Hace muchos años el trabajo diario nos permitió conocer a Roman Gubern. Fue en el Museo del Cine -cuando se encontraba en la calle Defensa- una tarde de viernes a última hora de la jornada. Gubern llegó a la recepción preguntando tímidamente si podía corroborar un dato en la biblioteca.

roman-gubern-tapaEl entusiasmo por recibirlo permitió abrir con asombrosa rapidez su famosa Historia del cine universal para incluir una dedicatoria a nuestra casa de todos los días. Gubern es un teórico de la imagen cuya profundidad y sencillez expositiva se contraponen a muchos académicos de árido discurso y dudosos conocimientos. Eso le permite ser aplaudido incluso fuera del mundo universitario y convocar a multitudes, como la que se dio cita en el Teatro Provincial de Mar del Plata, en el marco del Festival Internacional de Cine. Gracias al colega español Carlos Hugo Aztarain volvimos a estrechar su mano, anhelando que un poco de su genio se transmitiera en ese gesto. Entre sus libros más importantes están: Historia del Cine (1969), Mensajes icónicos en la cultura de masas (1974), El simio informatizado (Premio Fundesco, 1987), La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas (1989), Del bisonte a la realidad virtual (1996) y El eros electrónico (2000). Por lo pronto, aquí algunas de sus reflexiones:

 

La percepción y la realidad virtual

-Una de las ramas del saber queme interesan es la etología, el estudio del comportamiento animal. Elaboré una hipótesis enlazada con Lacan y la fase del espejo, con datos posteriores a este libro y revolucionarios. Por ejemplo: algunos primates se reconocen en el espejo. Esa experiencia se hizo de la siguiente manera, mientras el chimpacé duerme se coloca un espejo de cuerpo entero en la jaula. Por la mañana al despertarse el mono va muy intrigado a tocarlo, mirarlo, olerlo, palparlo, curioso por aquel objeto plano que está en el rincón de la jaula. Cuando ya lleva un mes acostumbrado al espejo, nuevamente mientras duerme se le pinta una mancha roja en la frente. En cuanto despierta y sale de la jaula, ve la mancha, sale corriendo y frente al espejo se toca la frente. Por lo tanto, esto plantea el tema del sujeto cognitivo. ¿Dónde está la frontera de lo que antes creíamos orgullosamente que era monopolio del hombre? Existe una continuidad biológica entre los primates y el hombre, y una discontinuidad intelectual pero no perceptiva.

La revolución digital para el mundo de la imagen significa que la producción de tecnografías ha adquirido la labilidad y la flexibilidad de la pintura con el rasgo muy relevante de comparecer ante el público como una imagen bidireccional o autentificadora. Cosa que no ocurre con la pintura: yo pinto un fantasma y sabemos todos que es una fantasía, pero con la imagen digital podemos mentir ocultando que la imagen miente. Uno de los eventos fundacionales de este fenómeno tuvo lugar en 1997, cuando apareció en la televisión norteamericana un comercial protagonizado por Fred Astaire bailando con una aspiradora. Él nunca había bailado con una pero evidentemente su viuda vendió los derechos de imagen a una fábrica de aspiradoras y pudo añadirse digitalmente el electrodoméstico. La hija protestó; la viuda no, porque cobró. Por lo tanto dos imágenes bidimensionales, autentificadoras, se juntan y aparece una imagen mentirosa, lo que Austin llama “enunciado constatativo” porque aun partiendo de premisas auténticas el enunciado es falso. En el mundo artístico y cognitivo esto tiene enorme importancia. El falsificador de cuadros que Orson Welles concibió para F de Falso, una gran película, decía: “Cuando los expertos y el mercado consideran que un falso Picasso o Matisse es auténtico, pasa a ser auténtico”. No hay una razón ontológica pero sí una razón social. En el cine moderno un punto de inflexión es Jurassic Park de Steven Spielberg; ahí nace lo que llamamos “hiperimágenes”, que son injertos de imágenes de procedencias distintas, analógica y digital. Jurassic es convencional por la simple razón de que es autorreflexiva: la historia nos presenta a un científico que a partir del adn fosilizado de un dinosaurio pretende recrearlo vivo. La película reflexiona sobre su hipótesis de producción y efectivamente la tercera parte del costo se fue en crear a esos animales que nunca existieron.

Pero existe una maldición del digital: al permitir que la gente vuele y se metamorfosee en dragones, los cineastas optan por la ley del menor esfuerzo aunque no tenga el menor interés; a la tercera vez que se lo ha visto, a nadie le importa porque lo que le interesa a la gente es conocer las motivaciones de los personajes, identificarse con ellos y vivir sus aventuras.

 

La Aldea Global

Cuando conocí a Marshall McLuhan, me dijo: “¿Sabes que la mayor industria mediática en Checoslovaquia (cuando era comunista) son las risas? Han descubierto que el checo es un idioma con vocales muy abiertas, la risa es muy eufórica y se dedican a exportar risas enlatadas para los programas de televisión”. Me sorprendió, no sabía que era muy bromista. Después me contó cómo se había convertido en asesor del Vaticano:”Empecé a leer a Santo Tomás de Aquino porque quería descubrir cuál era su teoría de la comunicación. Cuando acabé, me di cuenta de que no tenía ninguna teoría al respecto pero me había convertido al catolicismo”. La famosa Aldea Global no deriva de internet -que no existía en esa época- sino de los seres geoestacionarios. Cuando murió Diana de Gales en un accidente muy dramático y mediático, un título del diario español El País decía: “Tragedia en la Aldea Global”. Seguramente los bantúes de África o los aborígenes australianos ni se habían enterado. Internet ha cumplido en parte la profecía de la Aldea Global; digo en parte porque la tasa de conectividad en el África

subsahariana ronda el 2 o 3%, por lo tanto no es global. Es global en lo que Jorge Semprún llama “el balneario” y los que vivimos en él tenemos la fortuna de tener internet. McLuhan formuló su teoría central de los medios como extensión del hombre y lo que ocurre con las nuevas tecnologías es que son delegaciones de facultades.

La cámara de video-vigilancia autoprogramada es una, con lo cual renace el mito de Frankenstein, de Metrópolis y todo el imaginario del robot que se subleva. También es el primer elemento de la visión sin sujeto porque está auto-programada para reaccionar ante diferentes estímulos y es intrusiva de las facultades humanas más fundamentales. Paul Virilio tiene razón cuando afirma que se progresa en tanto se detectan los procesos perniciosos o disfuncionales de cada nueva tecnología. Estamos en una etapa

en la que desconocemos mucho de lo que se está investigando porque está en manos del poder militar, y una de las ramas que avanza rápidamente es la de las neurociencias.

 

Neurociencias y simbolismo

En la revista Science me sorprendió leer un artículo que redescubría aquello que Freud llamó intuitivamente el subconsciente y que había detectado como un estadio cognitivo. Ahora se está comprobando empíricamente. Pero hay una rama de las neurociencias que es la neuroestética. Honrad Lorenz, en 1942, al observar bebés humanos y crías animales, detectó que había formas encantadoras (la ratita, la cabecita del bebé, el perrito, etc.) que eran funcionales para estimular e inspirar la afectividad y, por lo tanto, proteger a la frágil criatura. Eso es muy interesante porque, antes de Lorenz, Mickey Mouse ya respondía a este modelo. La cabeza de Mickey son tres círculos, una nariz en forma de pera y el tronco pequeño como los bebés. En cambio, los personajes agresivos son diferentes: la bruja de Blancanieves tiene la nariz en punta como un puñal. Así llegamos al tema del simbolismo nativo de las formas; el ángulo agudo es naturalmente agresivo porque evoca los dientes de los animales, el cuchillo, los cuernos de las cabras; en cambio, el círculo es una forma equilibrada porque sus puntos son equidistantes. Wilhelm Reich, en su libro Psicología de masas del fascismo, propone algo muy interesante al analizar la cruz svástica; la considera una figura que rota, por lo tanto, es energética, y sugiere además que representa a una pareja copulando. Un psicólogo de la Gestalt hizo un experimento que ustedes pueden realizar con niños pequeños: dibujen un ángulo agudo y otro circular, y pregúntenles cuál es Takete y cuál Maluma. Todos, en cualquier país y con cualquier lengua, señalaron al ángulo agudo como

Takete y al esférico como Maluma.

Pero algunos simbolismos mudan de sentido: en la Roma pagana el amarillo era asociado al oro, a Venus y al hedonismo; símbolo de Eros, la cultura cristiana lo convierte en el color de la traición, de la envidia y de los celos. Observen lo que sucede con el rojo, un color cálido asociado con la sangre y el fuego, de carácter activo; sin embargo, en los semáforos sirve para detener el tráfico, y en la revolución cultural china -puede verse en El último Emperador de Bernardo Bertolucci- significa adelante y el verde queda como stop. En las formas hay un significado de tipo nativo, natural e inherente frente a otro convencional.

 

El laberinto y Disneylandia

Internet ha modificado el paisaje cultural y en este momento vivimos  a era de la intermedialidad. ¿Qué quiere decir esto? Sale Harry Potter en novela, salta al cine, de ahí a los dvds y a la televisión. ¿Cómo acaba Harry Potter? En un videojuego, que es donde recauda más. Y surge Avatar, que resucita al cine en tres dimensiones, y uno de los elementos de reflexión en Hollywood pasa a ser la realidad virtual como espectáculo. Pero el sistema de tres dimensiones (3D) es un falso sistema de relieve: restituye la visión binocular y la disparidad retiniana, pero no reproduce la acomodación del cristalino a las distancias, como hace la holografía.

Uno de los elementos en análisis hoy es convertir al espectáculo de Hollywood en una realidad inmersiva: la gente está sentada en su butaca y se le entrega un casco visualizador para que penetre en el cyberespacio. El problema que tiene es que en el cine tradicional el espectador está sentado en su butaca gozando de un espectáculo ajeno; con el casco pasaremos a “vivir” una aventura en un espacio tridimensional virtual. Entonces interviene la “epidemia de hipertexto”, que nos lleva a vivir experiencias diferenciadas. La cohesión psicológica que genera el cine, estando separados pero juntos, compartiendo la comunión mística de la pantalla, se disuelve por la diversificación del espectador operador- actor. En un caso, estamos en la butaca y vemos que Humphrey Bogart toma un avión en Nueva York, un fundido en negro, y en pocos segundos, llega a Tokio. Pero estando en el cyberespacio y teniendo una vivencia continua del tiempo, como sujetos, ¿admitiremos las bruscas elipsis, las metáforas y los trucos de montaje que son parte del lenguaje del cine? Son discontinuidades de la vivencia en tiempo continuo.

 

Erotismo y censura

He estudiado mucho la imagen pornográfica y diré una banalidad obvia: el sexo es uno de los grandes vectores de la conducta humana, y es natural que ocupe un lugar muy importante en la iconosfera contemporánea. Déjenme que les cuente una anécdota de mi primer viaje a la Argentina en 1977, en plena dictadura de Videla. Llegué enviado por la UNESCO para un proyecto sobre una historia del cine mundial con equipos nacionales, y debía recorrer el continente para contactar a escritores de cine para formar la red de colaboradores. Llegué a Buenos Aires y, no sé cómo lo supo, Mónica Mihanovich me invitó a su programa para entrevistarme en directo. Yo sabía que aquí había una dictadura, pero cada cual es distinta y tiene sus propios tabúes. Durante la entrevista me pregunta por mi actividad y yo le cuento el trabajo de la UNESCO. Luego me sorprende: “Dr. Gubern, hoy es el cumpleaños de  Marlene Dietrich”. “Ah, bueno, no llevo la cuenta del cumpleaños de los actores”, dije. Ella empezó a mencionar los lugares comunes a los cuales yo podría haber acudido porque no había preparado nada sobre Marlene. Pensé que debía decir algo original y recordé que circulaba una leyenda -subrayo, leyenda que me la recordó un día Carlos Saura: “Vamos, que este señor es un tío vestido de mujer”. Entonces, cuando me da la palabra Mónica Mihanovich, diciéndome: “Dr. Gubern, qué puede decirnos de esta hermosa mujer”, respondí: “Bueno, eso de mujer está por verse porque hay quien sostiene que no lo es”. Veo que se pone pálida. Al cabo de siete segundos me interrumpe, diciendo: “Que gracioso Gubern. ¡Publicidad!”. Apareció un tipo que me empujó del sofá y me marché. Fue la entrevista más corta de mi vida; la cuento porque verdaderamente es ejemplificadora del tema de la censura en las dictaduras.

 

 

Roman Gubert nació en Barcelona, España, en 1934. Ha trabajado como investigador invitado en el Massachussets Institute of Technology, profesor de Historia del cine en la University of Southern California (Los Angeles) y el California Institute of Technology (Pasadena), y director del Instituto Cervantes de Roma. Fue presidente de la Asociación Española de Historiadores de Cine y es miembro de la Association Francaise pour la Recherche sur ´Histoire du Cinéma y de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España. Ha escrito numerosos libros, además de una veintena de guiones para cine y televisión.

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