libros1Las bibliotecas y los archivos deben registrar, preservar y difundir la memoria impresa de la cultura del país, en los soportes de información tradicionales y nuevos. ¿Qué distancia los separa de su misión?

biblioExisten en la Argentina distintos tipos de bibliotecas. Es paradigmática la Biblioteca Nacional, si bien hay también muchas bibliotecas especiales, como la del Congreso; bibliotecas escolares, bibliotecas especializadas y bibliotecas públicas. Estas últimas se dividen en dos tipos: las municipales y las populares, fundadas por Domingo Faustino Sarmiento. Y si bien su origen es muy temprano en la Argentina, diferentes factores como la falta de recursos materiales y de la necesaria profesionalización de quienes trabajan como bibliotecarios ha hecho que el desarrollo de la profesión sea muy dispar. “Las bibliotecas especializadas son las que mejor funcionan, pero hay una pobreza muy marcada en muchas bibliotecas populares. En ese sentido, creo que no hay una conciencia política del rol que deben cumplir las bibliotecas en una nación. Y me refiero tanto a la clase política como a los ciudadanos: no tienen conciencia de que educarse con las bibliotecas es la única garantía de un desarrollo cultural”, afirmó Alejandro Parada, director de la Biblioteca de la Academia Argentina de Letras (especializada en literatura argentina, filología y lingüística española, lenguas amerindias y literatura universal), con cerca de 140 mil volúmenes y 30 mil títulos de publicaciones periódicas.

Parada recupera tres momentos importantes de la historia bibliotecaria del país: “El primero fue el primer acto cultural de la Junta de Mayo de 1810: fundar una biblioteca pública, que hoy es la Biblioteca Nacional. Aquella relación íntima entre cultura popular, la formación del ciudadano y la decisión política determinaron el acceso gratuito a la lectura”. Siguieron años conflictivos, plagados de guerras civiles, hasta que Sarmiento decidió fundar las bibliotecas populares con fondos del Estado. Sin embargo, había una condición: los ciudadanos debían manifestar la inquietud de fundarla con una primera colección. “Este ejemplo también muestra al Estado y a los ciudadanos trabajando juntos para garantizar el éxito en el tiempo de una biblioteca. Así se reflotaron las bibliotecas en las dos primeras décadas del siglo XX”, explica Parada. El tercer auge en la construcción de la ciudadanía bibliotecaria ocurrió en la década del ’30, en el contexto de lo que se llamó fomentismo barrial, junto con las sociedades de fomento y los clubes de barrio. “Cuanto mayor desarrollo tienen las bibliotecas públicas, por sentido conmutativo, mayor desarrollo bibliotecario tiene el país”,  resume.

¿Cuál es el diagnóstico hoy? Para el director de la biblioteca de la Academia Argentina de Letras, las bibliotecas especializadas se encuentran en un buen nivel, mientras que las demás están atrasadas con respecto a su potencial, principalmente por la falta de participación del ciudadano. Pensemos en el rol dinámico de las bibliotecas en la educación primaria, secundaria y universitaria en las generaciones mayores de 30 años; en la actualidad, la presencia de las bibliotecas en las instituciones educativas es notoriamente menor. “Sin embargo, la biblioteca debería funcionar como un templo:

ante cualquier necesidad sus puertas deben estar abiertas”, ejemplifica Parada. Y agrega: “Planificar  a educación de un país es planificar también su estructura bibliotecaria, y se trata de un planeamiento político. Todo país en serio, que se piensa a sí mismo en procesos de larga duración, planifica sus bibliotecas, y los ciudadanos, en alguna medida, participan de ellas”.

Violeta Antinarelli es la directora de la Biblioteca del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, que nació en 1905 como un brazo dentro de la estructura de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (en la actualidad su biblioteca cuenta con alrededor de 60 mil volúmenes). Desde el punto de vista historiográfico, que es su especificidad, el valor de la biblioteca del Ravignani tiene que ver con ir a las fuentes: “Los investigadores aquí pueden, por ejemplo, consultar los documentos originales de un virrey en lugar de consultar libros en los que estén reproducidos. El objetivo específico es generar una nueva historia a partir de datos concretos, por eso intentamos reunir documentos de todo el interior del país, recorriendo los archivos eclesiales y policiales”, explica. Si bien no hay una fecha conmemorativa de la apertura de la biblioteca del Ravignani, podría fijarse el momento en que la Biblioteca de Humanidades central empezó a derivarle todo el material de historia argentina y latinoamericana.

Cuando falleció Ravignani, donó su biblioteca personal. Luego vinieron años de decadencia edilicia y mínimos servicios de atención. Con el regreso a la democracia, la biblioteca tomó nuevos aires. El actual director, el profesor José Carlos Chiaramonte, asumió en 1987, y le dio nuevo impulso con la incorporación de profesionales y la realización de un inventario del material. “Nuestras obras no tienen sólo valor bibliográfico sino bibliofílico, como la edición encuadernada en cuero de las  Asambleas Constituyentes argentinas”, explica Antinarelli. Su crecimiento se da a través del canje, que se mantiene a partir del Boletín del Instituto, donde se presentan artículos originales. Los autores del equipo donan sus obras, y también los investigadores del exterior que han investigado allí. En menor medida se adquieren libros a través de subsidios y los programas de investigación de cada miembro del Instituto, porque el material bibliográfico que se adquiere, en general culmina en la biblioteca.

 

La Biblioteca Nacional

El año pasado la Biblioteca Nacional difundió la noticia de que finalizó el inventario de libros, con 763.000 libros registrados, en el marco de la creación de una base de datos de libros o monografías, con una catalogación abreviada y el nuevo número de inventario. Se trata de un caso paradigmático en el país debido a su estructura excesivamente politizada, casi kafkiana, y quienes así trabajan lo sufren y mucho. Para la bibliotecaria del Ravignani, “los medios están y la capacidad de  organización, también. Los que fallan son los mandos medios, donde hay incidencias gremiales y personales. El caso más lamentable es el de la Biblioteca Nacional, que debiera sonar como un violín y lamentablemente desde hace décadas que se está tratando de que funcione sin terminar de lograrlo. Conozco a gente de las secciones técnicas que trabaja muy bien pero cuesta una enormidad sacarla a flote porque hay muchos conflictos en el medio que entorpecen los procesos; el investigador se siente frustrado y lo entiendo”.

A dicha Biblioteca pertenece el Programa nacional de bibliografía colonial, que dirige el Profesor Roberto Casazza, cuya misión es poner en valor el conjunto de libros editados entre los siglos XVI y XVIII en el país, que suman unos 40 mil volúmenes, a través de diversos proyectos: catalogación de los libros y facsímiles (ya hay 6.000 catalogados, de los cuales 2.000 se encuentran en la Biblioteca Nacional), proyectos de estudio que implican publicaciones de temas de historia y literatura colonial, la organización de simposios y favorecer la restauración de los libros, para lo cual en 2009 el  programa obtuvo un subsidio de 100 mil pesos del Gobierno alemán.

En América hay sólo tres catálogos colectivos de patrimonio: México, Brasil y Argentina, y la realidad en la región es similar. En el país, el Programa invitó a numerosas instituciones a participar con los títulos de su colección, como el Banco Central, Biblioteca del Congreso, la Biblioteca Mayor de Córdoba, Biblioteca de la provincia de Buenos Aires, y bibliófilos individuales. En el caso de las bibliotecas, muchas tienen problemas de catalogación de sus propios fondos; por eso se les dieron los lineamientos de los registros para unificar el formato o software con el de la Biblioteca Nacional, completando los mismos campos. En la actualidad el catálogo incluye obras muy relevantes, por ejemplo, las jesuíticas. Sin embargo, es difícil avanzar ya que no existe un relevamiento ni siquiera de las direcciones postales de las bibliotecas de la Argentina que pueden tener el material. En ese sentido, también desde el Programa nacional de bibliografía colonial se empezó a trabajar en un censo de bibliografía nacional, para localizar instituciones con fondo antiguo. Y en abril de 2009 desde la Biblioteca se invitó a 200 personas a un curso de capacitación para el cuidado del libro antiguo, lo cual permitió tomar contacto con quienes tienen acceso a dicho material en todo el país. Sin embargo, no es fácil llegar a los particulares. En el ambiente de las bibliotecas se envían convocatorias de cursos, simposios e informes, porque es la única estrategia posible para hacer difusión masiva del Programa.

Casazza desmiente los dichos que sostienen que en la Biblioteca Nacional hay material arruinado por el desorden, la humedad y el abandono: “Los libros están en general en buen estado y protegidos. Y aquí queremos que vengan a ver las colecciones, que se produzcan estudios, por eso la Biblioteca está ofreciendo becas de investigación en temáticas vinculadas con el patrimonio argentino. Tenemos buenos libros, espacios de lectura y salas abiertas”.

 

Formación de bibliotecarios

“La oferta de capacitación en la Argentina es excelente: en Filosofía y Letras de la UBA existe la Licenciatura en Bibliotecología; también se puede estudiar en el Museo Social Argentino, en la Universidad de La Plata y en la Biblioteca Nacional. El nivel es muy bueno, equiparable al resto del mundo”, explicó Antinarelli. La carrera fue fundada en 1922 por Ricardo Rojas y es la más antigua de América latina dentro de una universidad.  Además, desde 1967 existe un centro de investigaciones bibliotecológicas. Sin embargo, los profesionales no siempre ocupan las vacantes disponibles en las bibliotecas, si bien no hace falta ser un investigador universitario para saber que

es fatal el desencuentro entre el estudiante que no sabe buscar y el que lo recibe si no lo sabe atender. Roberto Parada agrega: “Lamentablemente en muchos casos cuando se produce una vacante se llama a una maestra o una persona que tiene relativa cultura, y dejamos de lado al profesional. Esta tendencia se está revirtiendo por las nuevas tecnologías, porque ya no son tan sencillos los catálogos. La informática nos ha ayudado para que se reclame un profesional capacitado”.

Otra falencia es la ausencia de formación específica para el cuidado del libro antiguo, por lo cual  pueda a criterio de cada profesional la capacitación en materia de conservación, o en las posibilidades de perfeccionarse en el exterior.

 

Nuevas tecnologías

“Los avances tecnológicos ingresaron con mucha fuerza en nuestra disciplina, hoy no existimos sin una computadora al lado y el sistema de ficheros no tiene cabida en la dinámica actual. Además, a nivel mundial hay una tendencia a recuperar los archivos documentales, las memorias institucionales, y por eso se ha empezado a digitalizar la documentación de archivo de todo el mundo.

En España, por ejemplo, se hace a nivel de comunas, y la información va ingresando en forma de red. Creo que ese es el camino que tenemos que seguir. En el Instituto Ravignani tenemos un sector de recuperación de patrimonio histórico donde a través de un subsidio obtuvimos equipamiento para digitalizarlo, especialmente el material de gran tamaño como láminas y mapas”, explicó Antinarelli. Además, se está avanzando en el Sistema de Bibliotecas de la Facultad de Filosofía y Letras, que se integrará al que ya funciona en la UBA, un sistema de información en forma de catálogo colectivo (SISBI), creado en 1985, reemplazando así al Instituto Bibliotecológico de 1942.

De cara al futuro, la bibliotecaria del Ravignani considera que si bien la tecnología es una gran herramienta, sigue siendo fundamental el contacto entre el ser humano que busca algo y el que tiene qué ofrecerle: “El libro electrónico no soluciona la formación intelectual o literaria, necesitamos de una persona que organice el caos de información”. Parada agrega: “Los mediadores de la información, es decir, bibliotecarios y archivistas, deberán jugar un rol cada vez más importante. Si los tres pilares de la sociedad del conocimiento son las bibliotecas, los archivos y los museos, quizás, en el futuro, logremos la interacción de todos y los libros pasen a ser patrimonio de los museos y los archivos, y en cambio crezca la información digitalizada que circule de forma virtual”.

En ese sentido, las normas bibliotecológicas se vuelven más universales porque estamos interconectados. “Históricamente, la biblioteca del Congreso de Washington era un modelo, y nos pasaba las copias de las fichas de toda la región. Actualmente podemos bajar de Internet los registros de su biblioteca. En Medicina, Ciencias Sociales, y Derecho, por ejemplo, resulta muy útil”, explica Antinarelli. Y si bien en cuanto a la normalización se ha avanzado mucho, persiste la dependencia de decisiones políticas que a veces no se concretan.

El equipo del Programa nacional de bibliografía colonial defiende el modelo de catálogo colectivo, que marca las nuevas tendencias en todo el mundo: “Seguimos el Patrimonio Bibliográfico español, que reunió todas las bibliotecas de libros antiguos de España en una única base. Sin embargo, el acceso al libro específico depende de los límites y permisos de cada institución que forma parte del catálogo. En el caso de los coleccionistas particulares de la Argentina, por ejemplo, el catálogo no explicita el domicilio, para garantizar su seguridad. En la Biblioteca Nacional, los volúmenes integran lo que se llama Sala de Tesoro y el acceso se limita a quienes estén acreditados como investigadores, a partir de una carta de la institución que los avala como tales. Parte del material está microfilmado o digitalizado”.

 

Problemas

Internet es una fuente de información muy útil, pero es necesario aprender a elegir para no llegar al desborde y terminar en el lamentable “copiar/pegar”, cuyo uso está demasiado extendido entre las nuevas generaciones, a decir de docentes, padres y bibliotecarios. Violeta Antinarelli explica que si bien hay una revisión historiográfica de personalidades y de acontecimientos de la historia argentina, los jóvenes están perdiendo esa necesidad de la búsqueda de la fuente porque la educación se basa

en fragmentos de obras y en fotocopias.

Parada asegura que la función de la educación y ligada a ella, la de las bibliotecas, es la “formación de individuos pensantes, críticos e independientes”. “A través de las innovadoras aplicaciones posibles con el avance de las tecnologías, como blogs, plataformas y documentos virtuales, las bibliotecas pueden seducir a los jóvenes. Ofrecer nuevas expectativas a nuevos lectores es el desafío de la biblioteca moderna. “No podemos tener más bibliotecas estáticas, tenemos que sumar el dinamismo de lo virtual”, dice.

Para la bibliotecaria del Ravignani, otro de los problemas es la infraestructura institucional de organismos públicos, porque hay mucha burocracia y los fondos a menudo se priorizan o derivan en otro sentido: “A nosotros nos enseñaron el servicio al público en el mejor de los sentidos, una tarea que nos enorgullece, por eso trabajamos a veces al límite de nuestras fuerzas”.

Otro inconveniente extendido tiene que ver con que en el área de servicio de toda biblioteca, que es donde se recibe al público, se designa a empleados que no están capacitados para la tarea específica. “La persona que viene a consultar tiene grandes fallas en su formación porque no les enseñan a hacer investigación, y a veces recién lo consiguen en la etapa de postgrado. En muchos casos, vienen madres y padres a la biblioteca y no los chicos. También hay error en el colegio, porque les piden investigaciones pero no les explican cómo realizarlas. Y sucede hasta en la universidad”, explica Antinarelli.

Por su parte, Roberto Casazza, del Programa nacional de bibliografía colonial, cuenta que una de las dificultades que enfrenta son las reticencias de las corporaciones religiosas, que no terminan de aceptar ser parte del catálogo unificado y se aferran a la custodia exclusiva de su historia. “Desde el Estado estamos intentando una mayor articulación con todas las instituciones que tienen libros antiguos, queremos que exista una red en la web mediante la cual sea posible acceder a los libros más fácilmente”, resume. “Las colecciones de documentos y libros antiguos del país están en un estado que merece atención, si bien no estamos muy distantes de lo que sucede en otros países: la problemática de los libros antiguos es muy seria porque la cantidad de recursos humanos y dinero que requiere la restauración de un libro es inmensa. Un ejemplar deteriorado quizás necesita 200 horas de trabajo humano de una persona muy calificada; un gran proyecto puede significar la recuperación de 50 libros”, explica.

Casazza también cuestiona la ausencia de una política unificada por parte del Estado. Por ejemplo, la inexistencia de una ley que prohíba que los libros antiguos puedan salir del país. “La normativa debería explicitar hasta dónde un particular puede hacer lo que desee con un libro considerado patrimonio de la Nación. Algunas órdenes religiosas, por ejemplo, no tienen el personal suficiente para proteger sus fondos antiguos. Si hemos sufrido robos en la Biblioteca Nacional, cuánto mayor es el riesgo de bibliotecas que no cuentan con la seguridad que tenemos aquí”, explica.

A su tiempo, Parada señala que la Argentina es uno de los pocos países en el mundo que carece de la bibliografía nacional, cuya función es reunir todo lo que se sabe y se produjo en materia impresa y ahora también en calidad electrónica a lo largo de su historia: “Si controlamos la bibliografía nacional se puede planificar, por ejemplo, aumentar el material científico en las áreas en las que hay carencias y no destinar fondos en las que hay exceso de producción”. Otra de las serias falencias es la ausencia de un sistema nacional y federal de bibliotecas, de centros de documentación y de información, consecuencia de la falta de decisión política: “Es clave si queremos que un niño en la Patagonia o en La Quiaca tenga las mismas oportunidades que aquel que vive en microcentro. Hablar de democracia y de república exige brindar iguales oportunidades a todos los ciudadanos”.

1 Readers Commented

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  1. yaire on 26 agosto, 2010

    no entiendo nada pero ok

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