irrazabal-libroUna mirada subjetiva de La audacia y el cálculo. Kirchner 2003-2010, de Beatriz Sarlo.

 Las siguientes líneas no pretenden ser un comentario de este libro, para lo cual no me siento capacitado, sino un comentario de mi experiencia con él. La motivación para salir a comprarlo era precisa. Durante mucho tiempo traté de entender el kirchnerismo como una cuestión estrictamente política. Pero, con los años, este enfoque se fue demostrando demasiado estrecho e inadecuado para analizar un fenómeno que iba adquiriendo creciente connotación simbólica e ideológica. A mi juicio, es esto lo que lleva a Beatriz Sarlo a ocupar un lugar enteramente especial en el estudio de este proceso. Ella ha sabido insertar el análisis más específicamente político en un amplio contexto histórico-cultural que arroja nueva luz sobre los hechos. Cuando me enteré de la publicación del libro, tuve la certeza de que encontraría en él pistas de reflexión que difícilmente podría recabar en otro lado.

Confieso que mi expectativa inmediata era leer acerca de Néstor Kirchner. En cambio, encontré cuatro densos capítulos dedicados a la televisión (espacio de la celebrityland), a Internet (Facebook, Twitter, blogs) y al modo en que sus respectivas “lógicas”, en general emotivistas y arbitrarias, influyen en el discurso, los hábitos y la concepción misma de la política, profundizando una orfandad argumental que conspira contra el arraigo de un sentido común republicano. Para mí –televidente esporádico y usuario elemental de la web–, la lectura de esta primera parte fue un tanto ardua. Sin embargo, a medida que avanzaba descubrí cómo la infinidad de fragmentos de la realidad política y social cotidiana que conservaba en la memoria como anécdotas inconexas, encontraban en estas páginas su lugar y su sentido.

Sarlo inscribe en este cuadro la irrupción de NK, presentándolo como un político peronista tradicional que, cuando la fortuna y el dedo de Duhalde lo catapultaron a la presidencia, se encontró ante el gran desafío de construir su propio poder. Para ello no podía confiar en las estructuras partidarias ni en las convocatorias plebiscitarias del pasado. Sólo podía apoyarse en la opinión de la gente, reflejada en las encuestas. Luego de un comienzo moderado y más bien chato ideológicamente, NK se apropió del espacio vacante del progresismo y lo redefinió a partir de su alianza con las organizaciones de derechos humanos. Contó con una “brigada simbólica” de intelectuales afines para construir un nuevo discurso y un nuevo relato (a partir de la historia reciente del terrorismo de Estado) en el que reservó para sí un rol fundacional.

A través de ellos fue acentuando los rasgos populistas de su gobierno, con una retórica confrontativa dirigida a marcar la frontera entre el pueblo y sus supuestos “enemigos”, aunque sin llegar a construir un nuevo Sujeto político (como pediría Ernesto Laclau), ya que creció más por cooptación que por verdadera articulación de demandas sociales. El último capítulo de esta historia es la batalla de los medios, en que valores auténticos como la democratización informativa fueron puestos al servicio de un proyecto de poder.

¿Es todo esto únicamente fruto de “la audacia y el cálculo”? En todo caso, el fenómeno K ha adquirido las dimensiones de un combate simbólico, cuyas alternativas marcarán profundamente nuestra cultura en los próximos años. Sin embargo, es probable que los contendientes finalmente se vean obligados a convivir. Si algún efecto positivo tiene Internet sobre la política es que su desarrollo y expansión harán inviable cualquier proyecto de monopolio informativo y cultural. En un país como el nuestro, no es poco.

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  1. Franklin M. Obarrio on 2 agosto, 2011

    La audacia y el cálculo de NK no podía pasar de una retórica confrontativa y menos podía «construir un Sujeto político (como pediría Ernesto Laclau)» porque su cooptación fundamental, la que le dió poder, fué la cooptación de la CGT, una de las principales estructuras del peronismo, aunque sólo ha podido cooptar a esta CGT de Hugo Moyano, que pasará, como muchos pasan en el peronismo, con más penas que glorias. Aclaro que no soy peronista y que desde hace mucho tiempo, quizás desde siempre, no soy ni he sido antiperonista. La audacia y el cálculo son las «virtudes» de los K que nos pone en evidencia la escritora, pero aquello que a mi parecer desde hace ya bastante rato subyace en sus escritos y está queriendo mostrar Beatriz Sarlo, es la génesis del Frente Para la Victoria, este injerto en el peronismo, como intento histórico de traer para su molino la gran corriente que constituyó el acontecimiento fundante del movimiento peronista, que no fue otro que el 17 de octubre de 1945, acontecimiento que se debate todavía en la disyuntiva de ser el gran movimiento de los trabajadores, inclusivo de la CTA o solamente la estructura y la organización de la CGT, a la que el FPV, con Laclau como uno de sus mentores principales, quiere ver de algún modo superada por los movimientos sociales, aunque para mal de sus pesares, también los movimientos sociales tengan distintas vertientes y diferentes cauces. Podemos estar seguros que hay pocos, si es que hay alguien más, que sea capaz, como Beatriz Sarlo, de conducirnos por ese laberinto que es el peronismo, al que nadie, hasta hoy al menos, ha podido explicar.

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