Juan y Eva, la película dirigida por Paula de Luque, narra cómo se construyó la relación en el marco de años vertiginosos como fueron 1944 y 1945, y que los consolidó como pareja.sendros-cineAbundantes méritos de diverso orden luce esta película de la realizadora Paula de Luque, hasta hoy sólo conocida por experimentos formales muy bien cuidados, a veces hasta exquisitos, pero sin fuerza dramática. Ahora la tiene. Por su tema, sin embargo, es probable que únicamente sea apreciada entre nosotros, y entre historiadores de Latinoamérica.

Se trata de un refinado acercamiento a un amor histórico, el de Juan Perón y Eva Duarte, tomado desde que tembló San Juan en enero de 1944 hasta que vibró Plaza de Mayo en octubre de 1945, y pautado en tres capítulos: el amor, el odio (los resquemores de Campo de Mayo), la revolución. Con esta obra la autora se coloca, por derecho propio, casi al nivel de Leonardo Favio. A él, justamente, le dedica el esfuerzo, y de él sigue también algún recurso de diálogo amoroso en off, momentos íntimos de simple quietud, el manejo de sobreentendidos que captarán bien los conocedores de nuestra historia y los viejos peronistas, y la muy justa y argentina pintura de rostros y ambientes, así como otras cositas aún más inefables.

Pero lo suyo no es imitación sino absorción y coincidencia de espíritus, una virtud de pocos. Algo similar ocurre con el protagonista Osmar Núñez. No imita a Juan Perón; parece haber absorbido y encarnado su mirada, la forma de poner los brazos al sentarse y otros varios detalles, pero no como copia, sino interpretando además la evolución de su personaje, que en ese momento se estaba construyendo a sí mismo. Obsérvese, al respecto, el modo en que Perón lee un discurso al comienzo del relato y el manejo de los tiempos con que responde (y se impone) a su superior, en el final.

Más espinoso es el trabajo de Julieta Díaz componiendo a Eva Duarte antes de ser rubia (se tiñe recién a mitad de la historia), abanderada de los humildes y mujer del líder. La que aquí vemos es todavía una actriz ocupada en sí misma, que se hace un lugar junto al hombre en ascenso y empieza a mostrar las uñas, cordial pero expeditivamente con la protegida del coronel, de igual a igual con su secretaria, recelosa con la cuñada de Perón, y de mal modo con cualquiera que considere inútil a sus propósitos. Tenía carácter fuerte, ya se sabe, y Díaz no la tiene fácil. No le toca la Evita santificada sino “la Eva” que “los contreras” definían como negrita arribista y resentida.

A propósito, un detalle interesante: cuando ella cuenta su infancia de hija natural, “de segunda”, Perón (que le lleva 26 años) trata de ser conciliador, y explicarle que acaso su padre la quería “como podía”. Otro detalle destacable para la descripción del personaje: en esta película Eva Duarte no hace el 17 de octubre, ni siquiera interviene.

Lástima que tampoco lo haga Cipriano Reyes, que ni es mencionado. Puede reprocharse esa omisión, como también pueden reprocharse dos números artísticos ajenos al estilo de la época, una sola mala elección para un rol (cierto actor es bueno pero no resulta creíble como general), una radio que se enciende demasiado rápido (las válvulas tardaban en calentarse), una situación inverosímil para los conocedores (ningún coronel ordena a un teniente de guardia que abra por sí mismo el portón de una unidad, más bien le dice “ordene abrir”, y el trabajo lo ejecutan los soldados). Y, lo realmente lamentable, en la escena de una pesadilla de Eva sobre la Unión Democrática, una chicana innecesaria donde aparecen bien remarcadas las siglas de la Rural y la UCR y el PS, partidos nacionales que casualmente participarán en las próximas elecciones.

Por suerte, los méritos son muchos. La autora se acerca a sus figuras con admiración pero sin endiosamiento, crea buenos climas de seducción, intriga y finalmente de épica, se rodea de excelentes artistas y técnicos (el músico Iván Wyszogrod, el editor Alberto Ponce, el director de arte Rodolfo Pagliere, entre otros), equilibra ciertos elementos del imaginario peronista (por ejemplo, acá varios de los “malos” son morochos). Además, algo que sólo ella, como mujer, era capaz de desarrollar: expone con inteligencia el papel de las otras mujeres de Perón, incluyendo a la poeta uruguaya Blanca Luz Brum, que por entonces le hacía los discursos, y, según dicen, cuando meses después vio pasar a Perón y Eva rumbo a la Rosada, murmuró: “Era yo la que tendría que ir en ese auto”. Un personaje muy interesante, el mismo de El mural, digno de otra película.

7 Readers Commented

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  1. Dario Mosso on 18 octubre, 2011

    Realmente curioso que para abrir una puerta entienda el articulista que se le pueda ordenar a un teniente que lo haga personalmente.
    ¿Quien bajó el cuadro de Videla?.
    ¿Y está seguro el redacto que Eva Duarte no hizo absolutamente nada el l7 de octubre?.
    Lo milagroso es que un personaje «malo» también es «negro». ¿ De Africa o de esos que resultaron del mestizaje de algún estanciero de apellido largo y vasco con una pampeana cuyos todos estaban cercanos a la estancia?. La sola mención a los «negros», palabra que Eva nunca usó, recuerden «grasitas», demuestra que los argnetinos somos incurables….

  2. ARACELI on 18 octubre, 2011

    YO VI LA PELICULA Y ME ENCANTO, FUE HECHA CON MUCHO RESPETO, LO DE LA ESCRITORA URUGUAYA ES COMO SIEMPRE, DICEN.CREO QUE ALGUNOS NO ENTENDIERON QUE FUE HECHA COMO UNA HISTORIA D3E AMOR, POR ESO QUEDO CLARO QUE NI EVITA NI CIPRIANO HICIERON EL 17 DE OCTUBRE, FUE EL PUEBLO , QUE AL VER QUE SU LIDER CORRIA PELIGRO, SALIERON COMO UN TSUNAMI INCONTENIBLE.Y POR ESO FUE LA HISTORIA DE EVA Y JUAN ENAMORADOS Y EL PUEBLO ENAMORADO DE ELLOS, COMO AHORA

  3. Hugo Roqué on 18 octubre, 2011

    Sólo recuerdo de esa época el terremoto de San Juan y la calle con mucha gente que gritaba:
    «Perón, Evita ! dónde está la guita que San Juan la necesita» pues se prometían remesas a San Juan para su ayuda que nunca llegaron… Mis ponderaciones a esa época política son tan escasas que no comparto el texto escrito.

  4. Roberto Raul Fernández on 18 octubre, 2011

    muy claro el análisis……dan ganas de ver la película

  5. Francisco DARDAN on 18 octubre, 2011

    Por favor !! NINGUNA ADMIRACIÓN y MUCHO MENOS ENDIOSAMIENTO.- Seremos argentinos pero no estúpidos.- Este es un país empobrecido, arruinado y anarquizado pero repleto de grandes hombres.- Cualquier personaje de cualquier signo, histórico o nó, tiene -en la Argentina- abundantes seguidores.- Pero el país y su sociedad NO REFLEJAN TANTA GRANDEZA.- Como decía el paisano: «todos muy honestos pero el poncho no aparece…».- Que esperamos para cambiar de música y aprender nuevos bailes.- No pienso perder tiempo en semejantes películas.- Estoy esperando se estrene «El final de un imperio» con la vida de San Agustín.-
    Atentamente

  6. Julián on 19 octubre, 2011

    El articulista menciona que la película toma la relación sentimental entre P…. y D….. a partir de 1944, lo que da lugar a suponer que la misma se inició antes. Así resulta de ciertas publicaciones de polémico contenido, las cuales alejan los personajes de la mitología política generalmente aceptada en el país y retrotraen los vínculos de la pareja al año 1941. Esto, en relación a hechos concernientes a la segunda guerra mundial; ver en internet: «El escape de Hitler» de Patrick Burnside.-
    Por otra parte es rigurosamente cierto que Eva Duarte no tuvo ninguna participación en los sucesos acaecidos el 17 de octubre de 1945, ya que en aquellos dìas fué alejada de Buenos Aires bajo la protección de quien porteriormente fuera Ministro de Asuntos Políticos del gabinete nacional, el Dr. Román Subiza, de San Nicolás de los Arroyos; sobrevive el chofer personal y familiar del entonces funcionario, quien la condujo al lugar previamente previsto, lejos del escenario de los hechos para protegerla de cualquier desenlace desfavorable de los sucesos.-

  7. María Teresa Rearte on 23 octubre, 2011

    No he visto la película. Tampoco la iría a ver. Pero me interesa la «recreación» que hace la realizadora, porque de algún modo denota su percepción sobre una pareja influyente en la historia argentina. Me detengo en la expresión que usa el autor de la nota: «un amor histórico». Me parece exagerado el adjetivo.
    No soy peronista; pero algo he leído sobre Eva Duarte. Sabía que se la consideraba «resentida»; pero no «negrita». Me sorprende la fisonomía. Siempre la visualicé rubia. ¿Realmente no tuvo nada que ver en el 17 de octubre?
    Vistos así, ambos, Juan Perón y Eva Duarte, no obstante el protagonismo de él, y que no se los pueda disociar, me interesa un poco más la imagen que de ella transmite la película.
    No tengo admiración ni endiosamiento por ninguno de los dos, juntos ni individualmente. Sí me llama la atención su permanencia en la vida argentina. Y en cuanto a la directora de la película su captación tiene el valor de una apreciación subjetiva. Tanto como la mía, que trata no obstante de alcanzar un juicio objetivo, difícil de lograr.
    María Teresa Rearte

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