teatro-heddade Daniel Veronese. Versión de Hedda Gabler de H. Ibsen. El Camarín de las Musas.

Hedda Gabbler marca un punto de inflexión en el teatro de Ibsen: éste abandona el drama de tesis –que tan bien representa Casa de muñecas– para iniciar el realismo del siglo XX, cuyo acercamiento a la realidad comenzará a ser problemático. Ni el autor ni, por lo tanto, sus personajes, logran conocer y comprender no sólo el mundo en el que están situados sino a sí mismos. En Nora, más allá de su incertidumbre acerca de cómo hará para educarse, existe todavía la certeza de cuál es el camino a tomar y cuáles son las causas que han precipitado su toma de conciencia. El no-saber, en cambio, hace de Hedda una protagonista enigmática, tal como lo reconoció el propio Veronese, quien calificó a la pieza de “muy críptica” y a la protagonista de “incomprensible”.

Unida por propia voluntad a un hombre social e intelectualmente inferior a quien desprecia, pero a quien no está dispuesta a traicionar, Hedda se debate entre las mezquindades de algunos de los que la rodean y las propias, en un doble rol que oscila entre victimaria y víctima. Veronese optó por privilegiar este último para volver más patético el entorno de la protagonista, y ubicó la acción, ya no en la suntuosa casa que, endeudamiento mediante, le ha conseguido Telerman a su esposa como prueba de amor, sino en un teatro vacío. Si, como señaló el propio Ibsen, la vida de la protagonista es “una farsa que no vale la pena vivir hasta el final”, la escenografía que la encierra no hace más que subrayar simbólicamente esta condición, al tiempo que vuelve más ridícula e indigna su situación. A su vez, el gran teatro que aloja a los personajes también le sirve a Veronese para hacer de él, de la literatura y de las políticas culturales un tema de reflexión, lo cual explica el título de la obra y lo poco en común con los conflictos del texto original. Más allá de que él prefiera no definirla para no restarle vitalidad, buena parte de la poética del autor – cuyas obras, según ha declarado, buscan entretener, despertar emociones y hacer reflexionar– se despliega en el propio texto como para que el espectador pueda confrontar teoría y práctica.

En su reescritura, Veronese no sólo opta por eliminar dos personajes secundarios, modificar diálogos y algunas situaciones, sino que trabaja con una estética que además de distanciadora oscila, por momentos, entre la farsa y la parodia, tal como se evidencia en la figura del esposo de Hedda –un humillado pelele en manos de ella, tal como surge de la destacable interpretación de Jorge Tesman– y, especialmente, en Ejlert Lovborg, su rival intelectual y amoroso, cuya simpleza y actitud matonesca contrasta hasta el absurdo con la eximia obra que ha escrito y que genera la envidia de Telerman. Acorde con la lectura del original realizada por el dramaturgo, la Hedda Gabler que recrea Silvina Sabater con gran fuerza expresiva resulta menos opaca y ambivalente que el personaje de Ibsen, aunque igual que éste terminará derrotada por la medianía hipócrita que tan bien representa el cínico asesor Brack, en una notable interpretación de Fernando Llosa.

2 Readers Commented

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  1. maria on 4 octubre, 2009

    Muy buena crítica de Hedda, bravo mi amor!

  2. maria on 4 octubre, 2009

    Bravo!

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