No hay novedades doctrinales en torno a la anticoncepción, pero el Papa habló del tema y causó sorpresa.Recuerdo que, en una ocasión, un muchacho muy joven se acercó a mí para confesarse, y me relató apesadumbrado cómo se había excedido con el alcohol en una fiesta, y había concluido la noche teniendo relaciones con una compañera incidental. Pero a continuación, cambiando de expresión, agregó con un dejo de orgullo: “Eso sí, padre: ¡no usamos preservativo!”. A su juicio, no había traicionado del todo sus ideales porque, al menos, no había recurrido a la “anticoncepción”. A este joven educado en ambientes católicos nadie le había ayudado a comprender que utilizar preservativo en un caso como el suyo no sólo no hubiera añadido ninguna pecaminosidad adicional a su acción, sino que hubiera sido un auténtico atenuante: al menos hubiera demostrado un cierto sentido de responsabilidad. Le respondí, pues, como la gran mayoría de los confesores habrían hecho ante un caso similar: “Este tipo de conducta puede traer graves consecuencias para tu vida y para la de otras personas. Tenés que aprender a encauzar tu sexualidad al servicio del amor, de la comunión verdadera. Pero en caso de que, a pesar de todo, en el futuro decidieras reincidir, al menos sé responsable cuidándote, y cuidando a tu pareja”. En el fondo, era como decir: “Nunca te tires por la ventana, porque es malo y peligroso, pero si lo vas a hacer, llevá paracaídas o ponete un casco”.

Ahora bien, este consejo, que surge del simple “sentido común” moral, no se puede hoy en día proponer en voz alta en la Iglesia católica, aunque el silencio constituya una injustificable omisión, capaz de producir mucho daño y sufrimiento, y de privar a la enseñanza de la Iglesia de plausibilidad a los ojos de la sociedad. ¿Por qué? Porque hoy prevalece una discutible interpretación de la enseñanza católica, según la cual, siendo la anticoncepción un acto intrínsecamente malo, no puede recurrirse al uso de profilácticos nunca, cualesquiera sean las circunstancias, las intenciones, o las consecuencias previsibles, bajo pena de pecado grave.

No es posible, dentro del limitado espacio de la presente reflexión, explicar cuántos malentendidos se condensan en esta posición. Pero tampoco es necesario. Para desbaratarla, bastó un pequeño comentario incidental del Papa con motivo de la presentación de su último libro, un reportaje de Peter Seewald, denominado Luz del Mundo1. En él afirma: “Podrá haber casos fundados de carácter aislado, por ejemplo, cuando un prostituido utiliza un preservativo, pudiendo ser esto un primer

acto de moralización, un primer tramo de responsabilidad a fin de desarrollar de nuevo una consciencia de que no todo está permitido y de que nos se puede hacer todo lo que se quiere.”

Y reiterada la pregunta por el (seguramente sorprendido) periodista sobre la posición de la Iglesia ante los preservativos, Benedicto reafirma: “Es obvio que ella no los ve como una solución real y moral. No obstante, en uno u otro caso pueden ser, en la intención de reducir el peligro de contagio, un primer paso en el camino hacia una sexualidad vivida de forma diferente, hacia una sexualidad más humana.”

Estas declaraciones parecerían no comportar ninguna novedad relevante. En sí mismas, están referidas a un caso muy específico. Sin embargo, son muy significativas. En primer lugar, el Papa entiende estar dando sólo un ejemplo, dentro de un conjunto más amplio de casos, aunque sean de carácter “aislado”. Además, los denomina “casos fundados”, es decir, casos en que el sujeto no sólo no es culpable (de un acto ilícito) sino que procede de modo lícito. Más aún, dicha conducta revela, a su juicio, “un primer paso” positivo en el camino de la responsabilidad sexual. Finalmente, y éste es el aspecto de más trascendencia doctrinal, está reconociendo implícitamente que actos considerados intrínsecamente malos (como la anticoncepción) pueden tener lo que en cierto sentido pueden denominarse excepciones. Ahora bien, ¿qué criterio aplica el Papa para caracterizar el caso que menciona, y otros posibles, como “casos fundados”? Lo dice explícitamente: “la intención de reducir el peligro de contagio”. Siguiendo este mismo criterio, encontramos todo un ámbito de situaciones análogas: todos los casos en los que una persona utiliza preservativos con la intención de evitar el contagio de su pareja o ser contagiado por ella, dentro y fuera del matrimonio, entre esposos, novios o parejas incidentales.

La práctica del confesionario ha quedado finalmente legitimada. Esto no constituye una novedad absoluta. Se trata de ideas ya expresadas por miembros destacados de la jerarquía eclesiástica, e  incluso reconocidas públicamente en esferas oficiales de la Santa Sede. La existencia de “casos justificados” había sido ya aceptada por una investigación conducida por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud. La misma posición fue sostenida por los cardenales Dionigi Tettamanzi2, George Cottier3 y Carlo Maria Martini4, entre otros. Incluso, en el año 2000, un artículo de un miembro del Pontificio Consejo para la Familia, monseñor Jacques Suaudeau, publicado en L’Osservatore Romano, había definido el uso del profiláctico en la lucha contra el SIDA como un “mal menor”5. Por otro lado, si la misma encíclica Humanae vitae que declara intrínsecamente ilícita la anticoncepción (es decir, ilícita sin excepciones), reconoce la licitud del uso de anticonceptivos con fines terapéuticos, ¿por qué motivo no habría de reconocerse su uso con fines preventivos? Dejo a la imaginación del lector la representación del clima eclesial que ha impedido que este paso se diera con total naturalidad.

Pero en el contexto actual de la Iglesia, la novedad más grande no es tanto de orden doctrinal, sino que reside en el hecho de que lo haya dicho el Papa. Porque existe hoy una tendencia a proyectar sobre todos sus dichos, incluso ocasionales, una insostenible “presunción de infalibilidad”, atribuyéndole la función de un moderno oráculo capaz de responder en forma insuperablemente competente y definitiva sobre todos y cada uno de los temas morales. Es una lástima que sea el Papa quien deba hablar de prostitutos y condones. Y es una lástima que sólo después de que lo hizo, tantas personas hayan aparecido en los medios declarando que encuentran perfectamente razonables y ortodoxas sus afirmaciones. ¿Siempre habrá que esperar que primero “lo diga el Papa”?

 

1. Benedicto XVI, Luz del Mundo. El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos. Una conversación con Peter Seewald, Herder,

Barcelona, 2010.

2. D. Tettamanzi, Nuova bioetica cristiana, Piemme, 2000.

3. Entrevista de la agencia Apcom, 30 de enero de 2005.

4. C. M. Martini, Coloquios nocturnos en Jerusalén, San Pablo, 2008.

5. J. Suaudeau, “Prophylactics or Family Values? Stopping the spread of HIV/ AIDS”, L’Osservatore Romano, Edición cotidiana, 19 aprile 2000.

1 Readers Commented

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  1. Ciro on 11 marzo, 2011

    La Biblia junto al calefòn.
    El Papa lo dijo…

    Aun con cierto atraso en el intento de decir la mìa: epero poder estar todavìa en tiempo y no perder la oportunidad de opinar al respecto.

    Me permito decir que encuentro confuso algùn tipo de precisaciòn hecha en dicho artìculo que induce a forzar el mensaje elocuente en las palabras del Santo Padre a propòsito de su opiniòn sobre el preservativo…

    Hago uso de cierta extrapolacion de parrafos del texto de la nota de referencia, evidenciando justamente aquellas expresiones donde me sentì urticado (señalando, por supuesto, que puedo estar errado ya por el hàbito de una cultura que, al decir presumiblemente por el lineamiento de la nota, me ha superado; sea porque pueda haber, “ingenuamente” entendido mal).

    Entre otras cosas dice Irrazabal:

    • … A este joven educado en ambientes católicos nadie le había ayudado a comprender que utilizar preservativo en un caso como el suyo no sólo no hubiera añadido ninguna pecaminosidad adicional a su acción, sino que hubiera sido un auténtico atenuante: al menos hubiera demostrado un cierto sentido de responsabilidad…

    …Pero en caso de que, a pesar de todo, en el futuro decidieras reincidir, al menos sé responsable cuidándote, y cuidando a tu pareja”…

    Hago de cuenta, para poder completar mi razonamiento, en ser yo quien esta del lado de la razòn: que el mio no es un hàbito de cultura y por supuesto no haber sido tan ingenuo de haber entendido mal.

    A tal propòsito, deseo ilustrar con dos acontecimientos:
    • uno hace parte de un viejo chiste que escuchè allà por el 1970 mientras frecuentaba la secundaria
    • el otro es el relato de un amigo que a pesar de vivir separado y vuelto a casar, comulga (en este caso no se trata de un chiste).

    El chiste: (hacièndolo corto…) un joven se confiesa con un cura ideologicamente de estrema derecha y le dice que convive con otro hombre y tiene relaciones con èl.
    Ante la insistencia del cura le dice el nombre (se trata de un pueblo chico donde todos se conocen)… el cura sale del confesionario y lo arranca del reclinatorio, tomàndolo por la solapa, cacheteàndolo…
    Con voz solemne le dice: “no sabès que ese tipo es comunista”…

    Quiero decir: El sacramento de la confesiòn no debiera interpretar la ideologìa del cura que està dentro del confesionario sino el concepto de la reparaciòn del pecado segùn cuanto establecido por Cristo…

    En el caso de mi amigo: a quien no puedo aceptarle su actitud aun conservando hoy una gran amistad, està convencido que por el sòlo hecho de ser bautizado puede permitirse de orientar la fè catòlica segùn los cànones que el mismo propone y dispone…

    Si los pricipios establecidos en la Iglesia pueden ser entendidos segùn el criterio independiente de cada catòlico que necesite acercarce al sacramento, estarìamo cerca de un caos de fè y por ende de razòn pues quiero entender que no existe fè sin razòn ni viceversa. Donde la razòn mueve a pretender por igualdad humana el sacramento que es impedido. En cambio la fe es la adhesiòn a una verdad religiosa que nos fue revelada (por Cristo).
    Vale decir si la razòn indica que la verdad religiosa fue realmente revelada por Cristo porque pretender una igualdad.
    En este caso, el aceptado o inducido en la confesiòn de Irrazabal, es hacer uso del preservativo con una lògica de prostituto.

    Repito, es mi intenciòn sacar provecho de este intercambio de opiniòn y aun cuando hago uso de cierta apreciaciòn con ironìa, estoy muy interesado en comprender el porquè de ciertos razonamientos utilizados por Irrazabal…

    Quiero decir, una cosa es la vida del cristiano catòlico que se asume la responsabilidad de ser catòlico y otra la del cristiano que por efecto del bautismo considera se asume una responsabilidad emotiva para serlo.

    Considero que si me confieso con un sacerdote cristiano catòlico, este, debiera orientarme sobre la necesidad del no uso del preservativo.
    Màs aun, el perdòn del pecado (al menos me resulta y por eso no es posible la Santa Comuniòn de los separados vueltos a casar) es proponerse fielmente no volver a pecar…

    Es bien cierto que resulta dificil no caer en tentaciòn, pero este tipo de premisa orientada por “Irrazabal confesor” no lo entiendo en la lògica de la confesiòn sacramental.

    Personalmente me parece que hacer ese tipo de aseveraciòn respecto a la conveniencia preventiva del uso del condon en confesiòn es banalizar el sacramento.

    Casi diria que es el caso de quien propone: …no te preocupes, total despuès te confesàs y listo…

    De todos modos quienes estamos metido en este intento de considerarnos cristianos catòlicos nos condicionamos por voluntad propia a un supuesto “DOGMA”… de allì la inclusiòn de mis ejemplos con el chiste y la farsa de mi amigo:
    • respeto los beneficios que me otorga la Iglesia Catòlica y respeto el Dogma Catòlico ò por el contrario, me busco una religiòn que hace para mì.

    Atenciòn: no digo que debemos aceptar todo por “infalibilidad” pero en principio no producir comentarios ajenos a la voluntad del Santo Padre.

    Concluyendo:

    Amigo Irrazabal, usted dijo como final de su nota

    • ¿Siempre habrá que esperar que primero “lo diga el Papa”?

    Dando a entender, siempre que haya yo comprendido bien sus propòsitos, que es hora que nos avivemos… el Papa està en otra, no en la que nos enseñaron…

    Me siento en la necesidad de decir (espero no se me tome como un moralista santulòn o un fundamentalista de primera linea):

    … no le hagamos decir al Papa las cosas que no dijo.

    He leido bastante de las opiniones de Papa Ratzinger referidas a la sexualidad y justamente en beneficio de las cosas que ha dicho, como asì tambièn su antecesor Juan Pablo II, el propòsito es vivir a la luz de la Verdad de cuanto dijo Cristo.

    Leìa una nota del tipo “aclaratoria” en L’Osservatore Romano donde se hace saber que subsiten demasiadas consideraciones para interpretar que el pensamiento del Papa se vuelque a conceptos revolucionarios capaces de poner toda la tendencia sexual patas para arriva.

    • El pensamento del Papa no de rado ha sido instrumentalizado.
    Hablar del pensamiento de Benedicto XVI requiere bucear por toda su idea sobre la sexualidad umana, comprendiendo asì que es paradòjico hablar de una aceptaciòn moral al uso del preservativo…
    Vamos !!!.
    • El interès del Santo Padre aparece claro: Reencontrar la grandeza del proyecto de Dios sobre la sexualidad, evitanto la banalizaciòn hoy difusa.
    • En realidad las palabras del Papa, que hacen referencia a un comportamiento desordenado cuàl es la prostituciòn no son para nada una modificaciòn de la doctrina moral en la praxis de la Iglesia.
    • Como resulta de la lectura de la pagina en cuestiòn, el Santo Padre no habla de la moral conyugal ni mucho menos de la norma moral sobre la contracepciòn.

    A este propòsito, entiendo suponer que el Papa propone en cambio caminos umanamente y eticamente percorribles, por los cuales los pastores son llamados a hacer todo lo posible al alcance de ellos respetando ipso facto el nexo del significado unitivo y procreativo en cada acto conyugal mediante la eventualidad de recurrir a mètodos de regulaciòn natural de la fecundidad en vista a una procreaciòn responsable.

    Quedo a disposiciòn para continuar el diàlogo. Espero no haber faltado al sentido del respeto por la libertad de expresiòn.

    Saludo cordialmente

    Ciro Principe.-

    PD.: luego de haber vivido durante 40 años en la Argentina, desde el 1991 vivo en Italia y por tanto espero no ser condenado por algùn modismo gramatical muy comùn en quienes como yo han cambiado rancho.

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