oliveraHéctor Olivera supo vivir los ecos de la época que pinta en El mural. “Tomé uso de razón recién a fines de los ’30. Pero Buenos Aires todavía era la París de América. Años después, en los Estudios Baires, algunos empleados almorzábamos con Eduardo Bedoya, ex subdirector de Crítica, y Poroto Botana (Helvio en la película), de quien yo era un poco su attaché, y escuchábamos fascinados sus historias. Con cada una podría hacerse una miniserie…” –dice, y da pie a nuestras preguntas.

elmural2– …Como la de Natalio Botana, uruguayo que peleó en una guerra a los 17 y fundó Crítica a los 25, y a quien usted muestra codeándose con el poder y palmeando a sus empleados, a todos los cuales conoce por su nombre, como Napoleón a sus soldados.

-Nos interesó mostrar su gran poder periodístico (un millón de ejemplares diarios en un país de diez millones de habitantes), económico, político. Formaba la opinión pública y además era muy amplio, de mucha cultura, gran coleccionista de autores latinoamericanos. Lástima que luego su biblioteca fue desmembrada y vendida por metro lineal. Por suerte la del ge-neral Justo pasó completa a una universidad, creo que la de San Martín de Porres.

 

-Usted hace un retrato muy ecuánime del general Justo.

– Queda bien porque no lo muestro en época de elecciones, pero es cierto que no fue como Uriburu. Igual causa gracia cuando dice “Este es un gobierno democrático”, y Botana hace un gesto como diciendo “esto es broma”. Del actor Luis Machín, al final del rodaje exclamé: “Ha nacido el Anthony Hopkins argentino”. Formidable también el trabajo de Ana Celentano como Salvadora Medina Onrubia, unamujer que quiere  competir con su marido por el amor de los hijos. Todo el elenco es excelente.

 

-¿Los conflictos con los hijos eran así como los muestra?

-No tengo autoridad para hablar de eso, pero es cierto que hubo serios conflictos entre ella y sus hijos. Era toda gente apasionada, contradictoria. Por ejemplo, ella, impulsora del teatro infantil, millonaria anarquista, logró de Yrigoyen la libertad de Simón Radowitzky, el asesino del coronel Ramón Falcón, y después el diario destruyó a Yrigoyen. El pintor Siqueiros, militante comunista, venía de triunfaren los altos niveles de los Estados Unidos. Verborrágico, impulsivo, fanático estalinista, después quiso matar a Trotsky. Estuve en la casa de Trotsky, aún se ven las huellas de los tiros. Pero creo que en El mural Sequeiros y Salvadora, pese a sus defectos, se hacen queribles, porque son dos perdedores.

 

-Es interesante el modo en que muestra la actitud antiburguesa de ciertos artistas, como parte de una misma hipocresía, según dice Neruda en un íntimo brindis con Siqueiros, sumiendo a éste en un silencioso disgusto consigo mismo. Y también la única escena donde Salvadora y Siqueiros conversan solos, tras la muerte del hijo mayor de los Botana.

-Bueno, esa es una de nuestras licencias cronológicas. El hijo, Carlos, murió antes del mural. Cuando éste se pinta los chicos ya son más grandes. Y Gardel murió dos años después, nosotros lo ponemos antes para destacar el poder de Botana, que organizó el regreso de sus restos. Otras licencias son menos evidentes. Por ejemplo, el amigo de Siqueiros en Buenos Aires era Oliverio Girondo, no tanto Neruda, que aún no era tan de izquierda (y era pobrísimo y vivía de prestado en el Edificio Omega). En cambio Jorge Luis Borges, director del suplemento cultural, entonces era de izquierda. No lo pusimos para no meter tantos nombres, defecto de algunas películas de época.

 

-Tampoco puso a García Lorca.

-Es que la TVE no estaba en condiciones de incorporarse a la coproducción, y yo no podía pasar un mes en España haciendo casting en busca de ese tipo de “andaluz profesional”, como lo definió Borges, de modo que quedó afuera. Hubiera querido poner sobre todo tres momentos: su conferencia en Amigos del Arte, donde tocó el piano, cantó, recitó, y el público murió de gozo, el reestreno de Bodas de sangre en el Avenida con Lola Membrives, donde recibió la mayor y más cálida ovación de su vida (pobre, no le duró mucho la vida), y el día en que llenó una habitación del Hotel Cautelar con regalos para su madre y, por primera vez, pudo mandarle dinero a su padre, devolviéndole algo de lo que le había ido dando. Y hablo de dinero. El peso moneda nacional era muy fuerte.

 

-Eso sí, puso una de las dos escandalosas conferencias de Siqueiros, que organizó Victoria Ocampo.

-En la Argentina coincidían la gran influencia nacionalista, comunistas del ‘17, anarquistas, la vida cultural importante de los cenáculos. Cuando en esa escena se escucha que le preguntan a María Rosa Olivier “-¿A quién se le ocurrió traer a este energúmeno?-” “-A Waldo Frank-”. “-Judío tenía que ser-”, a ese diálogo no lo inventé yo. Fue cierto.

 

-Cuénteme de la otra piedra del escándalo, Blanca Luz Brum, muy suelta de cuerpo y lengua. ¿Es cierto que años después ayudó a Patricio Kelly a escapar de la cárcel vestido de monja?

-Ella contaba tantas cosas, incluso que fue amante de Perón y que Evita la odiaba. En 1946 la oyeron decir, frente al auto de la pareja presidencial: “Yo tendría que estar ahí”. Quién sabe. La biografía que le dedicó Carlos Achúgar se llama Falsas memorias. Por ejemplo, dicen que le dio un hijo a Siqueiros, pero la mayor biógrafa del pintor me confió que él era estéril, lo que me permitió agregar una situación dramática para que el público se pregunte cuál de ellos tendría razón en sus reproches. Lo cierto es que era hermosa, de una belleza muy moderna. Carla Peterson hace una excelente actuación. El elenco es  muy bueno, por suerte. Al mexicano Bruno Bichir, apenas lo vi me dije: “Siqueiros es ése”. Así cada uno. Además, Emilio Basaldúa, director de arte con una sensibilidad especial para esa época, que vino a Aries en 1975 recomendado por María Luisa Bemberg. Y Graciela Galán, vestuarista de María Luisa, que hizo una carrera formidable en Europa, Félix Monti en fotografía, etc. Bueno, con todos ellos hemos logrado una película “como las de antes”.

 

– Se nota y se agradece. Entretiene, despierta curiosidad por saber más, se disfruta y se ve todo el dinero puesto en la pantalla.

– Mire, si hay que gastar se gasta. De otro modo, ¿cómo competir en sala 7 con una primorosa película inglesa en sala 8? Pero el gasto tiene que verse en la pantalla. Detesto el cine-estafa.

No hay comentarios.

¿ QUIERE DEJAR UN COMENTARIO ?