La embajada del Reino Unido cedió a Criterio este artículo firmado por el primer ministro británico, escrito como bienvenida a la visita de Benedicto XVI a su país, para su publicación en la Argentina. El viaje del Papa a Gran Bretaña, precedido por un clima adverso en los medios, fue considerado luego por éstos como un verdadero acierto.

El cardenal Newman (Nota: John Henry) fue uno de los ingleses más distinguidos no sólo de su tiempo sino de todos los tiempos. Al igual que otros valientes hombres y mujeres de fe, creía apasionadamente en que debemos seguir el dictado de nuestra conciencia. Muchos, demasiados, han dado su vida por esta causa. En el Reino Unido ha habido tanto mártires protestantes como católicos. Thomas More fue uno de ellos; su juicio se realizó en Westminster Hall y desde ese lugar el Papa se dirigirá a representantes de la sociedad civil de todo el país. Esta semana (Nota: del 16 al 19 de septiembre), al término de su histórica visita al Reino Unido, el papa Benedicto XVI beatificará al Cardenal en el marco de una celebración eucarística en el parque Birmingham, donde solía concurrir en sus años de sencillo párroco en esa gran ciudad industrial. Será la emotiva conclusión de la primera visita oficial de un Papa al Reino Unido.

Aunque se considere un lugar común, utilizo la palabra “histórica” para referirme a esta visita porque la expresión no puede ser más acertada. Por eso las cadenas de televisión de todo el mundo cubrirán cada momento de los cuatro días que estará entre nosotros.

En mi carácter de Primer Ministro, celebro el hecho de que mi antecesor (Nota: James Gordon  Brown) haya invitado al Papa a visitar nuestro país, y me complace que haya aceptado la invitación, y también que haya recibido la visita de Su Majestad la Reina. Nos visita como Jefe de Estado y líder de una Iglesia con más de seis millones de fieles en el Reino Unido y alrededor de 1.200 millones en todo el mundo.

Como otras comunidades de fe, la Iglesia católica pregona un mensaje de paz y justicia, y trabajamos estrechamente con ella en estas causas. A pesar de las épocas difíciles que atravesamos, hemos logrado preservar recursos para el desarrollo internacional. El alivio de la pobreza constituye uno de los principales retos que enfrenta el mundo actual. Las condiciones terribles que sufren muchas personas en la actualidad –donde la enfermedad y la miseria son sus principales compañías–  representan una afrenta moral para todos los que vivimos en la comodidad de los países ricos.

La Iglesia católica y sus instituciones están en el frente de batalla en la lucha contra la pobreza en todo el mundo. Colaboramos con ellas –organizaciones como CAFOD, SCIAF, Trocaire y Cáritas– en África, Asia y Latinoamérica. Por ejemplo, en el África Subsahariana, las instituciones de la Iglesia católica en las parroquias locales proporcionan alrededor de la cuarta parte de los servicios básicos de educación y salud, y una proporción similar en los servicios a la población que padece SIDA. La Santa Sede es un aliado para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que volverán a tratarse la semana entrante (Nota: del 20 al 22 de septiembre) en la sede de la ONU en Nueva York, acontecimiento en el que el Primer Ministro adjunto, Nick Clegg, representará al país. Por nuestra parte, sostenemos el compromiso pleno de alcanzar el objetivo de la ONU con un gasto de 0,7% del ingreso nacional en asistencia para el año 2013. Y queremos tener la seguridad de que los recursos asignados lleguen a quienes más los necesitan. El desarrollo económico sustentable está íntimamente ligado con la estabilidad política y la seguridad. Un mundo con una enorme brecha entre ricos y pobres será más peligroso y menos seguro para todos.

Además somos aliados de la Iglesia católica en el compromiso con la campaña para hacer frente al cambio climático. En este caso, serán los más pobres quienes más sufran si no actuamos para moderarlo. No sólo es preciso un acuerdo internacional para combatir las emisiones de dióxido de carbono –con todas las dificultades que representa–; también es necesario desarrollar un nuevo enfoque del crecimiento económico, definirlo y buscar nuevas formas que respeten y preserven nuestro medio ambiente.

El nuevo Gobierno británico cree firmemente en el trabajo de nivel local, alentando la participación del mayor número de personas y organizaciones posible para lograr el bienestar de toda la comunidad. El gran filósofo conservador del siglo XVIII, Edmund Burke, denominó a estos sectores de la sociedad “los pequeños pelotones”, y argumentaba que la responsabilidad debía recaer en ellos. Yo los llamo la Gran Sociedad, donde todos estamos juntos; una sociedad más responsable, en la que

todos ejerzan sus responsabilidades para con los demás, nuestras familias y comunidades. Una sociedad en la que no sólo nos preguntemos “¿Cuáles son mis derechos?”, sino también “¿Cuáles son mis responsabilidades?”. Las enseñanzas sociales de la Iglesia católica han propugnado algo similar desde hace más de un siglo, y los organismos católicos colaboran con otras comunidades de fe en los temas de educación y bienestar para que nuestro país sea más armonioso y humanitario. Naturalmente, el Estado tiene una función que cumplir en la promoción del bienestar del individuo, pero este trabajo debe complementarse con el que otros realizan, no subvertirlo.

Han sido numerosos los comentarios exagerados en el sentido de que el papa Benedicto visitará un Estado mayoritariamente laico. No concuerdo con esta visión, además las encuestas y la asistencia a ceremonias religiosas los contradicen. Pero, sea como fuere, creo que esos comentarios pierden la perspectiva. La visita del Papa tiene que ser bien recibida no sólo por los católicos del Reino Unido, o por gente de fe en general, sino por todos los que valoramos las contribuciones de las comunidades religiosas a nuestra sociedad, y por quienes comprenden que la fe es un don que se debe abrazar, no un problema que se deba superar.

Quizás no siempre estemos de acuerdo con la Santa Sede en todos los temas, pero eso no debe impedir que reconozcamos que su mensaje general puede ayudar a plantearnos preguntas sobre nuestra sociedad y la forma en que nos tratamos entre nosotros y con los demás.

Alguna vez el Cardenal Newman dijo que un pequeño acto, ya sea de parte de alguien que ayuda a “aliviar a los enfermos y necesitados” o de quien “perdona a su enemigo”, manifiesta más fe verdadera que la que podría mostrarse en la “más erudita conversación religiosa” o en “el mayor conocimiento de las Escrituras”. El Cardenal Newman es recordado en Birmingham por su interés por la gente. Durante un brote de cólera en la ciudad trabajó incansablemente entre los más necesitados y enfermos. A su muerte, una multitud de pobres salió a las calles. En su ataúd quedó su lema: “El corazón le habla al corazón”. No es una sorpresa que éste sea precisamente el tema de la visita del Papa. Espero que se refleje en la cálida bienvenida que reciba el Papa en el Reino Unido, así como en los sentimientos que deje en nosotros una vez que regrese a Roma.

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