. La relación entre la capacidad de determinación precisa y madurez humana es tal que identificamos el “donjuanismo” (nomadismo) como un signo de inmadurez, e incluso, cuando éste se da en un ambiente laboral, como una debilidad (cuando no una falta) inaceptable por un gran número de normativas internas (y cada vez más por las leyes de los Estados).

La experiencia homosexuada
Al igual que la experiencia multiclasista (para usar un término imperfecto, pero rápidamente representativo), la experiencia de la niñez y de la vejez, la experiencia heterosexuada y homosexuada hace a la plenitud de las relaciones y a la perfección de la capacidad humana de desarrollo de las mismas.
La experiencia homosexuada corresponde a la necesidad de estar con compañeros del mismo sexo, y no por ello se identifica con la orientación homosexual, según la cual la persona buscaría erotizar una relación con otra persona del mismo sexo.
La experiencia de encuentros sociales, círculos de amigas, o peñas de amigos, es una experiencia homosexuada; por lo que vale la pena preguntarnos, si tras el juicio negativo de la relación homosexual en la Modernidad tardía, está la homosexualidad en sí, o está la perspectiva puritano victoriana de la sexualidad.
Luego de siete siglos de admiración de la razón y la pasión científica hasta la negación de la pasión erótica, la moral victoriana –que se terminó por convertir en una especie de sentido moral común a los sectores dirigentes de gran parte del planeta–, condenaba y reprimía la sexualidad, muy particularmente de la mujer, pero no sólo de la mujer.
Entonces se entendió la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia, la continuidad de la especie, y no como don de Dios que embellece el encuentro. Una pasión que se ordena por un amor que admira la dignidad del otro, llegando a ser una plena y limpísima afirmación amorosa del otro, que nos dice es maravilloso que seas.
Es posible que la propia visión negativa de la relación sexual heterosexual haya teñido de un modo muy significativo la visión de la homosexualidad, juzgándola principalmente porque es sexualidad.

La ternura de la amistad
La tradición católica da un particular valor al matrimonio religioso, que se distingue de la unión civil, aunque se la llame matrimonio civil.
El matrimonio católico se realiza en “uno con una para toda la vida” (como la vieja expresión canónica), pero sólo existe si mana de una profunda fuente de ternura de la amistad. Siempre es y seguirá siendo un Yo Tu y nunca se fundirá en la confusa expresión de una persona matrimonial.
No sabemos de cuantas e ilimitadas formas Dios dispensa su Gracia a los hombres, pero la tradición de la Iglesia católica nos dice que el matrimonio es un sacramento “signo sensible y eficaz de la Gracia de Dios”, que penetra una realidad humana a la cual auxilia, para que los amantes perseveren y progresen.
Para que haya matrimonio católico hay una profunda fuente de ternura previa. Una realidad humana mucho más general del hombre.
Tomás de Aquino refiere que el amor conyugal, entre el varón y la mujer, es primero amor de amistad, la “máxima amistad” (10) . Como experiencia humana, una buena amistad tiene como características la búsqueda del bien del otro, la reciprocidad, la intimidad, la ternura, la estabilidad, y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida.
En este tiempo de soledades, de individualismo exagerado que hace difícil la entrega a otra persona de manera generosa. La mayor parte de la población del mundo vive en Ciudades y, desde hace décadas en la Ciudades más representativas, las que adelantan las tendencias, las viviendas unipersonales se encaminan a superar a aquellas en las que vive más de un solo individuo (11). Todo amor humano, es decir amor de amistad, es una buena noticia.
En nuestras ciudades, meros lugar de paso a otro lugar donde se espera una vida que se hace esquiva, en que las personas se usan y los vínculos quedan abandonados a la precariedad voluble de los deseos y las circunstancias. Se vende compañía, protección y apariencia de seguridad, se escapa de relaciones estables temiendo quedar atrapados por una relación que pueda postergar la postal de un lugar paradisíaco en que se ha convertido el logro de las aspiraciones personales (12).
Es muy curioso como los escritores y cineastas, que han entrevisto el riesgo del Estado totalitario entre el fin de la Modernidad y los comienzos de la Actualidad, nos han dejado una visión de que su base es la soledad del individualismo y la insurrección comienza por un amor humano (13) .
La alegría del amor
Luego de décadas de degradación cinematográfica de la mujer en particular y de la sexualidad en general, con su venta de una búsqueda obsesiva del placer, “nos encierra a la alegría que amplía la capacidad de gozar y nos permite encontrar gusto en realidades variadas, aun en las etapas de la vida donde el placer se apaga. Por eso decía santo Tomás que se usa la palabra ‘alegría’ para referirse a la dilatación de la amplitud del corazón” (14).
Todo amor de amistad se llama “caridad” cuando se capta y aprecia el “alto valor” que tiene el otro. (15) “En la sociedad de consumo el sentido estético se empobrece, y así se apaga la alegría. Todo está para ser comprado, poseído o consumido; también las personas. La ternura, en cambio, es una manifestación de este amor que se libera del deseo de la posesión egoísta. Nos lleva a vibrar ante una persona con un inmenso respeto y con un cierto temor de hacerle daño o de quitarle su libertad. El amor al otro implica ese gusto de contemplar y valorar lo bello y sagrado de su ser personal, que existe más allá de mis necesidades” (16) .
La alegría de ese amor contemplativo tiene que ser cultivada. Puesto que estamos hechos para amar, sabemos que no hay mayor alegría que un bien compartido: “Da y recibe, disfruta de ello” (Sirácides 14,16). También en Amoris Laetitia, se lee: “Las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del cielo. Cabe recordar la feliz escena del film La fiesta de Babette (17) , donde la generosa cocinera recibe un abrazo agradecido y un elogio: ‘¡Cómo deleitarás a los ángeles!’. Es dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos disfrutar. Ese gozo, efecto del amor fraterno, no es el de la vanidad de quien se mira a sí mismo, sino el del amante que se complace en el bien del ser amado” (18).
La alegría del amor proviene de múltiples fuentes antropológicas, así el amor que es una única realidad –con diversas dimensiones– (19), se puede expresar en múltiples existencias. La emoción suscitada por otro ser humano como persona no tiende de por sí únicamente al acto sexual (20). En el amor erótico la apariencia física atrae, y la experiencia dice que esa apariencia cambia, pero no se debilita. Alguien se enamora de una persona entera con una identidad propia, no sólo de un cuerpo, aunque ese cuerpo, más allá del desgaste del tiempo, nunca deje de expresar de algún modo esa identidad personal que ha cautivado el corazón.
La profundidad de la ternura de la amistad sigue allí cuando los demás ya no puedan reconocer la belleza de esa identidad, el enamorado sigue siendo capaz de percibirla con el instinto del amor, y el cariño no desaparece. Reafirma su decisión de pertenecerle, la vuelve a elegir, y expresa esa elección en una cercanía fiel y cargada de ternura (21).

La ideología del género
Luego de los setenta se produjo en la mayor parte del Mundo el crepúsculo, la caída, el fin (según la expresión de diversos autores) de las ideologías de la Modernidad. Aunque perviven ocultas bajo el muro caído en Berlín, la forma de hacer política de la Modernidad, a través de la ideología, el mito y la utopía, se prologa en la Actualidad, mediante el desarrollo y el uso de minorías para la acción política.
Una injusticia que quitaba a personas, atraídas por otra persona del mismo sexo, su condición de tales, clamaba al cielo, y dio lugar a diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender (22). Ésta es canceladora, intolerante radical, de la consideración del dato de la diversidad biológica y la reciprocidad de varón y de mujer.
Expresiones tales como “persona gestante” se dirigen explícitamente a la cancelación de la mujer, obligando a la sociedad a cancelar ese dato en la educación, en el imaginario y hasta en el lenguaje.
Sin embargo, la consideración del carácter performativo del género que hacen, conecta con el dato humano de las habitualidades, y de la autodeterminación, por cuanto cuando elijo, siempre me elijo, buscando entre las acciones aquellas que mejor se me corresponden.
Siempre nuestra identidad personal ha sido una elección, de la cual se siguen las expresiones de ternura, la amistad y la intimidad afectiva, sin que necesariamente impliquen nomadismo sexual. Una opción individualista, que también cambia con el tiempo, consistente con la idea Moderna de la emancipación absoluta, de la soledad y ausencia de vínculos, como supuesto de la libertad. Ese pensamiento no considera ni educa para la ternura del amor de amistad, sino para la soledad del individualismo en medio de la masa, en la que nada es gratuito.
La cultura de la última etapa de la Modernidad se moldeó en la matriz puritano victoriana, por lo que la atracción por una persona del mismo sexo sólo se vio desde los ojos de la relación genital, reduciendo en este y otros aspectos la riqueza de la humanidad y produciendo una olla represiva que, luego de explotar en la llamada Revolución Sexual de los sesenta, convive sorprendentemente con el dualismo gnóstico de nuestra cultura actual.
Un postulado central de la gnosis es justamente la independencia de mi yo, de mi cuerpo tal como aparece en el texto de Eugnosto el Beato (siglo I aC) transcripto como dialogo en La Sofia de Jesucristo (Nag Hammadi III, 4,90-119, siglo I dC) donde Jesucristo es una persona sin naturaleza humana.
La ideología del género usa el carácter performativo (habitualidad evidente) de todo lo humano, para convencernos de que podemos cancelar la evidencia de la realidad biológica, pero se lleva puesta la necesidad de los vínculos de ternura del hombre, y su opción histórico cultural por el sedentarismo en las relaciones.
Por su parte, ante esta ideología, las comunidades cristianas deben acoger a la persona concreta, desde la verdad teológica de que todos somos creaturas, que el amor de Dios creando cada persona singular nos precede y que cada persona debe ser recibido como don, a ser aceptado y respetado como ha sido creada (23), descubriendo y sirviéndole para descubrir su don en la comunidad.
Aquel sábado perdido en el Art Institute Chicago, luego de una semana de trabajo duro, observaba la cantidad de personas solas recorriendo la muestra, las pocas parejas heterosexuales y homosexuales, y las nulas familias, y pensé en el don de amistad, la búsqueda del bien del otro, la reciprocidad, la intimidad, la ternura, la estabilidad, y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida de los unos y los otros.

Roberto M. Estévez es Profesor titular ordinario de Filosofía política FCS–UCA

NOTAS
1. Estas palabras provocaran al poco tiempo la conversión del Encomendero Bartolomé de Las Casas, quien las recordaba y reprodujo luego de su conversión y la liberación de los naturales de América que tenía en Encomienda. Crf. fray Bartolomé de las Casas Historia de las Indias Libro III, selección Caps. 3-5. Y fueran según el padre Gustavo Gutiérrez el inicio de su reflexión teológica, conocida como teología de la liberación.
2. Mario Vargas Llosa, “La renuncia de Benedicto XVI: El hombre que estorbaba”, La Nación, 25 de febrero de 2013.
3. «Nadie hay tan osado que lo despierte… De su grandeza tienen temor los fuertes… No hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios» Thomas Hobbes, Leviatán, o La materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, 1651.
4. Nos hemos referido a este tema en “Notas sobre la Cosmovisión actual”, Editorial UNSTA, 2da, San Miguel de Tucumán, 2009.
5. Pasión por la personalidad/subjetividad, Necesidad de ser parte: Estética/Moda/Participación, Cuidado físico/salud, Calidad de vida/Armonía, Sensibilidad ecológica y Rehabilitación de lo próximo/local, Inserción global.
6. La referencia pertenece a “Consumo luego existo”, intervención transcrita de Adela Cortina, Catedrática de la Universidad de Valencia, en una mesa redonda sobre el consumo organizada por Cristianisme i Justicia en 2003.
7. La película de 2006 que completa la Trilogía de la muerte de Alejandro González Iñárritu, iniciada con Amores perros y continuada con 21 gramos. El final de la película es a la vez revelador y desgarrador: un padre del mundo de las finanzas abraza a su hija desnuda en un balcón, en tanto la cámara se aleja y los muestra en su soledad en la inmensidad de un Tokio con sus luces encendidas.
8. A partir de aquí todas las citas en itálica pertenecen a Amoris Laetitia, Exhortación del Papa Francisco referida al amor en la familia, 2016.
9. Ver la dialéctica entre el personaje de “El macho” en Mi villano favorito 2 y Homero Simpson, entre lo que fue un paradigma masculino y lo que hoy es el paradigma masculino/paterno en muchas series de dibujos animados. También se puede ver la problemática, de la falta de un paradigma masculino luego del feminismo en Soumission, una novela de ficción política francesa escrita por Michel Houellebecq (2015, editorial Flammarion): Francia termina girando a una identidad islámica blanda, encaminada al Mediterráneo como unidad política islámica. François, profesor de la universidad de la Sorbona, especialista en el escritor decadente Joris Karl Huysmans, soltero, alcohólico y nostálgico de las mujeres sumisas, renuncia a la propuesta que le hace Myriam, una antigua pareja -judía- que le sugiere que, como ella, se vaya a Israel. Pero se convierte al Islam, lo que entre otras cosas le permite -aparte de solucionar su futuro económico- disponer de la sumisión de varias mujeres.
10. Tomás de Aquino, Summa contra Gentiles, III, 123; cf. Aristóteles, Ética a Nicómaco, 8, 12 (ed. Bywater, Oxford 1984), 174.
11. Los hogares unipersonales en CABA comprendían el 30,3% del total de hogares en 2010. En Estados Unidos, en ciudades como Atlanta, Denver, Seattle, San Francisco o Mineápolis, el 40% de las casas sólo tienen un residente. En China, la India y Brasil los hogares unipersonales crecen a la par que sus economías. En países como Alemania, Francia, Reino Unido o Japón, en torno al 40% de las viviendas están ocupadas por una sola persona, cifra que se eleva hasta el 50% en ciudades como París, y al 60% en Estocolmo (Eric Klinenberg, Going Solo: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone, 2012).
12. Cf. Francisco, Amoris Laetitia, nro. 34.
13. Ver desde Un mundo Feliz (1932) y 1984 (1949) hasta La Isla (2005), donde curiosamente el objetivo es ser sorteado a un mundo ideal, una isla que no existe, sino que es sólo una postal.
14. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 48.
15. Cf. Summa Theologiae I-II, q. 26, a. 3.
16. Cf. Summa Theologiae I-II, q. 110, a. 1. En Amoris Laetitia, n 127.
17. Una de las características centrales de la película, evocada por Francisco en Amoris Laetitia, es el contraste entre la vida de muy buenas personas puritanas y una cocinera católica, sobre la que nada se sabe.
18. Francisco, Amoris Laetitia, nro. 129
19. Cf. Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est (25 diciembre 2005), 8: AAS 98 (2006), 224.
20. Cf. Juan Pablo II, Catequesis (31 octubre 1984), 6. L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, 4 de noviembre de 1984, p. 3.
21. Francisco, Amoris Laetitia, nro. 164.
22. Francisco, Amoris Laetitia, nro. 56
23. Cf. Francisco, Amoris Laetitia, nro. 56

3 Readers Commented

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  1. Myriam Socol on 10 abril, 2021

    Que hermosa la definición de alegría de Tomas de Aquino ’»dilatación de la amplitud del corazón” Y que inolvidable el film «La fiesta de Babette».

  2. jose pesil on 10 abril, 2021

    demasiada verborrea sin sentido critiano o no entendí o es usted un cara dura tratamdo de denostar el amor la fidelidad y la amistad a la simplesa de la libertad de expresion de la personalidad. idea progresista que carece de toda lógica. y lo peor es que se vale del tamaño de Vargas que es un apátrida renegado y anticristiano. Mejor anote a Lutero, todavía tiene gracia. Ahora resulta que el homosexualismo que usted propone es que lo veamos como un sincero conocimiento de la humanidad divina que nos otorgara nuestro Creador. Que lamentable que le den espacio tan grande a una sarta de mentiras que en lugar de crear conciencia solo nos merecen el descrédito y la denostación.

  3. jorge on 10 abril, 2021

    Hola, me gustó el artículo, como creyente agradezco este tipo de publicaciones.
    Saludos.

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