laflautamagica-web1La coincidencia quiso que en pocas semanas asistiera a la representación de dos celebradas operas del repertorio mozartiano: La Flauta Mágica, obra de madurez (en Buenos Aires) y la grácil y bufa Las bodas de Fígaro (en Madrid). Tan sólo cinco años distan en su estreno vienés una de la otra.lasbodasdefigaro-web1La flauta mágica es una de las obras más frecuentadas de todos los tiempos. Por primera vez en mucho, tiempo el Teatro Colón volvió al nivel que le dio fama. Se trató de una puesta sin fisuras, el director musical Fréderic Chaslin imprimió agilidad al tempo de la partitura en sintonía con la coloratura naive con toques kitsch que eligió Sergio Renán para la escenografía. El coliseo porteño enfrentaba singular desafío: aún en la memoria de muchos brillaba la audaz puesta que en 1996 hizo Beni Montresor y la ovación que recibiera Sumi Jo, una impactante Reina de la Noche. En rigor, Aline Kutan nunca alcanzó ese magnetismo y esa clara destreza vocal aunque tuvo un fraseo muy correcto.

Los aplausos fueron para el Papageno Markus Werba. También festejaron a Lyuba Petrova (Pamina), y a Reinhard Hagen, pese a una indisposición vocal. Incluso fue aprobado Fernando Radó en su breve pero significativo papel de El Orador. La ovación también fue para Sergio Renán, que quiso nuevamente escenificar una ópera con videoproyecciones como en su momento Lady Macbeth de Minsk de Shostakovich, en este mismo escenario y en el del Teatro Real de Madrid.

Casi en paralelo, en la legendaria sala madrileña tuvo lugar la representación de Las bodas de Figaro, que Mozart estrenó en la ópera de Viena el 1° de mayo de 1786. En este caso, la regie de Emilio Sagi, la reinterpretó desde un hiperrealismo no exento de erotismo, que le brindó especial clima al jardín sevillano del último acto, acorde con la ambientación sugerida por Da Ponte. La labor orquestal de Víctor Pablo Pérez fue ajustada a la partitura que retrotrae la acción a una idealizada Sevilla del siglo XVIII. Brillaron los patios y galerías gracias a la labor de Eduardo Bravo, y tuvo luz propia la soprano polaca Aleksandra Kurzak (Sussana), Annette Dasch (Condesa de Almaviva), Pietro Spagnoli (Fígaro) y la revelación de Alessandra Marianelli (Cherubito). También se lució el argentino Raúl Giménez como Basilio.

Las bodas de Fígaro es uno de los grandes clásicos de la ópera y una de las tres obras maestras que Mozart compuso sobre libretos de Lorenzo Da Ponte. Basada en la comedia Le mariage de Figaro de Beaumarchais, la obra de Mozart se concentra más en las relaciones interpersonales que en el carácter social y político del libro.

Estas dos grandes producciones contaron con una labor común entre profesionales argentinos y españoles. La puesta del Colón incluyó a Juan Pedro de Gaspar en la escenografía, Alvaro Luna en la animación y la iluminación de Juan Gómez Cornejo. La primera sala lírica de España contó con los argentinos Andrés Máspero en la dirección del coro, y Raúl Giménez y María Savastano en el reparto. El diseño del vestuario de ambas, de carácter fantástico en La flauta mágica y ajustado a la precisión histórica en Las bodas de Fígaro, fue de Renata Schussheim.

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