la-gaviota-sandor-marai-trabalibrosA propósito de La gaviota, el último libro traducido al español del húngaro Sándor Márai y publicado por Salamandra este año.Sándor Márai (1901-1989), el recordado autor de El último encuentro, La herencia de Eszter y La mujer justa entre muchas otras novelas, vuelve ahora con un libro cuyo género es difícil de definir y que fuera publicado en su versión original por primera vez en 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Se trata de una larga reflexión que abarca un día y una noche en Budapest. El protagonista se interroga sobre la voluntad de vivir y el sentido de la existencia y del (im)posible amor, y dialoga, muy cada tanto, con su joven y misteriosa interlocutora.

Él es un alto funcionario ministerial, culto y solitario, de 45 años; y ella, una hermosa joven finlandesa que habla varios idiomas y se expresa con acento extranjero en la imposible lengua húngara. Lleva por nombre Aino Laine, que significa literalmente “única ola”, huye de su patria bombardeada y quiere solicitar una beca en Hungría, todavía alineada con Alemania. Para el funcionario, la joven es la réplica exacta de su amante muerta. “Es alarmante y absurdo –observa– que exista otro ejemplar en el mundo cuyo rostro y figura coincidan con los de la persona que amé…”.

El escritor húngaro es apasionadamente querido por infinidad de lectores en muchos idiomas y absolutamente incomprendido por otros tantos, que no pueden avanzar en la maraña de sus morosidades que juzgan tediosa.

Márai, profundo conocedor de la burguesía austro-húngara, describe con su habitual minuciosidad a la mujer nórdica: “El vestido de seda negra carece de ornamentos, de modo que el cuello y la cabeza de la joven destacan por su blancura y nobleza en un escote exento de joyas”. Detallismo que esconde una lograda combinación de sensualidad y pudor. La atrevida propuesta de una velada se concreta en la Ópera con Un ballo in maschera de Verdi. Y después el café y el licor durante la noche en su residencia. La guerra tiene su imagen en la destrucción de la casa paterna de Aino: “La realidad de la guerra es distinta. Ustedes aún no la conocen, y espero que nunca lleguen a conocerla. Pero cuando desperté en el sótano, al derrumbarse la casa de mi padre, de pronto entendí lo que era”.

El título encuentra su justificación: “Cuando uno no tiene un hogar, de pronto el mundo se vuelve muy pequeño… Puedes ponerte en camino como las aves, como… sí, como las gaviotas que hemos visto esta mañana”.

Hacia el final, la reflexión se torna una meditación más profunda, a mitad de camino entre la fe y el nihilismo, expresada una vez más como interrogante: “¿No es un signo de envanecimiento pensar que Dios, el infinito, entre la infinidad de posibilidades, tenga tiempo y ganas de entretenerse con nuestros dudosos e insignificantes destinos, de ocuparse de detalles tan nimios?”. Después trata de entender las diferencias de sensibilidad entre el hombre y la mujer, y le pide a la joven que no vuelva a partir, que se quede con él. Pero Aino, la única, la ola, la gaviota, se despide; y antes de marcharse sintetiza: “Nos hemos encontrado y nos hemos despedido. Ábreme la puerta y permite que me vaya (…) Lo digo por ti y por mí”.

Queda sin respuesta la pregunta del comienzo del libro: “¿Qué podemos saber, pues, de nuestra alma, cuya naturaleza desconocemos por completo y de la que sólo percibimos reacciones? ¿Y del alma de los demás, que conocemos menos aún que la nuestra?”.

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  1. Mirka Rudez on 15 agosto, 2011

    Los felicito por la elección de una novela de este excelente escritor como motivo de tan sugerente nota. Por mi parte, admiro con entusiasmo a Sandor Márai, de quien también he leído «Divorcio en Buda» y «La hermana», dos novelas de inteligente y profuna incursión psicológica en cuanto a las motivaciones de los personajes. ¿Quié dijo que la palabra escrita está en decadencia y que libros y revistas van a desaparecer? Sólo habrá sido un necio.

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