Podríamos preguntarnos qué le ocurre a la sociedad cuando, luego de la muerte de Steve Jobs, se comercializan las remeras que solía usar y la firma que las fabrica logra récord de ventas. Las respuestas son varias: fanatismos casi irracionales en nuestros tiempos siempre hay, pero también admiración por alguien que lucía sencillo y transparente. steve-jobs-3g-iphoneY, por qué no, un referente de la moda, ya que alguien con tan alto sentido de la estética en el diseño tecnológico, hacía una buena elección de su vestuario también. Los diseños de Apple provocan un deleite visual perceptible hasta para los niños. Los bebés siempre quieren acercarse y tocar una Mac, un iPod, un iPhone. Los encuentran mucho más atractivos y encantadores que sus juguetes. Incluso muchos padres, luego de fracasar en sus intentos de comprarles copias de los artefactos de juguete, terminan permitiéndoles usar aparatos verdaderos. Pero si luego compran uno más moderno, el de ofrecer, teóricamente, todos los recursos que uno pudiera requerir. Ese concepto de “computadoras vacías” –hollow machines– contradecía otras tendencias dirigidas a fortalecer la computación personal donde los usuarios estarían al mando de sus programas y de sus máquinas, en contraposición con los usos centralizados de las computadoras superpoderosas, como sucedía en los primeros tiempos.

Lo cierto es que, independientemente de especulaciones teóricas y más cerca de la realidad cotidiana, tanto en la Argentina como en el mundo entero, la Red está creando una nueva forma de contacto, extendiendo y redefiniendo los modos de interacción entre personas, entre personas y máquinas, y entre máquinas y máquinas. Steve Jobs supo ver ese panorama y cambió entonces el nombre de su compañía original, que había denominado Apple Computer Inc., por el más general Apple Inc., sin la inclusión de la palabra computer.

Abrió así el camino a las redes sociales. “Todos juntos, todo el tiempo, en todos lados”, dice hoy el eslogan de una compañía de teléfonos. Eso es lo que anticipó con el iPhone, que impulsó una nueva cultura para participar y compartir nuestras informaciones, fotos, opiniones y pensamientos constantemente, en el mismo momento que suceden y

desde cualquier parte. Esta nueva sociedad dedica el ocio casi por completo a comunicar y compartir. Por supuesto que hay que ser un genio para inventar las cosas que hizo Steve Jobs. Pero más genialidad se requiere aún para captar una sociedad en su profundidad, lograr hechizar a los jóvenes, y no sólo descubrir sus necesidades, sino responder a sus aspiraciones más recónditas y ayudar a concretar deseos de todo tipo. Jobs entendió el mundo en que vivía y la sociedad que venía. Y teniendo en cuenta sus características, le aportó lo necesario para que las personas hicieran mejor las cosas, disfrutaran más de sus actividades y profesiones, y apostaran sobre todo a sus pasiones.

Muchos le cuestionaban por qué no hacía focus groups para investigar qué era lo que la gente quería. Él respondía algo así como: “No me interesa lo que la gente quiere ahora, porque cuando lo invente, ya no va a quererlo más. Me interesa qué es lo que va a querer y necesitar realmente en un futuro”.

Sus creaciones no generan necesidades inútiles, como pasa con la mayoría de los productos de consumo masivo, sino que satisfacen y aportan al progreso constante en todo sentido. Sus aportes no son de la clase de tecnología que hace que el hombre trabaje menos dejando todo en manos de máquinas, sino que brindan nuevas herramientas para que uno pueda especializarse más en lo que hace, investigar y crear. Acercó la tecnología en general a todos, porque nos enseñó a pensar diferente; encontró la manera de ayudarnos, por medio de metáforas y comparaciones con la vida cotidiana, a comprender y ser parte de las nuevas tecnologías. Era el mejor presentador, un detallista con un look simple y de entrecasa, con lenguaje amigable y comprensible. Acaso por eso cautivaba. Sus palabras y su vida cotidiana cautivaban. Su ejemplo frente a las adversidades. Su historia de vida. Cómo empezó y cómo siguió hasta el final, luchando y llevando con entereza su enfermedad. Un “buen tipo”, se decía de él, alguien muy querido. Steve Jobs sintió la responsabilidad de hacer algo bueno con su

talento y fue un notable maestro para los más jóvenes. Ha contribuido a diferentes ramas de la cultura a través de sus innovadoras herramientas. Los diseñadores, en primer lugar, los amantes de la música y todos los trabajadores le deben mucho a S.J. La Mac no sólo ayudó a trabajar desde casa, también simplificó todo lo que había de complejo en las computadoras, en las conexiones de dispositivos, para poder operarlas sin mayores esfuerzos y sin necesidad de un manual. Hizo más comprensible la computación; los niños aprenden de manera intuitiva a hacer cualquier cosa los sus iPods y iPads.

Jobs solía decir que había que buscar sin parar lo que uno amaba y dedicarse a trabajar en eso hasta encontrar todas las respuestas y hacer algo con ello. Era muy exigente con sus empleados para que no cesaran hasta encontrar lo que buscaban. Aunque parezca extraño, no nos dio todo servido con sus inventos. Nos facilitó las herramientas para que cada uno pudiera explorar su propio campo con mayor amplitud de opciones, desplegando creatividad y esmero. Más allá de la tecnología, fue un hombre preocupado por que los instrumentos que nos proporcionaba tuvieran un uso ante todo humano. Siento que recordar algunas virtudes de Steve Jobs no es arrancar el velo de una labor ignota, sino tocar ligeramente lo que está en la conciencia de todos. El ingenioso creador de las herramientas Apple, será siempre un referente obligado.

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