Las originales catequesis de Juan Pablo II sobre la creación, en particular del hombre en cuanto varón y mujer, pueden ofrecer aún hoy pistas para un acercamiento al amor humano desde las vivencias que toda persona experimenta.pertine-espeche-webLas enseñanzas de Juan Pablo II sobre lo que los comentaristas han llamado “teología del cuerpo” –expresión a primera vista paradójica– se extendieron desde septiembre de 1979  hasta noviembre de 1984, con algunas interrupciones. ¿Cómo pueden nuestros cuerpos –tan carnales, tan terrenales, tan mortales– constituir el objeto de un estudio teológico, que debería ser un estudio sobre Dios? Juan Pablo II insiste, sin embargo, en que “el hecho de que la teología comprenda también al cuerpo no debe maravillar ni sorprender a nadie consciente del misterio y de la realidad de la Encarnación. Dado que el Verbo de Dios se ha hecho carne, el cuerpo ha entrado, diría, por la puerta principal en la teología, esto es, en la ciencia que tiene como objeto la divinidad.”1

El tema expresa entonces el núcleo de la revelación cristiana: el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Como consecuencia, todo lo humano, y el hombre en cuanto cuerpo, queda asumido en Cristo y hay que iluminarlo a la luz de la fe. Sus enseñanzas tienen una prehistoria filosófica2. A partir del empirismo de Bacon y del racionalismo de Descartes, se instauró un fortísimo dualismo: la naturaleza, sin causalidad formal ni final, se constituyó en objeto de estudio de las ciencias; y el estudio del espíritu perdió su raigambre en el mundo físico. Del estudio de la naturaleza, que se constituye en el paradigma del saber serio, no podría sacarse ninguna conclusión de peso para el mundo ético, del espíritu. Las ciencias brindan poder y dominio sobre la naturaleza, expresión de la superioridad humana. Como consecuencia, la ética se desarraiga de la naturaleza, y comienza a buscar su fundamento en el razonamiento puro, en verdades claras y distintas que se sostengan por sí mismas. Lo que es bueno y lo que es malo para el hombre deja de tener su fundamento en lo que el hombre es, en su naturaleza en sentido metafísico; y busca su sustento en una regla incontrastable, en un imperativo categórico. Este dualismo conducirá finalmente al liberalismo ético y al utilitarismo científico: todo lo que puede hacerse, desde las ciencias, es expresión del dominio del espíritu humano, de su independencia. Por otro lado, al desunirse de la naturaleza humana, la moral queda desvinculada de toda objetividad posible.

Juan Pablo II expresamente señala que esta separación ha conducido a la tragedia del abuso del hombre por el hombre, porque finalmente el hombre queda reducido a puro objeto, o a pura libertad, lo cual constituye el rasgo más sombrío de la modernidad. De ahí que él intente abrir un camino para cerrar la brecha (entre res cogitans y res extensa) desde el personalismo, que en continuidad con la metafísica clásica3 desarrolla caminos nuevos al describir fenomenológicamente la vivencia del amor humano como fruto de un encuentro que está a la altura de la enorme dignidad de cada uno. En la cumbre de la creación de Dios, dice al comentar los relatos bíblicos, está el hombre como su imagen y semejanza, como varón y mujer, con toda la dignidad de su ser personal-encarnado.

La libertad con la cual Dios los crea no consiste en la posibilidad de dominio sobre la naturaleza sino en la capacidad de amar y de descubrir el otro/a, la maravilla de la alteridad y del complemento. Es el asombro originario expresado en la exclamación primera: “Esta sí que es carne de mi carne y huesos de mis huesos”.

En la carta a las familias, Juan Pablo II traza un resumen de cuanto se ha dicho: “El filósofo que formuló el principio Cogito, ergo sum (Pienso, luego existo) ha marcado también la moderna concepción del hombre con el carácter dualista que la distingue. Es propio del racionalismo contraponer de modo radical el espíritu al cuerpo y el cuerpo al espíritu. En cambio, el hombre es persona en la unidad de cuerpo y espíritu. El cuerpo nunca puede reducirse a pura materia: es un cuerpo espiritualizado, así como el espíritu está tan profundamente unido al cuerpo que se puede definir como un espíritu corporeizado. La fuente más rica para el conocimiento del cuerpo es el Verbo hecho carne. Cristo revela el hombre al hombre. Esta afirmación del Concilio Vaticano II es, en cierto sentido, la respuesta, esperada desde hacía mucho tiempo, que la Iglesia ha dado al racionalismo moderno.”4 En sus catequesis, hace una antropología teológica presentando tres escenas: 1) el hombre original, según el plan de Dios; 2) el hombre histórico, pecador y redimido; y 3) el hombre escatológico, en la gloria. Se trata de tres escenas relevantes no sólo por su carácter revelado sino porque están de algún modo presentes en la vivencia cotidiana de la experiencia humana. Experimentamos la nostalgia de un proyecto originario y la tristeza de un paraíso perdido; así como la fuerza del pecado y la potencia restauradora y unificante de la redención en Cristo, y la esperanza de alcanzar, de saciar, el objeto de nuestros deseos más profundos.

La teología del cuerpo constituye un aporte valioso para re-vincular las enseñanzas de la Iglesia sobre el amor humano con la dignidad de cada uno. Al educar en la virtud de la pureza, corremos el peligro de un equívoco: la dimensión sexual del hombre sería el ámbito de lo impuro, de lo caótico e indomable, el fondo oscuro y pasional sospechado de animalidad irredenta.

Las enseñanzas de Juan Pablo II representan un enorme esfuerzo integrador; y proponen reinterpretar la relación varón-mujer desde la virtud de la justicia, que permite una comunión interpersonal en el respeto a la dignidad de cada uno, y a su vez enfatiza la esperanza de la redención, que quiere, y puede, con la colaboración del esfuerzo humano, rescatar la experiencia originaria de armonía interior psicosomática- espiritual.

 

1.Teología del cuerpo, 23.

2. Cfr. la Introduccion de Michael Waldstein a las catequesis de Juan Pablo II sobre el amor humano en Man and Woman He created Them, a Theology of the body, John Paul II. Pauline Books and Media, Boston 2006.

3. Mientras que cierta postmetafísica contemporánea, basada en Heidegger y en Nietzsche, identifica a la metafísica con la voluntad de objetivación y, presa de la misma falsa antinomia, entiende que una nueva filosofía propia de la libertad debe ser la del pensamiento débil.

4. Juan Pablo II, Carta a las Familias, n. 19. Año 1994.

3 Readers Commented

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  1. Graciela Moranchel on 2 septiembre, 2011

    El intento de Juan Pablo II por reinterpretar las relaciones entre el varón y la mujer desde la virtud de la «justicia» y desde el «amor» como núcleo fundamental, me parece un avance importantísimo en la reflexión antropológica actual, tan ligada a concepciones dualistas (pre cartesianas) y donde la sexualidad humana ocupa un puesto preponderante, pero con una gran carga negativa, manifestada en el poco aprecio hacia todo lo que signifique el cuerpo, la materia y lo derivado de nuestra condición humana.
    Puede ayudar en este proceso de integración poner atención a la antropología semita, que considera al hombre un ser en el que, si bien coexisten diversas dimensiones con las cuales se relaciona con los otros, con el mundo y con Dios, debe ser visto como una «totalidad integrada». En esta concepción, la sexualidad existe como uno de los aspectos más importantes de la afectividad, pero sin tener calificiones negativas.
    Creo que avanzar por el camino antropológico iniciado por Juan Pablo II puede dar frutos preciosos que sin duda renovarán significativamente la espiritualidad cristiana, tan ligada a platonismos y cartesianismos que conviene iluminar de una manera renovada con la Palabra de Dios.
    Saludos cordiales,

    Graciela Moranchel
    Profesora y Licenciada en Teología Dogmática

  2. María Teresa Rearte on 7 septiembre, 2011

    Las catequesis de Juan Pablo II realizan un interesante aporte antropológico para la comprensión de la relación varón-mujer, superador del enfoque puramente normativo (moral), cuya importancia no niego, pero del que se hace un uso excesivo en los ámbitos católicos.
    Además, el tratamiento de Juan Pablo II, que tiene su correspondiente fundamento bíblico, es coherente con la conocida posición personalista del Pontífice en otros temas de su Magisterio. Pero quiero poner el acento en lo que, para mí, es una orientación existencial en la consideración del encuentro varón-mujer, que le otorga cierto dinamismo, que es fuente de gozo. Esto me parece saludable para la formación y vivencias de las personas. También para la cultura actual en contacto con la cual vivimos.
    Hago votos para su difusión, porque las leí en su momento, e hice una pequeña experiencia de orientar a mis jóvenes alumnos en su lectura, que por entonces (aclaro que ahora estoy retirada de la docencia) me pareció gratificante.
    Cordialmente.
    Prof. María Teresa Rearte
    Ex-Profesora de Antropología, Ética y Teología Moral
    Ex-Profesora de Antropología, Ética y Teología Moral

  3. Luis Gutierrez on 21 agosto, 2014

    La «Teología del Cuerpo» de San Juan Pablo II puede proporcionar una base sólida para resolver las cuestiones más cruciales de sexualidad y ecología humana, incluyendo la ordenación de mujeres al sacerdocio en las iglesias católicas y ortodoxas. Estoy explorando las implicaciones de la teología del cuerpo sobre materias de solidaridad y sostenibilidad:

    http://www.pelicanweb.org/solisustv10n07page1.html#tob

    http://www.pelicanweb.org/solisustv10n08page1.html#tob

    Cualquier comentario sería apreciado. Oremos para que todas las iglesias cristianas sean capaces de discernir la diferencia entre la ideología patriarcal y la verdad revelada.

    Que Dios les bendiga,
    Luis

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