Parece un pequeño milagro. Ninguneado, solapadamente difamado por quienes auguran su desaparición, con menos presupuesto real, mínima presencia de figuras, reducción de personal, y otras contrariedades, el 24° Festival Internacional de Mar del Plata brindó este año una de sus mejores ediciones. La inauguración misma fue lo que siempre debió haber sido (al fin nadie pasó vergüenza ajena), no así el acto de cierre, que estuvo copado por Canal 7, con un locutor gritón y largas pausas “para bloques comerciales” que causaban desazón y deserción en la sala. Fuera de esa desgraciada intromisión del canal oficial, todo el festival lució bien organizado y sólo hubo que hacer dos cambios, por dos películas retenidas en la Aduana porque venían de Brasil (lo cual las convirtió en rehenes políticas de algún funcionario antojadizo). El nivel de la programación fue generalmente de bueno a muy bueno, y más tento al gusto de los espectadores marplatenses, que de ese modo volvieron a llenar las salas. Se redujo, pues, la idea de “Bafici Playero” indiferente al público local, que pretendían aplicar algunos propulsores de la moda intelectual de Buenos Aires (aunque la influencia Bafici se sigue notando en la redacción trabajosa y el diseño del catálogo apto únicamente para entendidos con buena vista, y en dos secciones paralelas bastante específicas). Se redujo también, oh maravilla, la vidriera de políticos que solían caer en bandada

para la inauguración o el cierre. Al comienzo sólo estuvo el intendente, que dio la bienvenida y elogió el acuerdo tripartito Incaa-Provincia-Municipio que se hace “por primera vez” para repartir gastos, olvidando uno que se había firmado antes en Cancillería y tampoco fue cumplido. Y el día antes del cierre apareció Mario das Neves, gobernador de Chubut, para la premiere de un film parcialmente rodado en su provincia (que coprodujo su parte): Fontana, la frontera interior, de Juan Bautista Stagnaro, sobre el explorador, militar y naturalista Luis Jorge Fontana, quien a su modo integró mocovíes y galeses al país naciente. Una curiosidad, ver sentados uno al lado del otro al aspirante a candidato anti K junto al secretario de Cultura de la Nación ultra K Jorge Coscia. Los gobernadores de Formosa, Chaco y San Juan, donde también se rodó el film, prefirieron quedar en casa. Tampoco apareció la Presidenta, que bien hubiera ido a lucir el triunfo de su ley de medios audiovisuales.

“Ni Mirtha ni Cristina”, bromeaba algún periodista, pues decían que la presencia de una significaría la ausencia de la otra. Pero las únicas estrellas presentes fueron Natalia Oreiro, delgadita y sencilla como siempre, protagonista de la tierna e incisiva Francia, y Bonnie Erickson. ¿Que quién es Bonnie Erickson? Pues la mamá de Miss Piggy, la mujer que diseñó y dio personalidad a Miss Piggy y a los viejitos del palco. Un gusto charlar con ella, igualita a su hija, verla reír abiertamente echando el cuerpo hacia atrás, y contar amorosamente la historia de la factoría Henson y los demás muñecos. Todo el mundo quería sacarse fotos con ella. Ése es, precisamente, el acierto del festival marplatense. Menos peso de funcionarios y exquisitos, y más contacto entre la gente. Grandes momentos, las charlas públicas, muy instructivas y divertidas, del director del festival, el veterano maestro Martínez Suárez, con Juan José Campanella y con el español Javier Fesser, que además presentó su obra completa, desde el chacoteo juvenil hasta el drama Camino; el taller de marionetas, abierto a grandes y chicos, brindado por John Kennedy, de Los Muppets (los niños no podían creer lo que salía de sus propias manos); la emotiva presentación de Padres de la Plaza: diez recorridos posibles, con la presencia de ocho de ellos; la sincera charla de Juan Pablo Escobar, hijo del famoso narcotraficante, en la presentación del excelente documental Pecados de mi padre (cuyo rodaje impulsó a su encuentro con los hijos de dos de las mayores víctimas de su padre, para pedirles perdón); la ovación del público al descubrir en las butacas a los tangueros de El último aplauso, sobre la resurrección del famoso Bar El Chino; el programa de cortos didácticos en 3D que hace aquí Sergio Neuspiller, como El sistema solar en una cancha de fútbol, dentro de una sección de cine en 3D (lástima que no se haya recuperado el primer corto argentino tridimensional, Buenos Aires en relieve, presentado en Mar del Plata 1954, y del cual sólo se conserva una copia plana); la edición de Homero Alsina Thevenet. Obras incompletas, Tomo I, 976 páginas de letra apretada, abarcando sus críticas y comentarios desde 1937 a 1955, gran trabajo de recopilación que promete continuarse hasta completar tres tomos, a uno por festival; etc., etc.

Momentos, en fin, que hacen memorable el festival. Para quienes no fueron, cabe recomendarles algunas obras de seguro estreno, como las antedichas y, entre otras, también Tango, una historia con judíos (impagable la escena de Héctor Galvé recordando un tema lastimero bien de idishe mame popularísimo en los ‘50), El hombre de al lado, lúcida comedia sobre la incomunicación entre vecinos, y la ganadora del certamen, Cinco días sin Nora (Mariana Chenillo, México), comedia de humor negro sobre las demoras de diversa clase para enterrar a una señora judía que cometió suicidio, luego de cometer en vida algunas otras cosas, según sospecha el viudo. “Rodamos en la comunidad judía de Polanco, y cuando supieron lo del suicidio se molestaron muchísimo, porque entre ellos es un tema tabú. Entonces tratamos de evitarles

más molestias con el ruido de nuestros equipos, y yo creo que por ahí encontramos el medio tono que nos pedía la directora”, bromeó el veterano actor Juan C. Colombo, quien comentó además: “En México ni saben que hay judíos. No es como acá, que debieron integrarse desde los conventillos”.

Sobre medios tonos y problemas de integración trabaja también la otra ganadora, una comedia con muertos de distinta clase: El tiempo que resta, del palestino Elia Suleiman, una historia familiar y nacional, desde la ocupación israelí de 1948 en adelante, basada en las memorias de su padre, cartas de su madre, vecinos de su nativa Nazareth, y su propia experiencia de escolar obligado a ver Los diez mandamientos y cosas parecidas. De una calma incisiva y unos chistes que duelen, sería muy bueno que alguien la difundiera entre nosotros. Lo mismo, la finlandesa Cartas al padre Jacob, pequeña pero honda y sentida anécdota sobre el perdón, a través de una presidiaria que debe cuidar de un viejo cura ciego y su correspondencia, y la rusa Habitación y media, enorme, expansiva inmersión en las memorias familiares del premio Nobel Joseph Brodsky, mezclando noticieros, dibujos animados, collages, comedia y nostalgia, muy a lo ruso y con La cumparsita en alguna escena de alegría conyugal. Su director, el veterano Andrey Khrzhanovsky, vino desde Moscú, y en el camino aprovechó a conocer el Tortoni. “Estuve allí, pasé mi mano por la mesa donde quizás estuvieron Borges o García Lorca”, sonreía emocionado. Pero luego agregaba con tristeza: “También eran muy lindos los rincones donde se juntaban los poetas y artistas de Moscú y Petrogrado. Pero hoy allí no se reúnen los poetas, sino los mafiosos”.

La lista de buenos recuerdos y recomendaciones podría seguir una página más. El festival, por suerte, también seguirá un tiempo más. Aunque tememos que quizá vuelvan algunos “figurantes”, si el año  próximo su edición coincide con la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado que se hará en Mar del Plata, y a la cual vendrían los reyes de España.

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?