En el libro Mujeres consagradas en el Buenos Aires colonial, publicado por Eudeba, Alicia Fraschina investiga sobre la vida de dos monasterios y la Casa de Ejercicios.En pleno centro de Buenos Aires se levanta el monasterio de Santa Catalina de Sena, fundado en 1745. Pero las monjas ya no trajinan por su claustro ni rezan en los coros. Hoy funciona allí el Centro de Espiritualidad Santa Catalina. El Monasterio de Nuestra Señora del Pilar de monjas capuchinas ha corrido otra suerte. Construido en las calles Piedras y Alsina cuatro años más tarde que el anterior, fue demolido. Se conservó la iglesia de San Juan Bautista y el coro de las monjas con su reja y su rallo, transformado en eventual sala de recepciones de un hotel. Más alejada, en Salta e Independencia, la Casa de Ejercicios ya no alberga a beatas, ejercitantes, huérfanas ni mujeres enviadas por los jueces. ¿Por qué escribir entonces la historia de las mujeres que habitaron esos espacios, que les dieron vida y sentido durante el periodo colonial?

Hay varias razones. Las mujeres como objeto de estudio para develar su participación en la construcción social ha sido abordada sólo recientemente por la historiografía argentina. Mujeres consagradas en el Buenos Aires colonial parte de una doble convicción de la autora: entender a monjas y beatas como actores sociales, visibles, reconocidas por sus contemporáneos y comprometidas con su medio, y la necesidad de avanzar hacia zonas silenciadas para saldar una deuda con ellas y devolverles coherencia a los universos religiosos y sociales que construyeron.

En América latina, durante el periodo colonial, la ley y los imperativos culturales ofrecían a las mujeres tres alternativas: el matrimonio, la vida religiosa y la soltería. Si bien la primera contaba con mayor aceptación, este libro privilegia la segunda, que por motivaciones tanto religiosas como culturales, tuvo también significativa adhesión. Las que optaban o eran compelidas por sus familias o por situaciones personales a ingresar a la vida religiosa, tenían a su vez dos opciones: ser monjas o beatas. Opciones tan disímiles que dieron origen a trayectorias individuales muy dispares y a instituciones con ethos comunitarios distintos. Alicia Fraschina acepta el desafío de reconstruir e interpretar de qué forma las beatas y las monjas porteñas consideraron el sentido de sus vidas, qué conciencia tuvieron de sus identidades y hasta qué punto crearon una visión propia de la religión como “pasión” de su existencia. La primera parte del libro intenta captar el sentido de las prácticas desplegadas por la elite porteña –durante la segunda mitad del siglo XVII y las primeras décadas del XVIII– en su empeño por fundar un convento de clausura para las mujeres de su sector social, así como entender el significado de las experiencias sociales y religiosas de las primeras beatas que dedican su vida a Dios y a los más desposeídos. También analiza la creación de los dos únicos monasterios de clausura con que contó Buenos Aires durante el periodo colonial: Santa Catalina de Sena de monjas dominicas –“calzadas” – y Nuestra Señora del Pilar, de capuchinas –“descalzas”–.

La segunda parte es una reflexión sobre los dos conventos. Los requisitos exigidos para el ingreso respondían a criterios selectivos impuestos desde la Iglesia, los monasterios y la sociedad, y dan a conocer cuál era el perfil necesario para ingresar a la vida consagrada. El ingreso al convento en calidad de monja profesa era un acontecimiento de profundo significado y enormes consecuencias pues la postulante cambiaba de estado y se convertía en “mujer consagrada”, sponsa Christi. Una transformación tan radical, tan cargada de misterio, que se concretaba mediante un espectacular rito de transición. Acceder al conocimiento y comprensión de la comunidad de estos espacios supuso reflexionar sobre la conformación social y los mecanismos de construcción de ambos ámbitos: cómo están conformadas las familias de origen, de qué sector socioeconómico provienen, por medio de qué mecanismos construyen su comunidad conventual dividida en monjas de velo negro y de velo blanco.

La vida en la clausura supuso para las profesas transitar sus días en un lugar donde lo espiritual y lo cotidiano se enlazan en un espacio y un tiempo sacro. En consecuencia, se intenta comprender cuáles son las representaciones simbólicas que se evocan, cómo y en qué contexto, y la manera en que se van construyendo las identidades subjetivas. El último capítulo dedicado a los monasterios muestra que la vida cotidiana no siempre transcurrió en paz y sosiego. La llegada de las reformas borbónicas hacia 1760 puso en evidencia conflictos no sólo al interior de ambos espacios sino entre ellos y la sociedad. El análisis de estas situaciones permite entender que si bien la vida en la clausura está planteada como una hierofanía –una manifestación de lo sagrado–, es también un espejo de la realidad.

En la tercera parte se retoma la experiencia religiosa de las beatas. La expulsión de la Compañía de Jesús en 1767 impactó en la vida de este grupo. Fundamentalmente en la de María Antonia de San José –de Paz y Figueroa–, quien construye para sí una nueva identidad e impensados objetivos: mantener vigente la espiritualidad jesuítica mediante la organización de los Ejercicios espirituales de san Ignacio de Loyola y a partir de una red transatlántica, alentar la cohesión del grupo de ex jesuitas expulsos. En la última etapa de su vida logra –con el apoyo de los grupos projesuitas– fundar la Casa de Ejercicios de Buenos Aires. Ya muerta, su vida y sus actitudes siguen generando discursos elogiosos y prácticas conflictivas. Una herencia inmaterial cuyo análisis permite ampliar su voz y la de distintos sectores de la sociedad colonial porteña, y vislumbrar en qué medida, y a través de qué medios, ella y sus seguidores lograron reducir los efectos del Real decreto de Expulsión de la Compañía de Jesús.

Este libro relata una historia que no ha concluido. Hoy los dos monasterios de clausura y la Casa de Ejercicios siguen funcionando. Allí ya no quedan beatas: las hermanas de la Sociedad Hijas del Divino Salvador están a su cargo. El 2 de julio de 2010 el papa Benedicto XVI proclamó venerable a su fundadora María Antonia de San José. En la  década de 1970 las monjas dominicas se mudaron a un nuevo espacio, el monasterio de Santa Catalina, en San Justo; las capuchinas –ahora clarisas– se instalaron en la ciudad de Moreno.

 

Alicia Fraschina es doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Mujeres consagradas en el Buenos Aires colonial fue escrito a partir de su tesis de doctorado sobre el tema, presentada en la Facultad de Filosofía y Letras de dicha Universidad.

1 Readers Commented

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  1. Juan Antonio Espinosa on 23 agosto, 2011

    Qué interesante!!!!! Aquí en México quienes han escrito sobre la vida religiosa femenina son Manuel Ramos Pérez («Místicas y descalzas. Las fundaciones carmelitas en la Nueva España»), Josefina Muriel y Fernando Benítez («Los demonios en el convento»), además está el fascinante volumen «La santidad controvertida» (perdón, no recuerdo al autor) que aborda el estudio sobre canonizables novohispanos. ¿Dónde puedo conseguir esa maravilla de la autora argentina? ¿Enviarán ejemplares a México? Si es así, ¿a cuáles librerías? Ojalá respondan a mis preguntas. Gracias anticipadas, mi reconocimiento por tan importante y enriquecedora revista, y un abrazo desde Monterrey (capital industrial mexicana).

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