padre-tomas-von-schulzEl padre Tomás von Schulz, con muchos años de ministerio en la provincia de Corrientes, analiza la experiencia de los sacerdotes obreros y las expresiones de religiosidad popular.p_tomas-2La religiosidad popular ocupa un espacio importante en la agenda de la Iglesia católica y sigue siendo motivo de reflexión de teólogos, pastoralistas, historiadores, sociólogos y filósofos. En muchos casos es la bandera que permite encolumnar y comprender-justificar diversas expresiones, algunas multitudinarias, en santuarios o en celebraciones en fechas determinadas. Hasta existe una pastoral de santuarios en la que tiene un privilegiado espacio. Además de las prácticas y costumbres de la gente que acude a estos lugares o que expresa sus sentimientos en altarcitos, túmulos y ofrendas, extendidos por todo el país, hay un debate de elaboración y de pensamiento sobre la fe y la cultura donde la religiosidad popular es un componente importante de los esquemas o propuestas pastorales, la mayoría de las veces tomado acríticamente. El sacerdote Tomás von Schulz fue ordenado, a los 29 años, en 1961, en la catedral de San Isidro. Provenía de una familia “acomodada” de origen alemán y de tradición protestante, pero estudiando en un colegio salesiano, decidió hacerse católico. “En ese momento para mí ser católico incluía ser sacerdote. Cuando le conté a mi madre –mi padre ya había muerto– se opuso totalmente; la decisión de ser sacerdote le parecía lo peor y me dijo que no me lo permitiría. Me prohibió toda actividad religiosa. Por tal motivo tuve que hacerme bautizar ‘bajo condición’ a escondidas, lo mismo con mi primera comunión y toda mi práctica de fe”, dice.

–Sus primeros pasos como sacerdote en la diócesis de San Isidro fueron en un barrio de clase media baja, ¿cómo marcó su vida esa experiencia?

–En 1964, monseñor Antonio Aguirre, el obispo en ese momento, nos mandó a dos neopresbíteros –Miguel Catarineu y yo– a Villa Martelli, partido de Vicente López, a comenzar una parroquia nueva. Era un barrio de obreros, empleados, pequeños comerciantes. Los vecinos nos contaban las situaciones de injusticia laboral que vivían y la profunda pérdida de la fe en general. Era el tiempo del postconcilio y, por lo tanto, de gran búsqueda de renovación en la Iglesia. En el orden político-social era época de regímenes militares –con Juan Carlos Onganía a la cabeza– y de atropello a todo proceso de promoción social y política democrática; había mucho miedo al comunismo y gran efervescencia en grupos juveniles por un cambio revolucionario. Con nuestro estilo clásico de vida sacerdotal nos sentíamos muy lejos de nuestra gente. Por eso decidimos “encarnarnos” más en su vida; y para eso era indispensable asumir el trabajo manual y dependiente que era una característica de la mayoría. En 1965 comencé a trabajar en una tintorería industrial, después pasé a una fábrica metalúrgica. Pero cuando se enteraron de que era sacerdote me echaron, pagándome la indemnización hasta el último centavo; en esa fábrica no había delegados sindicales y eso era lo que ellos querían salvar a toda costa. De allí pasé a trabajar en otra fábrica metalúrgica donde estuve tres años. En esos años nos reuníamos con otros sacerdotes con las mismas inquietudes y comenzó lo que dio en llamarse Sacerdotes del Tercer Mundo. Al comienzo no tuvimos problema con el obispo, pero cuando fuimos tomando más compromisos y posturas claramente a favor de un cambio social y político comenzó a dudar de la experiencia. Miguel Catarineu y yo conocíamos a monseñor Alberto Devoto porque antes de ser obispo había sido vicario general en San Isidro. Hablamos con él y pedimos pasarnos a la diócesis de Goya, Corrientes, con su anuencia, y llegamos allí en 1968.

–¿Cómo fue su ministerio en Corrientes?

Monseñor Devoto nos mandó a Monte Caseros, una ciudad fundamentalmente ferroviaria. Allí Miguel trabajaba en la construcción y yo conseguí un puesto de mecánico en una concesionaria, donde estuve hasta 1987. Ese año monseñor Stockler me pidió que dejara el trabajo y fuera a una parroquia cerca de Goya. Desde que llegó el padre Miguel Catarineu quedó en Monte Caseros. En toda mi vida de trabajo palpé la experiencia de mis compañeros en el taller o la fábrica, de la situación de explotación laboral y de la falta de fe cristiana en la vida diaria familiar, vecinal y de trabajo. En todos mis años de trabajo manual, que fueron 23, nunca conocí un católico práctico, y tuve muchos, muchos compañeros. En Monte Caseros fui delegado sindical a nivel de empresa. Además, con el padre Miguel construimos nuestra casa en un barrio del que fui presidente de la Comisión Vecinal. También atendía fuera del horario de trabajo una capilla con todos los requerimientos de una comunidad: misa, bautismos, catequesis, casamientos, enfermos, etc.

–¿Cómo han sido estos últimos años?

Desde 1987 pasé a una parroquia rural, en Colonia Carolina, una realidad muy diferente de la de Monte Caseros y, como dije, más cerca de Goya. Es una colonia de descendientes de italianos, con una cultura religiosa muy distinta, con mucho amor por su iglesia, su templo, con mayor práctica religiosa. Además la vida del campesino, con su lejanía de la ciudad, es muy distinta, más sana. Aunque también allí está la pobreza y, a pasos rápidos, el secularismo. Allí estuve tres años y medio. En 1991 el obispo me trasladó a Goya, como párroco de la catedral. Allí estuve hasta 2008: al cumplir los 75 años presenté mi renuncia como marca el derecho canónico. Como no había en ese momento un sacerdote que me reemplazara, seguí un año más. Desde entonces vivo en un departamento que el Obispo me construyó en el predio de una capilla cercana a la catedral y dependiente de ella, donde vivo y ayudo al párroco.

–¿Qué diferencias encontró en la vida de una parroquia?

Es muy distinta de la vida de trabajo, especialmente la relación del laico con el sacerdote: lo tratan con mucha deferencia, se muestran muy religiosos, siempre le hablarán como saben que le gusta. El sacerdote es un personaje superior, si lo critican lo harán por detrás pero nunca directamente: “Él sabe mucho y es muy superior a nosotros”. En una parroquia se vive como en un globo, aislado de la verdad del pueblo.

–¿Cómo fue trabajar siendo cura o actuar de cura cuando saben que trabaja de mecánico?

Para la gente de clase media o de una cultura más alta resulta difícil comprender que un sacerdote viva de un trabajo manual y dependiente, pero para quienes están en el medio más humilde, no tiene nada de extraordinario porque esa es su vida. Al trabajar, el sacerdote no asume nada extraordinario; extraordinario es más bien que no trabaje. Creo que lo vivido me ayudó en mi misión sacerdotal, nunca me arrepentí de haber asumido ese estilo de vida. Lo que siempre me llamó la atención es que en general a la gente de Iglesia nunca le interesó esta experiencia.

–¿Tuvo contacto con otros sacerdotes obreros? ¿Y con los del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo?

Sólo mientras viví en Buenos Aires. En Monte Caseros, no; había un sacerdote que vivía de su trabajo con el cual tenía diálogo, pero poco porque vivíamos lejos.

–¿Qué diferencias concretas encuentra en relación con la gente desde su práctica pastoral entre las devociones (Señor del Milagro, Luján, San Nicolás) y otros cultos no aprobados por la Iglesia?

Pienso que ser cristiano es tener una fe explícita y personal en Jesucristo, (no implícita ni básicamente tradicional) y una unión vital con él. En un documento de la Iglesia llamado “Directorio sobre la Piedad popular y la Liturgia” se hace la distinción entre piedad popular y religiosidad popular por su mayor o menor relación con la fe cristiana. Las devociones señaladas en esta pregunta corresponderían más a la primera que a la segunda, más cerca de una fe cristiana. Sin embargo, están por lo general influidas por una religiosidad que busca más un milagro que un encuentro personal y transformador con Jesucristo. Ciertas devociones a la Virgen María y a los santos son más bien un talismán protector de males. La vida del santo no interesa, lo que interesa es “para qué sirve este santo o esta Virgen”. Estas devociones no comprometen a nada. Quiero aclarar que nunca las voy a combatir, las respeto así como son porque así se ha evangelizado y se sigue evangelizando al pueblo. En Puebla se habló de valorar la religiosidad popular y de purificarla. Hoy, a años de aquel acontecimiento, la religiosidad popular ha crecido mucho y la descristianización también. Son más los que van a esas prácticas, y menos al encuentro con Jesucristo en la Palabra de Dios y en la Eucaristía.

El Gauchito Gil y la Difunta Correa son expresiones (cultos) que se han extendido por todo el país. En Corrientes está también san La Muerte. Sobre la base de su experiencia, ¿qué opina de estas expresiones?

Es lo que se llama la religiosidad popular. Repito que la respeto, no la combato, pero creo que está lejos de la fe en Cristo, sólo tiene un barniz cristiano. Muchos de mis colegas no comparten esta opinión y la consideran auténtica expresión de fe cristiana.

¿Cómo se vive la fe cristiana en el mundo del trabajo en el que estuvo inserto?

Con muchos compañeros tuve una relación muy familiar por la convivencia de tantas horas juntos. Nunca vi una inquietud religiosa y menos que la fe en Jesucristo informara sus vidas. Valores como la fidelidad matrimonial casi no existían, la solidaridad social sólo aparecía en ocasiones de graves conflictos, sin embargo, había compañerismo. No creían en la vida eterna, conceptos como pecado eran burlados, la participación en la Eucaristía ni entraba en sus cabezas. Ir al prostíbulo todos los meses al cobrar el sueldo era una rutina necesaria de la que me proponían participar; las despedidas de solteros terminaban necesariamente allí. Por supuesto, lejos estaba el interés por la enseñanza de la Iglesia sobre ciertos temas como la indisolubilidad del matrimonio, el aborto, la masturbación, las relaciones prematrimoniales, el compromiso político desde la doctrina social de la Iglesia; es decir, lejos de lo que podríamos llamar “vivir la moral desde Jesucristo”. En lo dogmático, no tenían ni idea de lo que significa la fe en Dios uno y trino, la encarnación, la divinidad de Jesucristo, cuáles son los sacramentos. También lo compruebo hoy además en las charlas prematrimoniales que doy todos los meses. En la catequesis familiar de mi diócesis es muy difícil que los padres se comprometan con la educación religiosa de sus hijos. Todos los años muchos toman la primera comunión y los jóvenes reciben la confirmación: de eso no queda nada, por lo menos como práctica eucarística, que pienso es esencial en la vida del cristiano.

¿Pero no le parece que las figuras de los santos acercan al pueblo a Jesucristo?

Es un tema medular, creo que no podemos encarar una pastoral si no tenemos los pies sobre la tierra. La pastoral de la Iglesia que yo conozco no tiene este punto de partida, todo lo contrario. Se afirma que “el pueblo es muy católico” y se fomentan las devociones a la Virgen y a los santos, pero no se presenta a Jesucristo como centro. El pueblo los ve como mediadores ante Jesucristo o como sustitutos de la mediación de Cristo ante el Padre. No se los presenta como modelos de seguimiento, sino como fuente de milagros. Se fomentan y se aplauden los encuentros multitudinarios en procesiones, peregrinaciones, congresos.

¿En su ministerio sacerdotal acudió o se valió alguna vez del interés de la gente por alguna de estas devociones o cultos?

Siempre he tratado de ser fiel a la intuición de que en Cristo está la salvación, pero también trato de no ir completamente a contramano de la orientación pastoral de la Iglesia. Además, no creo tener toda la razón, a lo mejor en algo yo también estoy equivocado. Invito a leer el documento de Aparecida en el nº 258 y siguientes: hay allí una exaltación de la religiosidad popular como creo que no aparece en ningún documento anterior. Esto indica la postura pastoral por lo menos de una parte importante de la Iglesia. Sin embargo, el documento tiene otros párrafos con una visión distinta. Cuando habla de la iniciación cristiana y la catequesis, a partir del nº 286, llega a afirmar que la catequesis debe iniciar en la vida cristiana a adultos bautizados y no suficientemente evangelizados. Habla del catecumenado como referencia necesaria de toda renovación catequística. Recordemos que el catecumenado fue el método que se utilizó en la Iglesia cuando todavía no era oficial y se catequizaba sobre todo al adulto que se convertía. En un documento que publicó la Comisión de catequesis del episcopado argentino se dice que el catecumenado debe ser el paradigma de la catequesis dado que actualmente, en nuestro país, ni la familia ni la piedad popular transmiten la fe. Esto lo comprueban todos los años los catequistas que preparan a los niños a los sacramentos: vienen totalmente en blanco en lo religioso.

¿Qué diferencias hay entre culto, devoción y superstición?

En gran medida la religiosidad popular responde a la búsqueda natural de Dios. La fe cristiana, en cambio, es respuesta a la Revelación de Dios. Nosotros creemos solamente en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, nuestra fe está sintetizada en el Credo. Uno puede preguntarse ¿dónde alimenta la religiosidad su espiritualidad? Lo primero que hay que responder es que ciertamente no la alimenta en la Palabra de Dios ni en los sacramentos, por eso es comprensible esta desorientación. El Concilio Vaticano I dice que el conocimiento natural de Dios es difícil, sin certezas y con mezcla de error (D 1786). Por eso la religiosidad popular está llena de inseguridades, temores, acciones que se repiten sin saber bien por qué. Se acentúa lo ritual, pero lo ritual supersticioso, como dice el Catecismo de la Iglesia católica (Nº 2111): “cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas (…) Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen”. Esto se percibe en el uso del agua bendita, en el tener muchas imágenes de la Virgen y de los santos, en el tocar las imágenes, hacer promesas, etcétera; y se mezcla con acudir a curanderos y a otros grupos religiosos, sectas y manifestaciones de religiosidad de muy dudoso origen como el Gauchito Gil o san La Muerte.

–¿Hay alguna manifestación que sin embargo merezca ser apoyada o acompañada?

Hay que volver al centro de nuestra fe, que es la entrega a Jesucristo, el encuentro con él en la Palabra de Dios, sobre todo en los Evangelios, y la Eucaristía como alimento y culminación. También a la participación en una comunidad cristiana, a una fe que se expresa en el amor y la solidaridad con el hermano. Incluyo en esto una pastoral que no pretenda primeramente mover multitudes, sino formar comunidades en que se plantee vivir la fe en la realidad cotidiana de la familia, de la vecindad y del trabajo.

13 Readers Commented

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  1. Rogelio Lizcano Hernández on 1 septiembre, 2011

    El gran error de la iglesia católica es que ha desviado el culto a Dios hacia toda suerte de imágenes, vírgenes y santos: ha caído en la idolatría tan condenada en todo el Antiguo Testamento. Son innumerables los textos bíblicos que advierten en contra de la idolatría, empezando con Éxodo 20:4. Sin embargo, la iglesia católica se defiende esgrimiendo principalmente dos argumentos a su favor: 1o.- que el Arca de la Alianza estaba ornamentada con figuras de querubines y, 2o.- que Moisés propició el culto a la serpiente estando en el desierto. Ambos argumentos carecen de sustento ya que no existe evidencia bíblica de que se haya rendido culto a estas figuras. Pero además, en contra de estos aislados ejemplos, existe una abrumadora cantidad de pasajes bíblicos en los que se condena a la idolatría y la adoración de imagenes.

    Ahora bien, dentro de la doctrina católica existen otro tipo de justificaciones de carácter teológico que también, -en mi particular opinión-, carecen de sustento y además son tan sutiles que solamente son accesibles a gente preparada, más no para el pueblo común. Se dice que existen varios niveles en la relación del creyente con las diferentes figuras religiosas: Latría, que es el honor que se le dispensa a los santos, Hiperdulía, que es la devoción a la vírgen María y la Adoración que es privativa para Dios. Sin embargo, en la práctica ocurre lo que en el artículo aquí comentado expresa el sacerdote Tomás von Schulz, es decir, se fomenta la religiosidad popular que es lo mismo que idolatría. Para la persona sencilla no existe diferencia alguna entre Dios, la vírgen o los santos ya que a todos adora con fervor y aún diría yo más: adoran a la vírgen y a los santos excluyendo a Dios. La revista Contenido editada en México y cuya línea editorial se caracteriza por ser de derecha, conservadora y proclive a la iglesia católica, en una de sus más recientes ediciones, refiere que las estadísticas muestran que en México el pueblo adora en primer lugar a la vírgen de Guadalupe, en segundo lugar a San Judas Tadeo y en tercer lugar La Santa Muerte. ¿Y Cristo? Es lamentable que Cristo se encuentre relegado y al margen del culto entre los católicos y lo peor es que todo es propiciado por la iglesia católica.

  2. Graciela Moranchel on 2 septiembre, 2011

    Comparto plenamente las reflexiones del padre Tomás von Shulz sobre la necesidad imperiosa de volver la mirada al centro de la Revelación: a Jesucristo, como afirmaba también el gran teólogo Hans Urs von Balthasar. La piedad popular se ha desviado totalmente del camino del Evangelio, basando su fe, no en Dios y en quien es, para los cristianos, el Único Mediador: Jesucristo, sino en infinidad de personajes, algunos incluso legendarios, que cumplirían un papel protector y de ayuda para determinadas necesidades, pero que no necesariamente llevan a vivir una experiencia de Dios. Considero que cuando en una comunidad se celebra más pomposamente la fiesta de la Madre de Jesús que la misma Pascua, debe pensarse que estamos ante una seria deformación de la fe que debe reverse de inmediato.
    Lamentablemente estos desvíos son promovidos por el mismo clero (véase el caso de San Expedito, en Balvanera). Y ello porque creo que hay razones totalmente ajenas a una pastoral bien orientada, cristocéntrica, donde la Palabra de Dios y la Eucaristía sean el núcleo más importante de la vida espiritual de una comunidad .Estas razones bien pueden ser la conveniencia económica, ya que estas devociones traen bastante dinero a las parroquias, con la venta de amuletos, imágenes, velas, llaveros, remeras, etc.
    Urge promover una profunda vuelta a la Palabra de Dios, a la Lectio Divina como modo de acercamiento a la Biblia. Me parece la mejor «vacuna» contra esta religiosidad que está haciendo perder la esencia misma de nuestro Credo que es el anuncio del «kerygma» apostólico.
    Y urge también hacer comprender a muchos sacerdotes que más allá de la conveniencia económica que puede brindarles sostener estos cultos, está su responsabilidad primordial en transmitir la fe sin generar idolatrías que nada tienen que ver con el mensaje de Jesús.
    Saludos cordiales,
    Graciela Moranchel
    Profesora y Licenciada en Teología Dogmática

    • Coincido con usted. Pero en lo que usted dice acerca de la ventaja económica que supone para una parroquia la existencia de ciertos cultos o devociones, no estoy completamente de acuerdo. Esa ventaja sí existe, desde luego; pero creo que hay algo más y más importante: el poder que se adquiere sobre los «devotos». La fe cristocéntrica permite superar los infantilismos y hace madurar a las personas, convirtiéndolas en seres libres. Y eso es lo que el clero en general quiere evitar. Generar y mantener la dependencia, eso produce un «bienestar» enorme en el clero. Por cierto que esto no es un fenómeno conciente. Tanto peor: cuanto menos conciente, más difícil de desarraigar.

  3. horacio bottino on 3 septiembre, 2011

    Sobre la religiosidad popular ¿dice lo mismo los documentos del CELAM de Puebla y Aparecida?,creo que no.

  4. Mirian Susana on 6 septiembre, 2011

    Primero: buenísimo que hayan abordado el tema. Segundo: magníficos conceptos abordados por el padre Tomás y tercero: qué bien nos haría que en cada novena propuesta para nuestros Santos, los sacerdotes, diáconos, religiosos y fieles ocupados de la liturgia o catequesis pongamos énfasis en la vida misma de cada día y sus circunstancias entonces desde ella preguntarnos: ¿Cómo hablar de Cristo?, ¿Qué decir de Jesús?… » y Vosotros, ¿quién decís que soy yo». En este orar, o adoración que hagamos encontraremos la respuestas a nuestra expresión de fe intituitiva, imaginativa y mística, que profesamos cuando vamos en busca del «santo salvador». Nos cuesta montonazo pensar en esto cada día, sólo nos basta con cumplir con las oraciones según el patrono, sin pensar siquiera que el santo es reflejo del Amor entre nosotros. Qué vacíos se ven en nuestra vida parroquial: catequistas apurados por terminar manualitos, como si fueran cajas curriculares, o no alcanzan para hacer la primera Comunión… ( la primera y última para algunos) ¿Qué pueden decir estos sobre ¿quién es Jesus? y asi estamos… valorando la religiosidad popular para ver si entonces aun en lo poco hacemos presente a Dios…, capillas ocupadas en asistencialismos apresuradas en mostrar que pueden apagar lo apremiante en nuestros hermanos que más necesitan convocando materiales, alimentos y otros desde el nombre del Santo.
    Cuánta Catequesis desde la vida de Jesús nos hace falta, fuera de libros para provocar el Kerigma y luego entonces ver la catequesis desde lo sistemático… Mucho, mucho por reflexionar a partir de este tema, tomando todo lo que se ha hecho y se hace para bien… Un abrazo
    Su

  5. María Teresa Rearte on 8 septiembre, 2011

    A mí sí me interesa la experiencia del P.Tomás como sacerdote obrero. Sólo tenía una idea de que se daba en Francia, hace muchos años. Tiene una similitud con los sacerdotes y hermanitos del P.Carlos de Foucauld. Quizás mi gusto por leerlo se deba a que nací y viví mi infancia en una ciudad ferroviaria, a que mi padre fue un empleado ferroviario, socialista, y contra todo lo que se diga de los socialistas, tuve al igual que mis hermanas un hogar bien constituido. Y educación cristiana en colegios católicos, pagada con el sueldo de un empleado. De mi hogar nació la exigencia ética que me acompañó siempre en la vida. Pero también me alegra leer al P.Tomás porque luego del secundario, la situación económica cambió, y tuve que trabajar para pagar mis estudios en la universidad. Y en ese trabajo sí comprobé la falta de fe. Pero además no se creía en nada.
    La espiritualidad no está reservada a exquisitos. Ni todo puede ser la mística cristiana. Pero la religiosidad popular también debe estar centrada en Jesucristo. Lo que pasa es que se recurre a los santos en las necesidades: enfermedad, falta de trabajo, etc. Pero los santos son intermediarios que nos conducen a Dios. Es responsabilidad de los sacerdotes enseñar al pueblo cristiano. Y a veces se contentan con ver multitudes. Lo que no tiene nada que ver con la fe cristiana en lo del Gauchito Gil, la Difunta Correa, y menos san La Muerte, si bien uno respeta a las personas.
    Rescato una frase fuerte del P.Tomás: «en la parroquia se vive como en un globo, aislado de la verdad del pueblo.»Sí. Y en muchos casos, los sacerdotes viven muy cómodos, los lunes sin Misa. Acepto que no haya atención de secretaría, que no la hacen ellos, pero por qué sin Misa. Autos 0 km., vacaciones en playas de moda, etc. Largas ausencias sin Misa en la que dejanla parroquia en manos de laicos. etc.
    Es una nota y una experiencia de vida muy fresca. Gracias por darla a conocer.
    Un fraterno saludo.
    María Teresa Rearte

  6. Claudio Montenegro on 12 septiembre, 2011

    «los sucesos demuestran que la palabra no miente…fiel al señor»…
    Sería tan dificil opinar y querer ser acertado sobre esta entrevista, más que simples palabras, la grandeza del espíritu se hace presente en una vida entregada al servicio y al Señor sobre todo…

  7. Marcos Fuentes on 14 septiembre, 2011

    Dijo Benedicto XVI el 8/4/11 hablando de la religisidad popular latinoamericana:

    «Esta expresión sencilla de la fe tiene sus raíces en el comienzo mismo de la evangelización de aquellas tierras. En efecto, a medida que el mensaje salvador de Cristo fue iluminando y animando las culturas de allí, se fue tejiendo paulatinamente la rica y profunda religiosidad popular que caracteriza la vivencia de fe de los pueblos latinoamericanos, la cual, como dije en el Discurso de inauguración de la Conferencia de Aparecida, constituye ‘el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina, y que ella debe proteger, promover y, en lo que fuera necesario, también purificar’”.

    Después dice que en Aparecida se presenta a “la piedad popular como un espacio de encuentro con Jesucristo y una forma de expresar la fe de la Iglesia… No puede ser considerada como algo secundario de la vida cristiana, pues eso ‘sería olvidar el primado de la acción del Espíritu y la iniciativa gratuita del amor de Dios’ (DA 263)”.

  8. aurelio carlos cercone on 15 septiembre, 2011

    Quiero felicitar la honestidad, su amor a la verdad y el compromiso de toda su vida con las barriadas pobres en diferentes lugares donde ejerció su ministerio y donde pudo realmente comprobar esa impactante afirmación: «La religiosidad popular no tiene su centro en Cristo» .El Señor quiera que muchos otros clérigos se animen a decir lo mismo y dejar de hablar y de afirmar posiciones contrarias tomando cómo válidos criterios que no tienen sustento en la realidad, por otra parte tan radicalmente diferente de 50 años atrás, Felicitaciones Pbro. Von Schulz

  9. aurelio carlos cercone on 15 septiembre, 2011

    Acabo de leer los comentarios de Rogelio Lizcano Hernández y de Graciela Moranchel, los que no puedo dejar de suscribir en un todo. Es triste comprobar como en estos últimos años se ha resucitado a seres legendarios como Expedito o nuevas «advocaciones de la Virgen» a la que ni siquiera se la llama por su nombre están teniendo un difusión espantosa y en el imaginario popular es común hablar que la Iglesia » tiene muchas vírgenes todas distintas y con poderes diferentes». Estas son afirmaciones que he escuchado yo mismo en un reportaje que hice durante una semana en la Desatanudos ¿dónde se está dejando al Señor, al Cristo, al Hijo, a la Palabra Encarnada, al que nos revela al Padre, al que nos envía al Espíritu de la Verdad, a Aquél que murió y resucitó por todos?

  10. Livia Gould on 1 noviembre, 2011

    La verdad es que leyendo estas cosas uno tiene terror de caer bajo el dedo acusador de todos ustedes. Menos mal que Jesucristo parece ser un poco más compasivo.

  11. María Teresa Rearte on 5 noviembre, 2011

    Me gustaría que la Sra. Livia Gould, poniendo en práctica la corrección fraterna enseñada por Jesús, nos enseñara cómo deberíamos expresarnos, o qué hacer, en este espacio propuesto por «Criterio».
    Gracias. Respetuosamente.
    María Teresa Rearte

  12. Juan Stivanello on 17 julio, 2012

    Conozco al P. Tomás y a Miguel desde que llegaron a Monte Caseros (1968). Yo tenía apenas 9 años. Estuve en esa ciudad hasta los 21 años. Todo lo que expresa en éste reportaje es realmente lo que él vive y defiende desde siempre. Quién como yo ha vivido parte de su catequesis jamás podremos borrar de nuestra formación la «Fé centrada en Cristo» que ellos transmitían.
    Leyendo el reportaje, es como si lo escuchara personalmente y/o viera su vida. Por supuesto coincido totalmente en sus reflexiones. Sólo existe una contra y es que quienes tenemos esa formación jamás encajamos dentro de los esquemas pastorales de otras parroquias-diócesis y por lo tanto siempre estamos relegados. (En fin será parte de la cruz que debemos llevar).
    Habría mucho para comentar sobre todo por el testimonio de vida de Tomás. Soy técnico Mecánico y me cuesta mucho escribir. Es más: nunca hago comentarios de éste tipo, pero esta vez no pude dejar de hacerlo en apoyo al AMIGO-CURA. Gracias Tomás.

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