Recuerdo de Pedro Navarro Floria, investigador del Conicet y docente de la Universidad Nacional de Río Negro, quien falleció sorpresivamente el año pasado.

 

El 14 de abril de 2011 la legislatura de la provincia de Río Negro por iniciativa del diputado Mario De Rege, declaró la obra del Dr. Pedro Navarro Floria “de interés social, educativo y cultural, por su aporte a la historiografía de la Norpatagonia en general y de Río Negro en particular” (N°252011). La fundamentación de la declaración dice que: “según sus propias palabras, le interesaba “generar una historiografía regional que ponga en cuestión los marcos nacionales tradicionales y contribuya a comprender los desarrollos locales”. Su obra “hizo un sustantivo aporte para entender todo el proceso de formación territorial de la Patagonia Norte e intentó comparar espacios de características similares –integrados tardíamente y deficientemente a los Estados nacionales– en distintos países”. Pedro Navarro Floria –concluye la fundamentación– “se involucró en distintas polémicas por temas históricos, pero que tenían una gran proyección en el presente, como su caracterización de ‘genocidio’ a la Conquista del Desierto que llevó adelante el general Julio Argentino Roca, al tiempo que participó activamente en la integración regional científica y académica entre Chile y Argentina, lo que le valió el reconocimiento de sus pares en ambos países”.

En el IX Congreso Argentino Chileno de Estudios Históricos e Integración Cultural (Bariloche, 2011), el Dr. Luis Carlos Parentini, presidente de la Asociación Argentino Chilena de Estudios Históricos, inauguró la cátedra permanente “Pedro Navarro Floria”, en honor a quien forjó estrechos vínculos académicos y de amistad con Chile. Precisamente el año pasado en Chile recibió una distinción académica por esta labor. Sin embargo, a pesar de ser vicepresidente de la Asociación y tener bajo su dirección la revista Estudios Trasandinos, siguió avanzando en la integración con Chile abriendo otro espacio: el Taller Binacional Argentino Chileno: Araucanía- Norpatagonia, cultura y espacio, surgido en la Universidad Nacional de Río Negro. Un proyecto de investigación que podría haber quedado en su grupo de investigación y sus tesistas de la Universidad, pero Pedro decidió convocar a colegas de la zona de otras instituciones y universidades y armar un equipo que se dedicara a buscar pares chilenos que investigaran desde distintas disciplinas el corredor Araucanía y Patagonia y convocarlos a un Taller. La adhesión fue inmediata y desestructuró totalmente la modalidad usual del trabajo académico de Congresos y Seminarios, pues se participó de forma horizontal y democrática. Quienes nos reunimos en ese taller, chilenos y argentinos, historiadores, arqueólogos, geógrafos, antropólogos, arquitectos y una variada gama de cientistas sociales, llevamos solamente una propuesta de trabajo que pusimos en el ruedo del debate. Desde distintas perspectivas revisamos categorías comunes: frontera, espacio, territorio, movimientos poblacionales, temporalidades, etc., y las miramos desde ambos lados de la cordillera. Pedro ya tenía armado para este año la propuesta del II Taller y con su equipo la llevamos adelante, la profundizamos, la enriquecimos, sumamos más colegas y presentamos el fruto del primer Taller: Cultura y Espacio. Araucanía y Norpatagonia, texto editado por la Universidad Nacional de Río Negro. Un libro electrónico que se puede consultar desde la página web del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (UNRN) (http://iidypca.homestead.com/Biblioteca_IIDyPCa.html), como desde la página de CLACSO. El proyecto y el compromiso continúan con el III Taller que se realizará en Chile en 2012 en la ciudad de Pucón.

El Taller y su trabajo con los colegas chilenos fue una muestra del modo en el que Pedro desarrolló su tarea. Confluyeron su capacidad de escucha y de trabajo, su mente abierta, su apertura, su curiosidad para interrogar al pasado, su pasión por la lectura y su interés constante por la interdisciplina. La guía sabia y abierta del Dr. Néstor Auza en su carrera en CONICET fue el modelo a seguir cuando le tocó dirigir tesistas y becarios. Subrayo tesistas y becarios y no tesis y becas, pues la mirada estaba siempre puesta en la persona concreta, en el diálogo fluido, en la guía constructiva y en la atención a su crecimiento personal e intelectual. De esto pueden dar cuenta muchos de los que se acercaron buscando su consejo y su dirección.

Su recorrido temático como historiador siempre estuvo abierto y vinculado al tiempo y al espacio que le tocaba vivir. Terminó su tesis doctoral en 1989 con apenas 26 años en la Universidad Complutense Madrid que fue calificada “cum laude por unanimidad”, sobre “El Consulado de Comercio” en la etapa prerrevolucionaria habiendo ganado una beca “Quinto Centenario”. En su trabajo postdoctoral, encontró en el Archivo de Indias en Sevilla uno de los informes perdidos de Manuel Belgrano, un escrito acerca de los pilares del desarrollo del territorio que se estaba forjando cercano a la independencia y un alegato encendido sobre los males de la corrupción política y económica. Aunque su tesis doctoral fue publicada por el Instituto Nacional Belgraniano (Manuel Belgrano y el Consulado de Buenos Aires, cuna de la Revolución, 1790-1806) en 1999, su mayor preocupación era que esa memoria tuviese una difusión más amplia que la académica. Félix Luna le abrió las puertas para ello en su revista Todo es Historia (“Documento inédito de 1809. Belgrano sostuvo que el contrabando es corrupción” (N°290,1991).

La formación en España le permitió encontrar una mirada general y de síntesis de los problemas históricos que siempre valoró. España lo des-centró para mirar América, le permitió trazar generalidades para comprender las particularidades. La mirada del “mundo colonial” lo ayudó a comprender procesos históricos a través de los cuales las sociedades americanas se construyeron y también se autodestruyeron. El mundo de las ideas, de las representaciones, de las imágenes, que en ese momento circulaban tanto en la historiografía de Europa, fueron claves en su formación y el proceso posterior de sus trabajos. Esta experiencia nos permitió escribir juntos “Formación y apertura de una oligarquía criolla en el Buenos Aires virreinal”, trabajo que salió finalista en 1990 en el certamen Coca Cola para las Artes y las Ciencias en el volumen Historia de los Argentinos.

Los trabajos posteriores no abandonaron la raíz colonial latinoamericana, pero se centraron en la Patagonia, lugar que elegimos para formar nuestra familia y desarrollar nuestra carrera juntos. De la combinación entre el mundo colonial y la historia común entre Chile y Argentina, nació el libro Ciencia y política en la región norpatagónica: el ciclo fundador (1779-1806), que editó la Universidad de La Frontera (1994), gracias al vínculo que inició y continuó con el Dr. Jorge Pinto Rodríguez, profesor de esta Universidad.

Llegamos a Neuquén a mediados de 1989 y antes de ingresar al CONICET, Pedro ejerció una fecunda labor docente en la enseñanza secundaria y terciaria, a través de cursos de extensión, charlas y conferencias. Su labor docente la hizo pensando que esos futuros maestros podían ser los maestros de sus hijos, y pensando en los hijos de todos, ponía empeño en que los estudiantes supieran transmitir contenidos correctos y amar a sus alumnos.

La docencia fue un aspecto que Pedro desarrolló siempre. De familia docente, llevaba en la sangre esa vocación. Disfrutaba preparando y dando clase y lo hacía con cuidado y rigor. Para él constituyó un desafío el traslado a Bariloche en 2008 para formar parte de la fundación del Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y Procesos de Cambio (IIDyPCa) y ser docente en la Universidad Nacional de Río Negro. Siempre pensó, además, que la tarea docente como la de investigación eran trabajos en equipo y un camino para formar a quienes lo sucedieran.

En el IIDyPCa se plasmaron sus sueños del trabajo interdisciplinario, que en la Universidad Nacional del Comahue compartió con el Dr. Leonardo Salgado y un equipo de Historia de la Ciencia. Este equipo se vinculó con el de Historia de la Educación regional, dirigido por la Dra. Mirta Teobaldo, y ambos fundaron el Centro de Estudios Patagónicos (CEP), de donde surgieron charlas, seminarios y un Boletín electrónico.

En este fecundo período publicó libros como Patagonia, ciencia y conquista (2004), Paisajes del Progreso (2007) y Memoria de los Gobernadores de Río Negro y Neuquén (2008). En ellos Pedro inauguró un estilo; no eran sólo una compilación, buscaba en sus prólogos el espíritu del trabajo interdisciplinario común que los unía, el “hilo invisible” que cruzaba la historia con la biología, con la geografía, con la filosofía. También buscaba que tuvieran una estética y una presentación particular. Admirador de la obra del pintor neuquino Ramón Muñoz, le solicitó reproducir en la tapa las obras que mejor plasmaban la idea que desarrollaban los textos. Muñoz lo acompañaba en la presentación del libro con sus cuadros y a ello Pedro le sumaba un buen vino que compartía con los amigos.

A pesar de su incursión por distintas disciplinas, fue siempre respetuoso de los saberes de cada uno de sus colegas, nunca pretendió convertirse ni en geógrafo, ni en antropólogo ni en filósofo, ni en historiador de la ciencia, o de la educación, sino trabajar junto a ellos. Perla Zusman fue su colaboradora y amiga en el campo de la geografía, disciplina que para Pedro, como para cualquier historiador es vital para el análisis científico. Claudia Briones, Diana Lenton, Walter Delrio y Florencia Roulet le aportaron aquellos debates que desde la antropología le permitieron sostener su cuestionamiento sobre el genocidio y las campañas militares en Patagonia. Tema que le preocupaba y que había logrado tensionar hacia el presente con el libro publicado en colaboración sobre los Paichil Antriao (Historia de las familias mapuche Lof Paichil Antriao y Lof Quintriqueo, mapuche de la margen norte del lago Nahuel Huapi. Villa La Angostura, Archivos del Sur, 2009). La formación y el acercamiento con la Dra. Paula Núñez con quien compartía y debatía esa pasión por la interdisciplina, lo llevó a abrir sus ideas a temas como la “territorialización de la Patagonia”, “la formación de colonias internas dentro de una Nación” y “los planes de desarrollo” que se imponían o se invisibilizaban en nuestro territorio. Estos temas se vieron reflejados en varios trabajos científicos y ponencias, pero también en artículos de divulgación como La nacionalización fallida de la Patagonia: los Territorios Nacionales, 1862-1904” (Pueblos y fronteras de la Patagonia Andina, 3, 2002), “La Patagonia como frontera, 1520-1885” (Ecos históricos de la Patagonia, aborígenes y misioneros, siglo XIX, Buenos Aires, Universidad Católica Argentina, 2004), “Tres escritores en la frontera mestiza” (Todo es Historia, 449, 2004) y “Políticas de frontera y políticas de la memoria” (Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La historia de nosotros. Políticas genocidas del Estado argentino: campaña del desierto y guerra de la Triple Alianza, Segunda Jornada, Buenos Aires, Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2005).

La carrera en CONICET, que inició en Neuquén y concluyó en Bariloche, fue una construcción paciente y fructífera que se reflejó en numerosos artículos científicos publicados en revistas nacionales e internacionales y su participación y organización de congresos. Especialmente destaco las Jornadas de Historia de la Patagonia, iniciadas con nuestra colega y amiga Martha Ruffini, y quien convocó a Pedro inmediatamente para formar una comisión que tuviera representantes de todas las universidades de la Patagonia. Como dijeron en su homenaje sus colegas de la comisión, Pedro “no dejaba nada librado al azar”. Esas jornadas fueron uno de sus queridos espacios de crecimiento horizontal para que todos pudieran conocer, investigar y saber más sobre la Patagonia.

Finalmente, otro de sus espacios más queridos en el nivel profesional y que compartimos, fue el de la divulgación histórica y la idea sobre lo que a Pedro le gustaba llamar “el oficio de historiador”.

Su primera obra de divulgación, que le valió en 2000 el “Premio al mérito federal”, fue Historia de la Patagonia (Ciudad Argentina, 1999). Esta obra no sólo tiene el mérito de ser la primera historia síntesis de la región, sino de mostrar un texto accesible a todos, pero a la vez sólido en su construcción y serio en sus argumentaciones. Un texto que rompiera “fronteras y prejuicios”. Su objetivo era que de todo este esfuerzo sugieran ideas y pensamiento. El gran mérito de esta historia es que fue escrita desde un compromiso personal: “conociendo y caminando lugares: la Cordillera rionegrina, el valle del Chubut, la costa atlántica, el Alto Valle…”, y como dice desde el corazón: “Me enamoré de personas y de momentos, de lagos, de atardeceres y de mañanas frías, del campo infinito y del viento, y del desafío de vivir aquí. Me pregunté por el hilo invisible que los une.” (Navarro Floria, 2009:15).

De allí que para Pedro fuera imposible separar su oficio de historiador de la vida misma de cada persona. El desafío que se le presentaba como historiador consistía en conocer lo simple y lo complejo, en saber plantearse problemas, pero problemas que se visualizaban en “rostros de hombres y mujeres, voces, edificios, documentos, huellas en un camino”. El historiador no resuelve esos problemas sino que ayuda a abrir “nuevas preguntas y distintas miradas (que) se entrecruzan para construir una explicación de esta realidad que nos permita, si no solucionar aquello que no andaba bien, al menos seguir viviendo con esta cuestión abierta” (Navarro Floria, 1999:14 y 15). Pero ese trabajo es fundamental realizarlo desde la “honestidad intelectual” y lo hizo así porque, como él mismo escribió, era necesario para “la salud de mis tripas” (Navarro Floria, 1999:15). La Historia de la Patagonia le mostraba aquella arista incómoda pero implacable: las ideas de aquellos actores sociales que planificaron, hirieron, expropiaron o mataron, “sin pensar en la vida. Sin pensar en las vidas singulares y sagradas de los que estaban y de los que estamos en la Patagonia”, sentenciando que “el grave problema de la Patagonia es el de un modelo de desarrollo al que no le importa que la gente se muera” (Navarro Floria, 1999:15). Si el oficio de historiador no logra descubrir esto, resulta un oficio o más bien una profesión aséptica, que puede estar impecablemente construida en el aspecto científico, pero que carece en el fondo de un compromiso estimulante y de un servicio propio de un “oficio” social: “un aporte fecundo para la política y para el pensar la sociedad”, para que la gente en la Patagonia “vuelva a morirse vieja y sabia, como en los tiempos ancestrales, y no de hambre y de desamparo” (Navarro Floria, 1999:15). La “honestidad intelectual” también debía plasmarse en no construir argumentos “para fundar una u otra postura sobre soberanía territorial o límites, o algún discurso político-partidista” (Navarro Floria, 1999:16), que nos separan más de nuestros hermanos indígenas y chilenos.

La idea de investigar, escribir y divulgar le resultaba inseparable porque entendía que era una obligación moral dar a conocer y devolver a la sociedad aquellos conocimientos por los que ese conjunto había invertido en sus investigadores. Esta explicación puede resultar simple y lineal si no se la acompaña de otra de mayor profundidad que compartíamos: un pueblo sin historia es un pueblo sin memoria, que va a la deriva sin rumbo, sin conocer sus raíces sin conocerse a sí mismo, y levanta su casa sobre arena. Como le respondió a Claudio Andrade en un bello y extenso reportaje para el diario Río Negro (5/6/2005), “el olvido histórico es la contracara de la memoria histórica: es eso que en alguna circunstancia dolorosa decidimos olvidar. Las academias, las universidades y las historias oficiales son las grandes organizadoras de olvidos históricos”.

La divulgación histórica se plasmó en algunas obras conjuntas: Confluencias: una breve historia del Neuquén (2000), Río Negro: mil voces en una Historia (2001), El Gran Libro de la Patagonia (1997), El Gran libro de la Provincia del Neuquén (2001), El Gran Libro de la Provincia de Río Negro (2005) y en el último texto electrónico que escribimos juntos: Los que llegaron primero: Historia indígena del Sur argentino (2008) y que prologó nuestra colega y amiga Florencia Roulet. Nos quedó pendiente publicar Identidad y Memoria, fruto de un curso a compañeros docentes, que escribimos con nuestro querido amigo el profesor Mario Gercek y Patagonia, pasado y presente, en la que llegamos hasta el año 2000 en una periodización que juntos reformulamos y que aún busca editor (inédito, 2007).

Uno de los aspectos más prolíficos de Pedro en la divulgación fue el periodístico. Una faceta que adjudicaba más a sus genes familiares, por su abuelo Juan José Navarro Lahitte, que a su buena pluma. Entiendo que una cosa nunca se contradijo con la otra. De allí surgieron artículos relacionados con la divulgación de sus investigaciones: “El ciudadano Belgrano” (diario Río Negro, 21/6/91), Sólo la crisis del Virreinato y Mayo impidieron que Belgrano llegara a la Patagonia” (diario Río Negro, 19/6/1994), “El descubrimiento político de la región Norpatagónica (1779-1783) como inicio de la búsqueda de un corredor bioceánico” (El Fortinero, Bahía Blanca, 2, 1999), ¡Oh, ingratas gentes!” (diario Río Negro, 10/9/1990) y “Pichachén, paso con historia” (diario Río Negro, 13/11/1996), “Ese otro centenario” (diario Río Negro, 17/2/1990 en colaboración con María A. Nicoletti); “Día del aborigen. Parte de nuestra propia historia” (La Revista (Neuquén), 231, 1999, en colaboración con María A. Nicoletti), “Las campañas al desierto comenzaron en 1492” (Todo es Historia, 303, 1992); “La campaña del desierto también comenzó hace quinientos años” (diario Río Negro, 12/10/1993); “Seis apuntes sobre la cuestión indígena neuquina” (Periódico Mapuche Azkintuwe (Temuco), 21/2/2006). De estos últimos trabajos surgieron artículos más polémicos y comprometidos que invalidaban la falaz teoría de la “extranjerización mapuche”, que tanto daño causa a la sociedad patagónica y tanto beneficia a los poderosos:Prehistoria de un prejuicio” (diario La Mañana del Sur, 16/9/1993) y “De verdades e intenciones” (diario Río Negro, 11/5/2006). En el reportaje citado, Pedro volvía sobre esta preocupación: “Si pensamos y trabajamos sobre el presente como un material de la historia sin necesidad de arrojarnos el pasado por la cabeza, entonces podemos perfectamente imaginar y analizar el futuro. Más que posible, creo que es indispensable” (diario Río Negro, 5/6/2005).

Pedro fue hombre con convicciones políticas, sociales y espirituales sólidas, su posición ante la vida excedía la de una militancia partidaria y gremial, que también desarrolló. Cuando murió Don Jaime de Nevares, el primer obispo de Neuquén, Pedro más allá de su profunda fe, escribió un bellísimo artículo en el que le rendía homenaje a un hombre que admiraba como persona, como militante político y como hombre de Dios. Lo escribió además en agradecimiento a quien nos había dicho, cuando lo conocimos personalmente en 1989, cuando estábamos un poco desolados porque el trabajo que nos habían prometido en la Universidad del Comahue se había esfumado: “Ustedes tienen coraje; no aflojen ni debajo del agua”, y él agregó en esa nota: “Cada vez que pienso en los tres hijos que tenemos –dos de ellos neuquinos– y en los amigos y en el lugarcito que nos hicimos aquí, tengo muy presente aquello” (“Don Jaime”, Criterio, 2155, 1994). Esa admiración continuó en la militancia conjunta en la cátedra “Don Jaime de Nevares, su dimensión política”, creada por la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad Nacional del Comahue y la Pastoral de Migraciones del Obispado de Neuquén en 1999, de la que surgieron charlas por el interior del Neuquén y artículos que escribimos juntos (“Jaime de Nevares. Vidas ejemplares”, La Revista, 234,1997 y “La coherencia de vida es un principio de catequesis política”, Didascalia, 531,2000).

La inquietud por la cuestión política la divulgó a través de cuestiones concretas: las puebladas de Cutral Co y Plaza Huincul en Neuquén (Criterio, 2179, 2006 y Criterio, 2197, 1997); la crisis del 2001 en el artículo “Se van a ir todos” (diario Río Negro, 15/3/2002), la última reforma constitucional neuquina (diario Río Negro, 21/09/2005) y la reforma “Caputo” en el CONICET, la institución que nos permitió desarrollar lo que ahora somos en nuestra labor científica (Navarro Floria y Nicoletti, Criterio, 2253, 2000; y Navarro Floria, diario Río Negro, 11/8/2000).

De la fecunda trayectoria como historiador, plasmada en tantos escritos mencionados y muchos otros que aquí no están, rescato al hombre atento y sencillo con el que compartí mi vida y mi profesión, con sus propias palabras. Cuando el periodista Claudio Andrade le preguntó: “-Usted, historiador de la Patagonia, ¿dejará su huella?”, Pedro afirmó: “Me da no sé qué que alguien se pierda mirar el horizonte o el cielo por seguir mis huellas”. Sin embargo, quienes lo conocimos sabemos que hay mucho que nos impulsa inevitablemente a seguirlas.

 

3 Readers Commented

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  1. Teresa Alconada on 28 diciembre, 2011

    Lo conocí a Pedro y a su mujer en España realizando también estudios de postgrado como ellos. También soy investigadora del conicet en el área de la Biología, trabajando en un instituto de la ciudad de La Plata. Guardo un grato recuerdo de ellos. Me gustaria mandarle a su mujer un afectuoso recuerdo, saber de ella.
    Con todo cariño
    Teresa Alconada

    • Cristina Flores on 9 octubre, 2012

      Teresa: fuimos compañeras en la primaria, leyendo esta página te he encontrado. Hace mucho tiempo que nos perdimos en nuestros caminos. Me emocioné mucho cuando leí tu comentario.
      Un fuerte abrazo, Cristina

      • Teresa Alconada on 17 marzo, 2014

        Cristina, que bueno tener noticias tuyas, más que compañeras fuiste una de mis buenas amigas de niña, te he buscado en internet pero no te encuentro. Yo sigo en city bell, seguramente puedas encontrarme en la guia. Ojalá podamos vernos.

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