Escritor y periodista, murió a los 93 años cuando aún trabajaba en el diario La Prensa, pero ya había demostrado su fina astucia en La Nación, El Mundo, Clarín y La Razón.

La muerte de Bernardo Koremblit enluta el aporte judío a la cultura argentina, su obra así lo atestigua. Vivió sin medrar, vertical y firme como si fuera un aviador de tormentas. Durante los años que antecedieron a la Segunda Guerra Mundial, Hitler ya estaba en el poder, la Bauhaus se hacía añicos, la noche de los cristales presagiaba la próxima tragedia, y en nuestro país la germanofilia sumaba adeptos. Bernardo Koremblit lo dejó escrito en sus libros, en los periódicos, en los diálogos entre amigos o en sus conferencias.

Pasó el turbión; llegó la paz tras un largo y penoso avatar. La democracia triunfó sobre los idealismos totalitarios y Koremblit continuó, como entonces, usando la paradoja, la ironía y el humor judío en su vida y en su obra.

Porque vivió viviendo lo que dejó escrito en sus libros, en los periódicos, en los diálogos entre amigos o en sus graciosas y sesudas conferencias, que prodigó quizá en exceso. No dudó; ésta fue su búsqueda, o el clamor de su dolor y soledad existencial. Madurando sus años continuó con su afán de nutrirse permanentemente con lecturas, soliloquios y autocríticas, conservando siempre su juventud mental y la necesidad de encontrar en cada paso a un amigo para dialogar con él sobre lo nuevo, lo novedoso, y enriquecerse acendrando lo que amó a lo largo del tiempo: la cultura. Después de su viudez, atenuó su soledad en las cómplices sonrisas de mujeres monas e inteligentes, ávidas de su ingente conocimiento, que cultivó con ahínco desde sus años adolescentes hasta que dejó el mundo a través de la lectura de clásicos y modernos, muy bien analizados y mejor digeridos.

Su bonhomía lo llevó a conciliar, a través de la paradoja, el humor y la graciosa broma, la disparidad que surge entre las dos vertientes del ser humano: la razón, por un lado, y las efervescentes verdades más apasionadas del sentimiento. Estos dones que Dios le dejó en su predio fueron esparcidos como quien a mano llena siembra y olvida la vida que derrama en la tierra. Mientras tanto, cantó melodías tan sonantes como las de la Verbena de la Paloma y así pasaron sus hermosos días, meses, años… la vida.

La semilla judía es tener presente y vivo el monoteísmo ético y el Tikum Olam, que es buscar la libertad del oprimido, no como en Sartre, sino siendo prójimo, sea él de cualquier religión, color o lugar del mundo. La razón que nos obliga a luchar con denuedo por este encomiable reto es agradecerle a Él el habernos salvado milagrosamente del Egipto: “Me liberó milagrosamente”.

No por revolución ni evolución, sino por milagro. En Sastre el tema es la nada. Como consta en las escrituras. Esta verdad reverente puede ser dudada por mi hermano, pero ambos o todos sabemos lo que propagó un rabino perdido en nuestra historia y en el tiempo: “Bendita la yesca que encendió el pábulo. Bendita la vela que encendió el corazón… Bendito el corazón de mi prójimo que encendió el mío.”

Bendita la cultura que mantiene esa fe. Por el razonamiento llegamos al mismo destino. Todos tenemos las mismas obligaciones para obtener los mismos derechos. Con Ezequiel, a quien conocí en mi juventud en el club Hebraica, disfruté del conocimiento que le brindó la noche porteña en su bohemia periodística, su saber palmo a palmo de la vida de la angosta calle Corrientes y sus andanzas con los autores de entonces, caminantes solitarios como Baldomero Fernández Moreno y Samuel Eichelbaum.

Los cenáculos alrededor de Roberto Arlt, de José Ingenieros, Aníbal Ponce, el entonces socialista don Leopoldo Lugones, el lúcido y brillante Alberto Gerchunoff, el Tortoni, la vida nocturna en Avenida de Mayo, los bodegones españoles con los artistas, actores, pintores, músicos y escritores que llegaron prófugos de la guerra española como la pequeña y graciosa Maruja Mallo, Luis Seoane, Pompeyo Audivert y los catalanes Batlle Planas y su tío Planas Casas, y Pérez de Ayala, don Ramón Gómez de la Serna, Rafael Alberti, don Soiza Reilly, las visitas de Margarita Xirgu y su compañía de actores, Jacinto Benavente y su brillante intérprete, doña Lola Membrives. Confieso que muchas noches abandoné mi pesada y sistemática lectura de los enjundiosos libros de medicina para  zambullirme en los prodigios de aquellos encuentros memorables.

Quizá lo que más me fascinó de él fue el manejo del idioma español, muy bien reflejado en sus libros, y los conocimientos del mundo arrabalero, como su devoción por la pléyade de autores de los tangos, los cultores de su música y las anécdotas chispeantes y graciosas de la vida del cabaret. No menos sabrosas eran sus anécdotas sobre el entorno de Alberto Vaccarezza, el conventillo, su pintoresquismo reflejado en sus sainetes de imborrable recuerdo.

Su sensatez le llevaba a frenar y combatir a través de la ironía a toda pasión que se despertaba en aquellos encuentros, imponiendo el respeto a la intolerancia, el diálogo a la violencia, evaporizando rencores, odios y sufrimientos, considerando lo humano como virtudes y defectos del ser creado. Hacía irrumpir la paradoja para mostrar lo mucho que nos une sobre lo tanto que nos diferencia y acortar a través del diálogo el desorden creado por la pasión afectiva que se excede en el encuentro de las diferencias. Ezequiel mostró siempre su buena crianza y los principios sagrados de su religión; a pesar de no ser ritualista transformó su religiosidad en cultura de acción. Su revista Davar es una prueba viviente de cuanto manifiesto. Antepuso los intereses permanentes sobre cualquier otro particular. Los juegos paradojales que cultivó en vida le permitieron flexibilizar su mente y encontrar alternativas contra al fanatismo que evitaran enfrentamientos. Fue este el quid de que todos lo quisieran, los diestros y siniestros de todos los partidismos que con sabiduría supo dirimir.

Jamás se sustrajo a ningún dilema, siempre buscó la colaboración con los mejores y supo apartarse con tino de los veleidosos mesiánicos que entorpecen toda dirección.

En los duros períodos en que los grupos de la Alianza Libertadora Nacionalista nos esperaban para golpearnos al salir de la Hebraica, él jamás abandonó su lugar entre nosotros, defendiendo nuestro bastión con la fortaleza heroica de los justos.

Jorge Luis Borges sentía mucha consideración y respeto por Ezequiel Koremblit, cuyos libros le divertían, y mantuvieron una relación fluida y fecunda. Publicó en Davar muchos de sus cuentos y poesías. Un día, en la mesa de mi casa, contó que escribió una poesía dedicada a Israel: “Creo que me salió bien porque no sentí deseos de corregirla y se  la entregué a Koremblit para que la publicara en Davar”. Apareció luego entre otras dedicadas a Israel en su libro El Oro de los Tigres. Cuando el filántropo don Natalio Wengrower dispuso editar El Aleph en hebreo, Koremblit me convocó junto al rabino Marshall Meyer, Marcos Aguinis, Gregorio Klimovsky, Alberto Girri y a tantos otros para homenajearlo en la Hebraica. Así lo hicimos. El uso de la paradoja signa su obra. Ezequiel extrajo ese recurso del largo método de los diálogos talmúdicos entre rabinos exegetistas del Pentateuco y los testimonios que dejaron los profetas. Es el método dialógico extendido por siglos que inspiró a Martin Buber con claridad extrema en su libro Yo y Tú, y que fue la matriz o la savia nutriente que usó Koremblit en su vida diaria y en su obra escrita. Abierto a todo, a lo tradicional ortodoxo y riguroso y a lo nuevo, al judaísmo reformista pasando por las viejas lecciones del Ba‘al Shem Tov, Gershom Scholem y tantos otros, introdujo la metodología del diálogo talmúdico en su literatura, que tanto ilustra como divierte en su ágil lectura.

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  1. Silver Rodriguez on 15 febrero, 2018

    Es muy valiosa esta información o mejor dicho esta casi biografía ligera de un hombre de la cultura v que intercaló su trabajo con el humor y mucho más si fue de origen judío, porque muchos -como yo- vemos y pensamos que todos los judíos son muy serios ya que nunca vimos reír a un israelita o a gente de esos lares . Yo vivo en Argentina y mi trato esporádico con ellos fue siempre parco de parte de ellos.
    Gracias por el trabajo que hacen ustedes, que me ayuda mucho.

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