El odio a lo religioso, bajo las denominaciones de islamofobia, judeofobia y cristianofobia, fue la ponencia del autor en el Coloquio Internacional “Dos siglos argentinos de interculturalidad cristiano-judeo-islámica”, que se realizó en Buenos Aires en octubre. Aquí la reproducimos parcialmente.Con el título de esta reflexión se editó en castellano el ensayo Der Gottersmond, que reúne artículos de Eric Voegelin, donde el filósofo alemán denuncia el desencantamiento de la modernidad, con la desaparición de las tradiciones religiosas, exigiendo la restitución de su papel para la construcción social de la comunidad. El sustantivo “asesinato”, que recuerda la noción nietzscheana de “La muerte de Dios”, puede parecer efectista pero resulta suficientemente gráfico para sintetizar un odio que también se ha traducido en la supresión física y material de los creyentes.

Paralelo a este proceso de secularización se despliega el mundo de las ideologías, que asumen un papel sustitutivo de lo sagrado, configurándose como verdaderas religiones seculares. Se produce así una ruptura y una actitud hostil hacia la sacralidad tradicional, sin perjuicio de otros rechazos radicados en fuentes religiosas propiamente dichas.

El odium religionis

El historiador Javier Tusell remite a dos asesinatos paradigmáticos de la guerra civil española: las ejecuciones de Paracuellos del Jarama por parte de los republicanos y la de Federico García Lorca por los franquistas, como un signo del odio entre hermanos de una misma tierra. En esa guerra existió una especial inquina o persecución contra la Iglesia católica, que junto a la comunista soviética constituye una de las más vivas expresiones del odium religionis en la historia contemporánea. Sin embargo, no es algo exclusivamente dirigido al catolicismo o incluso al cristianismo; los nazis persiguieron a los judíos en primer lugar, pero también a los católicos y a otras minorías como los Testigos de Jehová. Hay que decir también que el odio a lo religioso ha estado muchas veces imbricado en un odio al clericalismo o, para decirlo con una de sus expresiones más resonantes, al  fundamentalismo.

La guerra civil española no ha sido una excepción, como lo muestra el hecho de republicanos que eran fieles cristianos. Actitudes abstencionistas ante el alineamiento político y religioso como la de Jacques Maritain dejan al descubierto también esa realidad.

El clericalismo es una sobreactuación o una exorbitancia de lo religioso por la cual éste invade el ámbito de lo temporal, restringiendo su legítima autonomía. La distinción es importante, porque la actitud anticlerical ha aparecido muchas veces articulada, subsumida o presentada como una cuestión antirreligiosa, incurriéndose así en una clara inexactitud e injusticia a la naturaleza de la cuestión.

El odio a la religión, odium religionis, debe distinguirse también del odium theologicum, que es el dirigido a quienes sostienen opiniones distintas en materia teológica, que cuando rompen con la regla definida por la autoridad eclesiástica recibe el nombre de herejía, es decir, que el odio teológico se refiere a las disputas teológicas, aunque sin que éstas necesariamente ingresen en el terreno de la heterodoxia. Por eso remite también a las rivalidades entre órdenes religiosas, por lo cual en el odio teológico hay un cuestionamiento que no está dirigido a personas de otras religiones, sino a los hermanos en la fe.

El odio a lo religioso es un fenómeno de la modernidad ya que no se encuentra en el mundo antiguo o en los siglos medios. Desde luego existían las llamadas guerras de religión, pero no el odio a lo religioso en sí mismo. En cuanto tal, se suscita recién en el siglo XVIII, de la mano de la Ilustración. El nombre emblemático de esta actitud es Voltaire, quien veía en la religión un dogmatismo contrario a la razón y a la libertad.

En nuestros días, el odium religionis se continuó en los movimientos totalitarios que se configuraron como religiones seculares, principalmente el marxismo en sus diversas expresiones, y hoy reconoce uno de sus anclajes más duros en el humanismo secular (secular humanism). El odio a lo religioso, imbricado en un cuadro más complejo, ha sido caracterizado bajo las nuevas denominaciones de islamofobia, judeofobia y cristianofobia.

La utilización del miedo en la política y en la religión ha sido un antiguo recurso que aparece aquí al trasluz de acusaciones de recíprocas pretensiones de poder. Paul Virilio ha sabido describir en su último libro, La administración del miedo, los miedos contemporáneos, por ejemplo, el miedo ecológico; y no es menor, a partir del 11 de septiembre, el miedo religioso, una suerte de vago y oscuro temor a que la manipulación de lo religioso por parte de grupos de poder pueda llevar a nuevas formas de totalitarismo. Como resultado de esta estrategia social, las religiones pueden empezar a ser injustamente consideradas como fábricas de indignidad.

Islamofobia

La islamofobia se ha desplegado como una ola en la última década, llegando a configurar una verdadera psicosis, sobre todo a partir del crecimiento del fundamentalismo islámico y en particular con motivo de los atentados a las Torres Gemelas y otros, incluyendo el de la AMIA y el de la embajada israelí en Buenos Aires.

Un factor importante ha sido el fuerte movimiento migratorio por varios países europeos como Italia, España, Francia y Alemania. Proyecciones demográficas sostienen que ciudades importantes como Rotterdam llegarían a contar en un futuro próximo con mayorías musulmanas. En el imaginario colectivo europeo ha comenzado a asomar el fantasma de una reedición de la invasión islámica del siglo VII, en forma correlativa a cómo la decadencia occidental se les presenta como una edición actualizada de la declinación romana. Consecuentemente, los actuales neonacionalismos sostienen que podríamos estar asistiendo a las primicias de una nueva invasión musulmana, esta vez incruenta y demográfica. El hedonismo posmoderno ha definido un odio a los hijos, mientras los musulmanes se multiplican sin complejos consumistas. La escritora judía Giselle Littman, bajo el seudónimo de Bat Ye’or, acuñó el neologismo “Eurabia” para designar el proceso de islamización de Europa, cuyo primer paso consistiría en la configuración de un frente árabe-europeo enfrentado al norteamericano-israelí.

Lo cierto es que la actual corriente de fobia antiislámica (junto a legítimos sentimientos de preservación de la identidad) parece adecuarse en cierto modo a las discutidas tesis de Samuel Huntington en Clash of Civilizations, cuando proclamó en los noventa que el choque de civilizaciones dominaría la política global.

Judeofobia

En los últimos años ha surgido la expresión “judeofobia” en reemplazo de “antisemitismo”, que asigna un papel más visible a la dimensión religiosa, desdibujada antes por elementos de orden más ideológico y político. También ha comenzado a hablarse de un neoantisemitismo, una nueva formulación que deja de lado el factor étnico y religioso para centrarse en una oposición más estricta al sionismo (contra el cual dirige la acusación de racismo) y al Estado de Israel, negando el derecho del pueblo judío a su conformación política como una nación en litigio con el pueblo palestino.

En cuanto a sus sujetos, la nueva edición de antisemitismo se diferencia en que no solamente es sostenido por las corrientes ultraderechistas sino que también reconoce fuentes progresistas y encuentra además un impulso en el islamismo radical.

De este modo, el neoantisemitismo o el antijudaísmo se ha trasladado de las fuentes integristas al progresismo, sin haber dejado las primeras. Como ocurre con la islamofobia, se ha adjudicado a la acusación de judeofobia constituir una manera de desarticular cualquier actitud crítica hacia el sionismo y hacia el Estado de Israel, e incluso hacia la política gubernamental israelí.

Cristianofobia

El término “cristianofobia” denuncia una realidad de sorda y en ocasiones desembozada persecución, de la cual son víctimas aun hoy los fieles de diversas confesiones evangélicas (en el sentido de tener su fundamento y raíz en la revelación neotestamentaria), en primer lugar de la Iglesia católica.

Obviamente ha de distinguirse la respetuosa crítica a las enseñanzas propias del mensaje evangélico, así como a las declaraciones magisteriales que involucran la dimensión moral de la existencia humana, que son perfectamente legítimas y aun propias de una sociedad democrática, de la hostilidad destructiva que es producto de un fanatismo contrario a los principios religiosos y específicamente cristianos.

Esta agresividad se puede percibir con nitidez no solamente en territorios extraños a la fe sino incluso en países de antigua tradición cristiana, en los que sufren una situación de menosprecio y hostilidad que da lugar a discriminaciones en el orden privado como en el administrativo y estatal.

No deja de ser paradojal que los cristianos sigan sufriendo esta cultura del menosprecio –que ellos habían practicado largamente con los judíos– y que se traduce en restricciones y aun discriminaciones en los santos lugares, núcleo fundacional de su fe.

Este cuadro constituye una grave lesión a sus derechos fundamentales e involucra atentados a su integridad personal como consecuencia de miedos e ignorancias y también del propio odio religioso, traducidos en prejuicios, estereotipos e intolerancias, a las que no son ajenas las motivaciones de carácter cultural.

Algunos gobiernos occidentales que han mantenido en el pasado regímenes coloniales, ahora influidos por el secularismo, adoptan actitudes prescindentes ante la persecución de los cristianos en medio oriente como resultado de un sentimiento de culpa que constituye una suerte de complicidad por omisión. En estos países, la cristianofobia adquiere formas más sutiles y jurídicas por las que se procura suprimir cualquier huella visible en el escenario social y público que represente un signo de fe.

La irrupción de la cristianofobia reconoce formas similares de falta de respeto y de injuria a los sentimientos y prácticas religiosas que encuentra sustento en invocaciones a la libertad de expresión y al neutralismo estatal. Esta sensibilidad, aun rectamente inspirada en un sentimiento de libertad e igualdad, no suele detenerse en su afán igualitario ante las legítimas expresiones de la subjetividad social.

Como resultado, se impone una exclusión de la dimensión religiosa de la vida social, reduciéndola a un puro sentimiento individual en el aislado ghetto de la conciencia, pero mutilada en sus expresiones societarias. Esta actitud laicista se hermana en su cristianofobia a otra de matriz religiosa y cultural que en ciertos países orientales sumerge a la Iglesia católica en situaciones de nueva clandestinidad. En ocasiones, no se dirige así directamente a la fe religiosa sino a las consecuencias sociales de esa fe. Por ejemplo, cualquier apelación contraria al uso de los preservativos es señalada como directamente antisocial, y aunque los cristianos conservadores norteamericanos han evidenciado algunos arrestos fundamentalistas, a menudo se confunde cualquier actitud conservadora en materia moral como un inaceptable fundamentalismo. La furia iconoclasta propia de la actitud reductivista de este nuevo laicismo se parece a la de los antiguos frailes que pretendieron arrasar con todas las expresiones arquitectónicas y culturales de las antiguas religiones étnicas latinoamericanas.

Por alguna razón que intuyo, hoy se puede hablar en muchos ambientes de judeofobia, incluso de islamofobia, pero no de cristianofobia. Uno de los íconos de la cristianofobia contemporánea es la figura de Benedicto XVI, quien ha despertado una extraña conjunción de acusaciones cruzadas, incluyendo la de filonazismo, también insinuada en cabeza de su antecesor Pío XII. A tal punto que han llegado a circular fotos en internet donde aparece el jovencito Ratzinger levantando la mano al estilo del saludo nazi, en una grosera manipulación.

En los países de tradición católica, las expresiones de cristianofobia se han multiplicado al calor del proceso de secularización y no sin una cierta impunidad. En tal sentido, puede advertirse una sorda pasividad en los fieles cristianos en la defensa de sus propios derechos, en contraste con la sensibilidad que muestra la colectividad judía.

Esta baja sensibilidad católica posiblemente se vea suscitada por un cierto complejo bastante difundido hoy en el ambiente permisivo que da el tono a la sociedad posmoderna y que inhibe de hablar y de actuar debido a una suerte de temor a ser condenados con el anatema de cerrazón mental o ser considerados poco sensibles al canon relativista dominante, o quizás acusados de autoritarios o arcaicos en su propias concepciones sobre la vida social.

 

El texto completo fue publicado en Civilitas Europa.

Comunicado de Iglesias cristianas ante la profanación de la catedral de Ciudad de México

Diecisiete Iglesias cristianas de México, junto con la Iglesia católica, dieron a conocer un comunicado donde condenan enérgicamente los hechos ocurridos en la catedral metropolitana el domingo 24 de abril, cuando un grupo de personas profanaron el recinto, gritaron consignas en contra de la vida, de la Iglesia, del celebrante en esos momentos (el cardenal Norberto Rivera Carrera) y destruyeron una imagen de la Virgen de Guadalupe.

Este tipo de hechos se han producido en más de veinte ocasiones desde 2006 en la catedral Metropolitana de la Ciudad de México, sin que haya habido ninguna sanción. Más aún, los responsables fueron puestos en libertad por “falta de pruebas”. A continuación presentamos el comunicado completo:
“Quienes suscribimos el presente documento somos miembros de las distintas Iglesias cristianas que existen en México, las cuales compartimos –desde nuestra pluralidad–, principios y elementos fundamentales inspirados en el Evangelio. Por ello, unidas en la fe, en la esperanza y en la caridad, y alentadas por el continuo y respetuoso diálogo que mantenemos, las iglesias que llevamos a Cristo en el centro de nuestra doctrina, queremos expresar, en una sola voz, lo siguiente:
1. Creemos firmemente que la vida espiritual es complemento de la vida material. Por ello, si el Estado busca procurar el bienestar integral de sus gobernados, debe esforzarse no sólo por atender sus necesidades corporales, sino por brindar las garantías necesarias para su desarrollo espiritual, sobre todo las condiciones de seguridad y de respeto para que todas las personas puedan profesar sus creencias sin amenazas externas o leyes coercitivas.

2. Bajo este principio, consideramos que no basta que el Estado avale la libertad de culto de sus ciudadanos, sino que debe propiciar y garantizar una verdadera libertad religiosa, la cual –por desgracia– aún no vemos plasmada en nuestras leyes; una libertad religiosa que por ningún motivo debe quedar al margen de nuestra Carta Magna, ya que no se trata de una concesión benévola del Estado sino de un derecho humano fundamental. De esto depende, en buena parte, la paz y la tranquilidad que merecemos millones de mexicanos.
3. Los firmantes condenamos enérgicamente los acontecimientos violentos que han tenido lugar en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, donde diferentes grupos de personas, sin una mínima noción de lo que es el respeto a la libertad religiosa, han profanado este recinto sagrado en más de 20 ocasiones desde el año 2006, sin que hayan sido sancionados. Esto, debido a que México carece de un marco legal que permita ejercer acción punitiva a quienes cometen este tipo de atropellos, lo cual provoca que los espacios de culto se encuentren en total estado de indefensión.
4. Manifestamos la  firme y total comunión y solidaridad con la arquidiócesis de México y su arzobispo primado, cardenal Norberto Rivera Carrera, quien se encontraba presidiendo la Eucaristía de la Resurrección del Señor en esos momentos.
5. Creemos que el Estado debe establecer con claridad los alcances de la libertad de expresión para que no queden impunes aquellas acciones detrás de las cuales existe una intensión perversa y premeditada de ofender o dañar las creencias y los sentimientos religiosos de las personas, en miras a una verdadera libertad religiosa en el país.
6. Todas las iglesias cristianas nos comprometemos, en un marco de respeto y de tolerancia, a permanecer unidas para defender los principios básicos de la sana convivencia, así como los valores religiosos y morales que prevalecen en nuestras doctrinas, por lo que cualquier ofensa o intromisión a un recinto de culto, será considerada una agresión a todas las iglesias en su conjunto.
7. Finalmente, queremos expresar que nos manifestamos respetuosos de las leyes que imperan en nuestro país, pero apelamos a la conciencia de las autoridades para que estas mismas ordenanzas consideren al ser humano en toda su integridad –cuerpo y espíritu–, sobre todo en este país en el que la inmensa mayoría somos cristianos y buscamos la perfección de nuestra existencia según las leyes de Dios. Pedimos al Padre de los Cielos que nos ilumine y dé Luz a nuestras autoridades para que hagamos de nuestro México un país de justicia, amor y paz, y donde se respete la vida de todo ser humano”. (Zenit )


 

 

 

8 Readers Commented

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  1. Horacio de Mendonça on 6 junio, 2011

    Es injusto designar como «odio a la religión» y en nuestro caso «cristianofobia», a luchas de la civilidad-laica, por establecer derechos civiles para las mayorías, como los referidos al matrimonio civil y la educación sexual. O considerar «odio» cuando se cuestiona a las presiones de la Iglesia para obtener recursos económicos crecientes destinados a la educación confesional, remuneraciones de Obispos u obras de caridad (acción social que le corresponde al Estado). Como católico convencido, formado por Salesianos, creo que poco tiene que ver con el Evangelio las perpetuas luchas por el Poder que sostienen las Jerarquías religiosas y la condena que efectúan a aquellos que se les oponen.

  2. Juan Brito on 6 junio, 2011

    El Judaísmo, el Islam y el Cristianismo (producto del Judaísmo aunque con aportes del Islamismo y mas del Mazdehismo -Persia) han construido su historia en base a la muerte y la persecución de los no creyentes, han arrasado con culturas y pueblos enteros borrando sus conocimientos y/o robándolos para sí. Toda esa historia no se puede eliminar por hacer desaparecer seres humanos. Todo se continúa a través de los símbolos culturales y los mismos represores lo llevan consigo.
    Resulta que luego de quedarse con el poder y el control de los recursos económicos (que es lo que en realidad les importa y no la transmisión de sabiduría y conocimientos) se transforman en policías del espíritu humano ahogando todo intento de cambio de las nuevas generaciones.
    El problema es que las religiones se presentaron externamente al ser humano, con un Dios que castiga, reprime y te «mira » desde arriba- Esto es así por el simple hecho psicológico que los que imponen esta forma de mirada de Dios, tenían la intención de manipular y someter por la fe al creyente, de ser sus intermediarios.
    Pero los cambios y posibilidades que se vislumbran hoy para el avance del ser humano, ya no le alcanza ese tipo de religiosidad maniquea. Esa ropa le queda chica al nuevo ser humano.
    Qué va ser…. por más nostalgia que se tenga no se puede reflotar algo que ya tuvo su momento histórico, que habrá servido en su momento pero no es apto para esta etapa.
    Y creo que Nietzsche predecía la llegada del nihilismo por haber «muerto Dios en el corazón del hombre». Y tuvo razón porque luego sobrevino la 2da guerra mundial.
    Si hay alguien que «cree que pierde algo» por estos supuestos ataques a las religiones, le diria que en realidad no pierde nada porque ese algo ya no sirve para el futuro de la humanidad, si lo que pierde es algún tipo de poder me alegro de que así sea, pero en realidad les será beneficioso.
    Hay que meditar sobre el deseo y la necesidad. Sobre el sufrimiento y la felicidad. Sobre el amor, la compasion y la violencia. Si se resuelve esto se puede acceder a los espacios profundos donde uno mismo y todo el universo es Dios.

  3. Alberto Sarramone on 6 junio, 2011

    Muy buena el artículo de Roberto Bosca, como siempre.

  4. D.P.BASSETTO on 6 junio, 2011

    » Si Dios ha muerto , El Hombre ha muerto «

  5. Boris Kalnicki on 6 junio, 2011

    Deseo expresar mi reconocimiento al Dr. Roberto Bosca por este trabajo que traduce reflexiones basadas en un sabio conocimiento.
    Pero observo que la expresión «judeofobia» no es producto de la actualidad, sino que tiene el triste privilegio de anteceder por mucho a las otras nombradas. Tiene antecedentes religiosos – Inquisición mediante – , la encontramos en Padres de la Iglesia, en escritores europeos del barroco o del positivismo. Nutriéndose en esta historia de menosprecio, el nazismo la valorizó como una doctrina existencial, no existiendo en absoluto para lor judíos la posibilidad de salvación en este mundo por la conversión o renuncia. Señalemos que la judeofobia o el antisemitismo en la actualidad no tienen el carácter de reacción agresiva contra una religión y pretenden confundirse bajo el antisionismo, como bien lo señalan documentos de la Iglesia Católica. En esto concuerdan expresiones políticasen un abanico que va desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. Quizás intentando expurgar vergonzantes culpas del inconciente colectivo.
    En relación a las persecusiones contra los cristianos en el Cercano Oriente cabe observar que a pesar que hasta 1967 estaba prohibido el acceso a los judíos a sus más sagrados lugares, el actual estado israelí garantiza por ley el acceso y el respeto a todas las prácticas religiosas diferentes a las judías. También lo prueba el dato estadístico que mientras en el Estado de Israel por migración de otros países se triplicó el número de cristianos desde su resurgimiento, en los últimos años milenarias comunidades cristianas han desaparecido en otras regiones del Medio Oriente. Sin hacer juicios de valor de que esto no se esclarezca como corresponde.

  6. Isabel on 7 junio, 2011

    Sustancioso artículo que muestra los tiempos del Hoy, de manera tal, brinda también en su reflexión, a los creyentes, determinar y compatibilizar en el accionar del día a día, nuestras humanidades con la fortaleza de la Fe. Creo que este tipo de nota acompañan al ordenamiento para estos momentos globales de crisis.

  7. Julián Sanz Pascual on 7 junio, 2011

    Este texto de Roberto Bosca me llena de confusión, pues presenta a la religión como una víctima. Las palabras del autor «el odium religionis se configuró en los movimientos totalitarios» resultan incomprensibles en lo que se refiere a España. En la dictadura de Franco, de indudable corte fascista y que duró casi cuarenta años, la Iglesia Católica disfruto de los mayores privilegios, de manera especial para que pudiera adoctrinar a la gente, pues se hizo dueña de la enseñanza a todos los niveles. Por otra parte, pudo ejercer una censura absoluta en lo que se refiere a lo que entendemos como buenas costumbres, ya que por sus manos pasaban todas las manifestaicones artísticas, teniendo los censores libertad absoluta para meter la tijera donde creyesen oportuno. También pudieron imponer las prácticas religiosas a todo el país, de manera especial en el medio rural, el que yo conozco bien. Ahora el Partido Socialista, que es laico, la está tratando con guantes de seda: les ha aumentado la asignación presupuestaria, el Esatado costea a los profesoeres de religión católica. Y el hecho es que las iglesias se vacían, los seminarios también se vacían. ¿La culpa es de la laicidad? ¿No será de la propia Iglesia, que se ha estancado y no llega a conectar con los problemas reales de la gente?

  8. Mario Miguel Orellana on 14 junio, 2011

    En todo el mundo existe el odio hacia los hijos de Dios,tenemos que seguir con la mente de Cristo,desechando lo que el desecha y aceptando lo que él acepta…Mario orellana ..Tucuman..

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