Duquet y Domon en la ESMA

Duquet y Domon en la ESMA

En el mes de diciembre de hace 32 años fue secuestrada la religiosa Alice Caty Domon (Francia 1937- Argentina 1977). La autora recuerda el testimonio y el “martirio” de esta activa apóstol de un evangelio de justicia.

 

Comencemos por el momento final de su vida para después desandar el camino hacia el principio. Pidámosle ayuda a Jorge Luis Borges, quien escribe en pocas páginas una biografía genial. Se centra en un momento: el instante de iluminación que devela a Tadeo Isidoro Cruz –tal el nombre del personaje– la plenitud de su libertad, cuando “arrojó por tierra el quepis, gritó que no iba aconsentir el delito de que se matara a un valiente y se puso a pelear contra los soldados, junto al desertor Martín Fierro” (1).

En casos como éste, el momento no es necesariamente uno solo. Si bien nos referimos al de la entrega última de la vida (2), ésta es la última pero no la única. Incluso, solemos hablar de Alice Domon y de Léonie Duquet, como de las “religiosas francesas desaparecidas”. Pero, así como en tantas otras historias de vidas solidarias, en Domon las acciones de amor que despliega su existencia pueden reconocerse a lo largo de todo el itinerario vital.

“Para esto he nacido” dirá en una de las primeras cartas que hace llegar a su familia desde la Argentina. En los diferentes lugares donde habitó, Alice ofreció diferentes narrativas de sí misma, pero también la profundización de su libertad en un único proyecto con múltiples manifestaciones, ya que uno de sus aspectos más admirables es la coherencia, el desarrollo cada vez más neto, más claro, más comprometido de sus gestos existenciales.

Vayamos ahora al principio de la historia: el nacimiento y los primeros años de la infancia en Charquemont, Francia, donde Alice –cuarta de siete hermanos– aprendió a responsabilizarse por los demás. El camino de Alicia Ana María Juana Domon comenzó el 23 de septiembre de 1937 y durante su infancia conoció el impacto de la Segunda Guerra Mundial. A los dieciséis años empezó a trabajar en la industria de la relojería, típica de su zona cercana a Suiza, y a los diecinueve ingresó en la congregación de las Soeurs des Missions Etrangères en Notre Dame de la Motte, Muret, Haute

Garonne, tomando en su profesión religiosa el nombre de María Catalina, que se transformó en Caty para sus más cercanos. Del carisma de su congregación le atrajo especialmente ese “hacerse todo a todos” del que habla la primera carta a los Corintios 9,22.

En 1961 Alice llegó a Pau, una localidad del sur de Francia, donde su congregación acogía a mujeres de edad avanzada y en buena situación económica. Ella las atendía pero también trabajaba con los gitanos cercanos a la comunidad. Cuatro años más tarde, la superiora general, H. Thérèse Logerot, envió a Alice a la diócesis de Morón, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, donde la hermana Gabrielle Etchebarne estaba trabajando brillantemente en la catequesis especial y Léonie Duquet en la Casa de la Catequesis. Alice Domon llegó a la Argentina unos meses después del golpe de Estado del 28 de junio de 1966, que derroca al presidente Arturo Illia y lleva al gobierno al general Juan Carlos Onganía. No había recibido específicamente formación política pero comenzará a vivir en un ambiente donde lo político ocupará cada vez más el primer plano de la vida de los argentinos. En ella, dos factores serán los más relevantes a partir de ese momento: la organización popular y el accionar de los movimientos guerrilleros, por un lado, y la concentración del poder económico y la sucesión de gobiernos militares, por otro.

En 1968, las desigualdades sociales existentes en la Argentina se profundizaban con el plan económico de Adalberto Krieger Vasena. En ese contexto de empobrecimiento surgió el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y uno de sus fundadores, Héctor Botán, trabajaba en una villa de emergencia –la número 20– ubicada en el sur de la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Villa Lugano. Una compañera de Caty, la hermana Montserrat Bertán, había dejado Morón para instalarse en una precaria vivienda de la villa y en 1969 Alice Domon se unió a ella.

El 11 de marzo de 1973, Héctor J. Cámpora, que había sufrido la cárcel después de la revolución que derrocó a Perón, gana las elecciones presidenciales. Luego de un tiempo en Lugano, Caty viajó a una zona aún más necesitada en el interior de la Argentina: Perugorría (Corrientes) donde ya había una comunidad de hermanas misioneras –entre ellas, Yvonne Pierron– y allí vivió desde diciembre de 1973 hasta junio de 1977. Los campesinos del Noreste argentino, antes pertenecientes al Movimiento Rural, habían comenzado a reunirse multitudinariamente en las Ligas Agrarias y a reclamar con energía y decisión sus derechos (3). Caty iba a misionar a una zona especialmente

conflictiva por los intereses tabacaleros, el accionar del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y la posterior represión. Algunos jóvenes que trabajaban con ella en las Ligas Agrarias habían sido secuestrados.

En el ambiente eclesial, el Concilio Vaticano II había recomendado a las congregaciones y órdenes religiosas volver a las fuentes fundacionales. En el caso de las Soeurs des Missions Etrangères fue la interpretación de la misión lo que se puso en tela de juicio y la crisis terminó con la dimisión de veinte religiosas, entre ellas, Cathy, que había asistido como la representante de las comunidades de la Argentina al Capítulo General de 1975 en la casa central de Francia. Así, la soledad se acrecentó, ya sin el cobijo institucional; si bien los lazos de afecto y hermandad continuaron vivos en ambas partes y su congregación reclamará valientemente por ella en el momento de su

desaparición.

El 24 de marzo de 1976 un nuevo golpe militar tomó el poder en la Argentina encabezado por el general Jorge Rafael Videla. Caty fue obligada a abandonar Perugorría bajo la presión del intendente local. Los últimos días allí fueron terribles: sus amigos campesinos habían sido amenazados de tortura y muerte si le permitían vivir en sus tierras. Entonces, Domon decidió viajar a Buenos Aires donde trabajó como secretaria en el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y en la pastoral con mujeres en situación de prostitución, mientras no dejaba de acompañar en sus trámites a los familiares de sus amigos desaparecidos en Corrientes.

Esto la llevó a conocer a quienes después serían las “Madres de Plaza de Mayo” y a ser detenida con ellas en octubre de 1977. Las Madres reclamaban por sus hijos y Alice fue especialmente sensible a esa situación desesperante.

Finalmente, el 8 de diciembre de 1977, Alice Domon fue secuestrada junto con Ángela Aguad de Genovés, Esther Ballestrino de Careaga, Remo Berardo, Raquel Bulit, Horacio Elbert, José Julio Fondevilla, Gabriel Eduardo Horanne, Patricia Oviedo, María Eugenia Ponce de Bianco y, dos días después, Azucena Villaflor de Devicenti y Léonie Duquet. A partir de aquí, especialmente, sus acciones de proximidad se hicieron padecimiento; sus palabras, silencio; sus silencios, testimonio; sus testimonios, revelación de la grandeza de lo humano.

 

La autora es profesora de Filosofía y licenciada en Teología por la Universidad del Salvador. Se desempeña como profesora de Filosofía en la UBA.

 

 

1. Borges, Jorge Luis: “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874)”, El Aleph.

2. En cuanto al concepto de mártir hay una ampliación en la elaboración teológica actual, al reconocer esta cualidad a personas que se enfrentan hasta la entrega de su vida con el rechazo de un Dios de justicia, aunque no haya explícitamente odium fidei. “La muerte violenta de muchos cristianos y cristianas, sobre todo en el Tercer Mundo, ha hecho repensar la noción de martirio. Mártir es fundamentalmente aquel y aquella que, en lo sustancial,

siguen a Jesús, viven dedicados a la causa de Jesús y mueren por las mismas razones que Jesús. Son los ‘mártires jesuánicos’”. J. Sobrino, “Los mártires jesuánicos en el Tercer Mundo”, Revista Latinoamericana de Teología 48 (1999), 237-255, 241.

3. “No debemos olvidar que la mayoría de ellos eran aparceros o arrendatarios, por lo tanto debían pagar un elevado tributo a los dueños de los campos, y por otra parte, eran esquilmados permanentemente por las grandes empresas tabacaleras de capitales foráneos, que clasificaban discrecionalmente el tabaco en siete clases y cometían grandes injusticias, a las que no eran ajenos los acopiadores”. G. M. Marcon de Di Gregorio (2009), Dictadura, memoria y verdad. Educación y represión en la ciudad de Goya, Librería de la Paz, Goya.

1 Readers Commented

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  1. mercedes hileret on 1 diciembre, 2010

    Que tristeza que alguien tan valioso y valiente haya muerto y que no esté más entre nosotros

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